martes, 6 de agosto de 2013

MI VENEZUELA DE MUERTE.

En mi bachillerato "estudié" literatura. Obviamente es un eufemismo, como son las mayorías de mis recuerdos. Creo que cursaba cuarto año cuando nos asignaron unas lecturas. Eramos tres amigos que hacíamos trabajos juntos y nos tocó leer tres novelas para luego hacer una exposición y entregar un trabajo tipo "resumen". A mi me dejaron La Trepadora de Rómulo Gallegos, porque mi amigo Antonio tomó Rayuela de Julio Cortázar y Carlos leyó Pedro Páramo. Al final hicimos una exposición donde con un gran trabajo de improvisación por mi parte, terminé diciendo que la trepadora era una mujer que subía a una mata de mango a esperar a que su padre llegara mientras veía un atardecer, luego de tan maravilloso cierre, la profesora se rió (sólo ella, lo que me dio a entender que era la única que sabía la historia de la novela) y me aplazó un trimestre de literatura latinoamericana por irresponsable, por no leer y por inventar una novela fuera de la novela. A Antonio lo aprobó con 10 puntos porque explicó brevemente que la novela de Cortázar se trataba de una historia de amor que se desarrolla en un manicomio, y dentro del manicomio había niños muertos cuyos nombres nunca pudo recordar, ahora le preguntaría a la profesora por qué le puso 10 a Antonio, hasta ahora es el mejor resumen que he oído de la obra de Cortázar, y más si podemos leerla como nos de la gana, masculinamente como a veces exigía el argentino. A Carlos le colocó 17 puntos, pero Carlos era el más aplicado de los tres, y precisó que la novela de Rulfo hablaba sobre muertos, fantasmas y apariciones. Luego de clases y de saber que tenía un examen de recuperación de literatura latinoamericana le pregunté: ¿Sobre muertos se trata la novela? y Carlos precisó un poco más: la novela narra la historia de un hombre que ve, habla y come con los muertos. Pues, que novela más rara, le dije, prefiero la historia de amor en el manicomio como la obra que leyó Antonio y Carlos aclaró: lo único que no entendí de la novela de Cortázar (que también leyó) fue si era un niño o varios, es que tenía un nombre raro ¿Rocadoamur, Rocamadur?, creo que es francés y como no lo recordaba bien mientras leía, pensé que podía ser más de uno, y también dudó dónde quedaba el manicomio: ¿Argentina o Francia? Y así paso esa época, con un examen de recuperación en el que hablé de Pablo Neruda de su ¿fatídico? Poema 15. Comenté a la profesora que ese poema estaba dedicada a un fantasma, a una muerta. La profesora se apiadó de mí relación con la muerte y me colocó 10 puntos. 
Pues sí, el París de Cortázar era un gran manicomio, así como el Japón en que vivo es un portaaviones. Ni Cortázar, ni Gallegos, ni Rulfo, me llegaron en mi adolescencia o yo no los dejé llegar, arribaron a mi mesa de noche, después de mis veintes años, después de recorrer varios caminos y laberintos, casi al final de mis estudios universitarios, luego de algunos sueños incumplidos, de empezar a buscar entre libros ideas inapropiadas, de crear diálogos con seres inanimados, así como de vez en cuando trepar algún árbol que en mi niñez nunca me atreví. Las anécdotas narradas vienen porque aquella profesora le pareció curioso que yo viera una muerta en el Poema 15 de Neruda, y de decirme que poseía una extraña relación con la muerte. ¿y los Veinte Poemas de Amor están dedicados a una muerta? Si profesora, fue mi respuesta, y aún lo creo. Esa relación ahora se profundiza porque he comenzado a escribir en un cuaderno los muertos que he conocido, similar como lo hace Fernando Vallejo. Mi Amiga Japonesa comenzó a leerlo y me preguntó quienes eran esas personas. Son las personas que he visto o hablado en algún momento de mi vida y ahora están muertos, le explico. Mi Amiga Japonesa me mira con sospechas, con resquemor, y sí, yo también percibir como algo bizarro esa maña de hacer una lista de muertos que Fernando Vallejo comentó en su Discurso en la Universidad Nacional de Colombia al recibir el doctorado honoris causa. Y es que ahora entiendo que no es una provocación, es que Fernando Vallejo entrevió los manicomios en que se transforman los países y que vuelven esquizofrénico, paranoico o espectro a sus habitantes, así como lo inútil de recordar sin sentido, pero especialmente, Vallejo acentúa las profecías de Juan Rulfo, y sí, es que ahora también comprendo a los difuntos de mexicano, entiendo ahora lo maravillosas real de Rulfo y sus frases como la de su cuento Luvina“Yo les dije que era la Patria. Ellos movieron la cabeza diciendo que no. Y se rieron. Fue la única vez que he visto reír a la gente de Luvina. Pelaron los dientes molenques y me dijeron que no, que el Gobierno no tenía madre. Y tienen razón, ¿sabe usted? El señor ese sólo se acuerda de ellos cuando alguno de los muchachos ha hecho alguna fechoría acá abajo. Entonces manda por él hasta Luvina y se lo matan. De ahí en más no saben si existe. Tú nos quieres decir que dejemos Luvina porque, según tú, ya estuvo bueno de aguantar hambres sin necesidad -me dijeron-. Pero si nosotros nos vamos, ¿quién se llevará a nuestros muertos? Ellos viven aquí y no podemos dejarlos solos". 
