jueves, 29 de agosto de 2013

CLAVES DE HUMOR (2). LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PENES.

Cuba: el mar de la felisidad
CLAVE Todos los discursos sociales engendran un sentido ideológico, pero para que el discurso tenga poder, debe marchar junto a una creencia que sumerja el discurso en una semiótica de significados; pero hay un detalle en esta combinación entre creencias e ideologías, y es que al estar el discurso inscrito en el lenguaje y sus significantes, no hay una "libertad de expresión" del discurso, en el sentido de no estar sometido al lenguaje. El lenguaje es un a puertas cerrada que obliga a hablar de manera que se pueda entender, es decir, debe seguir las normas que impone la gramática de su lengua y sus oraciones tienen que significar algo para todos lo puedan entender. Si quisiera situarse fuera del poder sus expresiones, es decir fuera de las normas del lenguaje, sus oraciones tendrían que ser ininteligibles o él tendría que quedarse mudo. 


PAN, TIERRA Y TRABAJO, guía del uno de los Partidos
Socialista de Venezuela fundado en 1941
HISTORIA Doña Carmen había venido del campo a la ciudad a buscar suerte, apenas aprendió a leer y a escribir y sabía que poseía un lenguaje limitado porque a veces no entendía palabras o expresiones, pero tampoco le interesaba saberlas, su vida era sencilla y plácida. Llegó a Caracas a finales de los años 60 de su pueblo natal Caripe. Aquí se casó con un andino, y con el tiempo se hizo una militante furibunda adeca, así durante la política pleno empleo de Carlos Andrés Pérez (CAP) en la década de los 70, logró obtener su trabajo de ascensorista en una torra de oficinas pública hasta que se jubiló a finales de la década de los 90, ese día, de los ocho ascensores sólo funcionaba uno y en la nómina habían doce ascensoristas de los cuales uno era su compadre y a tres nunca los había visto por el edificio.  
Nadie ganó, nadie entendió, muchos perdieron,
muchos la usaron
Su vida era sencilla y su actividad política crecía cada cinco años, pero cada vez más le constaba entender los meollos de la economía, de la educación, de la salud, de lo que trató de hacer CAP en su segundo gobierno y por supuesto oró mucho para que no sucediera otro Caracazo. No pudo entender nada de lo que pasó en su país en la década de los 80 y principio del segundo gobierno de CAP. Por eso en las últimas elecciones en que fue adeca, le costó creer en los mitos de democracia y progreso que oyó a su amigo Rómulo Betancourt. Pensaba que al seguir viviendo en el mismo barrio y no tener un Malibú Classic en la entrada de la casa como había en la casa de su hermano mayor que vivía en Carapita, y no poder comer buenas parrillas los domingos, y no haber viajado a la Gran Sabana como su vecina, y menos a Miami como sus amigos de la Dirección General de Acción Democrática significaba que el progreso y la democracia nunca llegaron a su casa. Doña Carmen sólo sentía los avances de la edad y así veía natural que sus cinco hijos estudiaran gratuitamente y en más de una ocasión en el Seguro Social consiguiera órdenes de reposo que emitía un amigo médico adeco, y claro mal que bien nunca pasó hambre. Pero su pérdida de fe nació cuando Alfaro Ucero, su vecino de Teresén, no la llamó para que lo ayudara a ganar las elecciones de 1998. 
Giordani explicando a doña Carmen la relación de su
sueldo con la canasta básica
Doña Carmen no entendía lo que sucedía en el país, pero una tarde en un programa de televisión en cadena nacional, Chávez exhortó a sus ministros a explicar aquellos enredos de la economía que hablaba de: capitalización bursátil, de regalías, de millardo de dólares, en palabras simples, en palabras que pudiera entender Doña Carmen, y así un viejito simpático llamado Giordani, comenzó a explicar la economía para que doña Carmen entendiera. Desde entonces todos los políticos del gobierno empezaron a hablar para que Doña Carmen entendiera su país, aunque le constaba imaginar cuántos ceros tenía un millardo. 
Ismaelito y la Corte Malandra. Ellos si hacen milagros
pregúntele a cualquier PRAN (Preso Rematado Asesino Nato)
A partir de ese día Chávez se transformó en su nuevo ídolo y apartó la foto de Betancourt que estaba junto a la de María Leonza, para colocar la de Chávez junto a unos bustos que lo flanqueara, el de Simón Bolívar y el de Ismaelito. Cada discurso de Chávez ella lo entendió, cada oración, cada frase, cada referencia a su abuela Rosa Inés, a Zamora, a Simón Rodriguez, a la sabana, a la revolución bonita. Sabía que él era correcto porque era un militar y desde pequeña le habían dicho que los militares eran las personas más eficientes y correctas que tenía el país; sabía que era un macho, porque no andaba en mariconerías y siempre se acercaba a las mujeres como para montarlas, y a veces con algo de celo, veía como algunas mujeres querían ser montadas por este semental y milagrosamente les crecían los senos; sabía que la amaba porque siempre se dirigía a ella con amor, con mucho amor; sabía que era un milagro porque tenía las bendiciones de Zapata, Sandino, Castro. 
