Ella se masturbaba entre chocolates, no necesitaba de vinos o cigarrillos. Ella se masturbaba porque la solidaridad, las relaciones amorosas o humanas, o sencillamente todo aquel cúmulo de sinónimos afectivos, había perdido sentido, ahora era un ser autónomo, libre, digitalizado, sin lazos. Ella se masturbaba viendo películas donde algunos hombres y especiales mujeres salvan a las adolescentes de aceptarse vírgenes e ingenuas. Ella insistía en masturbarse con las almohadas, con bordes sinuosos, formas redondas, curvadas; transmitiendo un mensaje de ausencia de agresividad, o injerencia en la vida de los demás, a diferencia de lo que connota las aristas y los ángulos rectos. Ella conocía cada parte de su cuerpo, recordaba aquellos músculos que aparecen en los momentos del orgasmo y que desaparecen en la cotidianidad, en el mercado, en las conversaciones con las amigas; a veces se tocaba son sus dedos, otras con la palma de su mano, una vez necesitó un viento fuerte que la elevó de sus sufrimientos para ser feliz, pero había sido el paso de un huracán y parecía lejano su regreso. Ella en algún momento inició lentamente dejar los chocolates, de sentir sus pezones, quedarse despiertas más horas de la que necesita; así intentó crear otra vida, con otros amigos y amores, con variadas penetraciones y estudios de posgraduado. Trató de enseñar a las personas lo que era el sentido común perdido entre tanta democracias, trató de desmoralizar la ética de los poderosos, de los hombres con miedo y escribió artículos sobre mitos no resueltos que no nos dejan dormir. Al final de su vida ella se masturbaba entre chocolates, a veces se comía sus uñas y sus cutículas para sentir algo inmediato. En su apartamento de una única y elegante habitación había siempre chocolate esperando untar paredes de soledad y socavar el recuerdo imaginado de su padre masturbándose frente al televisor, viendo pornografía a las cinco de la mañana, antes de irse al trabajo, mientras hacía el café de la mañana, ella oía el ruido de VHS, gemidos apagados, silencio y casi de inmediato la melodía del noticiero matutino, en ese momento entraba su padre a despertarla para que fuera al colegio, así es el ciclo de su vida, de masturbación a masturbación, al igual a muchos otros que se inician cuando comienzan a explorar sus intimidades asegurándose de que nadie los ve.