Julián Isaías Rodríguez Díaz |
LA CARTA REVOLUCIONARIA.
Fui su secretario por mera envidia, quería tener su sabiduría que
le permitía ver la verdad en los ojos de los demás como explicó a la Nación
cuando investigaba en caso del asesinato de Danilo Anderson y vió la verdad en
el discurso de su testigo estrella Giovanni Vázquez. Mi jefe no sólo veía la
verdad, sino era un consagrado poeta, como lo debe ser todo buen
revolucionario, además de lector, narrador y cristiano, siempre recordaba su
versos: «Al él, le gustaba fregar / fregaba los
platos / fregaba los cubiertos / fregaba las ollas / y fregaba la paciencia», lo
que también me recordaba que todo delirio poético se vuelve realidad gracias a
las instituciones que lo promueven, es decir, la institución llamada Revolución
Bolivariana ha fregado la paciencia a cada uno de nosotros e inclusive a mi
jefe Isaías Rodríguez, Julián para los panas, por lo que no es que la realidad
imita la ficción, sino que ésta se vuelve real por las ineptitudes políticas que
las promueven de ahí la novela kafkiana que vive Venezuela. Mi Jefe me confesó
que deseaba renunciar a su cargo viendo que no tenía dinero para pagarme mis
honorarios, ni la cuenta de la cafetería donde todas las mañanas desayuna un
café y dos cruasán por doce euros, por lo que también me permitiría renunciar
si quisiera pero eso sí, no podía tomar mas café gratis en la embajada, pero antes de renunciar me pidió que le ayudara a corregir su carta de renuncia y así
lo hice con sus comentarios. Estimado
Presidente: (aunque no estaba seguro si se dirigía a Maduro o a Guaidó). Desprovisto de alardes y con un inmenso respeto
por esta batalla digna y valiente que ha librado contra el imperio declinante,
me dirijo a usted en la oportunidad de presentar mi renuncia al cargo de
Embajador Plenipotenciario de la República Bolivariana de Venezuela ante la
República de Italia. (Le comenté que la introducción
tenía un alarde épico-poético a lo que él preguntó ¿acaso los imperios no caen?
¿no ves lo cerca que el Imperio está por caer, está declinando por el peso de
sus políticas estúpidas? Frente a esta sentencia de la persona que más envidio
pensé en redactar un tratado sobre qué es la estupidez, pero creo que es
inagotable, en fin, leí el siguiente párrafo donde detecté un arrebato
iluminado). Debo reconocer que nací para
martillo y del cielo me caen los clavos. No he aprendido a regatear
indulgencias y ello es terrible y agotador en la política del día a día.
Afortunadamente, el dolor proporciona confianza y seguridad; el dolor es
necesario y opcional, cuando los pasajes duros se atraviesan frente a nuestra
dignidad. Sepa usted, Presidente, que sigo senderos rectos como los de una
lanza. (No pude evitar que una lágrima saliera de mí, ver a este recto hombre
sufriendo por no poder regatear indulgencias, es decir, las vendía a un precio
fijo y punto, sí, qué dolor que a veces no le pagaran su precio, pero siempre
la poesía viene a su ayuda) Su causa, que es la mía, me ha retenido como
un campo de fuerza, como un imán. Con fe absoluta me he aferrado al chavismo,
cual una tabla en este océano de contradicciones que rodea su Gobierno. He
llegado, sin embargo, a comprender definitivamente que no puedo convertir el
agua en vino, ni resucitar a los muertos. Muchos de sus discípulos tienen muy
poco de apóstoles, y es cuando todos nos preguntamos ¿si es la iglesia o dios
quien está fallando? (Cuando leí este párrafo tuve
miedo de estar envidiando a Jesucristo y no saberlo, ¿cuándo se habrá dado
cuenta que no podía convertir el agua en vino?, creo que en los momentos donde
más contradicciones mostraba la revolución había menos milagros, obvio porque
con Chávez y con muchos dólares los milagros aparecían y los apóstoles también). Como San Pablo, el gran faquir, renuncio a mi
trabajo de recaudador y me largo al infierno. Puede usted estar seguro que cantando
enfrentaré cualesquiera de las muertes que me esperan ¡Ya no aguanto más! Se ha
irrespetado la Embajada donde lo represento, y tengo 77 años. Mi frente está y
estará en alto, no soy de los que se quedan mirando los zapatos. Toda la vida
he rechazado las injerencias que pretendan humillar o alterar mi consciencia y
mi espíritu. (En este momento epistolar le pregunte si vivir en el Infierno era los
EE.UU. o Venezuela, pero él apenas sonrió y no preciso, y es que la poesía nos
llenas de metáforas y nos aleja de las precisiones). Quiero que sepa usted, que estoy y estaré a su
lado. Pero espiritualmente. Es mi turno de ser abuelo. Lo he diferido mucho
tiempo y no quiero morir sin ejercer este oficio que lo ha retardado la
política. Me alisto en la Fuerza Espiritual de Operaciones Especiales para los
Nietos. Necesito mucho de ellos para poder contar y escribir las historias de
este tiempo, vivido desde 1.998 hasta la fecha en la cual suscribo esta carta. (No
pude evitar verlo como el abuelo de Heidi, con su pipa y haciendo cabras de
madera, eso sí, no importa si está en un Chalet en Suiza, él estará
espiritualmente con Maduro, mientras éste lo ve en las fuerzas especiales
espirituales para nietos, obviamente no es sólo poesía lo que leemos, es
paradoja que zanja a una generación de otra).