MEA CULPA
Ella empezó a entender por qué vivía en el barrio durante cincuenta años: por culpa del Imperialismo Yankee, supo por qué su hija de quince años quedó embarazada: por culpa del capitalismo salvaje que le vendó sus ojos pensando que al tener un hijo se iría del barrio, a una urbanización, como le había prometido su novio, un próspero motorizado del barrio. Empezó a entender sus dolencias de piernas y de ciática: porque nunca tuvo buena atención de los médicos venezolanos y cuando el primer cubano llegó a su casa, una sonrisa se desveló, ahora no tenía que ir al hospital del seguro en Chacao para visitar a su amigo médico, los médicos cubano la visitaban, era alguien importante en la comunidad, era una de las veteranas de la calle, una líder comunal y ahora entendía la dignidad que la clase burguesa le había sustraído. Entendía casi todo, menos el porqué uno de sus hijos fuera homosexual: Yonny, o Yonnito como le decían. De adolescente y luego de haber oído muchos comentarios malucos, lo sentó y le pidió que le dijera la verdad, Yonny le habló de que era un hombre cabal como el comandante y que por eso iría al ejército. 
"Una apología a la homosexualidad"
Boris Izaguirre
Doña Carmen se tranquilizó cuando veía a Yonny en uniforme y cómo los domingos, oyendo al Comandante leía El oráculo del guerrero de Lucas Estrella, y es que un sargento regalaba estos libros a los mejores soldados, para que consiguienran respuestas para algunas de sus preguntas vitales. Por eso odió a ese mariquito venezolano que vino de España y en el programa del maldito Napoleón Bravo, dijo que ese libro era el más maricón que había leído en los últimos años. !No puede ser!, se dijo doña Carmen, Chávez lo leía todo el tiempo y por lo visto muchos soldados como su hijo también, seguro que el mariquito que vive en España no había leído el libro y era pura maldad lo que decía. Yonny terminó el servicio y comenzó a trabajar en una compañía de vigilancia. Pero en los últimos años doña Carmen supo una verdad que siempre intuyó y comprobó cuando varias veces Yonnito entró a hospitales víctima de palizas que le daban unos machos del barrio, a partir de lo ocurrido, trató de vivir en otra zona, con un amigo, pero también le daban paliza en las calles donde iban juntos; pero ahí no terminaron los sufrimientos de Carmen, tuvo que ir varias veces a la comisaría, a reconocer y buscar a su hijo porque lo agarraron en actos contra la moral y la buena costumbre, y mientras le regresaban a su hijo los policías se reían y le decían que era una lástima el haber engendrado a un maricón de mierda que era su hijo. 
La bandera de las "sin distinciones" de los homosexuales,
bisexuales y transgéneros; aunque Pedro Carreño jure que
sólo es la bandera del heroico pueblo del Cuzco
Doña Carmen buscó en Aló Presidente, explicaciones. Esperaba de Chávez respuestas acerca de la "enfermedad" de su hijo, pero Chávez sólo le dijo con mucho amor: "Todos somos iguales, hay que respetar las particularidades de los individuos. Yo pienso igual que la mayoría de los venezolanos que no lo vemos bien, pero es un Estado de opinión, lo cual no significa que estemos en contra de lo que piensen ustedes", y por primera vez doña Carmen no entendió. Una tarde caminando por el centro de Caracas un grupo de personas se acercaron para pedirle su firma. ¿Para qué? preguntó doña Carmen. Para pelear por los derechos de las personas Homosexuales, Bisexuales y Transgéneros. Doña Carmen les pidió que se lo explicara como en la televisión, en un lenguaje llano sin complejidades que tienen todas esas palabras, y así lo hicieron, aunque al final no entendió bien eso de transgéneros. Firmó la petición porque intuyó que podía algún día salvar a su hijo del cual ya aceptaba como maricón. Yonny le había comentado que quería irse a España, donde quizás pudiera vivir su homosexualidad con mayor libertad. Al morir Chávez la tristeza inundó a doña Carmen, quién le explicará el futuro: ¿Diosdado?, ¿Nicolás? 
Fidel enseñando a Maduro las estrategias para
tener éxito en  MEGAPOLIS,  el juego Tycoon
preferido de los comandantes
En este año oye a su nuevo presidente explicando la Venezuela de millones y millonas. Las personas dicen que se equivoca mucho, que es un burro, pero doña Carmen sabe que es el heredero de Chávez y por eso trata de hablar para que ella lo entienda. En estos días se sentía mal, triste y un poco deprimida porque un parlamentario usó las palabras marico y maricones, como la usaba la policía, y eso le preocupó, por lo que hacía esfuerzo para que su hijo Yonny se fuera definitivamente a España con su amigo, pero también escuchó decir a doña Celina que el presidente Maduro había dicho que "Cristo multiplicó los penes". Luego fue a la casa de su hermano y le pidió a un sobrino que le mostrara por "Yutu" el video donde el presidente dijo tal afirmación, porque pensó que era otra trama realiza por la derecha mezquina y enferma que no le permitía dormir en las noches por los balazos que oía cada dos por tres. Vio el video e inclusive observó cómo el presidente se autocorrigió. Detalló el video y entendió eso del pene, porque nuestro presidente Maduro explicaba que había que meterse en escuela, en los niños, en el barrio, en las comunidades, usaba mucho el verbo meter, que hay que meter y meter y meter, pues de una vez que metan los penes, seguramente pensó el presidente, y ¿quién sabe? pensó doña Carmen, quizás mi hijo algún día meta su pene en una mujer y un milagro de Cristo se haga y me de un nietecito con su pene y sin pena    




domingo, 25 de agosto de 2013

LA MASIFICACIÓN JAPONESA.

