viernes, 2 de noviembre de 2018

NIETZSCHE JAPONIZADO


Dionisio y Apolo son las dos figuras míticas que engranan los motores del drama existencial para Nietzsche. El germen de la voluntad de poder está en el devenir de esta particular dialéctica, entre las formas, la mesura, el control y el orden que representa Apolo; y la exuberancia, la potencia, la prodigalidad, los remolinos sin norte que conforman la representación de Dionisio. Este proceso dialéctico no deben ser visto como una lucha de fuerzas opuestas, sino como encuentros complementarios que permiten al ser humano vivir y hallar su plenitud. Viviendo en Venezuela estudié filosofía y terminé mi formación realizando una tesis de grado sobre Nietzsche, una tesis de grado en la cual trataba de entender las propuestas morales del filósofo, pero en ese entonces no me percaté de que vivía en medio de fiestas saturnales, en un constante encuentro y renacer con y en lo dionisíaco; mis estudios de filosofía apostaban por las desmedidas, por las exageraciones, por las arrogancias y lo orgiástico, así que mi tesis tenía los tintes propios de lo dionisíaco, una moral anquilosada de heroísmos y grandes metas, una búsqueda de dejar de ser un camello para llegar a ser un niño, pero estancándome argumentativamente en la metamorfosis del león; esa tres metamorfosis que Nietzsche nos habla en su Zaratustra: camello, león, niño; pero ahora, a la distancia temporal y espacial, pienso que uno de los errores que circunscribe a Venezuela es que está resemantiza por una constante atmósfera dionisíaca, quizás debido a una serie de desarrollos míticos como aquel que nos explica que somos una nación rica gracias al petróleo, un país lleno de hermosas y voluptuosas mujeres y donde los amigos se reunen a beber whisky y hacer parrilla, porque lo más normal y corriente de hacer en una reunión de amigos en Venezuela era  beber whisky y comer parrilla, quizás como en muchos lugares en el mundo los amigos se reunen a beber y comer, pero el whisky era algo tan vital y normal que no nos permitíamos otras bebidas, whisky escocés costosos cuyas botellas adornaron muchos basureros por Caracas; además de visualizar como el mayor logro venezolano realizar la sentencia: "Dios no me des, ponme donde haya" o "Señor, tú ponme donde haya, que yo me serviré", como si estas sentencias representaran una guía cultural y social en Venezuela, similar a lo que es The American Dream para los estadounidenses, así que todo el mundo busca la forma de aferrarse a una "teta" hinchada que lo hiciera vivir en grandes casas, comprar vehículo todo terreno, organizar fiestas opulentas, orgías divinas y realizar viajes exóticos, porque esa "teta de abundancia" que se mueve por el inconsciente colectivo del venezolano, en el sello de nuestro mito dionisíaco, sin importar si esa "teta" es de "guisos" políticos, corrupción de valores y ética, engaño a consumidores o vendedores, o simplemente ejercer la mafia armada entre drogas y robos. En el trasfondo del devenir reflexivo del venezolano está patente las imágenes de la abundancia, la opulencia, la exageración, inclusive en los inicios como nación, en nuestro símbolos como el escudo nacional, siempre ha tenido dos cornucopias, (igual que Colombia pero sobre ellas hay un buitre, lo que indica precausión y desconfianza), sin importar si el caballo blanco va hacia la izquierda o hacia la derecha, siempre ha estado presente en el escudo de Venezuela, desde 1830, (el caballo no, éste ingresó en el escudo en 1836), este talante dionisíaco delata a muchos venezolanos en muchas partes del mundo, un talante que anula cualquier posibilidad de orden, de control a aceptar nuevas reglas y estructuras culturas, a elaborar formas de igualdad, jerarquías, equilibrio o cualquier intuición de algún impulso apolíneo, como lo podemos apreciar en la actualidad, en las desmedidas y desmesuras políticas que ha hundido a Venezuela a lo largo del siglo XXI.
Llegar a Japón fue arribar y congestionarme con la fuerza opuesta de la que provenía, un país totalmente apolíneo, amante de las formas y del orden, donde las desmesuras o la opulencias es automáticamente desechada e inclusive mal vista y donde The American Dream japonés, para los hombres (ya que hasta los sueños están jerarquizado por género y estatus social en este país, ¿obvio?), es entrar en una empresa a trabajar, porque el trabajo es el principio  y fin de cierta perspectiva de vida muy acentuada por esta isla, y el de las mujeres, ser una ama de casa cuidado dos o tres niños, administrar el dinero del esposo y consumir en tiendas de descuentos o descubriendo nuevos café o restaurantes. Venir de un país atmósfericamente dionisíaco para residir en un país atmósfericamente apolíneo, fue alabar las carencias del primero, así en mis primeros años en el país del Sol Naciente, fue sorprenderme por el orden, por la eficiencia en las actividades rutinarias que van desde tomar el autobús hasta el pagar una factura de luz, por las formas mesuradas en que las personas realizan sus vidas cívicas, ya que nadie habla alto, no hay música estridente ni toque de cornetas en la calle, nadie te empuja y si lo hace te pide disculpa, todos hacen cola y toman su turno con resignación, te devuelve algo que pierdes o se te cae, te sonríen al entrar a una tienda, y todos, absolutamente todos, consideran las molestias que pueden generar a una persona en la calle, y si las genera por algún tipo de necesidad, te vuelven a pedir disculpa, igualmente uno se maravilla por la exatitud del uso del tiempo, del dinero, de las conversaciones, así como las jerarquías para apreciar la vida y la belleza, y por supuesto, sorprenderse por el minimalismo de sus artes como el origami que usa una simple hoja u hojas de papel coloreadas o de su gastronomía (qué más mínimo que un poco de arroz y un trozo de pescado crudo para realizar un boccone di cardinali), pero al igual que en Venezuela donde hay un desprecio hacia lo apolíneo, por aquí cualquier indicación al impulso dionisíaco, parece una broma de mal gusto, por lo que mi existencia ha ido de borde en borde y con el tiempo lo apolíneo cansa, mecaniza, atormenta cualquier forma de crítica, creación o bienestar. 
En el mundo dionisíaco de Venezuela todos han leído a Nietzsche, o por lo menos eso predicaban por los pasillos de la universidad, en las ferias de comida de los centros comerciales; claro, también han leído a Marx, Freud, Bolívar, Diderot, o cualquier otro escritor u obra que esté de moda, o sea, opacar con un conocimiento supino pero constante una conversación de café o en cervezadas, es uno de las principales creaciones en las atmósferas dionisíacas en Venezuela. Es quizás esta particularidad una de las exageraciones del venezolano que lo delata: conocer de todo sin haber leído nada, como hacía el presidente Chávez, así como muchos profesores que tuve y colegas de academia; toman una idea, una cita, unas líneas y la explotan hasta diluirla, sin mesurar o sin dar la real forma a la interpretación que se necesita. Por este mundo apolíneo, sólo dos de mis conocidos japoneses saben, o quizás creen saber, quien fue Nietzsche, Marx y extrañamente Freud, advirtiendo que no han leído ninguno de sus libros, sino han leído en algunos libros de divulgación sobre la Historia de la Cultura Occidental sus aportaciones; lo curioso es que en Venezuela, en pocos lugares, se venden las obras de Nietzsche, y a veces conseguir todos sus libros y los de sus comentaristas como Deleuze, es un trabajo de meses, paciencia, gasto económico y paseos por varias librerías, por lo menos en mi época de estudiante, cuando uno iba a una librería real y no virtual, quizás ahora sea más simple con Internet, pero Japón, si bien por Internet se puede comprar cualquier libro, a veces, cuando voy a tomar un café en el centro de Kagoshima para luego, en la noche, reunirme con unos amigos en el restaurante de uno de ellos, durante ese intervalo, ese hábito de recorrer librerías me carcome, así que entro a una de ella, voy a ver libros, siendo esta actividad una forma silenciosa de pasar mi tiempo, por lo tanto, una vez al mes, desde que vivo en esta ciudad, realizo dicha rutina. A diferencia de las librerías a las que iba en Venezuela, por aquí casi no compro libro, los principales obstáculos son, por supuesto, la imposibilidad de leer fluido en japonés y en una segunda instancia, algo banal, es que los libros de literatura no son atractivos, todos son mas o menos cortados bajo el mismo formato, con el mismo tipo de papel, impresión y similares portadas, no hay algún atractivo visual, el libro lleva un aura de aburrimiento que aún no logro superar (¿será por esto el énfasis y el éxito de las mangas como alternativa de los aburridos libros japoneses?), claro, hay ediciones impresionante, pero igual de impresionantes son sus precios. Hay ciento de decenas de libros en la principal librería de Kagoshima, de todas las áreas y temas, pero los de literatura son quizás los más aburridos en general, en cambio los de filosofía poseen mejor portadas, diversidad de tamaños y diversos tipos de letras y papel, y son mucho mas económicos que los de literatura. Sí, en definitiva ir a los estantes de arte, con innumerables libros de artistas y estilos, y el de filosofía, son las mejores áreas donde uno puede estar por un largo tiempo por aquí, donde además puedes tomar el libro, ir a una silla y leerlo, acción que era considerado una herejía en las librerías en Venezuela.
Cuando realicé la tesis leí casi todo lo que se había publicado en español sobre Nietzsche, fueron dos años buscando libros, leyendo, subrayando, comparando y escribiendo, por lo que me fue natural en algún momento de mi ocio librero buscar obras de Nietzsche en Japonés, y sí, están sus principales obras, en varios formatos y estudios, pero al lado, y casi siempre en la misma proporción, hay una cantidad de libros en contenidos y formatos curiosos, llenos de dibujos, recetas y consejos donde Nietzsche actúa de sensei como el libro: El Nietzsche de Hello Kitty "Acerca de lo importante de la fortaleza de la vida". (?). Aunque cuesta entender, el estante de filosofía de una de la más cardinales librerías de Kagoshima, tiene las principales obras que un estudiante promedio de filosofía necesitaría, desde los presocráticos hasta Derrida, y cuesta entender porque en éste país, la filosofía es una área de estudio tan yerma como los estudios de arqueología en Venezuela. Lo más curioso, es que uno de los estantes que posee más libros es el de Nietzsche, hay varias traducciones de sus obras, libros de comentarios realizado por especialistas clásicos y japoneses, es decir, el mundo nietzscheano está al alcance de cualquier curioso, lo particular de este estante, a difirencia de otros, como el de Descartes o Heiddeger, es que muchos libros tienen formato de revista y otros de manga, productos editoriales llenos de dibujos e historias, donde, de vez en vez, aparece el rostro de Nietzsche, explicando o precisando algo. Obviamente no explican que durante la vida de Nietzsche la técnica prometía liberar a la humanidad para dejar el oscurantismo religioso, creando un optimismo en la racionalidad, hacia el progreso ilustrado y en este devenir, Nietzsche busca replantear la moral que se balanceaba entre la ciencia y la religión, pervirtiendo así la vida y la libertad del hombre. Tampoco en estos productos editoriales plantea que Nietszche no aceptaba la moral como algo derivado desde una metafísica, ejerciendo así una presión de unicidad, bien sea por un Dios, una ideología  o por una teoría evolutiva, sino la moral como resultado de complejos procesos culturales, donde el  ser humano debe despojarse de cierta trascendentalidad para ubicarse como un ser mundano, lejos de dualidades, bisagras o dialécticas donde los valores se marquen únicamente como verdad o error, para Nietzsche los valores son relativos a una determinada situación histórica y determinadas a estructuras culturales, lejos de cualquier eternidad o leyes divinas, replateando los intintos y visualizando las figuras de Apolo y Dionisio, como procesos que logran desarticular las metas trascendentes mostrándola como una ilusión de un ser intrascendente, y es que la trascendencia a la vida es dejar de vivir destruyendo por lo tanto la vida; debilitándola, quebrándola volviendo la vida un valor negativo en el pensamiento. Para Nietzsche por tanto, la moral debe adoptar la vida como criterio, que es la que lo hace perfeccionarse, superarse, así que todo lo que decae la vida es un criterio moral negativo. La genealogía de la moral, libro del cual parte estos pensamientos, es un rescatar de los impulsos vitales, que implica la vida y desde ahí reconfigurar la moral en su relación cultural-vida, pero todas estas reflexiones que se pueden tener leyendo atentamente algunos de sus libros, son anulados, dispersados, especialmente lo dionisíaco como propuesta necesaria para la realización de una vida plena, y esto es el Nietzsche japonizado por editoriales que ofrece productos donde Nietzsche es el personaje principal, así todos estos productos editoriales en forma de manga o revistas con dibujos de la obra de Nietzsche son manuales coaching y en algunos casos, libros de autoayuda declarado abiertamente; a diferencia de otros filósofos como Kant, Hegel, Gadamer, sólo en la estantería de Nietzsche aparecen este materia de coaching y/o autoayuda, realizandos en cientos de viñetas para exacerbar sentimientos de superación y de competitividad, y es quizás porque Nietzsche usa palabras como superhombre, voluntad, poder, creación, siendo estas las que mantienen una especie de mercacherding que siempre consigue consumidores en este siglo de perdidas no asumidas, Internet, de "hacerlo uno mismo" (aunque no tenga herramientas), y de cientos de frases mimosas que junto al tiempo usado en videos virales donde la estupidez humana se acrecienta, han transformado al individuo en un cazador coaching, de gente que "sabe", de personas con aura o mística, que le plantee una metafísica del buen ciudadano explicándole que el autoesclavizarse por sus metas transendentales derivadas de lo "políticamente correcto" y de un bienestar seudoburgés es el fin del Ser Humano en la tierra. 
La cultura venezolana banaliza las obras de Nietzsche, el constante vivir en lo dionisíaco bestializa al hombre, así el pensamiento de NIetzsche va entre bromas como: "lo que no mata engorda" o estableciendo argumentos descontextualizados como "Dios ha muerto" para discutir con cristianos de cualquier índole o fanatismo, o pensando de que somos superhombres, porque carecemos de miedo y poseemos cuatro testículos, de ahí que a cada rato, políticos, estudiantes, malandros, ama de casas y prostitutas griten: "quién dijo miedo, carajo", "Yo no tengo miedo, carajo". Todas las prudencias, todas las mesuras, todas las formas de interpretaciones se desvanecen por mostrar arrogancia o poderes supuestos (¡usted no me conoce, usted no sabe quién soy yo!). En Japón es lo contrario, hay tantas formas y mesura que el constante vivir en lo apolíneo automatiza la conciencia, siendo la bestalización y la automatización para Nietzsche, elementos propios de la domesticación del hombre, las principales estrategias de la cultura Occidental para controlar al hombre y su vida, así en lugar de tener un ser humano cretivo, feliz, crítico, se les desvirtúa y debilita tanto, que sus instintos creativos merman, su castración gnoseológica es evidente imposibilitándolo discernir entre el mundos real y los aparentes que crea la economía, la política, con ejes trascendentales que buscan establecer un "deber ser" que nunca se alcanzará, creando desánimos, frustraciones y en última instancia fabricando nihilismos como se producen en Venezuela y Japón. Para Nietzsche el nihilismo es el querer la nada, es decir, querer lo inaccesible, lo inalcasanble, como vemos constantemente en la realidad venezolana por los medios de comunicación, y en la japonesa cuando hablamos y conocemos esta cultura de líneas rectas y categorías.  Volver a la vida para Nietzsche es vivir la felicidad entre su nacimiento y muerte, pero la felicidad la venden en los libros japoneses de Nietzsche como una meta, como un esfuerzo para lograr un éxito que subrepticiamente encarna el trabajo, y en los medios de comunicación venezolano la felicidad la presentan como el fin de una era (el fin del la partidocracia adeca-copeyana, el fin del chavismo, el fin del madurismo, fin de una relación amorosa, fin de la carrera universitaria, etc), creando en el fondo, gente neurótica que se les impide ver el lugar en que están, esquizofrénicas que no poseen capacidad crítica sino miedos y aullidos, deprimidos que divagan entre refugios simbólicos de drogas, Netflix, Internet, e impotentes cuya potencia se materializa en suicidios y/o asesinatos.

