domingo, 17 de mayo de 2015

JULIO RAMÓN RIBEYRO Y LA TRISTEZA O EL CUENTO DE UN MANGO Y SU DESTINO EN LA CABEZA DEL PODER.



Julio Ramón Ribeyro
El mes pasado, el 18 de abril para las personas que necesitan las fechas exactas, en Venezuela, el presidente Nicolás Maduro recibió un mango (mangifera indica), no es sus manos como agradecimiento de una persona, sino lanzado como una pelota de béisbol por una mujer que estaba dentro de una multitud que saludaba al presidente mientras pasaba manejando un autobús, reafirmando así su origen de trabajador especializado. La mujer que lanzó el mango pegándole en la cabeza al presidente, recibió por tan heroico hecho un apartamento amueblado y fue entrevistada por la televisora nacional, donde comentaba que tenía hambre y en lugar de comerse el mango decidió por una clarividencia divina tirarselo al "hijo" de Chavez. Desde entonces comenzaron una serie de noticias al respecto, así como un abanico de parodias y chanzas como las que podemos leer aqui. Le comenté a Mi Amiga Japonesa sobre el hecho y qué me harían si lanzara un sushi al primer ministro de Japón. Las respuestas fueron propias de alguien que no vive en un "realismo mágico". Al principio esta noticia, así como otras de Venezuela, me generaban una ira por la estupidez humana que desfila por mi país o, un cinismo intelectual que enjuiciaba la estulticia de nuestros gobernantes y pueblo cerril o, una soberbia sarcástica aparecía marcando a los victimarios, pero ahora lo que siento es una tristeza profunda, sin destino.
Guayasamín
Durante nuestros períodos de aprendizajes emocionales en nuestros países latinoamericano, creo que los sentimientos que nacen a partir de la obstaculización de nuestros deseos: ira, enfado, furia, rencor, enojo, berrinche, rabia, vesania, resentimientos, indignación, despecho, cólera; son las principales emociones que nos enseñan, seguida de aquellos sentimientos que se generan por el bien que una persona pueden provocarnos como: envidia y celos; obviamente todas estas emociones son catalogadas como emociones negativas ya que merman las posibilidades de realización del ser humanos, quizás por eso las principales emociones positivas que se enseñan en estos países sean aquellas que se asocian con una evaluación positiva del futuro: expectación, esperanza, confianza; así los latinoamericanos y particularmente los venezolanos desarrollan sus vidas entre un venir y un ir de estos sentimientos y mientras están rodeados de: ira, rabia, cólera, indignación; no dejan de pensar en un futuro mejor, en la esperanza de un cambio, de las expectativas de un mejor porvenir, así años tras años, observamos conscientemente cómo se hunde la barcaza de la nación, de nuestros empleos, de nuestras familias, pero nos abrazamos a las esperanzas de ser salvados por un yate de lujo que navega cerca de nuestras calamidades, esperanzas que se basan por las formas de unas nubes que vemos en el horizonte.   
Portinari
Si analizamos bien estos dos conjuntos, hay algo en el medio que pasa desapercibidos, y es que entre la imposibilidad de realizar nuestros deseos y redefinirnos para poseer un ánimo positivo para recibir el futuro, perdemos nuestros deseos, proyectos y objetos; los sentimientos que se asocian con las pérdidas de deseos, proyectos y objetos son: tristeza, melancolía, desamparo, compasión, nostalgia, resignación, amargura, consternación, desdicha, desolación, lástima, piedad, abandono. Pienso que el día a día de los venezolanos y de los latinoamericanos está saturado con estos sentimientos, pero por una u otra razón no nos enseñan a vivirlos, a comprenderlos, a aceptarlos, a refenirlos para nuestra salud psíquica, creo que el promedio de la población que vive en latinoamerica no saben qué hacer cuando estos sentimientos los desbordan, así que huyen hacia sentimientos mejor comprendidos como la cólera o la esperanza, o comienzan juegos de humor o de tragedia, (la comedia y la tragedia no son sentimientos, son juegos cognitivos cuyo fin son generar emociones y consciencia de las circunstancias, como bien apuntó Aristóteles), o inician fiestas dionisíacas para que el cuerpo se divierta mientras las emociones se ahogan en alcohol, pero lo principal es que no aprenden a llevar, a conocer estas emociones en estos duelos cotidianos, por lo que la pesadumbre de incomprensión de los afectos que se anidan en sus almas aumentan con los años. 