Apagar la luz para constatar la calidad del sushi japonés
Hace tiempo un amigo me pidió un chiste sobre Japón en una pequeña conversación por Skype, y en verdad no me vino ninguno a la cabeza, y es que no hay nada más difícil que hacer un chiste sobre algo, porque en el fondo, un chiste es una opinión oculta, tangencial y sarcástica sobre algo, así que le dije que me acordaba de ninguno en ese momento y él me dijo: ¿sabes cómo reconocer un verdadero sushi japonés? No -dije-, pues apaga la luz y si tiene un brillo fluorescente en 100% radioactivo japonés. No me causó mucha gracia en su momento porque él no vivió las angustias que presencié y viví en el terremoto de Fukushima en el 2011, pero ahora a la distancia y viendo las noticias recientes de que TEPCO (la compañía eléctrica dueña de los reactores) ha pedido disculpa al pueblo japonés por la fuga de millones de toneladas de agua radioactiva al océano Pacífico, pues entonces no me sorprendería que un día apague la luz y vea sushi radioactivo, aceptando la opinión sarcástica que tuvo mi amigo de los problemas de los reactores nucleares y cómo era tratado por los medios de comunicación, y es así es como se construye los chistes, con cotidianidad, arrojo y crítica. 
Próximamente saldrá una aplicación para Android para medir la
la radiación del sushi, por ahora están las aplicaciones Tawkon y Fake
Radiation Detector para la radiación por el uso del celular, algo es algo
En estos días de relax me reuní con unos amigos latinos que viven en Japón y uno contó un chiste: Un hombre salió de su trabajo con sus amigos de oficina un viernes por la noche, para reforzar así los lazos de amistad y hablar mal del jefe, se emborracharon hasta que tuvieron que dejar el ágape porque salía el último tren y todos vivían en los suburbios de la ciudad. El hombre llegó a un conjunto residencial de doce edificios idénticos, donde todas las puertas, paredes y ventanas son idénticas. Se desviste, se acuesta en una cama separada de su mujer, diseño idéntico a las miles de habitaciones que están en los apartamentos de los conjuntos residenciales. A las seis de la mañana suena la alarma de su móvil, se levanta, se baña dentro de una ducha de plástico idéntica a las que hay en todas los apartamentos japoneses, se viste, come lo mismo que come todas las mañanas millones de japoneses, se acerca al cuarto del niño, lo ve durmiendo con las mantas de los héroes de ficción que pululan por todas las cobijas para niños en Japón. A las siete y media de la mañana sale hacia el trabajo vestido con un pantalón azul, un saco azul, su camisa blanca y su corbata a rayas, idéntico uniforme que usan los millones de trabajadores de las empresas, pero cuando llega a la estación se da cuenta de que no corresponde el nombre con la parada donde normalmente se sube para ir desde su casa hasta el trabajo, y mirando el nombre de la estación se dice: "maldición, me he confundido de apartamento otra vez". 
Salary Man Style
Algunas personas se rieron, yo me quedé pensando el chiste, síntoma de que no entendí e ingenuamente pregunté ¿dónde está el chiste? Mi interlocutor responde: "no te has dado cuenta que en Japón parece que todo está duplicado y todo se parece: las casas, las mujeres, los trabajos, los hijos, los apartamentos, las habitaciones, lo que de vez en cuando cambia son los nombres de las estaciones de trenes, si no hubiera esa diferencia pasaríamos todo el día dando vueltas en el subterráneo, y seguidamente todos se volvieron a reír. Hay algo de cierto es este chiste, es una opinión sarcástica, que trata de distanciarse de una uniformidad que arropa a Japón, porque este país de sushi radioactivo y cerveza de leche, es un país masificado, duplicado, doble, uniformado y por supuesto eso a veces nos maravilla, especialmente cuando venimos de países anárquicos e improvisados. Cuando uno está en las principales calles de Tokyo u Osaka, a eso de las ocho de la mañana, uno lo que ve son personas idénticamente vestidas con sus pantalones azules, sacos azules, camisas blancas, corbatas de rayas y zapatos oscuros llevando un portafolio de cuero negro. Todos estos personajes idénticos se les llaman por aquí (サラリーマン) salary man, es decir, un hombre sueldo, también hay mujeres y se les llaman (オーエル) oeru contracción de la expresión inglesa office ladies. 