Para terminar, ¿es posible vivir en una atmósfera totalmente dionisíaca y apolínea al mismo tiempo, es decir, que las fuerzas estén pero que no interactúen? Podría decirse que aunque Venezuela es principalemnte dionisíaca y Japón apolínea, no implica que no se deslice, entre grietas y en algunos circulos y personas la posibilidad de dinamizar dialecticamente las fuerzas, produciendo cosas creativas, elaborando crítica, alcanzando cierto bienestar, pero que se mantenga separado como si hubiera una fuerza invisible que no permita su encuentro, en principio pensaba que no, hasta que vi hace unos dos años una serie que se llama El Profesor Nietzsche, que originalmente era una manga. Sí, en Japón se produjo una serie de humor, donde unos jóvenes universitarios trabajan en una tienda de 24 hora, y uno de los trabajadores, que es estudiante de budismo, ante la insistencia de aceptar que el cliente es un Dios, declara que esto es falso porque Dios ha muerto, como dice Nietzsche. Toda la serie es un bodrio, todo está tergiversado, pero respirando profundo se puede estudiar el humor infantil japonés, las concepciones filosóficas superficiales de los empleados mostrando el alto nivel de prejuicios que se maneja en Japón, el uso del Nietzsche japonizado, las maneras en que las personas y su dinero se desenvuelven en la sociedad capitalista japonesa, así como concepciones sin críticas del amor, la felicidad, la fidelidad, así como un constante mostrar de seudovirtudes y convicciones. Eso sí, la serie es mala, es un bodrio completo, sólo bajo una mirada de curiosidad y estudio se puede ver esta serie, para pasar el tiempo es mejor salir a pasear y reencontrarse con la naturaleza y a veces  con uno mismo o un buen libro.