Monje
Son tan intensas nuestras pérdidas: proyectos de vida, deseos, objetos queridos, bien ontológico y a veces material, que gran parte de la cultura latinoamericana se alimenta de la tristeza y palabras vecinas: ¿qué más triste que un bolero, que una ranchera, que una obra pictórica de Oswaldo Guayasamín, Candido Portinari o Ignacio Monje? ¿qué más triste que la obra narrativa de Julio Ramón Ribeyro? Cuando daba clases de literatura latinoamericana, leíamos algunos cuentos de Rulfo, Garmendia, García Márquez, Benedetti; pero cuando leía a Ribeyro, siempre terminaba con un sentimiento que no podía discernir con precisión. Un día leyendo El síndrome Ulises de Santiago Gamboa, meses atrás, leí la excusa por la cual no pudo atender Ribeyro al protagonista para que éste le realizara una entrevista, el argumento del cuentista es que está deprimido. Luego cuando el protagonista en su proceso de pérdidas y tristezas a lo largo de la novela lo vuelve a llamar ocurre el siguiente diálogo: "El timbre alcanzó a sonar diez veces antes de que alguien contestara, y de nuevo era él, con su voz frágil y aguda, ¿aló? Saludé y dije, soy el periodista colombiano del otro día. Pero él repitió la frase de la vez anterior: estoy muy deprimido, le pido el favor de llamar la semana entrante. Entonces le dije, yo también, señor Ribeyro, yo también estoy muy mal, disculpe, adiós. Ya me disponía a colgar cuando lo escuché decir algo. Espere, espere, ¿qué le ocurrió? Perdí un trabajo importante, murmuré, sólo eso. Hubo un silencio en la línea y luego me dijo: eso cambia todo, lo espero mañana a la siete". Al principio parece unas líneas sin importancia, pero luego en la entrevista con Ribeyro y en el análisis muy subjetivo que hago de la novela, observo que el protagonista lleno de recurrencias pícardías, aventuras sexuales, laberintos policiales, es un personaje que comienza con una tristeza profunda y en su andar la va reconociendo. La novela de Gamboa es una expiación, no para salvar sus culpas sino para reconocer la tristeza como eje que marca cada maniobra, cada decisión, tristeza que embarga a todo exiliado, a todos lo que han perdido las coordenadas de su tierra, de su lengua, de lo propio, de lo querido, de lo conocido, en sintesis esta novela, para mí, es una bildungsroman sobre la tristeza.  
Berni
Escribo cuentos de las personas privadas de palabras, de los marginados, olvidados, condenados a un existencia sin sintonía y sin voz. Así justifica su escritura Julio Ramón Ribeyro en una carta que envía al editor de su libro La palabra del mundo, y que será el preámbulo para iniciar un viaje por la idiosincrasia y las visiones de una América Latina llena de personajes grises, sin historias, hundidos en la miseria, en la ignorancia, en el destino, o decirlo más sencillo, personajes que van teniendo conciencia de sus pérdidas. Igualmente la narrativa de Ribeyro fortalece lugares comunes del “ser latinoamericano” que hemos heredados de políticas dictatoriales, guerrillas alertas o pandillas engañadas, galantería de machos, jolgorios futbolísticos, visionarios del futuro; estos cuentos es un ir de la tristeza a la alegría y viceversa, como giros de compases en un baile; todos ellos acompañados por personajes mestizos, mezclados, amalgamados, quizás más por necesidades política, por prejuicios morales, por recibir una educación cicatera de emociones, que por compartir sueños comunes o ideales concretos. Julio Ramón Ribeyro en sus noventa siete cuentos que aparecen en La palabra del mundo, plantea las principales mitologías y lugares comunes que han asociado a los Latinoamericanos dentro de los propios países como fuera de ellos. Así hallamos varias problemáticas que directa y tangencialmente el autor peruano retrata: la identidad, los problemas de las clases sociales, la educación como arma de cambio social, el sentido de justicia, la relaciones amorosas, el desarraigo, las tribus urbanas, los militares y el poder, los criollos y el poder, los pobres y el poder, así como miradas a la política y la corrupción del Estado, para finalmente comentar los sueños de los bohemios que deambulan desde el barrio de Miraflores hasta cualquier calle de Montmartre, buscando algo sin precisión. 
