Julio Ramón Ribeyro |
El mes pasado, el 18 de abril para las
personas que necesitan las fechas exactas, en Venezuela, el presidente Nicolás
Maduro recibió un mango (mangifera indica), no es sus manos como agradecimiento de una persona, sino lanzado como una pelota de béisbol por una mujer que
estaba dentro de una multitud que saludaba al presidente mientras pasaba
manejando un autobús, reafirmando así su origen de trabajador especializado. La
mujer que lanzó el mango pegándole en la cabeza al presidente, recibió por tan
heroico hecho un apartamento amueblado y fue entrevistada por la televisora nacional, donde comentaba que tenía hambre y en lugar de comerse el mango decidió por una clarividencia divina tirarselo al "hijo" de Chavez.
Desde entonces comenzaron una serie de noticias al respecto, así como un
abanico de parodias y chanzas como las que podemos leer aqui. Le comenté a Mi Amiga Japonesa sobre el
hecho y qué me harían si lanzara un sushi al primer ministro de Japón. Las
respuestas fueron propias de alguien que no vive en un "realismo
mágico". Al principio esta noticia, así como otras de Venezuela, me
generaban una ira por la estupidez humana que desfila por mi país o, un cinismo
intelectual que enjuiciaba la estulticia de nuestros gobernantes y pueblo cerril o, una
soberbia sarcástica aparecía marcando a los victimarios, pero ahora lo que siento es una tristeza
profunda, sin destino.
Guayasamín |
Durante nuestros períodos de
aprendizajes emocionales en nuestros países latinoamericano, creo que los
sentimientos que nacen a partir de la obstaculización de nuestros deseos: ira,
enfado, furia, rencor, enojo, berrinche, rabia, vesania, resentimientos,
indignación, despecho, cólera; son las principales emociones que nos enseñan,
seguida de aquellos sentimientos que se generan por el bien que una persona
pueden provocarnos como: envidia y celos; obviamente todas estas emociones son
catalogadas como emociones negativas ya que merman las posibilidades de
realización del ser humanos, quizás por eso las principales emociones positivas
que se enseñan en estos países sean aquellas que se asocian con
una evaluación positiva del futuro: expectación, esperanza, confianza; así los
latinoamericanos y particularmente los venezolanos desarrollan sus vidas entre
un venir y un ir de estos sentimientos y mientras están rodeados de: ira,
rabia, cólera, indignación; no dejan de pensar en un futuro mejor, en la
esperanza de un cambio, de las expectativas de un mejor porvenir, así años
tras años, observamos conscientemente cómo se hunde la barcaza de la nación, de
nuestros empleos, de nuestras familias, pero nos abrazamos a las esperanzas de
ser salvados por un yate de lujo que navega cerca de nuestras calamidades,
esperanzas que se basan por las formas de unas nubes que vemos en el horizonte.
Portinari |
Si analizamos bien estos dos conjuntos,
hay algo en el medio que pasa desapercibidos, y es que entre la
imposibilidad de realizar nuestros deseos y redefinirnos para poseer un ánimo
positivo para recibir el futuro, perdemos nuestros deseos, proyectos y objetos;
los sentimientos que se asocian con las pérdidas de deseos, proyectos y objetos son: tristeza, melancolía,
desamparo, compasión, nostalgia, resignación, amargura, consternación,
desdicha, desolación, lástima, piedad, abandono. Pienso que el día a día de los
venezolanos y de los latinoamericanos está saturado con estos sentimientos,
pero por una u otra razón no nos enseñan a vivirlos, a comprenderlos, a
aceptarlos, a refenirlos para nuestra salud psíquica, creo que el promedio de
la población que vive en latinoamerica no saben qué hacer cuando estos sentimientos los desbordan, así
que huyen hacia sentimientos mejor comprendidos como la cólera o la esperanza,
o comienzan juegos de humor o de tragedia, (la comedia y la tragedia no son
sentimientos, son juegos cognitivos cuyo fin son generar emociones y consciencia
de las circunstancias, como bien apuntó Aristóteles), o inician fiestas dionisíacas para que el cuerpo se divierta mientras las emociones se ahogan en alcohol, pero lo principal es que
no aprenden a llevar, a conocer estas emociones en estos duelos cotidianos, por
lo que la pesadumbre de incomprensión de los afectos que se anidan en sus almas aumentan con los
años.
Monje |
Son tan intensas nuestras pérdidas:
proyectos de vida, deseos, objetos queridos, bien ontológico y a veces material, que gran parte de la cultura
latinoamericana se alimenta de la tristeza y palabras vecinas: ¿qué más triste
que un bolero, que una ranchera, que una obra pictórica de Oswaldo Guayasamín,
Candido Portinari o Ignacio Monje? ¿qué más triste que la obra narrativa de Julio Ramón Ribeyro?
