domingo, 24 de febrero de 2019

CUENTOS DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA CONTADOS POR SUS CREADORES (HÉCTOR RODRÍGUEZ)


Héctor Rodríguez Castro
JUVENTUD REVOLUCIONARIA
El almuédano sube las escaleras del alminar para el adhan, para comunicar la hora de la oración del Asr, comienza su canto: all ahu àkbar, los presentes reunidos en el patio de la mezquita se quitan sus calzados y realizan pequeñas abluciones antes de entrar al recinto para comenzar el salat. En una equina del patio está Hakem Alí, oía tranquilamente las voces de sus hijos y de su esposa que le explicaba que todo estaba bien en su casa de Londres, una vivienda de estilo clásico que mantenía una tradicional chimenea y su respectivo jardín, tenía años que no podía visitar a su familia, pero se sentía bien porque ellos vivían cómodamente, sus hijos estudiaban en las mejores escuelas y su esposa no pasaba necesidades. Apagó su móvil y rememoró cómo compró esa posesión; fue por casualidad, además estaba en oferta y muy cerca de la vivienda en la que Francisco de Miranda, el gran prócer, había vivido. La compró en el 2012, cuando estuvo algunas semanas visitando los principales puntos de interés de Inglaterra, además de asistir a los Juegos Olímpicos y aunque no era un amante de los deportes, ni siquiera los practicó, desfiló justo detrás de Fabiola Ramos, la abanderada de la delegación criolla como el flamante Ministro Popular Para el Deporte en la inauguración de esos Juegos. Rememora también cómo antes fue Ministro del Poder Popular para el Despacho de la Presidencia, con apenas 26 años, quizás uno de los ministros más jóvenes del país, aunque pudo haber sido ministro unos dos años antes, pero esto violaba la Constitución en su artículo 244 que dice que para ser Ministro en Venezuela se debe tener más de 25 años, por eso supo su destino desde muy joven: ser político. Lo supo en los pasillos de la Universidad Central de Venezuela, cuando todo era un caldo de cultivo y nadie tenía claro sobre el qué hacer político, él intuyó que el problema no es hacer discursos como si se contara con categorías que explicara la realidad, porque cuando se está inmerso en la acción política, no se trata de predicar la justicia o la democracia, ni repetir los análisis de los que se disponen con anterioridad y cuya insuficiencia se ve claramente; se trata de intentar devolver a la actividad aquellos conceptos de los que se dispone, y que se puede ajustar al momento histórico y por aquellos años el momento histórico se llamaba Hugo Chávez, él se logró insertarse en aquél momento histórico porque el comandante le agarró cariño luego de mostrar y demostrar a través de diversos argumentos y puestas en escena que los conceptos que disponía para aquel tiempo funcionaba, así compuso frases como: todo ser humano es un ser político, así que nadie es neutro, además el socialismo debe tender cada vez más a poner el poder y la propiedad en las comunidades, ya que en el fondo la democracia que había existido en Venezuela se había adormecido mostrando que la democracia es un debate de idea y se había apaciguado por la ineptitud de los adecos y copeyanos. Todos sus argumentos brillaban por saber usarlo en el momento histórico preciso, obligando en un programa de televisión que titularon: Lideres Estudiantiles de Ideas Distintas, que Jon Goicochea, su opositor en el debate, cayera en contradicciones, en la medida en que éste predicaba justicia, democracia, etc., muchos líderes revolucionarios de vieja alcurnia vieron entonces que ese joven universitario podía ser la cara de una juventud revolucionaria que necesitaban en ese momento histórico. Desde entonces recorrió ministerios, luego de guiar a los atletas del país por las calles de Londres, buscó dirigir a la juventudes socialistas desde el Ministro para la Juventud Venezolana, luego el presidente Maduro fusionó los dos ministerios, pero él saltó para el Ministerio de Educación, y así brincaba hasta llego a ser gobernador de su Estado natal. Durante años todo el mundo lo llamaba ministro, diputados, luego lo llamaron gobernado y en su más oscuro territorio de avaricias y momentos históricos soñaba con que lo llamaran presidente. Los cierto es que usar la retórica, los conceptos en los momentos claves de la historia funcionaba, y aunque él estuvo por mas de 10 años dentro de las principales carteras para la juventud revolucionaria, para la educación de los venezolanos y cargos legislativos, poca gente recordaba alguna obra precisa hecha en su período histórico, de hecho su frase más celebrada por sus detractores fue cuando siendo Ministro de Educación dijo: “No es que saquemos a la gente de la pobreza para llevarla a la clase media para después ser escuálido”, dejando un vacío epistemológico para aclarar: ¿qué hay después de sacar a alguien de la pobreza?, ¿qué es ser clase media?, ¿qué es ser un escuálido?; pero su frase se truncó, en el fondo quería decir: sacar a los pobres para que consigan la felicidad en unas escuelas diseñadas con modelos de Bakunin, con pedagogías libertarias, en aulas ácratas, creando escuelas semejantes a la de Summerhill en cada rincón del país, pero su frase trastabilló, se desconcentró y desde entonces sus argumentos se iban desvaneciendo, los momentos históricos apaciguando, proceso similar a los que vivía el poder al presidente Maduro. Ahora nadie le llama ministro, ni diputado, ni gobernador, ni Héctor Rodríguez, ahora camina por la calles de Estambul, reuniéndose en café con algunos colegas o hermanos de la fe, se ha dejado la barba y siempre usa la taquiah que cubre su calva, poca gente reconoce que él fue un líder de juventudes revolucionarias que nunca cuajó, juventud la cual la mayoría perdió la esperanza, sus estudios, muchos se exiliaron, no se consolidaron como hombres y mujeres de provecho para la sociedad, o entes civiles con valores éticos y morales que les permitiera construir una Estado más equitativa y justa, así que mucha de esa juventud terminaron en trabajos miserables, con hambre y con innumerables problemas de salud, entendimiento y vida. Ahora camina por bazares donde siempre compra alguna trivialidad o viendo los centenares de gatos que pululan por las calles o cruzando la plaza de Taksi, yendo hacia Nişantaşı, donde vive en un cómodo piso lleno de sueños sin momentos históricos, ya no es un ser político, reflexiona sobre sus esencia y se contenta ahora abrazando a la fe, sólo se le ocurre orar a Allah, quien no cabe en los cielos y en los mundos, y contentarse en silencio por la selección de su nombre musulmán: Hakem Alí, que posee el sentido de ser un altísimo gobernador.  

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