Atardecer a 10 minutos de mi casa (1) |
Preámbulo. Vil copia escrita de una siesta representada
gráficamente por Goya y Lucientes elaborada en algún descaso del años de gracia
de 1799.
Tuve un sueño… o pesadilla.., simplemente ocurrió, quizás su origen fue que en algún momento, en un discurso en el 2013, Nicolás Maduro citó a Derrida, y a otros pensadores, en aquel momento lo único que me dije es quien le escribió el discurso debería haber colocado la pronunciación fonética de los citados entre paréntesis. Mi sueño o pesadilla fue oír de nuevo a Maduro en una conversación con los jerarcas del gobierno tiránico de Venezuela. Maduro charlaba con Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez entre otros, también con intelectuales como Luis Britto García. El presidente citaban a Deleuze pero también a Vattimo y a Fredric Jameson; pero a diferencia de lo que podía esperar de una charla entre posmodernos, Maduro indicaba como el posmodernismo era un error, una vil mercancía cultural e intelectual traída desde el “Imperio” para afectar la sabiduría de los pueblos, de hecho y con cierta sorna explicaba que ya los títulos mostraban la aberración. ¿No es el libro de Jameson: El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, una pista en sí mismo de la guerra económica?, comentó Maduro, a la vez que increpaba que en la raíz del posmodernismo vive el capitalismo mas salvaje, de ahí su necesaria anulación y la obligación de solidificar el pensamiento socialista de Bolívar, Gandhi, Miranda, Cristo, Mahoma y Muhammad Ali, o cualquier otro mártir popular para superar el posmodernismo. Creí oír argumentos que definían una nueva época en mi país y quizás en el mundo, pero en el fondo el presidente Nicolás Maduro Moros usaba imágenes, ciento de ella donde un pueblo sonreía a la vez que Fidel Castro y Mickey Mouse les abrazaban, sólo imágenes nunca argumentos. En el fondo oía a fanáticos, a aquellos que describía Voltaire como personas que consideran que las ideas que tienen, que consideran excelentes, no son simplemente un derecho suyo, sino que creen un deber suyo imponerlas a todos los demás. La fórmula volteriana de “piensa como yo o muere” es bastante simbólica de lo que es el fanatismo y también me mostraba cómo los despojos de décadas de estudios posmodernos, que precisamente buscaba frenar los fanatismos para evitar llegar a cualquier dictadura de la verdad, por la cual ya no podemos llamar (pos)moderna sino (pre)idolátrica, se ha vuelto arenas en el desierto del pensamiento mientras las imágenes consolidan atardeceres inspiradores y divinos; pero ¿cómo llegamos a esta etapa?
Atardecer a 10 minutos de mi casa (2) |
Origen teóricos de jóvenes amantes de lo cubano, botella´e ron tabaco habano, chicas por doquier, ponche en café guano y una vida para los mareaos.