Cuando daba clases de literatura latinoamericana, leíamos algunos cuentos de
Rulfo, Garmendia, García Márquez, Benedetti; pero cuando leía a Ribeyro,
siempre terminaba con un sentimiento que no podía discernir con precisión. Un día
leyendo El síndrome Ulises de Santiago Gamboa, meses atrás, leí la excusa por la cual
no pudo atender Ribeyro al protagonista para que éste le realizara una entrevista, el argumento del cuentista es que está deprimido.
Luego cuando el protagonista en su proceso de pérdidas y tristezas a lo largo de la novela lo vuelve a
llamar ocurre el siguiente diálogo: "El timbre alcanzó a sonar diez veces
antes de que alguien contestara, y de nuevo era él, con su voz frágil y aguda,
¿aló? Saludé y dije, soy el periodista colombiano del otro día. Pero él repitió
la frase de la vez anterior: estoy muy deprimido, le pido el favor de llamar la
semana entrante. Entonces le dije, yo también, señor Ribeyro, yo también estoy
muy mal, disculpe, adiós. Ya me disponía a colgar cuando lo escuché decir algo.
Espere, espere, ¿qué le ocurrió? Perdí un trabajo importante, murmuré, sólo
eso. Hubo un silencio en la línea y luego me dijo: eso cambia todo, lo espero
mañana a la siete". Al principio parece unas líneas sin importancia, pero
luego en la entrevista con Ribeyro y en el análisis muy subjetivo que hago de la novela, observo
que el protagonista lleno de recurrencias pícardías, aventuras sexuales, laberintos
policiales, es un personaje que comienza con una tristeza profunda y en su andar la va reconociendo. La novela de Gamboa es una expiación, no para salvar sus culpas
sino para reconocer la tristeza como eje que marca cada maniobra, cada
decisión, tristeza que embarga a todo exiliado, a todos lo que han perdido las
coordenadas de su tierra, de su lengua, de lo propio, de lo querido, de lo
conocido, en sintesis esta novela, para mí, es una bildungsroman sobre la tristeza.
Berni |
“Escribo cuentos de las personas privadas de palabras, de
los marginados, olvidados, condenados a un existencia sin sintonía y sin voz”.
Así justifica su escritura Julio Ramón Ribeyro en una carta que envía al editor
de su libro La palabra del mundo, y que será el preámbulo para iniciar
un viaje por la idiosincrasia y las visiones de una América Latina llena de
personajes grises, sin historias, hundidos en la miseria, en la ignorancia, en
el destino, o decirlo más sencillo, personajes que van teniendo conciencia de sus pérdidas. Igualmente la narrativa de Ribeyro fortalece lugares
comunes del “ser latinoamericano” que hemos heredados de políticas
dictatoriales, guerrillas alertas o pandillas engañadas, galantería de machos,
jolgorios futbolísticos, visionarios del futuro; estos cuentos es un ir de la tristeza a la alegría y viceversa, como giros de compases en un baile; todos ellos acompañados por personajes mestizos,
mezclados, amalgamados, quizás más por necesidades política, por prejuicios morales, por recibir una educación cicatera de emociones, que por compartir
sueños comunes o ideales concretos. Julio Ramón Ribeyro en sus noventa siete cuentos
que aparecen en La palabra del mundo, plantea las principales mitologías
y lugares comunes que han asociado a los Latinoamericanos dentro de los propios
países como fuera de ellos. Así hallamos varias problemáticas que directa y
tangencialmente el autor peruano retrata: la identidad, los problemas de
las clases sociales, la educación como arma de cambio social, el sentido de
justicia, la relaciones amorosas, el desarraigo, las tribus urbanas, los
militares y el poder, los criollos y el poder, los pobres y el poder, así como
miradas a la política y la corrupción del Estado, para finalmente comentar los
sueños de los bohemios que deambulan desde el barrio de Miraflores hasta
cualquier calle de Montmartre, buscando algo sin precisión.
Poleo |
En su cuento: Una aventura nocturna, el protagonista
Arístides es descrito como un “hombre excluido del festín de la vida”, un
hombre triste, que vislumbra una aventura pero como su vida es un cúmulo de
desatinos, su aventura será burlada por su destino. La figura de Arístides contiene las
actitudes de las personas marginadas, del pobre, del miserable, que busca en el futuro algo mejor para ser incluido en ese festín que se llama modernidad,
del desarrollo económico y los avances tecnológicos, del buen vivir burgués.
