martes, 21 de mayo de 2019

CUENTOS DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA CONTADOS POR SUS CREADORES (JULIÁN ISAÍAS RODRÍGUEZ DÍAZ)


Julián Isaías Rodríguez Díaz
LA CARTA REVOLUCIONARIA.
Fui su secretario por mera envidia, quería tener su sabiduría que le permitía ver la verdad en los ojos de los demás como explicó a la Nación cuando investigaba en caso del asesinato de Danilo Anderson y vió la verdad en el discurso de su testigo estrella Giovanni Vázquez. Mi jefe no sólo veía la verdad, sino era un consagrado poeta, como lo debe ser todo buen revolucionario, además de lector, narrador y cristiano, siempre recordaba su versos: «Al él, le gustaba fregar / fregaba los platos / fregaba los cubiertos / fregaba las ollas / y fregaba la paciencia», lo que también me recordaba que todo delirio poético se vuelve realidad gracias a las instituciones que lo promueven, es decir, la institución llamada Revolución Bolivariana ha fregado la paciencia a cada uno de nosotros e inclusive a mi jefe Isaías Rodríguez, Julián para los panas, por lo que no es que la realidad imita la ficción, sino que ésta se vuelve real por las ineptitudes políticas que las promueven de ahí la novela kafkiana que vive Venezuela. Mi Jefe me confesó que deseaba renunciar a su cargo viendo que no tenía dinero para pagarme mis honorarios, ni la cuenta de la cafetería donde todas las mañanas desayuna un café y dos cruasán por doce euros, por lo que también me permitiría renunciar si quisiera pero eso sí, no podía tomar mas café gratis en la embajada, pero antes de renunciar me pidió que le ayudara a corregir su carta de renuncia y así lo hice con sus comentarios. Estimado Presidente: (aunque no estaba seguro si se dirigía a Maduro o a Guaidó). Desprovisto de alardes y con un inmenso respeto por esta batalla digna y valiente que ha librado contra el imperio declinante, me dirijo a usted en la oportunidad de presentar mi renuncia al cargo de Embajador Plenipotenciario de la República Bolivariana de Venezuela ante la República de Italia. (Le comenté que la introducción tenía un alarde épico-poético a lo que él preguntó ¿acaso los imperios no caen? ¿no ves lo cerca que el Imperio está por caer, está declinando por el peso de sus políticas estúpidas? Frente a esta sentencia de la persona que más envidio pensé en redactar un tratado sobre qué es la estupidez, pero creo que es inagotable, en fin, leí el siguiente párrafo donde detecté un arrebato iluminado). Debo reconocer que nací para martillo y del cielo me caen los clavos. No he aprendido a regatear indulgencias y ello es terrible y agotador en la política del día a día. Afortunadamente, el dolor proporciona confianza y seguridad; el dolor es necesario y opcional, cuando los pasajes duros se atraviesan frente a nuestra dignidad. Sepa usted, Presidente, que sigo senderos rectos como los de una lanza. (No pude evitar que una lágrima saliera de mí, ver a este recto hombre sufriendo por no poder regatear indulgencias, es decir, las vendía a un precio fijo y punto, sí, qué dolor que a veces no le pagaran su precio, pero siempre la poesía viene a su ayuda)  Su causa, que es la mía, me ha retenido como un campo de fuerza, como un imán. Con fe absoluta me he aferrado al chavismo, cual una tabla en este océano de contradicciones que rodea su Gobierno. He llegado, sin embargo, a comprender definitivamente que no puedo convertir el agua en vino, ni resucitar a los muertos. Muchos de sus discípulos tienen muy poco de apóstoles, y es cuando todos nos preguntamos ¿si es la iglesia o dios quien está fallando? (Cuando leí este párrafo tuve miedo de estar envidiando a Jesucristo y no saberlo, ¿cuándo se habrá dado cuenta que no podía convertir el agua en vino?, creo que en los momentos donde más contradicciones mostraba la revolución había menos milagros, obvio porque con Chávez y con muchos dólares los milagros aparecían y los apóstoles también). Como San Pablo, el gran faquir, renuncio a mi trabajo de recaudador y me largo al infierno. Puede usted estar seguro que cantando enfrentaré cualesquiera de las muertes que me esperan ¡Ya no aguanto más! Se ha irrespetado la Embajada donde lo represento, y tengo 77 años. Mi frente está y estará en alto, no soy de los que se quedan mirando los zapatos. Toda la vida he rechazado las injerencias que pretendan humillar o alterar mi consciencia y mi espíritu. (En este momento epistolar le pregunte si vivir en el Infierno era los EE.UU. o Venezuela, pero él apenas sonrió y no preciso, y es que la poesía nos llenas de metáforas y nos aleja de las precisiones). Quiero que sepa usted, que estoy y estaré a su lado. Pero espiritualmente. Es mi turno de ser abuelo. Lo he diferido mucho tiempo y no quiero morir sin ejercer este oficio que lo ha retardado la política. Me alisto en la Fuerza Espiritual de Operaciones Especiales para los Nietos. Necesito mucho de ellos para poder contar y escribir las historias de este tiempo, vivido desde 1.998 hasta la fecha en la cual suscribo esta carta. (No pude evitar verlo como el abuelo de Heidi, con su pipa y haciendo cabras de madera, eso sí, no importa si está en un Chalet en Suiza, él estará espiritualmente con Maduro, mientras éste lo ve en las fuerzas especiales espirituales para nietos, obviamente no es sólo poesía lo que leemos, es paradoja que zanja a una generación de otra).  