Link para ver algunos minutos de la comedia El profesor Nietzsche. (ニーチェ先生)


     

miércoles, 17 de octubre de 2018

SEARCHING - DOMINGO DE CINE (15)

PELICULA.  Searching
PAÍS. EE.UU. / RUSIA
AÑO. 2018    DURACIÓN. 102 minutos
DIRECTOR. Aneesh Chaganty
ACTORES. John Cho, Debra Messing, Joseph Lee, Sara Sohn, Michelle La.
SINOPSIS. Margot, una joven de 16 años e hija de David Kim (John Cho) desaparece, desde ese momento se abre una investigación llevada a cabo por la detective Vick (Debra Messing), durante las pesquisas el padre interviene y busca en la computadora de su hija claves que le ayuden a resolver la desaparición. Pasan los días y las claves se vuelven más turbulentas e inesperadas. Básicamente la película es un thriller, pero con una narrativa hipermoderna, una sucesión de eventos contados a través de los dispositivos de tecnología que usamos todos los días para comunicarnos, este tipo de narrativa pasa desapercibida por la abrumadora cotidianeidad tecnológica en que estamos instalados, creando una atmósfera que se caracterizará por lo vertiginozo de las vorágines de imágenes y que el film rescata y presenta.

PENSAR LA PELÍCULA
En 2014 se estrenó la película Unfriended (Eliminado) de Levan Gabriadze, una película de terror que se generaba y producía por la WEB, obligando así a mostrar constantemente las pantallas de los usuarios y lo que ocurría a cada momento, en Searching se presenta esta misma estética pero con la suma de todos los dispositivos tecnológicos que hemos usado desde los noventas hasta la actualidad, creando una composición barroca de ventanas de los diversos dispositivos presentes. Una de las particularidades de esta estética es la velocidad de film. Cuando uno lee las críticas de películas en algunas páginas de opinión sobre cine, una de la mas repetitivas es que una película es lentas, quizás porque en el fondo las nuevas generaciones asumen lo paradójico de la rapidez en este siglo como un valor positivo y que Giacomo Leopaldi explicaba en uno de sus Zibaldone a este respecto: "La rapidez y la concisión del estilo agradan porque presentan al espíritu una multitud de ideas simultáneas, en sucesión tan rápida que parece una sola, y hacen flotar el espíritu en tal abundancia de pensamientos o de imágenes y sensaciones espirituales, que éste no es capaz de abarcarlos todos y cada uno plenamente, o no tiene tiempo de permanecer ocioso y privado de sensaciones. La fuerza del estilo poético, que en gran parte es una con la rapidez, no es placentera sino por estos efectos y no consiste en otra cosa. La excitación de ideas simultáneas puede derivar de cada palabra aislada, o propia o metafórica, y de su ubicación, y del giro de la frase, y de la supresión misma de otras palabras o frases, etc". Creo que la estética de los dispositivos electrónicos se basa en esta premisa de Leopaldi, abruma y sólo es placentera por los efectos, por lo finales resueltos, por lo acabado, por lo concluido, así por esta estética de la rapidez, la película Searching se transforma en un vorágine de imágenes que constantemente buscan resolución, pero todas ellas al final son efectos de los dispositivos, algunos ingenioso como cuando el padre va ha buscar a la hija en el bosque, y en lugar de mostrano su ir en el vehículo, nos presenta el ir de un vehículo virtual dentro de un mapa GPS. Pero si bien la velocidad es una estética que está inundando los filmes y artes en general a principio del siglo XXI, lo cierto es que esta película replantea toda nuestras tradiciones sociales y filosóficas profundas y muchas veces dada por obvia, como son la amistad, la familia, el amor; cada una de estas palabras quedan desbancada de sus significados en una sociedad de pantallas, de incomunicación, de culpas, de superficialidades. Todo lo que aparece en la pantalla es tan verdadero como cualquier teoría sobre la existencia de los ángeles, no hay un criterio de verdad, de reflexión, de duda, de crítica, todo se asume, todo puede ser, todo es posible porque nuestros prejuicios nos lo permite. Esta es una sociedad que le cuesta pensarse, no porque sea más complejas que la industrial o la medieval, sino porque todo se acumula sin criterios, sin horizontes, sin posibilidades técnica y temporales para revisarlas. Las personas atesora miles de bites de información que rara vez revisarán, se enlazará en amistades sin reales conexiones emocionales, pero amistades en fin, se unirán a redes sociales que le indicaran cuándo celebrar, cómo celebrar, qué hacer y a veces hasta qué pensar sobre tal o cual situación e inclusive generar rebeldías que se alinean a veces por su vacuidad, con cualquier dispositivo despótico. Se abren puertas de una sociedad que todos los pensadores anteriores no pudieron visualizar, puertas donde los extremos tienen cabida, los miedos, las banidades, las ignorancias, todo, donde absolumentamente todo está permitido si se sabe usar los dispositivos electrónicos. Este último elemento ha hecho que este thriller al final presente elementos de horror, de pensar lo endeble que es visualizar un futuro con ideas y teorías del siglo XIX y XX que siguen pululando en las universidades y redes, con ideas de la ilustración, del enciclopedismo, del pragmatismo, del utilitarismo, del liberalismo, del existencialismo, del materialismo dialéctico, de diversas religiones y así otras muchas de las cuales no pueden aplicar un pizca de sentido a esta sociedad y menos al filme presentado. Pareciera ser que la única constante humana no es ya la racionalidad, sino la emocionalidad, la película presenta como las emociones y su fluir son las que encausan las posibilidades de éxito de la WEB, de las redes sociales, del uso de los smartphone; las redes no dan criterios de pensamiento sino estados emocionales que constantemente buscamos y tratamos de apoderarnos, quizás porque la racionabilidad no pudo explicar nuestras pulsiones, y sólo confesándolas a un gran anonimato llamado redes sociales podamos hallar algún sentido a nuestra existencia, o sólo en la asistencia virtuales a espectáculos, podremos ubircano de nuevo como seres gregales que necesitan exhibirse, consumir, agruparse, siendo estos últimos eslabones al consolidarlo lo que nos permitan llamarnos humanos, por eso el horror que pienso se imbrica en esta película si nos ponemos a pensar desde cualquier reducto de pensamiento de los siglos XIX y XX, horror que está constante y se asoma cada vez que reflexionamos un futuro omnisciente, omnnipotente y omnipresente entre pantallas y dispositivos tecnológicos.


TRAILER 


 

lunes, 3 de septiembre de 2018

EL SUEÑO DE LA POSMODERNIDAD PRODUCE FANÁTICOS

Atardecer a 10 minutos de mi casa (1)
Preámbulo. Vil copia escrita de una siesta representada gráficamente por Goya y Lucientes elaborada en algún descaso del años de gracia de 1799.