Y si ahora entiendo maestro Vallejo, ahora entiendo maestro Rulfo, los muertos debemos llevarlos, los muertos nos anclan, nosotros a ellos y ellos a nosotros, y hay que reírse cuando nos hablan de la patria, de los gobiernos, de la prosperidad, de la felicidad, del futuro, estas ideas sólo usan a los muertos como comodines para los juegos de poder, y luego no se los llevan, no los cargan, los tiran, los abandonan, pero los verdaderos muertos quedan en nuestra memoria para recordarnos lo efímero que somos, la suerte que tenemos y que a veces hay que sacar a los muertos de los conceptos y dejarlos vacíos de ellos y, ¿el concepto se romperá?, ¿cómo pensar una guerra sin sus muertos? Los muertos no deben ser manipulados, ni olvidados. Pero últimamente descubro al Rulfo profeta y a Vallejo como su discípulo, dos escrituras que muestran una Latinoamérica lejos de el "realismo mágico" que nos enseñaron a percibir. En alguna época sentí a Venezuela como una parte de Macondo, donde los absurdos se encontraban en la realidad, y los muertos eran anécdotas, historias hilarantes, "sayonas". Al crear mi lista de muerto Macondo se fue transformando en Comala, y ahora tengo  esta lista de nombres sin cuerpos, sin posibilidad de contactos, abrazos, y afectos, y será la lista lo que recitaré cuando me pregunte acerca de la seguridad de mi país, recitaré a los muertos como lo hacen los habitantes de Comala, Cumaná, San Cristobal y Caracas.
Mi Amiga Japonesa siempre ha querido ir al país en que nací, y tengo años llenándole de excusa, la principal, Venezuela es peligrosa. ¿Siempre había sido así? me pregunta ella. No, le digo, de niño no veía pistolas ni muertos en las calles y eso que vivía en un barrio: Campo Rico. Habían malandros, personas "mala" o sencillamente individuos que no les interesaban hacer el bien, aquel que Aristóteles y Platón definieron como lo que todos los seres humanos buscan y aprecias; y caminaban con sus navajas, oyendo salsa y tomando cerveza en las esquinas y fumando un cigarro que olía a hierbas quemada. Mi madre me advertía que allí había un peligro y que no me acercara. Con el tiempo aprendí uno que otro movimiento de kárate o boxeo, y así sobrevivía al acoso en el barrio, cuando los malandros me detenían y me pedían dinero, a veces me defendía y rompí varias narices y me rompieron alguna veces la boca, a veces corría por las escaleras. Pero no sentía el peligro de que mi vida se acabara, sólo el dolor de los golpes. Cuando tenía como nueve años o diez años, oí que a Boris, el primer malandro que conocí en mi vida, fue asesinado, lo encontraron robando una quinta en El Marqués, y el dueño le disparó. Fin de una de las personas que mis padres me enseñaron a temer. Boris, delgado, alto, con cinco hermanos, sin padre conocido y madre que siempre gritaba por las calles del barrio, fue el primer muerto que llegué a conocer, el primero de mi lista, con su mirada triste y sus labios gruesos con un cigarrillo y una piel algo amarillenta, aunque no tenía más de dieciocho años, y sólo una vez me detuvo, me pidió mi dinero, me negué, y gritando me dijo, !corre! y corrí...  él se rió; aún corro, ya no por las escaleras del barrio, sino por la vida. Cuando murió, mi madre me advirtió que su vida fue irregular, fuera de la ley, sin orden, y matando a hierro se muere a hierro,  yo sólo me acordaba de su cara, un rostro muy joven, y nunca lograré saber por qué me dejó esa tarde correr escaleras abajo y no me golpeó. Tenía ocho años y a esa edad uno no quiere saber de la vida, sino vivirla. Mi madre me observaba por las calles, jugando, corriendo, y se preocupó de que siguiera el ejemplo de Boris, pero no, estaba en la calle para oír historia, para sentir mis hormonas, para socializar, el miedo a Boris y su muerte me alejó de sus pasos, quería vivir, sentir más cosas, e intuí que los estudios me guiarían a algún lugar que por aquel entonces no sabía cuál era. 