Salary Man entrando o saliendo de la oficinas
Pienso en el chiste y recuerdo que la mayoría de las casas japonesas que he visitado tienen la misma distribución, los mismos aparatos eléctricos, claro dependiendo del sueldo de los propietarios serán apartamentos más grandes o pequeños o tendrán más o menos cosas, pero básicamente uno puede saber que encontrará un paragüero en la entrada, un retrete separado del ofuro y con toda seguridad una suihanki『炊飯器・すいはんき』o arroceras y varios juegos de futones布団・ふとん』casi todos idénticos. En mis cinco años por estas calles niponas, nunca he visto un inodoro que no sea blanco o crema, y pensar que el de mi casa en Venezuela era azul y el de la vecina marrón oscuro. Uno de las situaciones estéticas que más me ha costado aceptar es que todas o por lo menos las casas que he visitado, !TODAS! tienen las paredes empapeladas con un papel tapiz crema y con un cierto relieve. Cuando me vine a vivir a este apartamento lo primero que me dijo el propietario en un inglés preciso era que no podía pintar el apartamento, ni cambiar el papel tapiz de las paredes, y por supuesto, estaba prohibido abrir huecos para colgar cuadros. Así las paredes duplican los espacios y los sentidos en un monocromo, en una masa crema sólidamente asfixiante. 
Manera "creativa" para decorar una pared del apartamento
El terror a la duplicación ha sido un tema que se ha manifestado en la cultura Occidental para exacerba la individualidad sobre el colectivo. Así desde la clásica novela de Dostoievsky El Doble siguiendo por obras como Dr. Jekyll and Mr. Hyde de Stevenson o Desesperación de Navokov o el cuento Lejanía de Cortázar, hasta llegar a la angustia existencial de Tertuliano Máximo Alfonso, protagonista de la novela de Saramago titulada El hombre duplicado, la asistencia del doble, la presencia del Otro, da herramientas para cuestionar las identidades, lo propio y lo ajeno. Y podría decir que esto es una tendencia en occidente y recientemente en Japón, así escritores contemporáneo como Haruki Mukami se regodean con el tema de la duplicación, de la masificación, de lo repetitivo y especialmente con la idea de doppelgänger, que son tan evidente que podemos apreciar estos temas en casi todas las novelas de Murakami, especialmente en una obra como: Sputnik, mi amor. El protagonista omnisciente nos relata en el capítulo 13 los documentos de Sumire y nos narra: (Documento 2) Narra la extraña experiencia que sufrió Myû catorce años atrás. Myû queda atrapada toda la noche dentro de una no­ria en un parque de atracciones de una pequeña ciudad sui­za y, desde allá, con unos anteojos, ve a su segundo yo que está dentro de su habitación. Una Doppelgänger. La expe­riencia aniquila a Myû como ser humano (o pone de mani­fiesto su destrucción). Utilizando sus propias palabras: está dividida en dos y un espejo se interpone entre ambas mita­des. Sumire persuadió a Myû para que se lo contase y, des­pués, lo plasmó por escrito". 
Kurokami, una manga donde una Mototsumitama 元神霊, o una
dioses que busca equilibrar el orden del mundo, trata de resolver
algunos problemas de döppelganger que se han desbordado.
Así en la obra de nuestro exitoso escritor japonés está presente el problema del doble, de la masa, de duplicidad, incluso desde sus primeras novelas como Pinball 1973 donde uno de los problemas a superar por el protagonista son sus desdoblamientos frente a las hermanas gemelas, cuando están juntas y cuando están separadas, estos desdoblamientos en la obra de Murakami pasea por la esquizofrenia, como podemos apreciarlo en su novela Baila, Baila, Baila. Podía sintetizar grosso modo que Murakami trata de volver líquida aquella masa sólida que lo rodea, atravesándola por medio de una mirada esquizofrénica, desdoblándose, alucinando, ¿habrá otra manera de salir de lo repetitivo?
¿Un típico rostro japonés?
Todo este cuento viene porque asocié el chiste con una experiencia personal. En estas semanas me senté en un vagón de metro en Kioto, iba con mis pensamientos cuando en la siguiente estación se sentó una mujer extremadamente parecida a una amiga, tan parecida que me preocupé que fuera ella y no me saludara. Mi pésimo japonés evita siempre que tome la primera palabra en una conversación, así que veía a esta mujer de reojo, soslayadamente, tratando de ver algún rasgo que no poseyera mi amiga, así que detallé sus manos, especialmente sus dedos, porque mi amiga se muerde las uñas, y !voilá!, tenía las uñas pintadas, largas, no era mi amiga, y me puse a pensar en aquel juego de adivinanzas que hacemos de adolescente: ¿cómo harán los chinos para diferenciarse?
El pensar desde la estupidez de la diversidad de razas
y creer en que algunas son superiores a otras hizo
la historia del siglo XIX y XX abominable para todas
las razas del mundo y la extinción de pueblos
como el de Trugermanner, que pertenecía
a la comunidad de aborígenes de  Tasmania
y que fueron eliminados en su totalidad.
