Meditación en silencio |
Una vez leí en mi obra favorita de Shakespeare: “The man that hath no music in himself,
nor is not mov'd with concord of sweet sounds, is fit for treasons, stratagems, and spoils; the motions of his spirit are dull as night,
and his affections dark as Erebus: let no such man be trusted."
Músicos callejeros en Tokio |
A mi Amiga Japonesa le gusta la música, y sé que a una gran mayoría de personas en el mundo le gusta la música, por lo tanto en el mundo quizás no hay más traiciones gracias a Bach y a Rammstein. Por muchos años a mí me daba igual oír o no música, así que por mucho tiempo pensé que no me gustaba la música y estaba presto a cualquier traición o destrucción, hasta que descubrí a uno de los pocos seres humanos que no le gusta la música: mi madre. Ella no canta, no tararea, no habla de instrumentos y no es sorda, aprendí de ella a oír el silencio profundo del día, tan profundo que por algún tiempo me sentía mal a veces sólo por oír un ruido o una melodía, pero creo que ella a su manera, me enseñaba a crear estratagemas para aprender a vivir en absoluto silencio, sin traiciones ni destrucciones. Con el tiempo y teniendo a mi Amiga Japonesa que siempre tiene su IPod a mano, canturreando, no he tenido más que aceptar que hay música que me “agrada”, o por lo menos me acompaña, aunque en más de una ocasión alguien se ha compadecido de mi, por mi incapacidad para no conmoverme por una melodía o un acorde.
Músicos en un festival de Kioto |
En mis estudios de japonés uno de mis profesores me han insistido en oír música en japonés, en aprender giros y pronunciación, así que busqué música popular japonesa llamada J-Pop, con la ayuda de mi amiga japonesa, ella me compró dos disco. スキマスイッチ y Every Little Thing, básicamente porque en ambos disco tienen las líricas y en “teoría” puedo aprender mejor japonés. Oigo la música y comienzo a oír y a tratar de traducir, todo se vuelve pesado y el tiempo no me alcanza. Le digo a una de mis profesoras que trato de traducir canciones, pero que son complicadas, ella me recomienda que busque canciones más fácil. Luego voy a YouTube a buscar canciones, casi infantiles en Japonés y con ella me encuentro a Candy Candy, una serie que en mi época cautivó a más de una de mis amigas del colegio. Veo la introducción en Japonés y traduzco su letra.
そばかすなんて、気にしないわ
Tengo pecas pero no me importa
鼻ぺちゃだってだってだって、おきにいり
No tengo nariz respingada he incluso me gusta
お転婆悪戯大好き、かけっこスキップ大好き
A las muchachas le gustan hacer travesuras, carreras y brincar
私は、私は、私は、キャンティ
Yo soy Candy, Yo soy Candy, Yo soy Candy
ひとりぼっちでいると、ちょっぴりさみしい
Si estoy sola estaré un poco triste
そんなときこういうの、鏡を見つめて
Entonces, yo me digo frente al espejo
笑って、笑って、わらって、キャンティ
Rie, rie, rie, Candy
なきべそうなんてさようならね、キャンティ
Candy.
No voy a llorar, adiós, Candy.
Luego me detengo y veo que no se parece en nada a la que cantaba mis compañeras del liceo. Aquella era algo melosa, romántica y patética, especialmente la parte: "búscame, sígueme, llamame Candy... y donde las chicas eran invitadas a ser sus amigas". Comparo las letras y mientras la versión japonesa marca un aire ingenuo, la versión española parece cantada por una adolescente enamorada de su ideal platónico y su necesidad de amistad, del otro, de conversar y hablar; mientras la versión japonesa nos habla de que si una persona está triste que mire al espejo y ría. Dos concepciones para enfrentar la soledad. Le pregunto a mi Amiga Japonesa si se acuerda de Candy Candy, ella ríe, es una generación y media después del boom de Candy Candy, ella es de la generación del móvil, de la computadora portátil, del nomadismo de los sentimientos, ella prefiere otras series, otras historias, otras traducciones. Veo una y otra vez y oigo una y otra vez la canción, pero aunque es pegajosa no entra en mi alma, totalmente oxidada a las melodías y dulces sonidos. Sé cual es el problema principal de este tipo de almas, aprender idiomas. Amar el silencio es atentar al aprendizaje de idiomas, a la semántica, a la fonética. Mi amiga Japonesa aprende rápido español, yo apenas domino el subjuntivo y algunos acordes de los verbos indicativos y por supuesto pienso en imágenes, no en palabras ni melodías cuando me hablan en japonés. Me ahogo dentro de figuras, siluetas y sombras.
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