Poleo
En su cuento: Una aventura nocturna, el protagonista Arístides es descrito como un “hombre excluido del festín de la vida”, un hombre triste, que vislumbra una aventura pero como su vida es un cúmulo de desatinos, su aventura será burlada por su destino. La figura de Arístides contiene las actitudes de las personas marginadas, del pobre, del miserable, que busca en el futuro algo mejor para ser incluido en ese festín que se llama modernidad, del desarrollo económico y los avances tecnológicos, del buen vivir burgués. Arístides será engañado por una fantasía, por una promesa, por una noche de placer, por un American Dream de libertad, de encuentro de voz, de justicia. Arístides es una metáfora de lo que ha ocurrido a los Latinoamericano, un mundo de constantes promesas pero que se cierra como puertas automáticas, dejándolo realmente con un dolor por la pérdida de sus sueños. Ribeyro es un escritor que recorre la mayoría de los mitos y lugares comunes de los latinoamericanos desde los sentimientos de la pérdida en situaciones de pobreza, de embarazos precoces, de jactancias, de sueños vacíos, de adulancias, de migraciones y los puntualiza en espacios obtusos, es zonas escarpadas, en escenarios europeos o cerca de campos del golf a las orillas de Lima donde constantemente afloran discursos racistas, debilidades de voluntad, obstáculos de ideas, ausencias de ética. Ribeyro es uno de los cuentistas latinoamericanos por antonomasia, y aunque la mayoría de estos escritos fueron realizados en Europa, quizás esa distancia le permitió profundizar su mirada melancólica, nostálgica, de compasión, conceptos que envuelve a los habitantes de América Latina y que sencillamente a veces no comprenden o se aprende a negar; "No estoy triste, no es mi llanto, es el humo del cigarrillo que me hace llorar" decía el estribillo de una cumbia cantada por el venezolano Pastor López.  
Boter
Ya desde su primer cuento La vida gris de 1949, Ribeyro define a los personajes que comulgarán con su imaginación en cientos de páginas. En éste cuento nuestro personaje se caracteriza por no tener nada extraordinario, se desenvuelve en planos grises y posee una vida monótona, como la mayoría de las existencias humanas. De su paso por el mundo no quedó nada bueno, ni nada malo. Era como si no hubiera existido, como un aerolito que cayera sin dejar estela, como un fuego que se apagara sin dejar cenizas. Se hundió en la nada llevándose todo lo que tuvo; cuerpo y alma, vida y memoria, latido y recuerdo. Fue una vida inútil, rotunda, implacablemente inútil. Cuando leo estas líneas me pregunto por qué esa reiteración a lo inútil, el protagonista tuvo una vida, triste, muy triste, pero no inútil, pero la visión de estar tristes, de estar nostálgico, se asocia con un vida inútil, sin valor y a veces sin sentido. También puede ser inútil la vida de los protagonista del cuento: Alienación (cuento edificante seguido de breve colofón). Donde nos muestras a personas se les enseñan a vivir en una eterna tristeza, en la perdida de su identidad. Los protagonista tienen proyectos que radica en la esperanza de una vida mejor en EE.UU., contiene la rabia y el enojo suficiente para realizar el camino del cambio, pero están tristes por perder todo lo que son y lo que los caracterizan, así nuestros protagonistas: Bobby y José María; jóvenes zambo, de familias humildes deciden conquistar sus sueños americanos, pero para tal fin: Antes había que deszambarse. El asunto del pelo no le fue muy difícil: se lo tiñó con agua oxigenada y se lo hizo planchar. Para el color de la piel ensayó almidón, polvo de arroz y talco de botica hasta lograr el componente ideal. Pero un zambo teñido y empolvado sigue siendo un zambo. Le faltaba saber cómo se vestía, qué decían, cómo caminaban, lo que pensaban, quiénes eran en definitiva los gringos.” Perder nuestra identidad, lo que somos, indica una gran tristeza que algunos llaman vacío, el concepto vacío se usa a diestra y siniestra como comodín para explicar ciertas acciones de no aceptarnos como somos, pienso que en el fondo es un sentimiento de tristeza por perder nuestra identidad esencial por embates sociales e ideologías efímeras, por lo que puedo pensar a Michael Jackson como uno de los hombres más tristes que han vivido sobre la tierra, ¿lo sabría?