Cuando comencé a salir con Mi Amiga Japonesa ella me contaba que los japoneses pueden diferenciase de los chinos o coreanos por ciertas particularidades, pero luego de estar cinco año en Japón, siendo uno de mis hobby sentarme a ver rostros y creando historias de esas personas, definitivamente no hay manera clara de saber si alguien es japonés, chino o coreano, no hay manera de ser racista, de separar por razas como fue la manía desde mediados del siglo XIX de los darwinianos sociales o los club de eugenesia. A veces pienso que son tan distintos los japoneses el uno del otro, que lo que nos crea es cierta ilusión de igualdad, de unidad por medio de la uniformidad de sus vestimentas, de los peinados, de la moda, así Mi Amiga Japonesa es única, aunque veo algunos rasgo en otras personas, sus ojos rasgados, sus manos alargadas, su pelo lacio, pero si se vistiera como una oficinista, オエール, con su falda azul, su saco azul y su camisa blanca, seguramente la confundiría entre las millones de oficinistas que deambulan por las ciudades japonesas. Seguramente soy un individuo común y corriente y con rasgos tan comunes que puedo ser de cualquier lugar, pero por supuesto no de Asia, por mis ojos y mi corporalidad, pero a veces por las calles, algunas personas piensa que soy un bonzo o bozu『坊主・ぼうず』es decir, un sacerdote budista, básicamente porque tengo la cabeza rapada y camino lentamente por las calles, como meditando.
Seguramente en esta masa nadie me reconoce
En más de una ocasión he oído como un niño dice que soy un bozu, y me río y pienso que si me visto con las prendas de los monjes budistas seguramente pareceré un ser de profunda fe y devoción, y nada más lejos a esa realidad. La masificación ilusiona, ordena y permite a la ropa, a las cosas, hablar por nosotros cuando no podemos o no queremos asumir ciertas responsabilidades, cansancios o reflexiones sobre la vida o nuestro actuar. 

martes, 6 de agosto de 2013

MI VENEZUELA DE MUERTE.

En mi bachillerato "estudié" literatura. Obviamente es un eufemismo, como son las mayorías de mis recuerdos. Creo que cursaba cuarto año cuando nos asignaron unas lecturas. Eramos tres amigos que hacíamos trabajos juntos y nos tocó leer tres novelas para luego hacer una exposición y entregar un trabajo tipo "resumen". A mi me dejaron La Trepadora de Rómulo Gallegos, porque mi amigo Antonio tomó Rayuela de Julio Cortázar y Carlos leyó Pedro Páramo. Al final hicimos una exposición donde con un gran trabajo de improvisación por mi parte, terminé diciendo que la trepadora era una mujer que subía a una mata de mango a esperar a que su padre llegara mientras veía un atardecer, luego de tan maravilloso cierre, la profesora se rió (sólo ella, lo que me dio a entender que era la única que sabía la historia de la novela) y me aplazó un trimestre de literatura latinoamericana por irresponsable, por no leer y por inventar una novela fuera de la novela. A Antonio lo aprobó con 10 puntos porque explicó brevemente que la novela de Cortázar se trataba de una historia de amor que se desarrolla en un manicomio, y dentro del manicomio había niños muertos cuyos nombres nunca pudo recordar, ahora le preguntaría a la profesora por qué le puso 10 a Antonio, hasta ahora es el mejor resumen que he oído de la obra de Cortázar, y más si podemos leerla como nos de la gana, masculinamente como a veces exigía el argentino. A Carlos le colocó 17 puntos, pero Carlos era el más aplicado de los tres, y precisó que la novela de Rulfo hablaba sobre muertos, fantasmas y apariciones. Luego de clases y de saber que tenía un examen de recuperación de literatura latinoamericana le pregunté: ¿Sobre muertos se trata la novela? y Carlos precisó un poco más: la novela narra la historia de un hombre que ve, habla y come con los muertos. Pues, que novela más rara, le dije, prefiero la historia de amor en el manicomio como la obra que leyó Antonio y Carlos aclaró: lo único que no entendí de la novela de Cortázar (que también leyó) fue si era un niño o varios, es que tenía un nombre raro ¿Rocadoamur, Rocamadur?, creo que es francés y como no lo recordaba bien mientras leía, pensé que podía ser más de uno, y también dudó dónde quedaba el manicomio: ¿Argentina o Francia? Y así paso esa época, con un examen de recuperación en el que hablé de Pablo Neruda de su ¿fatídico? Poema 15. Comenté a la profesora que ese poema estaba dedicada a un fantasma, a una muerta. La profesora se apiadó de mí relación con la muerte y me colocó 10 puntos. 