Durante mis estudios universitarios, varios nos dedicamos a entender la posmodernidad porque, era el tema a pensar dentro de los diversos artefactos culturales que nos inundaban en la universidad. Los profesores de filosofía, letras y artes, a cada rato, nos hablaban de escritos que trataban de explicar nuestra contemporaneidad y muchos de ellos estaban catalogados con el índice de posmodernidad. Vattimo sobresalía entre esos escritores y durante esa década de los ochenta y noventa del siglo pasado, el turinés fue el gurú, además fue el único que se declaró absolutamente y abiertamente posmoderno (yo también, en alguna noche de whiskey y pizzas con mi amigo César Roussian, pero no trascendió). Muchos de mis profesores y colegas hablaban de Rorty, Derrida, Foucault, Baudrillard, Lipovetsky, Lyotard, así como de todos los posestructuralistas como si fueran posmodernistas, citándolos en discursos, ensayos y tesis de grados, aunque estos últimos escritores nunca se declararon posmodernos. Años leyendo y discutiendo con amigos como: Luis Bracho, Jonatan Alzuru, Miguelangel Mata y Rafael Hurtado, horas conversando, yendo a congresos y tratando de entender las opciones que nos presentaba la posmodernidad en un clima tropical como es Venezuela y por supuesto, incentivando a los estudiantes a usar estos métodos para que pudiéramos entender nuestra realidad y resignificarla. Escribimos, tuvimos la oportunidad de conversar en simposios con personajes como Michel Maffesoli o Nelly Richard, de los que guardo interesantes recuerdos entre comida y vino. Mis amigos y yo estuvimos años pensando cómo aplicar todos los principios posmodernos a la cotidianeidad del venezolano, a la política venezolana, a la educación venezolana, con revisiones críticas de libros, en conferencias, escritos y seminarios, pensando que cada vez nos acercábamos más a un núcleo teórico que explicara la vida cotidiana del venezolano dentro de un esquemas posmodernos y cómo desde ahí vivir una cotidianeidad donde todos se sintiera libres y respetuosos de los otros; en algún momento comenzaba la metamorfosis del cuento del Silbón, cuando lo oyes cerca significa que está lejos y si lo oyes lejos significa que está cerca… siempre oímos cerca los silbidos de la posmodernidad en Venezuela pero al final siempre estuvo lejos… ¿no?.
Atardecer a 10 minutos de mi casa (3) |
Principal argumento derivado de una mala interpretación de la física de Dirac, Oppenheimer, Einstein, Tomonaga, Yang, Nambu, Weinberg y Higgs.
Discutíamos cómo superar el argumentos Todo Vale que siempre me pareció una mala interpretación de los estudios físicos sobre la relatividad general. Este argumento se invocaban a cada rato en las discusiones de clases. Casi todos los alumnos y muchas personas en el devenir de la Venezuela de los años ochenta y noventa le encantaba usar este término para descomprimir las normas constituyentes que se vivía, pero que en el fondo pienso que era una exigencia para la realización de cambios profundos de nuestra identidad, pensamiento, política, economía y futuro. Necesitábamos desarraigarnos de una política bipartidista que no daba, ni respuestas, ni razones a la crisis nacional y mantenía la insensatez y la incongruencia y aunque en algún momento pensé que en Venezuela se daba algún tipo de posmodenidad por la abundancia de los pastiches religiosos como un cristiano rezándole a Chango, de prolijidad en la elaboración de kitsch político como ocurrió con el chiripero, en los constantes avances de la paraliteraturas, paraperiodismos y todos aquellos paralelismos que infligían rupturas con la lógica moderna, permitiendo resignar la realidad, para quizás volverla mas agradable; pero en algún momento llegué a pensar que la posmodernidad fue una construcción irónica de la realidad, porque pareciera que la posmodernidad de una u otra manera diluye los valores y por lo tanto nada es suficientemente serio y de ahí el “valor” de Todo Vale. Nietzsche como primer posmoderno según Vattimo, aunque para mi siempre ha sido Duchamp o Voltaire, depende a qué se critique, advierte que nuestra única corporalidad es la errancia, el bailar entre las diferentes máscaras de lo real, convirtiendo así el principio de la posmodernidad como la falta de compromiso con la realidad, volviendo todo lúdico, por eso Habermas piensa que el posmodernismo agota las fuerzas utópicas y al no tener esas fuerzas, lo utópico se transforma en una puesta de escena, en un espectáculo, donde la cultura, política, metafísica y