martes, 29 de noviembre de 2011

MI AMIGA JAPONESA Y LA MÚSICA.

Meditación en silencio
Una vez leí en mi obra favorita de Shakespeare: “The man that hath no music in himself, 
nor is not mov'd with concord of sweet sounds, is fit for treasons, stratagems, and spoils; the motions of his spirit are dull as night,
and his affections dark as Erebus: let no such man be trusted."

Músicos callejeros en Tokio
A mi Amiga Japonesa le gusta la música, y sé que a una gran mayoría de personas en el mundo le gusta la música, por lo tanto en el mundo quizás no hay más traiciones gracias a Bach y a Rammstein. Por muchos años a mí me daba igual oír o no música, así que por mucho tiempo pensé que no me gustaba la música y estaba presto a cualquier traición o destrucción, hasta que descubrí a uno de los pocos seres humanos que no le gusta la música: mi madre. Ella no canta, no tararea, no habla de instrumentos y no es sorda, aprendí de ella a oír el silencio profundo del día, tan profundo que por algún tiempo me sentía mal a veces sólo por oír un ruido o una melodía, pero creo que ella a su manera, me enseñaba a crear estratagemas para aprender a vivir en absoluto silencio, sin traiciones ni destrucciones. Con el tiempo y teniendo a mi Amiga Japonesa que siempre tiene su IPod a mano, canturreando, no he tenido más que aceptar que hay música que me “agrada”, o por lo menos me acompaña, aunque en más de una ocasión alguien se ha compadecido de mi, por mi incapacidad para no conmoverme por una melodía o un acorde.

Músicos en un festival de Kioto
En mis estudios de japonés uno de mis profesores me han insistido en oír música en japonés, en aprender giros y pronunciación, así que busqué música popular japonesa llamada J-Pop, con la ayuda de mi amiga japonesa, ella me compró dos disco. スキマスイッ y Every Little Thing, básicamente porque en ambos disco tienen las líricas y en “teoría” puedo aprender mejor japonés. Oigo la música y comienzo a oír y a tratar de traducir, todo se vuelve pesado y el tiempo no me alcanza. Le digo a una de mis profesoras que trato de traducir canciones, pero que son complicadas, ella me recomienda que busque canciones más fácil. Luego voy a YouTube a buscar canciones, casi infantiles en Japonés y con ella me encuentro a Candy Candy, una serie que en mi época cautivó a más de una de mis amigas del colegio. Veo la introducción en Japonés y traduzco su letra.




そばかすなんて、気にしないわ
Tengo pecas pero no me importa

鼻ぺちゃだってだってだって、おきにいり
No tengo nariz respingada he incluso me gusta
お転婆悪戯大好き、かけっこスキップ大好き
A las muchachas le gustan hacer travesuras, carreras y brincar
私は、私は、私は、キャンティ
Yo soy Candy, Yo soy Candy, Yo soy Candy 

ひとりぼっちでいると、ちょっぴりさみしい
Si estoy sola estaré un poco triste
そんなときこういうの、鏡を見つめて
Entonces, yo me digo frente al espejo

笑って、笑って、わらって、キャンティ
Rie, rie, rie, Candy

なきべそうなんてさようならね、キャンティ
Candy.
No voy a llorar, adiós, Candy.

Luego me detengo y veo que no se parece en nada a la que cantaba mis compañeras del liceo. Aquella era algo melosa, romántica y patética, especialmente la parte: "búscame, sígueme, llamame Candy... y donde las chicas eran invitadas a ser sus amigas". Comparo las letras y mientras la versión japonesa marca un aire ingenuo, la versión española parece cantada por una adolescente enamorada de su ideal platónico y su necesidad de amistad, del otro, de conversar y hablar;  mientras la versión japonesa nos habla de que si una persona está triste que mire al espejo y ría. Dos concepciones para enfrentar la soledad. Le pregunto a mi Amiga Japonesa si se acuerda de Candy Candy, ella ríe, es una generación y media después del boom de Candy Candy, ella es de la generación del móvil, de la computadora portátil, del nomadismo de los sentimientos, ella prefiere otras series, otras historias, otras traducciones. Veo una y otra vez y oigo una y otra vez la canción, pero aunque es pegajosa no entra en mi alma, totalmente oxidada a las melodías y dulces sonidos. Sé cual es el problema principal de este tipo de almas, aprender idiomas. Amar el silencio es atentar al aprendizaje de idiomas, a la semántica, a la fonética. Mi amiga Japonesa aprende rápido español, yo apenas domino el subjuntivo y algunos acordes de los verbos indicativos y por supuesto pienso en imágenes, no en palabras ni melodías cuando me hablan en japonés. Me ahogo dentro de figuras, siluetas y sombras.