Pues sí, el París de Cortázar era un gran manicomio, así como el Japón en que vivo es un portaaviones. Ni Cortázar, ni Gallegos, ni Rulfo, me llegaron en mi adolescencia o yo no los dejé llegar, arribaron a mi mesa de noche, después de mis veintes años, después de recorrer varios caminos y laberintos, casi al final de mis estudios universitarios, luego de algunos sueños incumplidos, de empezar a buscar entre libros ideas inapropiadas, de crear diálogos con seres inanimados, así como de vez en cuando trepar algún árbol que en mi niñez nunca me atreví. Las anécdotas narradas vienen porque aquella profesora le pareció curioso que yo viera una muerta en el Poema 15 de Neruda, y de decirme que poseía una extraña relación con la muerte. ¿y los Veinte Poemas de Amor están dedicados a una muerta? Si profesora, fue mi respuesta, y aún lo creo. Esa relación ahora se profundiza porque he comenzado a escribir en un cuaderno los muertos que he conocido, similar como lo hace Fernando Vallejo. Mi Amiga Japonesa comenzó a leerlo y me preguntó quienes eran esas personas. Son las personas que he visto o hablado en algún momento de mi vida y ahora están muertos, le explico. Mi Amiga Japonesa me mira con sospechas, con resquemor, y sí, yo también percibir como algo bizarro esa maña de hacer una lista de muertos que Fernando Vallejo comentó en su Discurso en la Universidad Nacional de Colombia al recibir el doctorado honoris causa. Y es que ahora entiendo que no es una provocación, es que Fernando Vallejo entrevió los manicomios en que se transforman los países y que vuelven esquizofrénico, paranoico o espectro a sus habitantes, así como lo inútil de recordar sin sentido, pero especialmente, Vallejo acentúa las profecías de Juan Rulfo, y sí, es que ahora también comprendo a los difuntos de mexicano, entiendo ahora lo maravillosas real de Rulfo y sus frases como la de su cuento Luvina“Yo les dije que era la Patria. Ellos movieron la cabeza diciendo que no. Y se rieron. Fue la única vez que he visto reír a la gente de Luvina. Pelaron los dientes molenques y me dijeron que no, que el Gobierno no tenía madre. Y tienen razón, ¿sabe usted? El señor ese sólo se acuerda de ellos cuando alguno de los muchachos ha hecho alguna fechoría acá abajo. Entonces manda por él hasta Luvina y se lo matan. De ahí en más no saben si existe. Tú nos quieres decir que dejemos Luvina porque, según tú, ya estuvo bueno de aguantar hambres sin necesidad -me dijeron-. Pero si nosotros nos vamos, ¿quién se llevará a nuestros muertos? Ellos viven aquí y no podemos dejarlos solos". 
Y si ahora entiendo maestro Vallejo, ahora entiendo maestro Rulfo, los muertos debemos llevarlos, los muertos nos anclan, nosotros a ellos y ellos a nosotros, y hay que reírse cuando nos hablan de la patria, de los gobiernos, de la prosperidad, de la felicidad, del futuro, estas ideas sólo usan a los muertos como comodines para los juegos de poder, y luego no se los llevan, no los cargan, los tiran, los abandonan, pero los verdaderos muertos quedan en nuestra memoria para recordarnos lo efímero que somos, la suerte que tenemos y que a veces hay que sacar a los muertos de los conceptos y dejarlos vacíos de ellos y, ¿el concepto se romperá?, ¿cómo pensar una guerra sin sus muertos? Los muertos no deben ser manipulados, ni olvidados. Pero últimamente descubro al Rulfo profeta y a Vallejo como su discípulo, dos escrituras que muestran una Latinoamérica lejos de el "realismo mágico" que nos enseñaron a percibir. En alguna época sentí a Venezuela como una parte de Macondo, donde los absurdos se encontraban en la realidad, y los muertos eran anécdotas, historias hilarantes, "sayonas". Al crear mi lista de muerto Macondo se fue transformando en Comala, y ahora tengo  esta lista de nombres sin cuerpos, sin posibilidad de contactos, abrazos, y afectos, y será la lista lo que recitaré cuando me pregunte acerca de la seguridad de mi país, recitaré a los muertos como lo hacen los habitantes de Comala, Cumaná, San Cristobal y Caracas.
Mi Amiga Japonesa siempre ha querido ir al país en que nací, y tengo años llenándole de excusa, la principal, Venezuela es peligrosa. ¿Siempre había sido así? me pregunta ella. No, le digo, de niño no veía pistolas ni muertos en las calles y eso que vivía en un barrio: Campo Rico. Habían malandros, personas "mala" o sencillamente individuos que no les interesaban hacer el bien, aquel que Aristóteles y Platón definieron como lo que todos los seres humanos buscan y aprecias; y caminaban con sus navajas, oyendo salsa y tomando cerveza en las esquinas y fumando un cigarro que olía a hierbas quemada. Mi madre me advertía que allí había un peligro y que no me acercara. Con el tiempo aprendí uno que otro movimiento de kárate o boxeo, y así sobrevivía al acoso en el barrio, cuando los malandros me detenían y me pedían dinero, a veces me defendía y rompí varias narices y me rompieron alguna veces la boca, a veces corría por las escaleras. Pero no sentía el peligro de que mi vida se acabara, sólo el dolor de los golpes. Cuando tenía como nueve años o diez años, oí que a Boris, el primer malandro que conocí en mi vida, fue asesinado, lo encontraron robando una quinta en El Marqués, y el dueño le disparó. Fin de una de las personas que mis padres me enseñaron a temer. Boris, delgado, alto, con cinco hermanos, sin padre conocido y madre que siempre gritaba por las calles del barrio, fue el primer muerto que llegué a conocer, el primero de mi lista, con su mirada triste y sus labios gruesos con un cigarrillo y una piel algo amarillenta, aunque no tenía más de dieciocho años, y sólo una vez me detuvo, me pidió mi dinero, me negué, y gritando me dijo, !corre! y corrí...  él se rió; aún corro, ya no por las escaleras del barrio, sino por la vida. Cuando murió, mi madre me advirtió que su vida fue irregular, fuera de la ley, sin orden, y matando a hierro se muere a hierro,  yo sólo me acordaba de su cara, un rostro muy joven, y nunca lograré saber por qué me dejó esa tarde correr escaleras abajo y no me golpeó. Tenía ocho años y a esa edad uno no quiere saber de la vida, sino vivirla. Mi madre me observaba por las calles, jugando, corriendo, y se preocupó de que siguiera el ejemplo de Boris, pero no, estaba en la calle para oír historia, para sentir mis hormonas, para socializar, el miedo a Boris y su muerte me alejó de sus pasos, quería vivir, sentir más cosas, e intuí que los estudios me guiarían a algún lugar que por aquel entonces no sabía cuál era. 
