Lo primero, como algunos buenos y
esquemáticos profesores soberbios, en el sentido en que redefinen los conceptos
desde su uso estándar para adecuarlos a sus teorías, miremos algunas
definiciones sobre la palabra resistencia que contiene el DRAE como: acción y
efecto de resistir (por lo que tenemos que tener la definición de resistir que
se disgrega entre tolerar, aguantar, sufrir o combatir). Conjunto de las
personas que, generalmente de forma clandestina, se oponen con distintos
métodos a los invasores de un territorio o a una dictadura. En el
psicoanálisis, oposición del paciente a reconocer sus impulsos o motivaciones
inconscientes. Estas formas de entender la idea de resistencias (¿tolerar,
aguantar, sufrir, combatir?) son clásicas, como las que se han promulgado en
Venezuela y otros países con el yuxtaponer de la palabra resistir con: tiranías,
gobiernos, padres, sociedades, capitalismo, veganos, etc.; por lo que podríamos
visualizar la resistencia como una escenografía cuyo telón de fondo es: la ley,
poderes, dictadores, censura. Una escenografía que permite presenciar la
resistencia. Es rememorar el viejo axioma sobre los pecados que por sus actos
propone la Ley y, la Ley que se aplica en la medida en que aparece el pecado;
una dialéctica sin superación, un juego de frontón, un ir y venir que se agota
entre revoluciones, indiferencias, suicidios, y aplausos de insensibilidad.
Ahora bien, ¿cuando digo sobre aprendizaje
del Español en Japón como un resistencia a que me refiero? Inicialmente quiero
contextualizar: fui profesor de Español en Japón durante cinco años debido a
una situación coyuntural, realmente nunca me ha interesado la enseñanza de los
idiomas, aunque escribí algunos ensayos sobre la filosofía del lenguaje.
Personalmente no tengo habilidades para los idiomas y, aunque puedo defenderme
en algunos cuantos, sé que lo hago a media, deficiente, incompleto, pero nunca
vi mis conocimientos de idiomas como resistencia sino como una necesidad forzada
por la academia, por la sociedad, por la moda. A veces doy clases de Español de
forma privada, actualmente a dos personas que tienen tiempo y le interesa
mantener sus cabezas con novedades de pensamientos e ideas son mis únicos
alumnos. A veces una madre que me presentan algún amigo anglosajón, me pide que
enseñe ingles a su hijo, pensando que al ser extranjero el inglés en mi idioma
materno y lo domino, pero me niego, primero porque no lo domino y mi acento es
muy fuerte, pero en la medida en que me niego le explico a la madre si no sería
una ventaja enseñarle Español. Ella agradece, gira sus ojos y no la vuelvo a
ver durante un largo tiempo, a veces nunca más. Claro, como le comento a mi
amigo Eric, que es profesor de Francés en esta ciudad volcánica de Kagoshima:
alguna madres japonesas y quizás coreanas quieren que sus hijos aprendan inglés
por un supuesto futuro exitoso laboral, los ven en reuniones de empresas
importante donde todos hablan inglés y sonríen, los ven dentro de un plus de
educación, como alguien que obtuvo una “buena educación”, los ven en escenarios
mundiales, no hablando en sus lenguas maternas, sino en un ingles mesurable y
mediatizable como el de Slavoj Zizek; mientras el Español lo perciben como un
idioma del tercer mundo o, de cuarto a
veces, de lengua koiné para trabajos mezquinos y repetitivos, es decir, de
trabajadores que sudan frente a máquinas, administrativos de segunda categoría,
personal de limpieza y empleados de comida rápida y quizás cuya única utilidad
para estas madres tan afanadas en el multilingüísmo, sería para el desarrollo
de un negocio en el campo del turismo, empresas similares o explotadoras de
mano de obra en maquiladoras a lo largo de Latinoamérica, obviamente todo lo
anterior no es chic. Eric me mira y me pregunta por qué tiene tantos alumnos de
Francés. Le comento que hay un inconsciente que valora el Francés como una
lengua diplomática, de moda y como carriola cultural, quizás esa sea la razón
de que mi amigo enseñe Francés como optativa en una escuela de Cocina en la
ciudad, para enseñar a pronunciar nombres de vinos y quesos. Él se ríe.
Ahora bien, ¿quienes estudian Español en
Japón? Principalmente personas mayores con tiempo y ocio, lo que no es muy
común en Japón, la mayoría estudian los primeros niveles, los números, los
saludos, frases graciosas y abandona los estudios para dedicarse a otra cosa.