Soledades y sombras llenan las memorias



domingo, 6 de noviembre de 2011

I´m not hero

I´m not hero by Álvaro Martín Navarro
I´m not hero, a photo by Álvaro Martín Navarro on Flickr.
En medio de Varanasi, estos niños llevaban unas lámparas para una festividad al lado del Ganges, normalmente no me gusta que posen las personas en mis fotos, busco que sean naturales, pero cuando tomaba estas serie de  fotos al grupo de cargadores, este joven dejó sus manos de llevar la lampara, como si lo hace el niño que va adelante, y colocó sus manos haciendo una pose de revista regalándome su  momento. 

Galería de Álvaro Martín Navarro



La galería de Álvaro Martín Navarro en Flickr.

MI AMIGA JAPONESA Y YO EN HIROSHIMA

     
Niños oyendo explicación en Hiroshima
Llego a Hiroshima, fue un viaje largo desde la primera vez que oí esa palabra, como nombre de una vecina lejana, ella se llamaba Hiroshima. En mi niñez nunca supe por qué se llamaba así y quizás ella tampoco lo supo, o sencillamente una vez su padre oyó hablar de Hiroshima, de la bomba, de la muerte, y colocó ese nombre a su hija como metáfora, como nombre conocido que siempre se asociará con algo exótico, con algo catastrófico. Ninguna mujer en Japón tiene el nombre de Hiroshima y leyendo los kanji nos da la idea de una isla amplia, espaciosa (広島). En mi juventud vi documentales y leí sobre Hiroshima, y siempre sentí algo extraño por esa palabra. Ahora estoy en esta ciudad, que fue devastada por una bomba atómica y que cambió el panorama de la racionalidad humana, del sentido de la existencia y del concepto de religiosidad. Es posible que la posmodernidad tenga varios orígenes, pero seguro uno fue la bomba atómica, o por lo menos eso percibo, así como seguramente percibieron: Adorno, Sartre y Canetti. 

Genbaku
Mientras camino por el parque de la paz y veo la cúpula del genbaku, (原爆ドーム), un edificio que estaba muy cerca del punto de explosión de la bomba, un edificio de ladrillo, concreto y hierro que queda de pies y que muestra las heridas de los errores humanos. Al lado hay un parque, camino por él y observo a cientos de niños y especialmente adolescentes que lo visitan, vienen de distintos lugares de Japón, rinden algunos cultos, especialmente a la escultura en homenaje a los niños, un monumento dedicado a Sadako Sasaki y su titánica lucha por hacer mil grullas (千羽鶴) para salvarse y salvar a toda una generación de infantes que sufrieron las consecuencias de la radiación. Los jóvenes corren y se empujan entre ellos, mientras otros toman fotos y sonríen. Todos son alegres, quizás porque poseen el escudo de la inexperiencia, ven todo como si asistieran a un laboratorio, a un espectáculo de iniciación, observan algo que les pertenece pero que no cuestionan por qué. Al final todos salen contentos, corriendo, mirando sus móviles y detrás varios profesores y fotógrafos que le comentan la historia y toman fotos profesionales de aquel encuentro que seguramente pronto olvidarán. Entro al museo y una carga de memoria me invade. Veo fotos que quizás nadie le hubiera gustado ver, tomar o mostrar, leo relatos de tragedias, de muertes. Todo crece como una espiral sin sentido. La historia cambia, la historia tiene interpretaciones, la historia a veces son narraciones de guerras o de amores, la historia fascina porque siempre hay un antes y un después; pero en Hiroshima la narración está congelada, no avanza. Hiroshima es un narrativa estática, infinita sobre sí misma, agobiante, asfixiante, desesperante. Uno puede entender la carrera atómica, de hecho le comenté a mi Amiga Japonesa que los japoneses también construían una bomba atómica bajo la guía de uno de sus mejores físico, discípulo de Bohr, Yoshio Nishina, pero mi Amiga Japonesa miraba con ojos triste, lloraba viendo. Yo buscaba hacer una historia, un principio, ideas perversas de qué hubiera pasado si en lugar de los EE.UU., hubiera sido Japón o Alemania los detonadores de la bomba, pero al final todo se detenía a las 8:15 del 6 de agosto de 1945, al final no merecía la pena narrar, contar, sino quedarme ahí sintiendo con dolor profundo, un dolor que uno espera que no se repita, y por primera vez en años busqué una oración para aquel momento estático, pero ya no tengo oraciones, sólo dolores y seguridad de continuaciones ambivalentes. Por primera vez vi a mi Amiga Japonesa llorar.      
Dibujo que representa a la gente refugiándose en el río después de la explosión atómica