Ingresé a la universidad, mas por suerte que por constancia y desde entonces mi lista de personas muertas comenzó a crecer, especialmente en el año 1989 con el Caracazo. Ese año escribí el nombre de Yulimar Reyes una joven de izquierda y bellas ideas que fue asesinada por el simple hecho de estar en el lugar equivocado a la hora equivocada. Aquí comienza la lista de mis muertos a crecer, pero lentamente, en esta lista se incluyen a las abuelas, a una prima, las "viejas" muertes esperadas, aunque el de prima fue una sorpresa. Las muertes familiares llegaron a los cuerpos mermados, no por asesinato, no por una "Pena Capital", sino por simple cansancio, agotamientos. Con el tiempo ingresaban más conocidos. Una tarde un amigo me dijo: "sabes Álvaro, Cisnero murió. ¿Cisnero? Sí, te acuerdas de él, algo medio maricón, pues murió de SIDA". Si también tuve conocidos que murieron de SIDA, de sobredosis de drogas, en accidentes de tránsito. La lista aumentaba, cada año alguien ingresaba, a veces una o dos personas, era un ritmo ¿"normal"? Así anoto en la lista hasta llegar al año 2000 por aquella fecha la lista contenía una doce personas. Pero desde el 2000 hasta estos días de vacaciones en Japón y que escribo en mi Blog viendo la ciudad de Osaka, me percato que en la lista ingresaron cuarenta y tres personas. Más del triple de la última década del siglo pasado, y por cierto ningún japonés. ¿Qué pasó? ¿Será que me vuelvo viejo y a mayor edad más muertos aparecen?, pero si apenas entro a mi cuarta década. ¿Será que las personas que conozco están muy enfermas?, para nada, todas son deportistas o alcohólicas. Leo la lista y los hechos y resulta que treinta y siete personas han sido ASESINADA, así de simple y en mayúsculas. Con el inicio de la Revolución siento que se inicia un País de Muerte, aunque unos amigos me dicen: Álvaro como siempre !Exageras! Yo hago un ejercicio de imaginación y veo cómo se transforma Caracas en Luvina, en Comala, no los lugares que describía Rulfo, no los terrenos de los habitantes del norte de México. Luvina se haya entre las esquinas de Padre Sierra a Las Monjas y Comala es un terreno baldío entre la Serranía del Interior y el Ávila. Y es que desde el 2000  la lista aumenta y aumenta. Al principio no le di importancia, y es que uno piensa que es normal que las personas mueran, sí, es el proceso certero de la vida pero; ¿cuentan las muertes ejecutadas por una ley no escrita, por una especie de Pena Capital, en la cual nunca el condenado pudo saber su sentencia. Mis amigos repiten: !exageras! La muerte siempre nos visita, eso ocurre todo el tiempo, en todas partes, argumentan mis amigos, y pienso el día en que Caracas se transformó en Luvina y la recuerde desde Japón; donde me comentaron que el año pasado asesinaron a 21 personas con armas de fuego, ¿sigo exagerando?