Otra vía son las academias de idiomas donde el Español no resalta en los
cursos, quizás uno que en otra academia en grandes ciudades como Tokio u Osaka,
pero a lo largo y ancho de Japón las academia de Español se cuentan con los
dedos de la mano y sobran. Por supuesto están las universidades, pero también
estos centros de estudios hay que contextualizarlo. Para comprender al
estudiante universitario hay que saber que las principal función de las
universidades es preparar empleados, los famosos salaryman, y estos es así desde
que a finales del los años 60 del siglo pasado, cuando los movimientos
estudiantiles, la autonomía universitaria y la relación Estado-Universidades,
fueron subsumida al y por el boom económico y las nuevas relaciones de poder
entre las grandes empresas y su necesidad de mano de obra especializadas con
las universidad se plantearon y se mantienen. Así que estudiar en una
universidad japonesa se transformó en el fondo en una época para la preparación
de sobresalir en las entrevistas de trabajo para las buenas o medianas
empresas, una relación sin metáfora que fue ampliamente explicada por Foucault
en su ensayo: La verdad y las formas jurídicas; para mí, uno de los mejores
escritos al respecto entre el poder y las instituciones.
Así que al hacer mi retrospectiva de mi
función docente en una universidad japonesa, cuando recuerdo a mis estudiantes
japoneses de español, cuando veo su ir y venir por Facebook, recuerdo que la
mayoría de ellos habían tenido algún contacto con la lengua española, bien
porque vivieron en algún país de habla española por el trabajo de sus padres, o
porque de alguna manera tuvieron contacto por la música, la culinaria, el deportes
(especialmente la liga española de fútbol) o la moda. Otros estudiantes
japoneses sencillamente vieron las formas fonológicas del español más fáciles
que las de la lengua inglesa o en última instancia entraron a la universidad de
idiomas, especialmente en la universidad donde trabajé, porque sus métodos de
ingresos son muchos más “fáciles” que en otras universidades; así que en la
universidad donde trabajé, con una carta de recomendación, podían ingresar sin
dificultad, lo que marca una diferencia contra el frenesís de los exámenes de
ingresos universitarios que castran y siguen castrando a toda una generación.
Obviamente hay minúsculas vocaciones por
aprender el idioma en Japón, un país que no se destaca por su cosmopolitismo lingüístico
sino por su globalización tecnológica y su vocación visual que emerge entre
manga y anime, así la mayoría de los que estudian español como carrera
universitaria poseen una vocación poco estructurada en cuanto a sus estudios y
opciones de trabajo, muchos saben que no ejercerán la profesión de traductores
o intérpretes en Español, ya que al final serán las compañías quienes les
designarán su trabajo, el cual generalmente está fuera del ámbito del lenguaje.
Hallamos trabajadores en empresas diversas que nunca usan el español aunque
posean el titulo universitario de Estudios de Lengua Española. La mayoría de
los estudiantes que obtienen el título académico en estudios del español,
poseen un nivel del idioma que oscila entre un A2 a un B1, son muy pocos lo que
logran un B2 o C1, en estos casos son alumnos que han estudiado un año en un
país de habla española y continúan su formación, bien de forma particular o
trabajando en el exterior, y en casos muy específicos, algunos que quiera
formase como profesor de lengua española, realizando un master en algún país de
habla española, especialmente en España o México. Detrás de todo esto esquema
de fracaso creo que hay dos datos curiosos.
Primero: la mayoría de los japoneses que se
esfuerzan por aprender bien el Español, no se sienten cómodos en la cultura
japonesa, la mayoría quieren y desean vivir en un exotismo que no acumule los
protocolos, las presiones sociales que tienen el día a día en Japón, tienden a
ser más individualistas, lo que ocasiona problemas con el grupo, así como una
necesidad “cínica” para desligarse de lenguajes de jerarquías para mantener
conversaciones entre diversos grupos sociales. Es cierto que algunos viven esta
experiencia por algunos años, pero en algún momento acepta su función social
como japoneses, se cambian un circuito en su inconsciente y vuelve a ser
japoneses protocolares y poco suspicaz; otros en cambio sus experiencias son
tan intensan que comienzan a buscarse la vida en aquellos países cuya lengua
oficial es el Español, como si le fuera urgente desvestirse del ser japonés, de
dejar de ser un engranaje dentro de un gran sistema, en otras palabras, tanto
el que regresa como el que se queda, necesitaron la “Experiencia del Afuera”,
de lo distinto para poder estructurar un “Pensamiento del Afuera” que les
permite erosionar ciertos órdenes del discurso sobre el ser japonés y sobre
ellos y especialmente sobre la “Experiencia de lo Mismo” y el “Pensar lo Mismo”
que pulula en la cultura japonesa.