Tuve un sueño… o pesadilla.., simplemente ocurrió, quizás su origen fue que en algún momento, en un discurso en el 2013, Nicolás Maduro citó a Derrida, y a otros pensadores, en aquel momento lo único que me dije es quien le escribió el discurso debería haber colocado la pronunciación fonética de los citados entre paréntesis. Mi sueño o pesadilla fue oír de nuevo a Maduro en una conversación con los jerarcas del gobierno tiránico de Venezuela. Maduro charlaba con Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez entre otros, también con intelectuales como Luis Britto García. El presidente citaban a Deleuze pero también a Vattimo y a Fredric Jameson; pero a diferencia de lo que podía esperar de una charla entre posmodernos, Maduro indicaba como el posmodernismo era un error, una vil mercancía cultural e intelectual traída desde el “Imperio” para afectar la sabiduría de los pueblos, de hecho y con cierta sorna explicaba que ya los títulos mostraban la aberración. ¿No es el libro de Jameson: El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, una pista en sí mismo de la guerra económica?, comentó Maduro, a la vez que increpaba que en la raíz del posmodernismo vive el capitalismo mas salvaje, de ahí su necesaria anulación y la obligación de solidificar el pensamiento socialista de Bolívar, Gandhi, Miranda, Cristo, Mahoma y Muhammad Ali, o cualquier otro mártir popular para superar el posmodernismo. Creí oír argumentos que definían una nueva época en mi país y quizás en el mundo, pero en el fondo el presidente Nicolás Maduro Moros usaba imágenes, ciento de ella donde un pueblo sonreía a la vez que Fidel Castro y Mickey Mouse les abrazaban, sólo imágenes nunca argumentos. En el fondo oía a fanáticos, a aquellos que describía Voltaire como personas que consideran que las ideas que tienen, que consideran excelentes, no son simplemente un derecho suyo, sino que creen un deber suyo imponerlas a todos los demás. La fórmula volteriana de “piensa como yo o muere” es bastante simbólica de lo que es el fanatismo y también me mostraba cómo los despojos de décadas de estudios posmodernos, que precisamente buscaba frenar los fanatismos para evitar llegar a cualquier dictadura de la verdad, por la cual ya no podemos llamar (pos)moderna sino (pre)idolátrica, se ha vuelto arenas en el desierto del pensamiento mientras las imágenes consolidan atardeceres inspiradores y divinos; pero ¿cómo llegamos a esta etapa?
Atardecer a 10 minutos de mi casa (2)

Origen teóricos de jóvenes amantes de lo cubano, botella´e ron tabaco habano, chicas por doquier, ponche en café guano y una vida para los mareaos.

Durante mis estudios universitarios, varios nos dedicamos a entender la posmodernidad porque, era el tema a pensar dentro de los diversos artefactos culturales que nos inundaban en la universidad. Los profesores de filosofía, letras y artes, a cada rato, nos hablaban de escritos que trataban de explicar nuestra contemporaneidad y muchos de ellos estaban catalogados con el índice de posmodernidad. Vattimo sobresalía entre esos escritores y durante esa década de los ochenta y noventa del siglo pasado, el turinés fue el gurú, además fue el único que se declaró absolutamente y abiertamente posmoderno (yo también, en alguna noche de whiskey y pizzas con mi amigo César Roussian, pero no trascendió). Muchos de mis profesores y colegas hablaban de Rorty, Derrida, Foucault, Baudrillard, Lipovetsky, Lyotard, así como de todos los posestructuralistas como si fueran posmodernistas, citándolos en discursos, ensayos y tesis de grados, aunque estos últimos escritores nunca se declararon posmodernos. Años leyendo y discutiendo con amigos como: Luis Bracho, Jonatan Alzuru, Miguelangel Mata y Rafael Hurtado, horas conversando, yendo a congresos y tratando de entender las opciones que nos presentaba la posmodernidad en un clima tropical como es Venezuela y por supuesto, incentivando a los estudiantes a usar estos métodos para que pudiéramos entender nuestra realidad y resignificarla. Escribimos, tuvimos la oportunidad de conversar en simposios con personajes como Michel Maffesoli o Nelly Richard, de los que guardo interesantes recuerdos entre comida y vino. Mis amigos y yo estuvimos años pensando cómo aplicar todos los principios posmodernos a la cotidianeidad del venezolano, a la política venezolana, a la educación venezolana, con revisiones críticas de libros, en conferencias, escritos y seminarios, pensando que cada vez nos acercábamos más a un núcleo teórico que explicara la vida cotidiana del venezolano dentro de un esquemas posmodernos y cómo desde ahí vivir una cotidianeidad donde todos se sintiera libres y respetuosos de los otros; en algún momento comenzaba la metamorfosis del cuento del Silbón, cuando lo oyes cerca significa que está lejos y si lo oyes lejos significa que está cerca…  siempre oímos cerca los silbidos de la posmodernidad en Venezuela pero al final siempre estuvo lejos… ¿no?.  
Atardecer a 10 minutos de mi casa (3)

Principal argumento derivado de una mala interpretación de la física de Dirac, Oppenheimer, Einstein, Tomonaga, Yang, Nambu, Weinberg y Higgs.

Discutíamos cómo superar el argumentos Todo Vale que siempre me pareció una mala interpretación de los estudios físicos sobre la relatividad general. Este argumento se invocaban a cada rato en las discusiones de clases. Casi todos los alumnos y muchas personas en el devenir de la Venezuela de los años ochenta y noventa le encantaba usar este término para descomprimir las normas constituyentes que se vivía, pero que en el fondo pienso que era una exigencia para la realización de cambios profundos de nuestra identidad, pensamiento, política, economía y futuro. Necesitábamos desarraigarnos de una política bipartidista que no daba, ni respuestas, ni razones a la crisis nacional y mantenía la insensatez y la incongruencia y aunque en algún momento pensé que en Venezuela se daba algún tipo de posmodenidad por la abundancia de los pastiches religiosos como un cristiano rezándole a Chango, de prolijidad en la elaboración de kitsch político como ocurrió con el chiripero, en los constantes avances de la paraliteraturas, paraperiodismos y todos aquellos paralelismos que infligían rupturas con la lógica moderna, permitiendo resignar la realidad, para quizás volverla mas agradable; pero en algún momento llegué a pensar que la posmodernidad fue una construcción irónica de la realidad, porque pareciera que la posmodernidad de una u otra manera diluye los valores y por lo tanto nada es suficientemente serio y de ahí el “valor” de Todo Vale. Nietzsche como primer posmoderno según Vattimo, aunque para mi siempre ha sido Duchamp o Voltaire, depende a qué se critique, advierte que nuestra única corporalidad es la errancia, el bailar entre las diferentes máscaras de lo real, convirtiendo así el principio de la posmodernidad como la falta de compromiso con la realidad, volviendo todo lúdico, por eso Habermas piensa que el posmodernismo agota las fuerzas utópicas y al no tener esas fuerzas, lo utópico se transforma en una puesta de escena, en un espectáculo, donde la cultura, política, metafísica y educación, es decir todo lo que envuelve cualquier núcleo argumentativo, se vuelve un escenario, una puesta que no busca cambiar mundo sino mantener las emociones, los sentimientos, tal y como nos afecta frente a una particular máscara de la realidad. Vattimo en cambio trata de ir más allá del espectáculo, en su obra la Sociedad Transparente nos avisó que los medios se volverán máscaras de la realidad, así que un no tiene sentido decir que un medio de comunicación miente, porque al no haber una verdad nuclear, los medios sólo hablan a partir de creencias ideológicas y de acercamientos a medias verdades doctrinarias, por lo que en el fondo nadie puede decir que un medio miente, sino que trata de buscar una efectividad del discurso, es decir, a mayor eficiencia de una mentira, mayor será la creencia de una “verdad”; de aquí que al ver los noticieros de oposición del gobierno o los noticieros que apoyan al gobierno, podemos ver cómo las ironías aparecen en el espectáculo, manteniendo la fascinación que desarrolla un embotamiento que abre una adicción a la insensatez, ante esto Vattimo afirma una resignación que resignifica, siendo éste el fin último de un posmoderno. Así en principio la posmodernidad busca acabar con los dogmas, evitar los caminos de las verdades, de las revoluciones, de la veneración del poder, en el fondo es una crítica a cualquier discurso que trate de instaurar en una ideología que se apropia de una verdad o de algún tipo de verdad. En algún momento esta idea nos parecía noble, libertaria, maleable para encontrarnos, para descubrir quienes somos, pero parece que en el fondo y luego de tantas discusiones, la posmodernidad nos enseñó que los seres humanos necesitamos aferrarnos a algo que evite que todo puede ser de otra manera, para así encerrarnos en un método, en una visión, en un objeto, en una fe, en una única manera de precisar e indicar el cómo y el ser y hacer de las cosas y de los seres humanos. No podría imaginarme que al final de tantas discusiones y lecturas la posmodernidad se resumiera en una ironía que muestra lo débil de las fronteras, de los catálogos, de las categoría; por lo que en esa medida, la sociedad necesita más límite, más aislamientos, más ortodoxias. 
Atardecer a 10 minutos de mi casa (4)

Cambio de azimut: la posmodernidad institucionalizada en Japón o por qué un fans paga 50.000 dólares para pasar 10 minutos con sus idols que son una quinceañeras que no hacen rimas sino únicamente sonrisas. 