Ingresé a la universidad, mas por suerte que por constancia y desde entonces mi lista de personas muertas comenzó a crecer, especialmente en el año 1989 con el Caracazo. Ese año escribí el nombre de Yulimar Reyes una joven de izquierda y bellas ideas que fue asesinada por el simple hecho de estar en el lugar equivocado a la hora equivocada. Aquí comienza la lista de mis muertos a crecer, pero lentamente, en esta lista se incluyen a las abuelas, a una prima, las "viejas" muertes esperadas, aunque el de prima fue una sorpresa. Las muertes familiares llegaron a los cuerpos mermados, no por asesinato, no por una "Pena Capital", sino por simple cansancio, agotamientos. Con el tiempo ingresaban más conocidos. Una tarde un amigo me dijo: "sabes Álvaro, Cisnero murió. ¿Cisnero? Sí, te acuerdas de él, algo medio maricón, pues murió de SIDA". Si también tuve conocidos que murieron de SIDA, de sobredosis de drogas, en accidentes de tránsito. La lista aumentaba, cada año alguien ingresaba, a veces una o dos personas, era un ritmo ¿"normal"? Así anoto en la lista hasta llegar al año 2000 por aquella fecha la lista contenía una doce personas. Pero desde el 2000 hasta estos días de vacaciones en Japón y que escribo en mi Blog viendo la ciudad de Osaka, me percato que en la lista ingresaron cuarenta y tres personas. Más del triple de la última década del siglo pasado, y por cierto ningún japonés. ¿Qué pasó? ¿Será que me vuelvo viejo y a mayor edad más muertos aparecen?, pero si apenas entro a mi cuarta década. ¿Será que las personas que conozco están muy enfermas?, para nada, todas son deportistas o alcohólicas. Leo la lista y los hechos y resulta que treinta y siete personas han sido ASESINADA, así de simple y en mayúsculas. Con el inicio de la Revolución siento que se inicia un País de Muerte, aunque unos amigos me dicen: Álvaro como siempre !Exageras! Yo hago un ejercicio de imaginación y veo cómo se transforma Caracas en Luvina, en Comala, no los lugares que describía Rulfo, no los terrenos de los habitantes del norte de México. Luvina se haya entre las esquinas de Padre Sierra a Las Monjas y Comala es un terreno baldío entre la Serranía del Interior y el Ávila. Y es que desde el 2000  la lista aumenta y aumenta. Al principio no le di importancia, y es que uno piensa que es normal que las personas mueran, sí, es el proceso certero de la vida pero; ¿cuentan las muertes ejecutadas por una ley no escrita, por una especie de Pena Capital, en la cual nunca el condenado pudo saber su sentencia. Mis amigos repiten: !exageras! La muerte siempre nos visita, eso ocurre todo el tiempo, en todas partes, argumentan mis amigos, y pienso el día en que Caracas se transformó en Luvina y la recuerde desde Japón; donde me comentaron que el año pasado asesinaron a 21 personas con armas de fuego, ¿sigo exagerando?
La metamorfosis de Caracas ocurrió para mí, un día en que estaba almorzando en la universidad, un amigo me ve, se acerca y comenta: ¿sabes, ayer mataron a Rafael? Yo me le quedé mirandolo y pregunté: ¿cuál Rafael? Él mira con una seriedad indescriptible: Rafael García Torres. !Rafael García Torres!, exclamé de inmediato, y le digo a mi amigo: pero el martes le llevé un artículo para la revista Apuntes Filosóficos, y nos tomamos un café, y me recibió el artículo, y hablamos de proyectos !qué dices!, ¿cómo que lo mataron? Pues sí, parece que discutió con alguien en la autopista y le dispararon, murió dentro del coche. Así mi libro de apunte de los muertos que comenzó con Boris, el malandro del barrio, que era una persona que hacía mal, que robaba, que asustaba, que vendía drogas y violaba, se sumó en el 2008 la muerte de Rafael García Torres, profesor de la UCAB, de la UCV, no por causas natural como se esperaría, sino porque un "Boris" le disparó cuando conducía por la autopista, lo mató de un tiro e hirió a su hijo que lo acompañaba. El profesor fue sentenciado, ejecutado, obtuvo una Pena Capital, pero, qué mal hizo a la sociedad Rafael, ¿enseñar? Me alejé del estilo de vida que hizo Boris porque quería vivir, y siempre traté de estar en la ley, de no hacer el mal, de obtener un trabajo decente, quizás como Rafael, ¿entonces? No hay camino seguro en la vida, eso lo había aprendido en mis estudios de filosofía, pero no es que la vida sea insegura en sí, sino que las profecías de Rulfo comenzaron a cumplirse. Juan Rulfo no sólo usa regionalismos, metáforas locales, imaginarios populares, Juan Rulfo es un profeta que se esconde entre las palabras, así Venezuela se está llenando de almas, no de cuerpos vivos y las personas están hablando constantemente con muertos, siguiendo a muertos, recordando muertos. Pedro Páramo será cada Venezolano que regresa a su casa y por las calles andan Susana San Juan, Lucas Páramo, Dolores Preciado, Miguel Páramo, Toribio Aldrete; sí, un corrido de zombis que aparecen en cada rincón de Venezuela buscando a otros muertos. Y fue con la muerte de Rafael y de otras personas que me hicieron pensar en irme de Comala, aunque decía que exageraba, que todo era azar, que hay que luchar por un mejor porvenir. No, Comala se instauró, y a veces no eran sólo los muertos sino los que quedaron cuadripléjico o parapléjico, en silla de ruedas como Jorge Recio, fotógrafo, estudiante de filosofía, quien siempre estaba sonriendo a la vida, y desde abril de 2002 está en una silla de rueda. 