Segundo: una gran cantidad de estos
estudiantes son hafu, es decir, tienen a uno de sus progenitores no japonés de
sangre, generalmente es la madre que posee otra nacionalidad: filipina,
brasileña, latinoamericano (peruana y mexicana principalmente), e inclusive y
curiosamente, hafu con madres coreanas y a veces chinas, de aquí el grupo que
no le gusta estudiar ni inglés, ni japonés y muchos hablan ese idioma materno
con sus progenitoras o grupo familiar, por lo que creo que perciben en el estudio del
español algún tipo de “resistencia” (¿tolerar, aguantar, sufrir, combatir);
dato que pasa muy desapercibido para los profesores, porque todos o su gran
mayoría, poseen apellidos japoneses y es casi imposible determinarlo solo por
sus rasgos faciales, o por lo menos para mí, que no creo que sólo viendo a una
persona puedas catalogarla y clasificar su ADN, como dicen algunos. También es
cierto que una inmensa mayoría de hafu tienen vergüenza de hablar de su particular
origen exótico. Muchos de estos estudiantes que nacieron en Japón fueron a
escuelas “internacionales” brasileñas-japonesa, coreana-japonesa,
china-japonesa, y aunque se graduaron, sus competencias en la historia,
gramática y cultura japonesa les impide mayoritariamente entrar en las
universidades japonesas. En la universidad donde trabajaba, los exámenes son
muy laxos como he comentado, mayoritariamente son cuestionarios de selección y
lecturas en inglés, abriéndose un compás para sus oportunidades académicas. De
lo anterior la gran cantidad de nikkei brasileños que pasean por la universidad
en que trabajé, al igual que algunos descendientes de chinos, coreanos,
peruanos, filipinos que me saludaban cuando caminaba por el campus, todos ellos
con apellidos como: Tanaka, Yamaguchi o Inue. A la mayoría de ellos los
percibia como una resistencia marginal hacia el gran Japón donde viven y que
los frikis creen que existe. La facilidad que da la universidad donde trabajé,
sus exámenes de ingresos también beneficiaba a aquellos que nacieron en otros
países y estudiaron sus primeros años allá, en sus países de nacimiento, bien
sea en Honduras o Myanmar como conocí de algunos alumnos, pero que terminaron
sus estudios en Japón, la mayoría de ellos poseen la visa de familia o de
estada continua por ser menor de veinte años, pero aunque tengan doce años
viviendo en Japón y terminaron la secundaria en Japón no son japoneses; por lo
que al presentarse para los exámenes de ingreso en las universidades, tienen
que presentar la prueba para japoneses un examen de historia, lengua y ciencia
envuelto, a veces, en un japonés intragable y no para estudiante de intercambio
o aquellos que tienen visa de estudiante y cuyos exámenes están diseñado entre
inglés y cultura general con un japonés accesible.
Lo anterior me anima a pensar que los
estudiantes de Español en la universidad donde trabajé buscaban soslayadamente
una de resistencia cultural, de identidad, de superar la barrera psicológica
entre ser y no ser japonés o filipino, en otras palabras, en las de Bataille,
la experiencia más pura y más desnuda del afuera es la trasgresión. Algunos japoneses
cansado de la “Experiencia de lo Mismo” y cientos de hafu cansados del
“Pensamiento de lo mismo” buscan con el Español transgredir algo las
estructura del discurso sobre ser japonés, como mínimo burlase marginalmente, desarrollar
un “cinimos”, una manera de desengranarse de una sociedad mecanizada e inclusive
recitar groserías como una letanía que los ayuda a descubrir y disminuir cierta
tensión psicológica vigilada. Mucho de estudiante hafu provenientes de países
cuya lengua oficial no es el inglés y no proviene de países del “primer mundo”
o interesantes como Alemania o Francia, son marginados por los japoneses en
general, así los hafu cuyo progenitor
provengan de países latinoamericanos, caribeños, africanos o del sudeste de
Asia, así como China y Corea, pasan por varios procesos complejos y
segregacionistas para ser aceptados en la sociedad japonesa, ya que ni su
idioma, ni su cultura les parece atractivo para el vulgo japonés, en tal caso sus
culturas son anecdóticas, risibles, de momentos, de humor. Por supuestos los
hafu son vistos como ciudadanos de segunda siendo quizás el dominio de otra(s)
lengua(s) una garantía de sus pertenencias multiculturales a la vez de ser una
sutil estrategia psicológica para marcar un distanciamiento a la homogeneidad
del pensamiento gregal japonés que se constituye dentro de un pesado sistema
lingüístico de clasificación y jerarquías.