Lo cierto es que la posmodernidad fue una explosión que rodeó al Caribe, siempre irreverente y soberbio, por supuesto, permitía el desarrollo de la transgresión, ya Foucault nos aseguraba que la transgresión es un gesto que concierne al límite; es ahí, en esa finura de la línea donde se manifiesta el destello de su paso pero quizás también de su trayectoria total, su origen mismo. El juego de los límites y de las transgresiones parecen estar regidos por una obstinación simple: la transgresión franquea y no cesa de traspasar una línea que detrás de ella pronto se cierra en una ola de poca memoria retrocediendo así nuevamente hasta el horizonte de lo infranqueable. Por consiguiente la transgresión no es en últimas como lo negro a lo blanco, lo prohibido a lo permitido, lo exterior a lo interior, lo excluido al espacio protegido de la morada, está ligada más bien según una relación en espiral en la que ninguna acción simple de romper puede llegar a sus últimas consecuencias, o por lo menos podemos tener conciencia de ello. Es posible que antes de sentarme de hablar de la posmodernidad en los medios académico, por aquí en Japón ya se había instalado, no cómo ironía, porque la metafísica de la cultura japonesa implica que la ignorancia de los límites es una falta de educación, sino como seriedad, una seriedad institucional. La posmodernidad de Japón se instaló como un espectáculo de seriedades y guasas bobaliconas que nunca buscan transgredir la seriedad. La seriedad es el horizonte del límite de la posmodernidad japonesa, de ahí que sus noticieros se llenen de escándalos, muchos de ellos tontos y de hombres y mujeres pidiendo disculpas. La política, la cultura, la religión, la farándula, los deportes, se llenan de escándalos y de personas pidiendo disculpa a un público fantasma, todo de forma seria. Hay posmodernidad “seria” en Japón, que ha diferencia de la Caribeña, carece de ironía, de transgresiones, de desmontar centros, de desarrollar pastiche porque no lo ejerce el individuo sino las instituciones culturales manteniendo así la lógica de capitalismo avanzado. La posmodernidad japonesa se revela en su economía individual donde aparecen infinitos gasto estúpidos, en su propia incapacidad para asumir el futuro que se salpica de incredulidades e impotencias, en el descrédito en el individuo y en su inoperancia para resignar la realidad, en principio estas diferencia podría hacer del país una excepción a la posmodernidad, pero son en sus grietas culturales enroscada con una economía de mercado y que se presenta en su cine, literatura, anime, mangas, donde cientos de máscaras aparecen, donde la posmodernidad tiene mas fuerza, donde las críticas se solapan y soslayan; los japoneses bailan entre máscaras de una realidad que su cultura presenta y vende como tradicional, pura, incólume, toda estas ideas dentro de posturas lúdicas que carecen de imaginación, de conciencia, de empatía, siendo la seriedad la que corporeiza la principal máscara que hace que sus poseedores carezcan de núcleos críticos, de independencia, de certezas, haciendo de la teoría posmodernas sucursales de pensamiento a libre uso del mercado cultural. 
Atardecer a 10 minutos de mi casa (5)

Sentando conclusiones que están de pies porque soy las sobras de lo que se robaron entre líneas, colores, dolores y miserias, siendo el peyote y el rakú los únicos que lo anulan.       

En algún momento uno de los gurúes de la posmodernidad como lo fue Lyotard, apuntaba que una de las característica de la condición posmoderna es la incredulidad en los metarrelatos. Derribar los mitos que evitan mirar y acercarse a perspectivas de lo bello, lo bueno y el bien de una manera cruda y diferente a la que poseemos o heredamos, es quizás una de las bendiciones del pensamiento posmoderno, pero los productos hiperrealistas y crudos que derivamos de esta teoría explica mas el mundo que crearlo, implica que cualquier construcción de una narrativa que nos de confort y seguridad siempre será endeble y posiblemente falsa pero necesaria. La posmodernidad no provee centros sino posibilidades de resignificación de allí su belleza y el porqué ha sido tan usada y reusada por la estética, porque uno de sus objetivos es descentrar la realidad, la verdad, lo objetivo, al igual que el arte. La modernidad disuelve el orden, a partir de la muerte de Dios, la  modernidad cambió el centro donde Dios reinaba por un templo politeísta lleno de hombres y ciencia, pero al final parece que se volvió insoportable el ir a ese templo, por eso en los ochenta y noventa del siglo pasado nació el boom de los conceptos posmodernos donde ir al templo pierde sentido, aupando así cientos de tesis y de ensayos que buscaron resignificar la realidad para consolidar un pensamiento dinámico, distributivo, democrático y libertario, sin afianzas ni anclaje, pero todo mermó, las personas se han vuelto más crédulo a viejos y nuevos mitos, se aferran más a los límites creando outside e instauran nuevos templos, como en Venezuela con respecto al mito socialista del siglo XIX y Japón con el mito capitalista de competitividad del siglo XXI. Pareciera entonces que la política venezolana es el resultado del fracaso del posmodernismo; la necesidad de consolidar un núcleo fue mayor que la libertad de criticar la realidad y a diferencia de lo moderno o premoderno, esta necesidad de hacer un núcleo me hace pensar que esta época se podía llamar (pre)idolátrica, que implica desarrollar toda una serie de teorías y prácticas que permiten la iconodulia. Así la política de Venezuela ha desarrolla toda una serie de ejercicios espirituales donde Chávez, Bolívar, Castro, La Virgen del Valle, Changó y hasta Rómulo Betancourt, generan una iconodulia que se posesiona del centro de las creencias y de la fe de los venezolanos, siendo imposible que un pensamiento escrito melle las imágenes, la política venezolana, así como en muchas partes del mundo, no argumentan, crean imágenes y a partir de ellas manipulan el imaginario del pueblo, de los individuos, ambos considerando las imágenes como sagradas, como benditas, como necesarias (el muro de Trump es una imagen no un argumento). Esta época (pre)idolátrica se ramifica en diferentes formas, en Japón la política quizás carezca en estos momentos de ésta necesidad, pero los medios culturales crean a cada instante: idol, (アイドル Aidoru ), cientos de ídolos que se mueven desde los espacios mas claustrofóbicos de Shibuya y Akihabara, hasta una televisión y cine serios y concisos que drenan ídolos hacia las mangas, anime, deportes, músicos e idiotas del momento; en Japón todo se vuelve Idols gracias a la economía capitalista avanzada, Idols que se introducen como núcleos en las emociones y pensamientos de los japoneses, inhibiendo ciertas capacidades criticas e inclusive sociales, convirtiéndolos a los espectadores en fanáticos. Por lo tanto la posmodernidad como conjunto de teorías que buscó interpretar la realidad y resignificarla, en la actualidad ha sido mermada, no por argumentaciones y teorías en divergencias, sino  porque pareciera que careciera de una finalidad política clara; de este modo, la finalidad política se empezó a desplazarse hacia la consolidación de imágenes, desarrolla lo idolátrico, y sustentando el poder en las imágenes. Es posible que en la actualidad dos personas no argumenten ideas en un café como fue durante siglos, sino muestran links y canales de Internet, donde los videos de sus iconos comienzan a anclar fidelidad. Los ídolos exigen a sus fans, a sus fanáticos, mantenerse fiel mientras aprenden a aborrecer todo aquello que pueda disminuir el poder, certezas y/o verdades de aquello que se transforman en sus ejes de pensamientos, de aquí que todo fanatismo pueda provenir de una imagen que la razón no puede desmontar porque sus herramientas se mueven en los discursos y no en la exaltación y frenetismo que derivan de las imágenes, quizás por eso tantas guerras entre los iconoclastras contra los iconódulos…  ¿quién ganará? Pregunta bizantina con más de 1500 años y ahora está mas vigente que nunca y más si lo analizamos con algunas líneas de las teorías posmoderna que cada día es mas exigua pero que marcó el pensamiento de una generación que ahora se pierde en los rizomas de sus propios pensamientos.