La fe, Presidente, es una
lección, pero también una elección. No tengo nada de que arrepentirme; he sido
feliz entregándome a una de las causas más bellas de la vida: la libertad de mi
país. He querido ser un compañero leal y no un diletante adulador y temeroso.
No me metí en esto para sacar una espada de una piedra y convertirme en el rey
Arturo. Creo en su causa y puedo bailar mazurcas con Ana Karénina. La cruz que
he cargado durante estos años la acepto con benevolencia y afabilidad, como un
gesto de gracia. No soy de quienes se rajan la camisa para luego
decir: "mira lo que hice por ti". (En
esos momentos le dije que abusaba de la fuerza de la metáforas, que era
innecesario bailar mazurca con Ana Karénina en vez de tambor en la costa de
Choroni con una hembra mulata, y que era mejor no burlarse indirectamente del
presidente con la imagen del rey Arturo, porque cuando le recomendó la película
“Los caballeros de la mesa cuadrada” y le explicaba que era una parodia del rey
Arturo, Maduro preguntó si aún gobernaba). He
visto mucho marketing al lado suyo y también al lado de Chávez. La gente
constantemente se bautiza, pero jamás se libera de sus pecados; sepa usted,
Presidente, que su pueblo no solo es insobornable sino, también, difícil de
engatusar. Mucho más allá de los partidos, ese pueblo, es una gran familia que
debe superar el odio. Con el tiempo sabremos quienes somos, y a quienes nos
hemos parecido, a Bolívar o a Santander. (Aquí casi me decepciono de él,
del hombre que ve la verdad en los ojos de los otros, porque aun no sabía
quienes eran colombianos o venezolanos, sólo alentaba a superar los odios,
aunque nadie supera sus pecados. No sé, le dije que era muy teológica esta
parte y yo era santero. Él me hizo con la mano la señal de la cruz y me sentí
liberado). Me voy (del cargo) sin
rencores y sin dinero. Mi esposa acaba de vender las prendas que le regaló su
ex esposo, para poder mantenernos frente al bloqueo norteamericano. Estoy
intentando traspasar el vehículo que compré al llegar a la Embajada y, como
usted sabe, no tengo cuenta bancaria, porque los gringos me sancionaron y la
banca italiana me echó de su lonja. Clavaron mi honestidad en una pica, pero
cuando muera sabrán exactamente cual patrimonio dejo a mis hijos. Guardaré los
recuerdos que de usted tengo en una caja con pelotas de naftalina. (Le
pedí que no escribiera esto, lo verían como un chulo, además de que buscarán
por las redes quién es su esposa además de explicarle que no tenía que separar
el prefijo ex de la palabra esposa, pero en fin él es un poeta, pero además seguramente
buscarán a su exesposo por tarugo y rico o quizás bolichavista que le regalaba
joyas, en esos momentos yo lo buscaba por Google; pero él fue enfático, la caja con pelota de naftalina tenía que aparecer
en el texto como una visión de humildad. Sí, le dije en estos momentos, el
pueblo venezolano lo verá como un Mahatma Ghandi en un futuro cercano). No tiene usted que aceptar o reprobar esta
carta. La haré pública porque es definitiva. No es irrevocable porque nada es
irrevocable en la vida. Es simplemente definitiva, señor Presidente. No me vea
ni me sienta vulnerable. Esa expresión es "neonazi" y no suena bien. (También
le advertí de la palabra neonazi, porque la gente puede pensar que el
presidente es fascista, lo que es algo impensable si no usamos la lógica, pero
a él le encanta la historia, las película y los libros que habla sobre los
nazis, no sé es una afición que junto a ir a la iglesia a las 10 de la mañana, nunca he entendido) Créame que me siento
orgulloso de haber sido su Embajador y su compañero, y que, en este momento,
siento como si me quitara una de las tantas contracturas que tengo (son tres)
en la columna. Renuncio, Presidente, a mis dosis de insomnio, estrés, aflicción
y a las víboras con cabeza triangular que desde hace mucho tiempo lo acompañan.
(Definitivamente
renuncio, le dije a mi jefe al leer esta parte de la carta porque está
proclamando a los vientos que además de que la Revolución Bolivariana es mala
para la salud, está protegida por una Medusa que impide a los superhéroes
venezolano terminar de entender el último capitulo de Juego de Trono).Me voy "pelado", como el ala de un
murciélago, como si una ola
turbulenta me empujara; sin ningún tormento, con la verdad de lo íntimo, de lo
justo y de las convicciones intactas. Le juro que continuaré perfeccionando mi
dignidad para reconocerla en mis silencios y poseerla hasta mis últimos días, y
para emplearla como escudo y hacha frente a los adversarios (no tengo enemigos
Presidente). (Pues
yo también me voy, no tan poéticamente porque no me gustan los murciélagos,
también pelando aunque nunca fui abogado, ni miliciano de Acción Democrática,
ni Vicepresindente de un país, ni Fiscal General, ni embajador, pero si usted
después de todos estos cargos sale pelando, no quiero decir cómo salgo yo). Su
amigo Julián Isaías Rodríguez Díaz (Su Jalabolas secretario y miembro de PSUV).