¿Me tuve que haber quedado en Comala con los muertos?, pero los muertos también me hablaron, y decidieron que los recordara con mis neuronas, con mi vida, con mi torpe escritura, llevo a los muertos conmigo, a Boris y a Rafael, así como muchos que no nombro para no aburrir, pero que están en mis noches, antes de dormir, antes de perder la conciencia, como ejercicio para el que será mi muerte, ellos me acompañaran en mi última noche y nadie sabrá quienes me acompañarán, aunque la lista se seguirá escribiendo. Llevo ahora todos los nombres en un cuaderno, con sus fechas de defunción y unas notas de cómo estas personas se vincularon con mi vida. Seguramente habrá algunos nombres que no he anotado, no por decidia sino porque no me he acercado a Comala últimamente, no he sabido más de muertos. Hay gente que piensa que la muerte en Venezuela es un problema de percepción, sería bueno que todos hagan sus cuadernos y los enviarán al Congreso, seguro no habrán estanterías suficientes para colocarlos. Y es que en Venezuela se transforma en Comala, así como profetizó Rulfo: "Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado, cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo del tejabán, viendo cómo el agua fría que caía del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada. Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río" Cae la lluvia, mueren las personas, las casas se derrumban, los indigentes se acumulan, las promesas se las llevan los ríos, y claro, ahora hay patria, tierra, cosechas, comida, vida, abundancia, o como decía alguien: "vivir viviendo", una forma bizarra de percibir la violencia entre adjetivos y adverbios. 
Creo que en mi Comala se "mueren muriendo". Y aunque se han dado tierras, casas, carros, trabajos a dedo, sistemas de salud, de educación y alimentario por populares decretos. Comala crece con sus muertos, o por lo menos eso lo podemos leer en notas de prensa. "Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo, para ver si algo retoña y se levanta. Pero nada se levantará de aquí. Ni zopilotes. Uno los ve allá cada y cuando, muy arriba, volando a la carrera; tratando de salir lo más pronto posible de este blanco terregal endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como reculando" Así comenta el profeta. Sí, cada vez que leo a Rulfo leo una profecía que se cierne sobre Venezuela, aquel país que recorrí de punta a punta, sin libreta de muertos, aquel país que me adentré desde lo profundo del Amazona, La Gran Sabana, El Delta, Los Llanos, Los Andes, Zulia, e Islas paradisiacas como Los Testigos. Sí, recorrí toda Venezuela en mi juventud, pero ahora no soy capaz de llevar a Mi Amiga Japonesa y mostrar las bellezas que percibí, la gente que conocí, las curiosidades que recorrí, porque tengo un extraño miedo, no ha morir, de ser robado, o secuestrado como le ha ocurrido a varios amigos, sino a encontrarme con Boris y esta vez no me deje correr, ni a Mi Amiga Japonesa. 
En la libreta de Mi Amiga Japonesa hay sólo un muerto, un abuelo, que murió por ley natural, más nadie, en Japón se mueren de viejo o se suicidan, así que aunque hay Pena Capital, seguramente su libreta estará ajada cuando escriba el décimo nombre, quizás el mío, para ese momento espero no haber escrito un segundo cuaderno con nombres, como lo hizo Vallejo. Descanse los muertos de Comala, los que llevaré en mis neuronas hasta mi último suspiro, en cualquier lugar, a cualquier hora. 

2 comentarios:

  1. Hola, ¿las fotografías son tuyas? ¿podría tomar alguna para mi trabajo escolar? Es sobre Pedro Paramo.
    Llegué a tu blog de la manera más extraña... pero detuve a leer todo lo que posteaste porque me llamó la atención que comenzarás tu introducción con "Mi amiga japonesa"

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  2. Si puedes usar las fotos son de varios lugares en que he tenido la oportunidad de estar: de Japon(1,2,5,9), Cuba (8), EEUU (3), Brazil (4), Argentina (6) México (7). Espero que te vaya bien en tu trabajo.

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