lunes, 30 de julio de 2018

ツレがうつになりまして - DOMINGO DE CINE (14)

PELICULA ツレがうつになりまして
PAÍS  Japón
TÍTULO EN INGLÉS MY SO HAS GOT DEPRESSION
AÑO 2011     DURACIÓN 121 minutos.
DIRECTOR   Sasabe Kiyoshi  佐々部清
ACTORES Miyazaki Aoi 宮﨑あおい, Sakai Masato 堺雅人.
SINOPSIS  Mikio (Sakai Masato) es un hombre casado, es obsesivo, ordenado, silencioso, trabaja como salaryman en una empresa de seguros, mostrando el estrés "extra" que crea empresas japonesas a sus trabajadores por su sistema jerarquico, de culpas y desprecios. Progresivamenten Mikio cambia, comienza a tener desganas y ansiedad, le diagnostican depresión. Desde ese momento su esposa Haruko (Miyazaki Aoi) empieza a tratar de entender la enfermedad que le aqueja a su marido. Han estado casados por 5 años y mientras su esposo trabaja en una empresa Haruko dibuja comics pero sin mucho éxito comercial, por lo que el grueso del dinero provienede Mikio, siendo así que su esposo es el sostén principal del hogar, pero el agobio y la inestabilidad psicológica hace que Mikio renuncie y ella comience a culparse por no darse cuenta de ningún signo previo y piense creativamente para generar economía. Después de que Mikio deja su trabajo, su condición mejora, pero la dinámica de su relación cambia, y a todo lo largo del filme vemos cómo la depresión se presenta como un gran tabú en el país del Sol Naciente.

PENSAR LA PELÍCULA Hay cientos de películas que giran alrededor del problema de la depresión, presentándolas a veces de una maneras tragicomedia como en los films: Los Tenenbaums, 2001, Wen Anderson, Pequeña miss Sunshine, 2006, Jonathan Dayton y Valerié Faris, Una historia casi divertida, 2010, Anna Boden y Ryan Fleck, ésta película japonesa sigue estas líneas, pero mostrando a su vez cómo ésta particular enfermedad es vista en ésta sociedad donde el decaimiento, la melancolía, la tristeza, son asociadas como debilidad del espíritu y no como enfermedad, de ahí el constante がんばって, (Ganbate) que es el esforzarse hasta el máximo para lograr así aparecer frente a los demas como alguien que tiene voluntad, genio, agallas, tesón, de ahí la expresión 根性がある (Konyoo ga aru) que implica el buen espíritu de las personas y que tanto las empresas, relaciones amorosas y sociales buscan que posean sus miembros; pero algo que trata de enseñar la película es que esta presión de la cultura japonesa de esforzase hasta el máximo es uno de los generadores de depresión que afectan a los habitantes de la isla, bien lo descubre Haruko cuando aprende que lo que menos hay que decirle a un deprimido es precisamente "ganbate", o si lo vemos dentro de la òptica Occidental, lo menos que habría que darle a un deprimido son formulas de autoayuda, de positivismos pendejos, o buscarle un coaching individual o, regalarle una fiesta o viajes, como vemos en las películas y a veces en la vida misma con amigos y familiares. Lo que debería ser una persona frente a un deprimido es algo muy difícil: oírlo. Al deprimido hay que escucharlo con atención lo que siente y realizar empatía con sus sufrimientos sin enjuiciarlos ni aupar posibles soluciones, este es un proceso complejo y que requiere tiempo, precisamente estos dos conceptos (complejo y tiempo) en el mundo actual, se tratan de simplificarse con experiencias expurias y monetizar las horas a conveniencia de los egos. Esta situación encumbra tanto en Oriente como en Occidente porque vivimos en sociedades imbuídas en "razonamientos" para seguir adelante, para continuar, para lograr éxitos, triunfos, logros, sin percatarnos de que estas sociedades en la mayoría de sus núcleos discursivos están enfermas. Japón en particular trata de invisibilizar el problema, la depresión se divide, se diversifica en palabras extrañas como "hikikomori" o en una "simple" estadística de suicidio. Una parte de la juventud japonesas está abrazada a un palabra que para los lectores Occidentales despierta exotismo: "hikikomori", como si fuera una curiosa enfermedad que sólo afectara a los japoneses, cuando en el fondo presentan todos los sintomas depresión. Esta depresión juvenil además está inducida y amplificada por la misma sociedad, presentándola como una acidia, aquel mal que aquejaba a los monasterios desde el siglo XII y que Dante los manda a habitar el quinto círculo del infierno, pero como la acidia de los tiempos medievales se fue suavisando con el tiempo tomando conceptos como fastidio y pereza, con éste último se acuña como pecado capital, así desapareció la acidia en el lenguaje cotidiano del español, y que implicaba originalmente un embotamiento del espíritu que no permitía una comunicación con Dios, terminado en la actualidad como un sinónimo de aburrimiento, como hoy puede sufrir alguien por algunas horas al no tener Internet, así los hikikomori "no" tienen depresión para una gran parte de la sociedad japonesa, en el fondo es un fastidio por no querer ser agentes sociales o vivir en un hogar que los consienten, al final lo que muestra es que estos jóvenes no muestran su konyoo, que no logran las expectativas que le dan sus padres y la sociedad. Un hikikomori es un adolescente deprimido como en la película Una historia casi divertida, y tienen cosas en común como aquella escena de la película que muestra las concatenaciones del pensamiento del depresivo, piensa el protagonista de esta película, que si no asiste a una escuela especial no podrá ir a una buena universidad, ni tendrá un buen trabajo, ni familia y así su mundo de hunde, se deprime por una situación particular hipotética, igual les ocurre a los jóvenes en Japón, una vez oí de una exhikikomori que su "aislamiento" o depresión comenzó al empezar la secundaria, el primer día de clases, el director que les daba la bienvenida, lo único que le dijo es que le quedaban cinco años para preparar los exámenes de ingreso a la universidad, esas fueron sus palabras de bienvenida, ella ingresaba a lo que debía ser unos años de aprendizajes, experiencias, crecimiento... nada, todo esos años era para preparar unos exámenes que clasifican en cuál estatus viviras en Japón, así que todos esos años los jóvenes pasan todas las horas estudiando para presentar exámenes, bien en la escuela o los (Yuku) que son academias privadas que dan clases personalizadas por largos períodos con el único fin de aprobar un examen, siendo uno de los mejores negocios  que se puede instaurar en el archipiélago. La depresión de los hikikomori se suma la depresión como enfermedad y que se sintomatiza con la pérdida del trabajo, familias, konyoo, pero en lugar de ver estos procesos como consecuencia de una depresión, se pasa a la estadística suicidio, de sin techos, de vagos, no atrapando así el problema sino desgastándolo con el tiempo. La depresión como enfermedad sigue sin estadisticas exactas. Otro problema para añadir es lo mal visto en Japón que una persona vaya a consultas con un psiquiatra, es sencillamente un tabú porque muestra debilidad, y en una sociedad que posee hilos de un darwinismo social en sus estructuras, al final es preferible suicidarse o desaparecer que aceptar la condición de enfermo como podemos apreciar en decenas de peliculas japonesas como Tokyo Sonata, 2008, Kurosawa Kiyoshi. A diferencia de Occidente donde la melancolía, el término que los griegos usaban para la depresión, posee una historia que pendula entre la locura y la genialidad, en Japón la depresión posee una historia confusa, así como el kanji que se usa para indicar la enfermedad. Este kanji es uno de lo más complejo, con sus 29 trazos se ubica como el kanji que usa la mayor combinación de líneas en un diccionario japonés estándar de kanji, por lo que es complicado deducir, a partir de su origen pictorico sus significados: (Utsu); pero en principio, en los trazos inferiores, hace referencia a unos efluvios provenientes de un compuesto de vino y curcuma que no pueden salir por estar sellada su salida, y este sello en su parte superior es dado por un bosque. Me parece que la depresión se asociaba en los orígenes de los pictogramas chinos, con una persona que acumulaba desespero, tristezas, alegrías, emociones en general, pero que no podían expresarlo por estar en el medio de un bosque, separado, deambulando, sin familia ni amigos. Eso es lo que me imagino con el kanji, aunque es raro verlo, lo común es ver en los libro la palabra  うつびょう 鬱病  para indicar a alguien con depresión o quizás alguien que no puede comentar sus perdidas, dolores o ideas por estar perdido por el bosque de la vida, quizás por eso ir a un bosque a suicidarse sea la alegoría más completa de la depresión siendo por lo tanto el bosque de Aokigahara la síntesis de un kanji que nadie quiere usar.