Arístides será engañado por una fantasía, por una promesa, por una noche de
placer, por un American Dream de libertad, de encuentro de voz, de
justicia. Arístides es una metáfora de lo que ha ocurrido a
los Latinoamericano, un mundo de constantes promesas pero que se cierra como
puertas automáticas, dejándolo realmente con un dolor por la pérdida de sus sueños. Ribeyro es un escritor que recorre la mayoría de los
mitos y lugares comunes de los latinoamericanos desde los sentimientos de la pérdida en situaciones de pobreza, de embarazos
precoces, de jactancias, de sueños vacíos, de adulancias, de migraciones y
los puntualiza en espacios obtusos, es zonas escarpadas, en escenarios europeos
o cerca de campos del golf a las orillas de Lima donde constantemente afloran discursos
racistas, debilidades de voluntad, obstáculos de ideas, ausencias de ética. Ribeyro es uno de los
cuentistas latinoamericanos por antonomasia, y aunque la mayoría de estos
escritos fueron realizados en Europa, quizás esa distancia le permitió
profundizar su mirada melancólica, nostálgica, de compasión, conceptos que envuelve a los habitantes de América Latina y que sencillamente a veces no comprenden o se aprende a negar; "No estoy triste, no es mi llanto, es el humo del cigarrillo que me hace llorar" decía el estribillo de una cumbia cantada por el venezolano Pastor López.
Boter |
Ya desde su primer cuento La vida gris de 1949,
Ribeyro define a los personajes que comulgarán con su imaginación en cientos
de páginas. En éste cuento nuestro personaje se caracteriza por no tener nada
extraordinario, se desenvuelve en planos grises y posee una vida monótona, como la mayoría de
las existencias humanas. “De su paso por el mundo no quedó nada bueno, ni nada
malo. Era como si no hubiera existido, como un aerolito que cayera sin dejar
estela, como un fuego que se apagara sin dejar cenizas. Se hundió en la nada
llevándose todo lo que tuvo; cuerpo y alma, vida y memoria, latido y recuerdo.
Fue una vida inútil, rotunda, implacablemente inútil”. Cuando leo estas líneas me pregunto por qué esa reiteración a lo inútil, el protagonista tuvo una vida, triste, muy triste, pero no inútil, pero la visión de estar tristes, de estar nostálgico, se asocia con un vida inútil, sin valor y a veces sin sentido. También puede ser inútil la vida de los protagonista del cuento: Alienación
(cuento edificante seguido de breve colofón). Donde nos muestras a personas se les enseñan a vivir en una eterna tristeza, en la perdida de su identidad. Los protagonista tienen proyectos que radica en la esperanza de una vida mejor en EE.UU., contiene la rabia y el enojo suficiente para realizar el camino del cambio, pero están tristes por perder todo lo que son y lo que los caracterizan, así nuestros protagonistas: Bobby y José María; jóvenes
zambo, de familias humildes deciden conquistar sus sueños americanos, pero para tal fin: “Antes había que
deszambarse. El asunto del pelo no le fue muy difícil: se lo tiñó con agua
oxigenada y se lo hizo planchar. Para el color de la piel ensayó almidón, polvo
de arroz y talco de botica hasta lograr el componente ideal. Pero un zambo
teñido y empolvado sigue siendo un zambo. Le faltaba saber cómo se vestía, qué
decían, cómo caminaban, lo que pensaban, quiénes eran en definitiva los
gringos.” Perder nuestra identidad, lo que somos, indica una gran tristeza que algunos llaman vacío, el concepto vacío se usa a diestra y siniestra como comodín para explicar ciertas acciones de no aceptarnos como somos, pienso que en el fondo es un sentimiento de tristeza por perder nuestra identidad esencial por embates sociales e ideologías efímeras, por lo que puedo pensar a Michael Jackson como uno de los hombres más tristes que han vivido sobre la tierra, ¿lo sabría?
Bravo |
Ribeyro sintetiza encuentros azarosos vitales como base para desarrollar su narrativa, así frente a la impotencia de desarrollar nuestros proyectos y la tristeza de las pérdidas, los personajes narrativos de Ribeyro (y algunos latinoamericano que conozco) se esfuerza por acrecentar las esperanzas, las expectaciones, las confianzas; estos sentimientos salpican la narrativa de Ribeyro, por lo que en sus
cuentos: El Jefe, El Banquete, Explicaciones a un cabo de servicio, El
profesor suplente; muestras la búsqueda o la elaboración de oportunidades que permitan hacer un giro al
devenir de la vida. La oportunidad es un
elemento vital para entender cierta actitud de la cultura de América Latina.