miércoles, 2 de noviembre de 2011

MI AMIGA JAPONESA Y LOS ZOMBIS

Veo una película coreana llamada Los Vecinos Zombis (The Neighbor Zombie). 
Cartel de la película "Los vecinos zombies"
A mi Amiga Japonesa le agrada, a veces cierra los ojos, y yo a veces me río. Es una película que reune varios cuentos donde los directores (seis directores, seis cuentos) tratan de buscar la humanidad que la pulsión del Zombie elimina, pero también algunas consecuencias y aventuras presentadas inteligentemente en el proceso de ¿zombiz(s)ación? y ¿deszombiz(s)ación? (No sé qué palabras usar para el proceso). Lo cierto es que ahora mi amiga japonesa descansa en el ofuru (お風呂), luego de haber tenido varios placeres con el terror, y es que cuando una persona vive relativamente segura, necesita el terror para experimentarlo, para sentir adrenalina, de ahí el éxito del cine de horror, por lo menos en Japón y EE.UU., en cambio si se vive en inseguridad, en constante peligro, el cine de terror se presenta como una comedia de mala calidad, quizás de ahí que a los malandros, los ladrones, las maras, los narcotraficantes que se desenvuelven en Latinoamerica no le gusten las películas de terror sino de violencia, para identificarse, para realizar "khatarsis" frente a su propia violencia. Yo pienso en Zombie. 


Cartel de la película de Romero que sintetizó los esquemas de la modernidad
Al principio, la primera vez que oí la palabra se refería a muertos vivientes que dentro de la cultura Vudú, aquella “religión” que busca controlar las almas, haciendo esclavo el cuerpo deshumanizado gracias a cierta magia, aunque en el fondo era un pócima que contenía un veneno de acción lenta. Pero con el tiempo, y quizás por las películas de George Romero, especialmente La Noche de los Muertos Vivientes, donde los Zombis se transforman en masa frenéticas, buscando satisfacer su hambre de consumir carne humana (o pantalla plana, BlackBerry, vehículos de doble tracción, whiskeys), están hipnotizados, son masa en su máxima pureza, todos son iguales, no existe el Zombi solitario ni egoísta,  además todos los Zombis nace de algún cataclismo social (vean todas las películas contemporánea con Zombi, nacen después de un accidente biológico que afecta al mundo como 28 Días o Resident Evil) y cómo toda masa busca eliminar aquello que le obstaculiza. Se consigue más seguidores con sangre que con la razón, más con el desprecio y su lógica inversa: el resentimiento, que con la comprensión y humanidad. Los Zombis atraen porque son excesos, pueden hacer lo que quieran, no son éticos ni morales, un estado de transparencia que a veces buscamos, el Zombi busca satisfacer su impulso, atraen, pero también los Zombis son un bastión para mostrar a un enemigo imaginario que siempre es otro uniformado, que no tiene voluntad y es manipulado, enseñándonos en el fondo el miedo al caos.  En fin, ahora tengo que explicar algo de esto en japonés, o mejor no, haré la cena y veré a mi Amiga Japonesa paseando por la casa en una yukata ligera de verano que tiene estampadas muchas flores.