Como se observará el Español es un idioma
muy poco estudiado en Japón, aunque posee grandes perspectivas de integración
cultural, de resistencia ante la alienación de un pensamiento homogéneo, de
posibilitar “experiencias del afuera”, “pensamiento del afuera” y
pragmáticamente, permite vínculos económicos creando nuevos puentes de inversión
y tecnología con más de 25 países con los cuales se puede generar comercio en
Español. Lamentablemente el español es un idioma que genera mucha confusión
cultural por estos lares, ya que para muchos japoneses la lengua española sólo
se habla en España (en algunas ocasiones me han preguntado cómo es la lengua
venezolana); los libros para aprender Español, en su mayoría presentan portadas
de mujeres bailando flamenco, fiesta de toro, la Sagrada Familia, Futbol, para muchos, en los países de
Latinoamérica se habla español, pero no pueden nombrar más de cuatro, donde
siempre resaltan México (comida), Argentina (futbol), Perú (emigrantes) y Chile
(vinos), por lo que algunos libros de aprendizajemdel español enfatizan la cultura peruana o mexicana. Hay un pandemónium para
explicar las diferencias culturales, lingüísticas o históricas de la lengua
española en Latinoamérica, así como los tonos y los dialectos, volviendo su aprendizaje
aburrido e impráctico para muchos estudiantes, o sencillamente una cantidad de información que no tiene un
fin en sí mismo, y aunque esta es la definición de belleza kantiana, es
económicamente poco rentable; son por estas particularidades utilitarias que la
cultura y literatura latinoamericana son poco aclamadas. En literatura las
variantes lingüísticas de un escritor cubano, colombiano o uruguayo son tan
diversas, con una jerga tan específica y realidades tan opuestas, que en lugar
de ver una riqueza de pensamiento, ven una trabajo extra e innecesario, es
quizás por esto que prefieren la literatura española, más homogénea en
palabras, estructuras, historia, visión y realidad, de hecho de lo innumerables
profesores de literatura en español, sólo conocí a tres que se dedicaba a
Latinoamérica, y apenas uno que dominaba la literatura de más de dos países.
Así el futuro del español impulsa a España y sus variantes lingüísticas
peninsulares a introducirse cada vez con mayor fuerza en las curricula de estudio
en las instituciones japonesa. En cuanto a los hechos culturales para sus
estudios hay un hecho curioso, las variantes culturales Latinoamericana se
alejan porque en el fondo no se pueden clasificar en ranking, por ejemplo: ¿en cuál país de Latinoamérica se habla mejor
el español, o cual “cultural” del continente es la más interesante? Son los ranking los que determinan casi siempre
la selección de opiniones, ideas y compras en Japón, pero también en los
estudios, por lo que hay ranking
donde colocan a Salamanca o Valladolid, como lugares donde se puede estudiar el
“mejor español”; o donde Barcelona, Granada, Sevilla poseen los mejores puestos
en el ranking de lugares con un
“mayor interés cultural”, o universidades en Madrid para estudiar el “español para
los negocios” (curiosamente México está en este ranking, se ofrece como una
plaza para los estudios vinculados con los negocios, porque han logrado
promover, desde sus feudos como Televisa en EE.UU., que en México se habla el
“español neutro” como me insistió un estudiante que iba a ser unos cursos de business en español en la universidad de
Monterrey), por estos ranking que
aparecen desde revistas especializadas hasta comentarios de profesores
japoneses, el futuro del español que se desarrolla en Latinoamérica, sus
esfuerzos de integración a partir de enseñar su impresionante variedad
lingüística e histórica, sus aportaciones culturales, literarias y artísticas,
están alejados en el futuro inmediato de estar entre los primeros puestos de
cualquier ranking que se elabore en
Japón.
Pero lejos del ranking, de las Experiencia
y Pensamiento de lo Mismo, de los discursos sobre qué es lo japonés; la
resistencia como Experiencia y Pensamiento de lo Afuera, de la resistencia
marginal que permite ver la xenofobia, aporofobia, el odio, la estulticia sobre
le mundo que posee muchos japoneses, sobre el fondo de leyes que pensamos
obsoletas como el de la sangre, la familia, la honestidad, la cultura que desde
otras lenguas un examen de historia, lengua y ciencia envuelto, a veces, en un
japonés intragable buscamos trasgredir a cada rato el ser japonés y un Japón
difuso que se borra entre manga y masturbaciones.