No sé por qué quiero saber quién gana el Oscar a mejor película, debe ser una
curiosidad morbosa como la que tenía en saber quién ganaba el premio Nobel de
literatura, pero éste último premio, desde que lo ganó Bob Dylan, realmente me
dejó de interesa, por lo que aún busco quién ganó el Oscar a mejor película. El
Año pasado ganó un drama-comedia: CODA, que era una adaptación de una película
francesa donde la original superaba a su copia. Este año mi favorita no ganó el
premio la obtuvo: Everything Everywhere All at Once, una película que todos
conocen y sí, es entretenida, te puede dar momentos de reflexión como la
conversación entre las piedras, tiene un buen montaje y fotografía. Esta
película me muestra que cada vez nosotros deseamos conseguir algo en el universo
que nos indique que hay la posibilidad de otro tipo de existencia que ésta que
llevamos. Estas películas de multiverso son unas odas al escape que todos
aprendemos en la infancia cuando nuestras familias nos invitan a nuestras
primeras huidas en conjunto en el espacio y tiempo de las vacaciones, o cuando
comenzamos a “saltar” algunas horas de las clases del colegio y ahora del
trabajo para a veces simplemente vagar. Escaparse como síntoma en esta época de
multiverso nos puede indicar que no nos sentimos bien siendo y haciendo lo que
somos, pero también descubrir que, en este mundo, en este escenario donde
actuamos rodeado de infinidades de tribus, es el único que existe, pero que, a
diferencia de los primeros calvinistas no nos resignamos. Mi favorita era Tár,
me pareció una película donde todos nuestros miedos se conjugaban: miedo a
perder el amor, miedo a ser descubiertos en nuestras corrupciones morales, miedo
a las redes sociales, miedo al fracaso, miedo a las envidias, miedo a aceptarse…
Es una película sustentada por los miedos y que Cate Blanchett lo lleva con
dinamismo y corrupción. Es una película donde los sarcasmos y las ironías se
consiguen con facilidad y que su función está en mantener las críticas a una
sociedad que cada vez se centran más en sus miedos, en sus tribus, en sus
creencias. Donde el miedo es tal que ya sólo tocar a Bach es un problema moral y
de conciencia, y por supuesto el final es uno de los que más me han sorprendió
en esto últimos años porque nos muestra sutilmente hacia dónde va toda esta
cultura “clásica” de la que nos mostraban de niños que teníamos que saber
apreciar. En este año postpandemia, hubo otras dos películas que no fueron
premiadas y a veces ni mencionadas pero que para mí implicó varias reflexiones y
emociones. Una curiosamente la conseguí en Netflix sin que aparentemente nadie
le preste atención. Se titula: Una sombra en mi ojo. Es una película danesa sobre
la segunda guerra mundial, pero a diferencia de otras películas sobre esta
particular guerra, los protagonistas son niños lo que muestra un horror superior
al que se puede imaginar. Es una película que muestra una crudeza sin artificios
y estéticamente impecable, quizás con una de las mejores fotografías que he
visto. Una tercera película que pasó sin pena ni gloria fue la francesa À plein
temps (A tiempo completo) de Eric Gravel, una película de las que presenta
finales alternativos, algo que no se estila últimamente a presentar al
espectador, aunque el director escogió la de “final feliz” porque sabemos que al
poner un “final feliz” no debemos seguir contando lo que sigue sucediendo en la
historia. La película la analizo como una crítica nada sutil o sutil,
dependiendo a cómo se pueda percibir el “empoderamiento” de la mujer, donde
vemos que esa imagen se sostiene en prejuicios, engaños, seducciones y ruindad
por parte de una madre que quiere dejar de ser madre pobre, que quiere dejar su
pobre trabajo y para ello se “empodera” de engaños y traiciones para los propios
miembros de su género. También en Japón hay una especie de Oscar que lleva el
curioso nombre de NIHON ACADEMY AWARDS (日本アカデミー賞). El año pasado lo ganó
Drive My Car y que ahora percibo que fue una de mis última entradas que he
escrito, y que compitió como mejor película extranjera en los Oscar del año
pasado, este año ganó: ある男, que podría traducir como “Cierto Hombre” o “Un
Hombre”, película que busca desvelar las falsedades que se esconden en todas las
familias felices que desfilan por la política, por el cine y las series de
televisión en Japón. Es la historia de un abogado que recibe una extraña
petición de una antigua cliente, para que investigue la identidad de su difunto
marido Daisuke. La cliente había regresado a su pueblo natal con sus hijos
después de divorciarse y allí se casó con Daisuke, a quien conoció y tuvieron
una “familia feliz”; pero Daisuke murió en un accidente. Sin embargo, el hermano
de Daisuke, que había estado distanciado de él durante muchos años, le dijo que
el hombre del retrato no era Daisuke, y ella descubrió que su marido, al que
supuestamente había amado, era una persona completamente distinta. Así que
podría resumir que este año me gustaron las películas nos muestran nuestros
miedos profundos que deseamos desconocer (Tár), películas de horror que se
desvela en las actitudes de los niños en espacios de conflictos bélicos (Una
sombra en mi ojo), del “empoderamiento” de las minorías (A tiempo completo) y un
thriller japonés que como todo thriller el culpable es aquel del quien menos
sospecha (Cierto Hombre).