Mujer en yukata o traje de verano en la festividades de Kyoto.

martes, 1 de noviembre de 2011

MI AMIGA JAPONESA Y LOS PASAJES

Ingreso a uno de los pasajes de Kyoto
Camino con mi Amiga Japonesa por心斎橋 (Shinsaibashi) que es una Galería en Osaka, muy larga, llena de tiendas y restaurantes por todas partes. Puedo asegurar que fue una de las estructuras urbanas que más me impactó cuando llegué a Japón, además que a cada rato recordaba los escritos de Walter Benjamin y cómo en una de sus obras fundamentales como es el Libro de los Pasajes nos relata parte de la historia de estos lugares y su asociación indispensable a la modernidad. Como buen flâneur que fue Benjamin, detalla los pasajes de Paris escribiendo: “Ante un chubasco repentino, se convierten en el refugio de todos los que se han visto sorprendidos, ofreciendo un paseo seguro, aunque angosto, del que también los vendedores sacan provechos”. 心斎橋 (Shinsaibashi) es un lugar para caminar con cientos de personas, a veces asemejando a una multitud de Zombis. Todo miran, mi Amiga Japonesa mira, y yo miro a la gente y trato de recordar si hay algún Pasaje en Venezuela. Cuando leía a Benjamin bajo el sol tropical, la idea de los pasaje la asociaba a la de los bulevares en donde pasé gran parte de mi adolescencia como el de Sabana Grande, pero el bulevar no tiene esa opresión de mercancía que se siente en los callejones estrechos de los pasaje, y aunque a veces por los buhoneros o por fiestas forzadas, el bulevar se infla de personas, el desorden en el andar no me hacía pensar en zombis, sino en insectos en una festividad reproductiva. Los bulevares son la culminación de una modernidad y que Latinoamérica imitó hasta la saciedad pero que nunca ha poseído. De niño mis padres me llevaron algunas veces al centro, a las Torres del Silencio, al Pasaje Zingg, quizás mi memoria me traiciona, pero según mis padres, aquello estaba todo iluminado, reluciente con sus partes de bronce por todas partes y llena de tiendas de lujos y confort, por ejemplo las mejores joyerías estaban bajo los pisos de las inmensas torres diseñadas por Cipriano Domínguez y las primeras escaleras mecánicas de Venezuela eran de madera y estaban en el pasaje Zingg, escaleras mecánicas que quizás fueron las primeras que subí y bajé maravillado como un niño que va a un parque de diversiones.  Antes de emigrar caminé por el centro de Caracas y sentí como los pasajes se mueven desde su centro hacia sus periferias. Primero hacia los límites del Paraíso, (El Helicoide), luego hacia Chacaíto (CCC), luego la Castellana (Centro Plaza), luego hacia Las Mercedes (Paseo las Mercedes) y así sucesivamente. El centro de Caracas se mueve porque sus pasajes desaparecen y los Mall inunda los paisajes urbanos como una isla, que a diferencia del pasaje que no inunda sino conecta, no se camina en forma recta, sino circular. En Japón lo que nunca falta es un Pasaje, siempre hay largas rectas que cruzan la ciudad, en Caracas no hay muchas posibilidades de cruzar la ciudad en forma recta, sino estacionarnos en un punto a dar vueltas mientras el tiempo pasa. Ahora los recuerdos de Benjamin me producen nostalgia, una historia por ver, como hace ahora mi Amiga Japonesa en una tienda de mascota y apunta a un gato.
Kyoto en su festividad 「祇園祭 」
祇園祭


MI AMIGA JAPONESA. YO EN TOKYO.

オタク
Vivo en Japón por accidente, podría vivir en Venezuela o Costa de Marfil, pero terminé en Japón, rodeado de sus luces y su cultura. Lo más difícil para un extranjero caribeño es tener una Amiga Japonesa, pero la suerte me acompaña y tengo una Amiga Japonesa con la que intercambio ideas y sueños y le comento mis cosas. La conocí una tarde en Kobe y desde entonces compartimos y a veces nos alejamos por trabajo, como que hace poco tuve que ir a Tokyo por una actividad laboral, pero ante de ir, antes de tomar el shinkansen (新幹線), veo a mi Amiga Japonesa durmiendo y mi naturaleza nihilista se esfuma por un momento y así camino con su imagen a través de este país milenario. Llegué a Tokyo y estuve solo  por unos días, caminé por los barrios icónicos de Tokyo como Shinjiku, Shibuya, visité la Tumba de los 47 ronin en Sengakuji (あこうろうし), historia que leí en mi juventud bajo la tutela de Borges dentro de su Historia Universal de la Infamia y que en su momento no lo entendí bien.