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viernes, 6 de julio de 2018

EL PERFECTO ARRECHO LATINOAMERICANO

A veces he sentido las obras de Francis
Bacon como retratos arrechos sobre arrechos
Hay un video que observé por casualidad, en él, un actual jerarca del gobierno de Maduro, Ernesto Villegas, días antes de las elecciones del 2012, vocifera que Chávez viene arrecho y podemos ver su actuación aquí. Esos días Chávez sabía que su fin humano era inminente debido a un cáncer que solapaba entre bendiciones y ayudas divinas, aunque lo mas prudente era dejar el camino para que la República se definiera democráticamente por medio del método electoral, pero Chávez venía arrecho y dentro de su arrechera galopante ganó arrechamente los comicios del 2012. Al final Chávez fue proclamado presidente de forma arrecha, ni siquiera apareció para recibir la presidencia, y murió arrecho. Aunque la arrechera comenzó a recorre el país, para mí, desde finales de la década de los ochenta del siglo pasado en Venezuela, todo, progresivamente todo se ha convertido en un mar de arrecheras, guiadas por arrechuchas tropicales que enzarzaron con canticos arrechos a algunos arrechos que muestran su temeridad con arrecheras hasta llegar al perfecto arrecho latinoamericano resumido en Maduro, pero, ¿cómo podemos reflexionar estos hechos arrechos?
Pienso que una de las palabras que de niño oímos por las calles de Venezuela y no sabemos su significado inmediato es: arrecho. La oía en el colegio, en la calle, a veces en la casa, con diversos tonos y escalas, mostrando en un primer momento una furia contenida o a veces siendo acompañada con una sonrisa. “Estoy arrecho”, “eso es arrecho”, “que arrecho”, “es arrecho”, “tengo arrechera”…  en fin, lo único cierto es que para comprender sus significados implicaba un contexto, sin ese contexto la palabra se desvanecía de significados. Quizás por eso la palabra arrecho sea una de las más coloquiales que merodean en el habla del venezolano, extrañamente la he visto escrita, para la mayoría de las personas, esta palabra automáticamente la consideran un vulgarismo, pero no como se debe entender el vulgarismo, como una expresión morfológica, sintáctica o fonética errada de una palabra correcta, por lo que cientos de titulares de periódicos como, Últimas Noticias, en Venezuela, están lleno de vulgarismos y la gente no lo comprende; pero en general en Venezuela se considera vulgar la palabra arrecho porque implica erotismo, sexualidad, y es que arrecho etimológicamente posee una relación con lo fálico. Según el diccionario de la DRAE, arrecho viene del latín arrectus cuyo participio pasado es arrigere que significa enderezar, de ahí que la primera acepción y segunda acepción en el DRAE sea lo dicho propiamente del pene y lo relacionado con su sexualidad, es decir, la arrechera en el contexto de la testosterona implica excitación, cachondeo, morbo; aunque su uso en relación con el pene es extraña, aunque dentro de este significado técnicamente no es vulgar. Este verbo indican un estado de excitación sexual en el hombre exclusivamente, pero como enfatizo, no creo que alguien en la actualidad diga que su pene está arrecho y tampoco comente que está arrecho como preámbulo de un coito. Cada vez que de niño oía la palabra arrecho y veía los contextos lo asociaba con rabia, ira, indignidad, acepciones indicadas en el DRAE y que se desenvuelven especialmente en Latinoamérica. El estar arrecho como sinónimo de iracundo, furioso, indignado, curiosamente es el vulgarismo de la acepción “estar arrecho”, por lo que describirse arrecho o mostrar arrechera como emociones propias de la cólera o vinculados con un estado emocional violento, me mostraba uno de los vulgarismo más usados en Venezuela: “tengo arrechera” e inmediatamente se podía oír como tiraban una puerta, lanzaban un grito, o se veía un golpe. Curiosamente hay otro vulgarismo con la palabra arrecho y es cuando no hay una relación erótica o una vinculación emocional violenta, indica esta acepción: valentía, coraje, admiración, audacia, exceso, de joven oía mucha veces expresiones o sentencias como: ¡que jugador más arrecho!, ¡que moto más arrecha! y nadie lanzaba una puerta o se iba a follar.
Así, la palabra arrecho se convirtió en un mecanismo que implica diversas funciones dependiendo del contexto en que se usara. Muchas personas evitaban usar la palabra porque les parecía vulgar, es decir, muchas personas asocian la vulgaridad con lo erótico-pornográfico, pero la usaba vulgarmente cuando comentaban que estaban arrecho luego de percibir algo que les indignaba; así conocí a muchas profesoras que criticaban de vulgar a un hombre cuando usaba ésta palabra, pero que singularmente se daban permiso de expresarla cuando algo les ofendía. Podríamos especular que ésta palabra es más usada por los hombres que por las mujeres, marcando algo curioso en el lenguaje español y es el uso de una palabra por género. Esto en Japón es normal, hay una cantidad de palabras que sólo usan las mujeres o los hombres, pero en el español es raro esta clasificación, sin embargo en una reunión de hombre la palabra arrecho y sus variantes salen sin censura o consideración mientras que, en una conversación de mujeres, sólo aparece bajo un estado de alterado emocional de furia o de arrebato de dignidad, por lo menos eso es lo que he podido apreciar, es decir, el hombre usa la acepción de arrecho como valentía o indignidad con más frecuencia que las mujeres, mientras ellas apenas la usan como expresión rabia. Ahora bien la forma culta de arrechera poca gente la utiliza, pero curiosamente este uso es el que controla los previos, es decir, muchas veces son las mismas mujeres que al oír a un hombre expresa: estoy arrecho, o ese partido fue arrecho, acusan al hombre de vulgar, casi pornográfico, exclusivamnte libidinoso, como si hubiera un inconsciente colectivo lingüístico que marcara y censurara los usos sin saber ciertamente por qué. Básicamente la arrechera se transforma en una palabra que refleja la audacia o la indignidad, mostrando por un lado la cólera, la ira, el desprecio, pero también la admiración, la valentía, el exceso, a veces juntas. Así podemos oír frases como: ¡ese hombre sí es arrecho, me cobró de más, estoy arrecho por eso! Podríamos decir que en el primer caso hay una admiración con una carga negativa, mientras en el segundo implica un estado de indignidad por abuso. Y es que podemos pensar que parte del pensar del venezolano se ajusta a esta dualidad de una forma perfecta, es decir, el venezolano vive entre el juicio de valoración de las cosas adjudicando un: ¡qué arrecho! o, ¡eso es muy arrecho!, y la indignidad que causa: ¡me arrechó!, ¡estoy arrecho!
Hace años, exactamente en 1996, se publicó un libro que fungía como manual para explicar al perfecto idiota latinoamericano, allí se explican los carácteres del idiota que se han usado desde y a través de las ideologías y algunas políticas concretas que han cundido por América Latina. Este carácter se caracteriza por un fomento a la envidia, un auspicio al victimismo, desarrollos teóricos que sustentan hipocresías y un auge sobre lo anecdótico que desprecia al conocimiento adquirido a través de una educación sistemática con el fin de sustituir saberes por intuiciones derivadas de las experiencias. El libro marca una abdicación de la facultad de pensar por cuenta propia, de no cotejar las palabras con los hechos que ellas pueden describir, de no cuestionar las retóricas y argumentos que hace las veces de pensamiento político. Muestra dicho libro, que hay idiotas que se pueden perdonar con facilidad por ser breves, risueño, que se enmarcan como demócratas a la vez que diluye un país, que generan una verborrea donde asumen valores y axiomas que no pueden cumplir porque el modelo de donde los toman no se parece en nada a las bases culturales y económicas del país que dirigen, cometen error tras error y persiguen culpable tras culpable, buscando así afianzarse del poder con las tentativas e intenciones de mejorar el país y para ello, esto idiotas y su élite realizan experimentos sociales, apuestas económicas y pastiches ideológicos (no sé porque me acuerdo de Pérez, Lusinchi o Caldera en este momento); también hay idiotas asfixiantes rodeado de jerarcas que explican cosas como la opción por la pobreza es genuina comprensión del cristianismo, o se debe pasar por la lucha de clases, o desarrollar el centralismo democrático, o generar guerrillas dentro de un marxismo poco digerido o resaltar bodrios económicos que, a cañonazos estadísticos o con tablas comparativas de ciencia ficción, demuestran que cada dólar contabilizado como beneficio por una empresa estadunidense o europea consagra el triunfo del modelo capitalista que es amasado con sangre, sudor y lágrimas tercermundistas (no sé porque me acuerdo de Chávez y Maduro). Pareciera así que el perfecto idiota latinoamericano dirige al perfecto arrecho latinoamericano, es decir, el idiota propone modelos políticos (socialismo del siglo XXI), económicos (trueque del siglo XXI), y sociales (una vida en la isla de la felicidad) en las cuales el perfecto arrecho debe expresar a toda voz una arrechera admirativa, una exclamación fuerte y en mayúsculas: ¡QUE ARRECHO!
Hasta aquí la relación idiota-arrecho logra un equilibrio deseado, pero el problema radica en que la palabra arrecho es polisémica y el perfecto idiota latinoamericano es: latinoamericano, por lo que se arropará de vez en cuando con la arrechera en su acepción violenta. Esto ocurre casi inmediatamente al percatarse de que las propuestas de modelos caen, los culpables se forman en filas, desde el imperialismo hasta el equinoccio (para aquellos que no entienda la referencia, éste año un funcionario de la gobernación del Estado Zulia en Venezuela acusó al equinoccio, aunque dice equiñoqui, de los apagones eléctricos, podrán verlo aquí), logrando así que el perfecto idiota latinoamericano se arreche en la acepción de violencia. Esta arrechera anula a cualquier arrecho o arrechos que le jugueteen el poder al idiota, pero también y, quizás lo más grave, es que el idiota arrecho asume una soberanía sin obstáculo, la arrechera le genera una necesidad de ser único, autónomo, creando un mundo perverso porque anula al Otro. Un mundo perverso es un mundo sin Otro, sin alteridad, por consiguiente un mundo sin posibles, ya que es el Otro el quien posibilita. Así el sádico, el que golpea a una mujer, el mandatario venezolano que duerme como un bebe mientras su pueblo desaparece entre el hambre, las enfermedades y las migraciones, son sádicos en la medida en que anulan al Otro de su alteridad y no por hacerlos sufrir, como podría pensarse inicialmente.
Ser un perfecto arrecho latinoamericano implica anular al Otro, de subsumir la alteridad en la Nada, en masificar admirativamente desde el ego, y si le sumamos la idiotez que presenta políticamente podemos entender los porqués que han llevado a algunos países a sus propia destrucción, a eliminar a una generación de sus habitantes, a impedir el desarrollo y los derechos humanos, a cerrar las posibilidades de ser un país moderno, y es que el perfecto idiota latinoamericano y arrecho, al eliminar al Otro elimina toda potencia, logro, forma, acto. Arrecho es pues, una palabra cotidiana que posee una carga semántica dura, profunda, con la que podemos afectar al Otro anulándolo, y que en varias ocasiones exige más de nuestro sentido de humor que a nuestro sentido común para seguir existiendo. Esta instalación gnoseólogica que nos define e identifica, ¿cómo podemos deconstruirla, como podemos leer la arrechera entre líneas cuando carece de márgenes, de grafía en los textos universitarios, en las novelas? quizás en los poemas. El poema “El Té de Manzanilla” de la arrecha poetiza venezolana Miyó Vestrini y que dedicó al también arrecho poeta venezolano Víctor Valera Mora, hallamos esta posibilidad:

