Era cerca de las doce de la noche cuando terminaba el tercer tomo de historia de la filosofía "alterna" de Michel Onfray Los libertinos barrocos leo: "En este siglo del libertinos por todas partes, encontramos una pepita extraordinariamente brillante e ignorada por los filósofos: se trata de un breve texto de unas sesenta hojas titulado La superchería desvelada 『顕疑録・けんぎろく』 firmado por Cristovao Ferreira (1580-1650). El texto ve la luz en el año 1637, año, recordémoslo, de la aparición del Discurso del método. Mientras Descartes hace equilibrios entre la monarquía y la Iglesia católica, este jesuita portugués, misionero en Japón, perseguido por el equivalente de la Inquisición, escapa a la muerte, pero no a las torturas, gracias a la redacción del texto es perdonado, de esta retractaciones que constituye el texto más cercano a la destrucción integral del cristianismo, colocándolo en el borde mismo del nacimiento del ateísmo". Vuelvo a leer el nombre: Cristóvão Ferreira, ¿dónde lo he leído? Empieza a merodear por mi memoria ese nombre y cuando algo merodea por mi memoria crea un estado de angustia que busca desesperadamente neutralizar y la única forma es hallando lo que mi memoria pide, por lo que a veces vivo en un estado de angustia constante: "angustias de memorias". Me levanté de la cama y empecé a revisar por todo el hogar los libros que abundan por la sala de tatami, por la cocina, por el cuarto de baño, pues no tenemos una biblioteca en el apartamento, así que el apartamento es un espacio lleno de libros míos y de bolsos de Mi Amiga Japonesa. Ella me ve dando vueltas por la casa, como un trompo y pregunta: ¿qué buscas? Yo le digo: un apóstata. Ella no conoce esa palabra y busca en el diccionario y halla:『背教者 ・はいきょうしゃ』Veo la palabra en japonés. Sí traduzco literalmente, kanji a kanji, leería algo como: la persona que da la espalda a la doctrina o educación, eso es un apóstata, alguien que niega una orden religiosa a la que pertenece, o alguien que abandona un partido político por cambiar de doctrina u intereses, por lo que deduzco que Venezuela está lleno de apóstata y no precisamente por doctrinas religiosas, o quizás sí, en fin, le explico que busco un libro, ella asienta con la cabeza y se vuelve a dormir. Al final consigo el libro en la base de una columna de libritos. En esta obra aparece el nombre de Cristóvão Ferreira: El silencio『沈黙・ちんもく』de Endo Shusaku『遠藤周作』y que en este Blogger escribí unas reflexiones sobre esa novela cuando la terminé de leer.
En ese entonces me pregunté sobre el sentido del silencio en la obra del japonés, llegando a pensar que era un encuentro con un silencio interior que solo aparece en las concentraciones más profundas o en los rezos más repetitivos, aquel silencio necesario para ver desde cierta distancia las cosas y conjugarlas con reflexión y fe; pero releyendo a Onfray, y otros textos, parece más bien que el silencio es la consecuencia de la indiferencia de Dios que se produce frente al horror, las torturas y las injusticias, por lo que paradójicamente el silencio podría ser una prueba de la existencia de la divinidad, porque mientras en el infierno o en nuestro mundo siempre hay ruidos, llantos, risas, en el cielo hay silencio. Me puedo imaginar el Paraíso como un cine lleno de butacas para poder ver el espectáculo de los sufrimientos humanos, eso si, en estéreo y con glorias de alabanza ante y después de cada función, ¿qué más pueden hacer los santos en un cielo eterno de aburrimiento?
En la novela de Endo, Cristóvão Ferreira, realiza el papel de apóstata, de ateo, de traidor, una persona que hizo fumie 『踏み絵』es decir, pisar una imagen sagrada colocada en el suelo, como muestra de traición, de lealtad, de amor, de frustración, o para sencillamente seguir vivo sin asumir el aura de mártir. En la novela hallamos a Ferreira que se hace llamar Sawano Chuan『沢野忠庵』(como en realidad fue su nombre japonés después de hacer su auto de fe frente al shogún). Posteriormente Ferreira trabajó de traductor para los daimyo『大名』en Nagasaki hasta su muerte. En la obra de Onfray, Ferreira se presenta como el escultor del ateísmo a partir de la decepción de su fe cristiana. En la obra de Endo es un mártir particular, un testigo de la impotencia de las experiencias religiosas, de lo intransferible del conocimiento de las penurias y de las profundidades absurdas de las creencias. Pero no importa la reflexión de Onfray o la de Endo, el texto de Ferreira: La superchería desvelada fue escrito en Japón, un país donde los auto de fe ocurren cotidianamente. Japón es un lugar donde la religión contiene un ritmo que para los extranjeros a veces es inaudible, porque es un ritmo que respeta sólo las formas, los elementos externos y elude las esencias, lo oculto, lo siniestro.