La fe, Presidente, es una lección, pero también una elección. No tengo nada de que arrepentirme; he sido feliz entregándome a una de las causas más bellas de la vida: la libertad de mi país. He querido ser un compañero leal y no un diletante adulador y temeroso. No me metí en esto para sacar una espada de una piedra y convertirme en el rey Arturo. Creo en su causa y puedo bailar mazurcas con Ana Karénina. La cruz que he cargado durante estos años la acepto con benevolencia y afabilidad, como un gesto de gracia. No soy de quienes se rajan la camisa para luego decir: "mira lo que hice por ti". (En esos momentos le dije que abusaba de la fuerza de la metáforas, que era innecesario bailar mazurca con Ana Karénina en vez de tambor en la costa de Choroni con una hembra mulata, y que era mejor no burlarse indirectamente del presidente con la imagen del rey Arturo, porque cuando le recomendó la película “Los caballeros de la mesa cuadrada” y le explicaba que era una parodia del rey Arturo, Maduro preguntó si aún gobernaba). He visto mucho marketing al lado suyo y también al lado de Chávez. La gente constantemente se bautiza, pero jamás se libera de sus pecados; sepa usted, Presidente, que su pueblo no solo es insobornable sino, también, difícil de engatusar. Mucho más allá de los partidos, ese pueblo, es una gran familia que debe superar el odio. Con el tiempo sabremos quienes somos, y a quienes nos hemos parecido, a Bolívar o a Santander. (Aquí casi me decepciono de él, del hombre que ve la verdad en los ojos de los otros, porque aun no sabía quienes eran colombianos o venezolanos, sólo alentaba a superar los odios, aunque nadie supera sus pecados. No sé, le dije que era muy teológica esta parte y yo era santero. Él me hizo con la mano la señal de la cruz y me sentí liberado). Me voy (del cargo) sin rencores y sin dinero. Mi esposa acaba de vender las prendas que le regaló su ex esposo, para poder mantenernos frente al bloqueo norteamericano. Estoy intentando traspasar el vehículo que compré al llegar a la Embajada y, como usted sabe, no tengo cuenta bancaria, porque los gringos me sancionaron y la banca italiana me echó de su lonja. Clavaron mi honestidad en una pica, pero cuando muera sabrán exactamente cual patrimonio dejo a mis hijos. Guardaré los recuerdos que de usted tengo en una caja con pelotas de naftalina. (Le pedí que no escribiera esto, lo verían como un chulo, además de que buscarán por las redes quién es su esposa además de explicarle que no tenía que separar el prefijo ex de la palabra esposa, pero en fin él es un poeta, pero además seguramente buscarán a su exesposo por tarugo y rico o quizás bolichavista que le regalaba joyas, en esos momentos yo lo buscaba por Google; pero él fue enfático, la caja con pelota de naftalina tenía que aparecer en el texto como una visión de humildad. Sí, le dije en estos momentos, el pueblo venezolano lo verá como un Mahatma Ghandi en un futuro cercano). No tiene usted que aceptar o reprobar esta carta. La haré pública porque es definitiva. No es irrevocable porque nada es irrevocable en la vida. Es simplemente definitiva, señor Presidente. No me vea ni me sienta vulnerable. Esa expresión es "neonazi" y no suena bien. (También le advertí de la palabra neonazi, porque la gente puede pensar que el presidente es fascista, lo que es algo impensable si no usamos la lógica, pero a él le encanta la historia, las película y los libros que habla sobre los nazis, no sé es una afición que junto a ir a la iglesia a las 10 de la mañana, nunca he entendido) Créame que me siento orgulloso de haber sido su Embajador y su compañero, y que, en este momento, siento como si me quitara una de las tantas contracturas que tengo (son tres) en la columna. Renuncio, Presidente, a mis dosis de insomnio, estrés, aflicción y a las víboras con cabeza triangular que desde hace mucho tiempo lo acompañan. (Definitivamente renuncio, le dije a mi jefe al leer esta parte de la carta porque está proclamando a los vientos que además de que la Revolución Bolivariana es mala para la salud, está protegida por una Medusa que impide a los superhéroes venezolano terminar de entender el último capitulo de Juego de Trono).Me voy "pelado", como el ala de un murciélago, como si una ola turbulenta me empujara; sin ningún tormento, con la verdad de lo íntimo, de lo justo y de las convicciones intactas. Le juro que continuaré perfeccionando mi dignidad para reconocerla en mis silencios y poseerla hasta mis últimos días, y para emplearla como escudo y hacha frente a los adversarios (no tengo enemigos Presidente). (Pues yo también me voy, no tan poéticamente porque no me gustan los murciélagos, también pelando aunque nunca fui abogado, ni miliciano de Acción Democrática, ni Vicepresindente de un país, ni Fiscal General, ni embajador, pero si usted después de todos estos cargos sale pelando, no quiero decir cómo salgo yo). Su amigo Julián Isaías Rodríguez Díaz (Su Jalabolas secretario y miembro de PSUV).

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