Le puse su nombre a una vieja palmera africana
sembrada junto a la piscina de mi apartamento.
Cada vez que me tomo un trago,
y lo saludo,
echa una terrible sacudida de hojas,
señal de que está enfurecido.
Me dijo una vez:
La vida de uno es una inmensa alegría
o una inmensa arrechera.

Desconstruir la arrechera en Venezuela y quizás en Latinoamérica es pensar la inmensidad que nos rodea. La inmensidad de riquezas que nos han dicho que poseemos, de la inmensidad de felicidad que nos depara las promesas políticas, religiosas o familiares, de la inmensidad de satisfacciones por los esfuerzos que realicemos anulando a los demás, la inmensidad... ésta palabra que simplemente nos indica que algo no se puede medir, es posible que nos indique nuestra principal falta, nuestra obvia carencia que es una incapacidad para medir, mesurar, dimensionar, provisionar y que son consecuencias de una arrechera que obnubila y nos encumbran, haciéndonos seres que nos debatimos entre una inmensidades sin coordenadas ni norte, es decir, estar en un desierto de soberanos. El perfecto arrecho latinoamericano no puede preveer el futuro, porque al eliminar al Otro las reales posibilidades de construcción de un país, de una sociedad se pierden, los arrechos se eliminan entre sí: las élites intelectuales, artísticas, empresariales, se arrechan con los idiotas, los acusan de ignorantes, simplones, corruptos; pero los idiotas también se arrechan y desde su poder muestran cómo las élites también han perdido su capacidad de conmensurar la realidad, de calcular el bienestar de los Otros que a veces llaman ciudadanos y a veces llaman pueblo y en ese vaivén mantener descalibrada la cultura, la modernidad, la inteligencia; unos y otros, idiotas, élites, pueblo, ciudadanos, se mantienen arrecho, se mueven en inmensidades abstractas y absurdas, logrando así indeterminar razones de Estado, de leyes, de bienestar.  
Puedo pensar entonces que la palabra arrecho que oí de niño y no entendía sus significados, que lo usa con destiempos muchos hombres y con indignidad las mujeres, esa palabra que abarca significados eróticos, admirativos y violentos, en el fondo marca una mirada a nuestra falta de educación en medir, evaluar, estableces, tasar, racionar, graduar, dosificar nuestras emociones, nuestras pulsiones sexuales, nuestra capacidad de asombro, nuestro entendimiento de los Otros. Nosotros los perfectos arrechos latinoamericanos aún nos cuesta entender lo que nos pasa porque nos han educado más dentro de sueños libertarios del siglo XVII, de ocultar nuestras faltas, nuestras historias personales, nuestras herencias a través de narraciones picarescas del siglo XVIII, nos enseñan psicologías positivas de grandeza, de inmensidad de sueños sin límites propias del siglo XIX y consumir pastiche de ideología y modelos de perfección que se hallan en libros que los perfectos idiotas promueven y asumen como biblias y en los mitos del perfección que empresarios, ídolos y asesores inyectan a los ignorantes; todo muy alejado de una educación ciudadana, de un programa educativo que ya ha sido expuesto ciento de veces, desde Aristóteles, de un concienciar y educar en las vitudes dianoéticas, en especial la prudencia, aquella precisamente que media, que calcula, que da razón al acto, es decir mientras mas arrecho estamos menos prudentes somos, por lo que cuando Ernesto Villegas auyó que Chávez viene arrecho, nos mostraba el camino de la imprudencia que nos han llevado a una Venezuela caótica del siglo XXI y, si seguimos arrechos, nos anulará como nación.