Una de las cosas que me hace sentir bien en Japón es su indiferencia hacia la religión. En Venezuela a veces es imposible mantener conversaciones con personas porque aparece Dios, la Virgen, la ira de la justicia divina en cualquier formato, así como Changó, san Chávez, Ismaelito o una serie de nombres, santos, caudillos, maldiciones, sumisiones hacia los poderes divinos que son usados como muletilla, como sistema modular de ciertas emociones o como revelación íntima de verdad. Pienso que en Latinoamérica es un conjunto de paises creyente por excelencia, de sincretismo profundo, por lo que la espera de los milagros están a la orden del día. El pensamiento mítico religioso en el que me crié abarcaba todo, desde las amistades hasta el trabajo. Una vez hablaba con la vice-rectora en la universidad venezolana en la que trabajaba me habló del poder de la Virgen, de la educación, de la pérdida de valores, de la falta de respeto por Dios, y así iba, entre tratar de mantener un discurso académico con puntos y comas religiosos. Otra vez acompañé a un amigo a comprar un coche de segunda, y mientras examinábamos el vehículo, su dueño fumaba uno puro, todo vestido de blanco, como para que el negocio no le saliera bien a mi amigo. He tenido estudiantes que dicen que con su dios tienen todo lo que necesitan para la vida, incluyendo su moral y ética, otros que buscaron convertirme en buen cristiano en cualquiera de sus modalidades, pero a mi el problema religioso o divino realmente no me interesa, era como ver una carrera de caballos, pero que a diferencia de Pascal, no apuesto, porque toda apuesta es la entrega de una idea, de un trabajo, de una emoción al azar, y ya el azar marca mucho nuestros destinos para darle más valor del que se merece.
Pienso que en gran parte de Latinoamérica hay más apuestas al la justicia del sincretismo que hacia la justicia del hombre, quizás por ello, las personas ven a los políticos como profetas, como sacerdotes de dogmas e ideas (bien de extrema derecha, bien de extrema izquierda), por lo que uno de los choques culturales a las personas que vienen a Japón es su gran indiferencia a la religión en su día a día. No esperan milagros, los políticos no son profetas y la justicia debe funcionar como una institución. Así que las personas criadas dentro de una cotidianidad religiosa no entiende el desdén por la religión de los japoneses, así como el uso de ciertos sacramentos. En Japón en normal iniciarse dentro de los ritos shintoista, o religión oficial, luego casarse semejando al sacramento cristiano, o como aparecen en las películas de bodas de Hollywood, y por último ser enterrado con los rezos budistas, como vieron en los funerales de sus padres o abuelos. ¿Sincretismo? sí, pero sin fe, sólo la forma y quizás de aquí el secreto de cierta cosmovisión japonesa sobre la religión: la religión es una forma "formal" de cohesión social, no una sustancia de vida como se enseñan en infinitos lugares de Occidente.
Me imagino a Ferreira eliminando sus años de profundidad de la religión cristiana para hallar a Dios y descubrir que para los japoneses no puede ser una sustancia, sino una mera formalidad, las formas cristianas no son compatibles con el poder del shogunato en la época Edo, de aquí el fumie, el acto de romper la sustancia ante la forma. Es posible que esta práctica fuera muy cuestionada en la Europa del siglo XVIII. En la actualidad pasa inadvertida, pero en el libro Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, siempre se menciona países imaginarios, el único país real que nombró fue Japón, y su mención se centra en el ritual de fumie: "El 6 de mayo de 1709 me despedí
solemnemente de Su Majestad y de todos mis amigos. Este príncipe me dispensó la
gracia de mandar que una guardia me condujese a Glanguenstald, puerto real
situado en la parte Sudoeste de la isla. A los seis días encontré navío que me
llevase al Japón, y tardé en el viaje quince días. Desembarcamos en el pequeño
puerto llamado Jamoschi, situado en la parte Sudeste del Japón; la ciudad cae
al Oeste, donde hay un estrecho angosto que conduce por el Norte a un largo
brazo de mar en cuya parte Noroeste se asienta Yedo, la metrópoli. Al
desembarcar mostré a los oficiales de la aduana la carta del rey de Luggnagg
para Su Majestad Imperial. Conocían perfectamente el sello, que era de grande
como la palma de mi mano, y cuya impresión representaba a un rey levantando del
suelo a un mendigo lisiado. Los magistrados de la ciudad, sabedores de que
llevaba tal carta sobre mí, me recibieron como a un ministro público; pusieron
a mi disposición carruajes y servidumbre y pagaron mis gastos hasta Yedo, donde
fuí recibido en audiencia. Entregué mi carta, que fue abierta con gran