Así en su cuento: La primera nevada, hallamos Torroba, un personaje que
podríamos sintetizar de “aprovechador de las oportunidades”: del “vivo”, del "pícaro", del "oportunista"….. Torroba, poco a poco, va conquistando el espacio
vital de su amigo, primero una maleta, luego una oportunidad para dormir en el suelo,
progresivamente se queda en las noches, come en la casa y terminar en la cama
principal, inclusive despojándola a su compañero para poder satisfacer su
deseo sexual. Torroba sintetiza la mirada del quien espera la oportunidad entre
la estrechez económica, pero a la vez realizando potlatch, realizando
excesos en la escasez, como para engañar a la tristeza. “Nunca escuché de sus labios la palabra gracias. Es
verdad que por las noches, cuando lo encontraba en uno de esos sórdidos
reductos como el Chez Moineau, rodeado de suecas lesbianas, de yanquis
invertidos y fumadores de marihuana, me invitaba a su mesa y me brindaba un
vaso de vino rojo" Constantemente hay un juego, un arte
lúdico, un arreglar la carga en el camino o como decía un personaje de una telenovela venezolana: "Como vaya viniendo vamos viendo"; y es que arreglar las cosas como vayan viniendo, es la actitud del nómada, del conquistador, del guerrillero, es la herencia de los desplazados, la herencia que cobija gran parte de la mentalidad de Latinoamericano. Si bien a los países que
nacen desde Río Grande y terminan en la Patagonia, se les han tildado de
“subdesarrollados” o de “Tercer Mundo”, horadando así un sentimiento para
acercarse al “Primer Mundo”, no desde una preconcebida modernidad, de una
pujante industrialización, sino desde las grietas que permitían la cultura, de
saltar ciertas brechas de frustraciones, de destino impuesto, de clasificación,
gracias a un contacto con ese mundo desarrollado que transcurre en París como
el cuento, La estación del diablo amarillo, o en Madrid en el relato, Los
Españoles, o Berlín en la narración Los cautivos; vemos cómo nuestros
personajes latinoamericanos quedan sorprendido ante la revelación de descubrir que la vida es tan parecida allá, en el "Primer Mundo", como en la
Latinoamérica de donde provienen, y es que el sentimiento de tristeza no cambia con la longitud ni la latitud, así que el lanzamiento de un pisapapeles
arrojado una noche en una calle de Perú puede ser recogida en un calle de
Bélgica al día siguiente como lo recrea Julio Ramón Ribeyro en Ridder y el
pisapapeles, criptográfica metáfora de que los sentimientos poseen mas mundialización, como apunta Renato Ortiz, que racionalidad.
Guayasamín |
En su cuento Silvio en El Rosedal, el sentido
de oportunidad constantemente debe ser hallado, la esperanza aburre, de ahí que se busque señales que
permita al individuo descifrar los mensajes del destino, de aprovechar la
oportunidad que tiene en sus manos, en Silvio en El Rosedal, el rosedal
mismo será un oráculo que le indicara entre códigos de recuerdos cada acción que debe
realizar Silvio, éste no es llevado por una racionalidad, por un orden o lógica
su vida, sino por signos, por oportunidades que le señalen los caminos de su educación sentimental sin aprendizajes. Si hemos visto cómo la tristeza es una tarea pendiente en la educación sentimental del latinoamericano y especialmente del venezolano, entonces sólo puedo sentir tristeza por la historia del mango lanzado a la cabeza de un presidente, una tristeza profunda porque en ese acto hará que ciento de personas desdeñen sus proyectos de lograr, por medios propios y esfuerzos planificados, sus deseos de un Bien (ojo, no hablo del bien como una mera conjunción de "bien material" sino de un Bien ontológico que nos hace humanos) y de las experiencias que derivan del Bien como: la satisfacción, la alegría, el júbilo, la felicidad; el lanzamiento del mango nos plantea una tristeza por el abandono de las fuerzas para la experiencia y deseo de vivir en el signo del Bien, para entonces dedicarnos a encontrar la oportunidad del cambio, por lo que una tristeza abismal me va abordando porque sé que en el fondo, es la sistematización de referencias para alienar los resentimientos con esperanzas de oportunidades que se deben encontrar a cualquier costo para así obtener un bien en el futuro (en mucho casos meramente material), de aquí que en el simple acto de pegarle en la cabeza a una figura de poder un mango con un número de teléfono y una frase indicativa: "si puede me llama" y del obsequio obtenido posteriormente, creo que esconde uno de los actos más triste de nuestra historia contemporánea.