Tumba de los 47 ronin
Durante esos días, una noche vagabundeé por Akihabara; meca de los frikis, con tiendas llenas de artilugios para el placer y el ocio, para los sueños eternos y los efímeros.  Caminé observando a caravana de turistas y japoneses con nortes seguros y claros. Yo miré con esa herencia por cuestionar la realidad que adquirí de los cuentos sefarditas que contaba mi madre. A lo lejos vi a unas jóvenes alegres, con muchos peluches que entregan folletos para ir a un メイドカフェ; algo así como Café de Sirvientas. Para mi y mis historias las sirvientas que vi siempre eran señoras mayores de origen antillano o colombiano en la Venezuela donde todos se creían ricos, no sé cómo será ahora en la Venezuela donde todos se creen pobres. Yo le entendí Maiden, no Maid, y pensé en Café de Jovencitas, mi mente voló más rápido que las evidencias, porque todas estaban uniformadas con un clásico uniforme de servicio inglés, pero rodeadas de peluche. Entré al café pedí una cerveza, mientras vi a hombres de todas las edades y algunos acompañados de sus novias, sonreír y aplaudir. Las メイドse acercaban con una sonrisa de serie de manga, le sirven la comida a los clientes como si fuera su madre y en el momento de máxima adrenalina materna, mientras muestran paralelamente una cierta adrenalina erótica que se confunde con inocencia, realizan una especie de masturbación mental que observo y siento. Todos están alegres mientras ellas sirven y hacen un conjuro. まぜまぜ♪萌え萌え♪にゃんにゃん♪おいしくな~れ♪, que suenan en mis oídos así: (maze maze, moe moe, nia nia, oishikuna... ne) Definitivamente es un conjuro, pero no tiene siglos, es un conjuro que combina, el mezclar (まぜまぜ) con que enseña una madre a unir la leche con el chocolate a un niño, el moe (萌え) una forma de decir bonita o cute, y el sonido de un gato (にゃんにゃん/nian nian), claro  para una persona que piensa en español sería miau-miau, pero en japonés es にゃんにゃん y punto; además, porque obviamente nunca falta un gato en los conjuros ni en las tiendas llenas de 招き猫 (maneki-neko) o esos gatos que llaman a la fortuna y al dinero, a veces combinación incompatible, y por último dicen (おいしくな~れ♪), algo así como rico, sabroso, divino. Conjuro más que infantil, ridículo, pero no por los elementos de fetiche que los rodean, sino por su ineficiencia, luego del conjuro cuando las Maids se retiran, veo a esos hombres solo, sumidos en una profunda tristeza que no logro imaginar dos días seguidos sin ver la opción de suicidio. El mundo está lleno de conjuros, pero creo que en Japón se hallan los extremos, tanto de eficiencia como de resultados. Y mientras bebía mi cerveza pensé en cuál será el conjuro de mi Amiga Japonesa ha hecho para absorberme, que me hace pensar siempre en ella y en amarla. Mi Amiga Japonesa está lejos mientras yo estoy en Tokyo, pero sus conjuros, nada infantiles ni ridículos, me anulan porque poseen una efectividad que creí que no existía. Luego de mi cerveza seguí caminando rumbo al barrio de Ginza, por esas calles buscando miserias iluminadas como recomendaba Cioran.
"Maid" de Akihabara

PRIMERA PÁGINA


Es posible que todo cambie más rápido de lo que uno piensa. Tan rápido que parece que nada cambia. Donde Heráclito ni Parménides tienen juego. Es una sensación de inmensidad efímera, o por lo menos esa es una razón o un sentimiento que me rodea. Es posible que esta sensación me haga escribir este diario, usando como título a Mi Amiga Japonesa, que es aquella con quien intercambio ideas y pensamientos, con la diferencia de que ella no habla bien ni español, ni inglés, ni italiano, ni portugués, y yo no hablo bien japonés, aunque vivo en Japón. Este diario contempla sólo cosas que me hace pensar y que luego trato de comunicar a Mi Amiga Japonesa junto con otros fetiches y filosofías.