ceremonia, y hablé al emperador por mediación de un intérprete, el cual me
dijo, de orden de Su Majestad, que cualquier cosa que pidiese me sería
concedida por amor de su real hermano de Luggnagg. Este intérprete se dedicaba
a negociar con los holandeses; de mi aspecto dedujo inmediatamente que yo era
europeo y repitió las órdenes de Su Majestad en bajo holandés, que hablaba a la
perfección. Respondí -como de antemano había pensado- que era un comerciante
holandés que había naufragado en un país muy remoto, de donde por mar y tierra
había llegado a Luggnagg, y allí embarcado para el Japón, país en el que sabía
que mis compatriotas realizaban frecuente comercio. Esperaba tener ocasión de
regresar con algunos de ellos a Europa, y, de consiguiente, suplicaba del real
favor orden para que me condujesen salvo a Nangasac. A esto agregué la petición
de que, en gracia a mi protector el rey de Luggnagg, permitiese Su Majestad que
se me dispensara de la ceremonia de hollar el crucifijo, impuesta a mis
compatriotas, pues yo había caído en aquel reino por mis desventuras y no con
intención ninguna de traficar. El emperador, cuando le hubieron traducido esta
última demanda, se mostró un poco sorprendido y dijo que creía que era el
primero de mis compatriotas que había tenido jamás escrúpulo en este punto;
tanto que empezaba a dudar si era holandés o no y a sospechar que más bien
había de ser cristiano. Sin embargo, ante las razones que le daba, y
principalmente para obligar al rey de Luggnagg con una muestra excepcional de
su favor, consentía en esta rareza de mi genio; pero el asunto debía llevarse
con mucho tiento y sus oficiales recibirían orden de dejarme pasar como por
olvido, pues me aseguró que si mis compatriotas los holandeses llegaran a
descubrir el secreto, me degollarían de fijo en la travesía. Volví a darle
gracias, valiéndome del intérprete, por tan excepcional favor; y como en aquel
punto y hora se ponían en marcha algunas tropas para Nangasac, el comandante recibió
orden de conducirme allá en salvo, con particulares instrucciones respecto del
negocio del crucifijo".
Al final Ferreira quizás será un mártir para el imaginario del siglo XXI, o por lo menos su figura será rescatada, cuestionada, y es que el gran director Martin Scorsese, quien es su juventud pasó por seminarios, piensa llevar el año que viene -2015- su película titulada Silence basada en la obra de Endo con los actores Lian Neeson y Andrew Garfield y la actuación especial de Ken Watanabe. Espero que para el año que viene no me asalte otra angustia de memoria mientras vea la película.
Shūsaku Endō 『遠藤 周作』¿Recordando perspectivas cristianas? |
Dibujo de la época Edo, donde se observa un acto de fumie |
No es que la ropa blanca sea más cómoda para usar en el trópico venezolano; ciertamente es moda, rango y un buen negocio ser santero |
Pienso que en gran parte de Latinoamérica hay más apuestas al la justicia del sincretismo que hacia la justicia del hombre, quizás por ello, las personas ven a los políticos como profetas, como sacerdotes de dogmas e ideas (bien de extrema derecha, bien de extrema izquierda), por lo que uno de los choques culturales a las personas que vienen a Japón es su gran indiferencia a la religión en su día a día. No esperan milagros, los políticos no son profetas y la justicia debe funcionar como una institución. Así que las personas criadas dentro de una cotidianidad religiosa no entiende el desdén por la religión de los japoneses, así como el uso de ciertos sacramentos. En Japón en normal iniciarse dentro de los ritos shintoista, o religión oficial, luego casarse semejando al sacramento cristiano, o como aparecen en las películas de bodas de Hollywood, y por último ser enterrado con los rezos budistas, como vieron en los funerales de sus padres o abuelos. ¿Sincretismo? sí, pero sin fe, sólo la forma y quizás de aquí el secreto de cierta cosmovisión japonesa sobre la religión: la religión es una forma "formal" de cohesión social, no una sustancia de vida como se enseñan en infinitos lugares de Occidente.
En este libro, el único país real que nombran es Japón (final del tercer capítulo) y es para relatar una escena de fumie |
Al final Ferreira quizás será un mártir para el imaginario del siglo XXI, o por lo menos su figura será rescatada, cuestionada, y es que el gran director Martin Scorsese, quien es su juventud pasó por seminarios, piensa llevar el año que viene -2015- su película titulada Silence basada en la obra de Endo con los actores Lian Neeson y Andrew Garfield y la actuación especial de Ken Watanabe. Espero que para el año que viene no me asalte otra angustia de memoria mientras vea la película.
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