Bravo

Ribeyro sintetiza encuentros azarosos vitales como base para desarrollar su narrativa, así frente a la impotencia de desarrollar nuestros proyectos y la tristeza de las pérdidas, los personajes narrativos de Ribeyro (y algunos latinoamericano que conozco) se esfuerza por acrecentar las esperanzas, las expectaciones, las confianzas; estos sentimientos salpican la narrativa de Ribeyro, por lo que en sus cuentos: El Jefe, El Banquete, Explicaciones a un cabo de servicio, El profesor suplente; muestras la búsqueda o la elaboración de oportunidades que permitan hacer un giro al devenir de la vida. La oportunidad es un elemento vital para entender cierta actitud de la cultura de América Latina. Así en su cuento: La primera nevada, hallamos Torroba, un personaje que podríamos sintetizar de “aprovechador de las oportunidades”: del “vivo”, del "pícaro", del "oportunista"….. Torroba, poco a poco, va conquistando el espacio vital de su amigo, primero una maleta, luego una oportunidad para dormir en el suelo, progresivamente se queda en las noches, come en la casa y terminar en la cama principal, inclusive despojándola a su compañero para poder satisfacer su deseo sexual. Torroba sintetiza la mirada del quien espera la oportunidad entre la estrechez económica, pero a la vez realizando potlatch, realizando excesos en la escasez, como para engañar a la tristeza. Nunca escuché de sus labios la palabra gracias. Es verdad que por las noches, cuando lo encontraba en uno de esos sórdidos reductos como el Chez Moineau, rodeado de suecas lesbianas, de yanquis invertidos y fumadores de marihuana, me invitaba a su mesa y me brindaba un vaso de vino rojo" Constantemente hay un juego, un arte lúdico, un arreglar la carga en el camino o como decía un personaje de una telenovela venezolana: "Como vaya viniendo vamos viendo"; y es que arreglar las cosas como vayan viniendo, es la actitud del nómada, del conquistador, del guerrillero, es la herencia de los desplazados, la herencia que cobija gran parte de la mentalidad de Latinoamericano. Si bien a los países que nacen desde Río Grande y terminan en la Patagonia, se les han tildado de “subdesarrollados” o de “Tercer Mundo”, horadando así un sentimiento para acercarse al “Primer Mundo”, no desde una preconcebida modernidad, de una pujante industrialización, sino desde las grietas que permitían la cultura, de saltar ciertas brechas de frustraciones, de destino impuesto, de clasificación, gracias a un contacto con ese mundo desarrollado que transcurre en París como el cuento, La estación del diablo amarillo, o en Madrid en el relato, Los Españoles, o Berlín en la narración Los cautivos; vemos cómo nuestros personajes latinoamericanos quedan sorprendido ante la revelación de descubrir que la vida es tan parecida allá, en el "Primer Mundo", como en la Latinoamérica de donde provienen, y es que el sentimiento de tristeza no cambia con la longitud ni la latitud, así que el lanzamiento de un pisapapeles arrojado una noche en una calle de Perú puede ser recogida en un calle de Bélgica al día siguiente como lo recrea Julio Ramón Ribeyro en Ridder y el pisapapeles, criptográfica metáfora de que los sentimientos poseen mas mundialización, como apunta Renato Ortiz, que racionalidad. 
Guayasamín
En su cuento Silvio en El Rosedal, el sentido de oportunidad constantemente debe ser hallado, la esperanza aburre, de ahí que se busque señales que permita al individuo descifrar los mensajes del destino, de aprovechar la oportunidad que tiene en sus manos, en Silvio en El Rosedal, el rosedal mismo será un oráculo que le indicara entre códigos de recuerdos cada acción que debe realizar Silvio, éste no es llevado por una racionalidad, por un orden o lógica su vida, sino por signos, por oportunidades que le señalen los caminos de su educación sentimental sin aprendizajes. Si hemos visto cómo la tristeza es una tarea pendiente en la educación sentimental del latinoamericano y especialmente del venezolano, entonces sólo puedo sentir tristeza por la historia del mango lanzado a la cabeza de un presidente, una tristeza profunda porque en ese acto hará que ciento de personas desdeñen sus proyectos de lograr, por medios propios y esfuerzos planificados, sus deseos de un Bien (ojo, no hablo del bien como una mera conjunción de "bien material" sino de un Bien ontológico que nos hace humanos) y de las experiencias que derivan del Bien como: la satisfacción, la alegría, el júbilo, la felicidad; el lanzamiento del mango nos plantea una tristeza por el abandono de las fuerzas para la experiencia y deseo de vivir en el signo del Bien, para entonces dedicarnos a encontrar la oportunidad del cambio, por lo que una tristeza abismal me va abordando porque sé que en el fondo, es la sistematización de referencias para alienar los resentimientos con esperanzas de oportunidades que se deben encontrar a cualquier costo para así obtener un bien en el futuro (en mucho casos meramente material), de aquí que en el simple acto de pegarle en la cabeza a una figura de poder un mango con un número de teléfono y una frase indicativa: "si puede me llama" y del obsequio obtenido posteriormente, creo que esconde uno de los actos más triste de nuestra historia contemporánea.