La metamorfosis de Caracas ocurrió para mí, un día en que estaba almorzando en la universidad, un amigo me ve, se acerca y comenta: ¿sabes, ayer mataron a Rafael? Yo me le quedé mirandolo y pregunté: ¿cuál Rafael? Él mira con una seriedad indescriptible: Rafael García Torres. !Rafael García Torres!, exclamé de inmediato, y le digo a mi amigo: pero el martes le llevé un artículo para la revista Apuntes Filosóficos, y nos tomamos un café, y me recibió el artículo, y hablamos de proyectos !qué dices!, ¿cómo que lo mataron? Pues sí, parece que discutió con alguien en la autopista y le dispararon, murió dentro del coche. Así mi libro de apunte de los muertos que comenzó con Boris, el malandro del barrio, que era una persona que hacía mal, que robaba, que asustaba, que vendía drogas y violaba, se sumó en el 2008 la muerte de Rafael García Torres, profesor de la UCAB, de la UCV, no por causas natural como se esperaría, sino porque un "Boris" le disparó cuando conducía por la autopista, lo mató de un tiro e hirió a su hijo que lo acompañaba. El profesor fue sentenciado, ejecutado, obtuvo una Pena Capital, pero, qué mal hizo a la sociedad Rafael, ¿enseñar? Me alejé del estilo de vida que hizo Boris porque quería vivir, y siempre traté de estar en la ley, de no hacer el mal, de obtener un trabajo decente, quizás como Rafael, ¿entonces? No hay camino seguro en la vida, eso lo había aprendido en mis estudios de filosofía, pero no es que la vida sea insegura en sí, sino que las profecías de Rulfo comenzaron a cumplirse. Juan Rulfo no sólo usa regionalismos, metáforas locales, imaginarios populares, Juan Rulfo es un profeta que se esconde entre las palabras, así Venezuela se está llenando de almas, no de cuerpos vivos y las personas están hablando constantemente con muertos, siguiendo a muertos, recordando muertos. Pedro Páramo será cada Venezolano que regresa a su casa y por las calles andan Susana San Juan, Lucas Páramo, Dolores Preciado, Miguel Páramo, Toribio Aldrete; sí, un corrido de zombis que aparecen en cada rincón de Venezuela buscando a otros muertos. Y fue con la muerte de Rafael y de otras personas que me hicieron pensar en irme de Comala, aunque decía que exageraba, que todo era azar, que hay que luchar por un mejor porvenir. No, Comala se instauró, y a veces no eran sólo los muertos sino los que quedaron cuadripléjico o parapléjico, en silla de ruedas como Jorge Recio, fotógrafo, estudiante de filosofía, quien siempre estaba sonriendo a la vida, y desde abril de 2002 está en una silla de rueda. 
¿Me tuve que haber quedado en Comala con los muertos?, pero los muertos también me hablaron, y decidieron que los recordara con mis neuronas, con mi vida, con mi torpe escritura, llevo a los muertos conmigo, a Boris y a Rafael, así como muchos que no nombro para no aburrir, pero que están en mis noches, antes de dormir, antes de perder la conciencia, como ejercicio para el que será mi muerte, ellos me acompañaran en mi última noche y nadie sabrá quienes me acompañarán, aunque la lista se seguirá escribiendo. Llevo ahora todos los nombres en un cuaderno, con sus fechas de defunción y unas notas de cómo estas personas se vincularon con mi vida. Seguramente habrá algunos nombres que no he anotado, no por decidia sino porque no me he acercado a Comala últimamente, no he sabido más de muertos. Hay gente que piensa que la muerte en Venezuela es un problema de percepción, sería bueno que todos hagan sus cuadernos y los enviarán al Congreso, seguro no habrán estanterías suficientes para colocarlos. Y es que en Venezuela se transforma en Comala, así como profetizó Rulfo: "Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo del tejabán, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada. Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río" Cae la lluvia, mueren las personas, las casas se derrumban, los indigentes se acumulan, las promesas se las llevan los ríos, y claro, ahora hay patria, tierra, cosechas, comida, vida, abundancia, o como decía alguien: "vivir viviendo", una forma bizarra de percibir la violencia entre adjetivos y adverbios. 
Creo que en mi Comala se "mueren muriendo". Y aunque se han dado tierras, casas, carros, trabajos a dedo, sistemas de salud, de educación y alimentario por populares decretos. Comala crece con sus muertos, o por lo menos eso lo podemos leer en notas de prensa. "Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo, para ver si algo retoña y se levanta. Pero nada se levantará de aquí. Ni zopilotes. Uno los ve allá cada y cuando, muy arriba, volando a la carrera; tratando de salir lo más pronto posible de este blanco terregal endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como reculando" Así comenta el profeta. Sí, cada vez que leo a Rulfo leo una profecía que se cierne sobre Venezuela, aquel país que recorrí de punta a punta, sin libreta de muertos, aquel país que me adentré desde lo profundo del Amazona, La Gran Sabana, El Delta, Los Llanos, Los Andes, Zulia, e Islas paradisiacas como Los Testigos. Sí, recorrí toda Venezuela en mi juventud, pero ahora no soy capaz de llevar a Mi Amiga Japonesa y mostrar las bellezas que percibí, la gente que conocí, las curiosidades que recorrí, porque tengo un extraño miedo, no ha morir, de ser robado, o secuestrado como le ha ocurrido a varios amigos, sino a encontrarme con Boris y esta vez no me deje correr, ni a Mi Amiga Japonesa. 
En la libreta de Mi Amiga Japonesa hay sólo un muerto, un abuelo, que murió por ley natural, más nadie, en Japón se mueren de viejo o se suicidan, así que aunque hay Pena Capital, seguramente su libreta estará ajada cuando escriba el décimo nombre, quizás el mío, para ese momento espero no haber escrito un segundo cuaderno con nombres, como lo hizo Vallejo. Descanse los muertos de Comala, los que llevaré en mis neuronas hasta mi último suspiro, en cualquier lugar, a cualquier hora.