educación, es decir todo lo que envuelve cualquier núcleo argumentativo, se vuelve un escenario, una puesta que no busca cambiar mundo sino mantener las emociones, los sentimientos, tal y como nos afecta frente a una particular máscara de la realidad. Vattimo en cambio trata de ir más allá del espectáculo, en su obra la Sociedad Transparente nos avisó que los medios se volverán máscaras de la realidad, así que un no tiene sentido decir que un medio de comunicación miente, porque al no haber una verdad nuclear, los medios sólo hablan a partir de creencias ideológicas y de acercamientos a medias verdades doctrinarias, por lo que en el fondo nadie puede decir que un medio miente, sino que trata de buscar una efectividad del discurso, es decir, a mayor eficiencia de una mentira, mayor será la creencia de una “verdad”; de aquí que al ver los noticieros de oposición del gobierno o los noticieros que apoyan al gobierno, podemos ver cómo las ironías aparecen en el espectáculo, manteniendo la fascinación que desarrolla un embotamiento que abre una adicción a la insensatez, ante esto Vattimo afirma una resignación que resignifica, siendo éste el fin último de un posmoderno. Así en principio la posmodernidad busca acabar con los dogmas, evitar los caminos de las verdades, de las revoluciones, de la veneración del poder, en el fondo es una crítica a cualquier discurso que trate de instaurar en una ideología que se apropia de una verdad o de algún tipo de verdad. En algún momento esta idea nos parecía noble, libertaria, maleable para encontrarnos, para descubrir quienes somos, pero parece que en el fondo y luego de tantas discusiones, la posmodernidad nos enseñó que los seres humanos necesitamos aferrarnos a algo que evite que todo puede ser de otra manera, para así encerrarnos en un método, en una visión, en un objeto, en una fe, en una única manera de precisar e indicar el cómo y el ser y hacer de las cosas y de los seres humanos. No podría imaginarme que al final de tantas discusiones y lecturas la posmodernidad se resumiera en una ironía que muestra lo débil de las fronteras, de los catálogos, de las categoría; por lo que en esa medida, la sociedad necesita más límite, más aislamientos, más ortodoxias.
Atardecer a 10 minutos de mi casa (4) |
Cambio de azimut: la posmodernidad institucionalizada en Japón o por qué un fans paga 50.000 dólares para pasar 10 minutos con sus idols que son una quinceañeras que no hacen rimas sino únicamente sonrisas.
Lo cierto es que la posmodernidad fue una explosión que rodeó al Caribe, siempre irreverente y soberbio, por supuesto, permitía el desarrollo de la transgresión, ya Foucault nos aseguraba que la transgresión es un gesto que concierne al límite; es ahí, en esa finura de la línea donde se manifiesta el destello de su paso pero quizás también de su trayectoria total, su origen mismo. El juego de los límites y de las transgresiones parecen estar regidos por una obstinación simple: la transgresión franquea y no cesa de traspasar una línea que detrás de ella pronto se cierra en una ola de poca memoria retrocediendo así nuevamente hasta el horizonte de lo infranqueable. Por consiguiente la transgresión no es en últimas como lo negro a lo blanco, lo prohibido a lo permitido, lo exterior a lo interior, lo excluido al espacio protegido de la morada, está ligada más bien según una relación en espiral en la que ninguna acción simple de romper puede llegar a sus últimas consecuencias, o por lo menos podemos tener conciencia de ello. Es posible que antes de sentarme de hablar de la posmodernidad en los medios académico, por aquí en Japón ya se había instalado, no cómo ironía, porque la metafísica de la cultura japonesa implica que la ignorancia de los límites es una falta de educación, sino como seriedad, una seriedad institucional. La posmodernidad de Japón se instaló como un espectáculo de seriedades y guasas bobaliconas que nunca buscan transgredir la seriedad. La seriedad es el horizonte del límite de la posmodernidad japonesa, de ahí que sus noticieros se llenen de escándalos, muchos de ellos tontos y de hombres y mujeres pidiendo disculpas. La política, la cultura, la religión, la farándula, los deportes, se llenan de escándalos y de personas pidiendo disculpa a un público fantasma, todo de forma seria. Hay posmodernidad “seria” en Japón, que ha diferencia de la Caribeña, carece de ironía, de transgresiones, de desmontar centros, de desarrollar pastiche porque no lo ejerce el individuo sino las instituciones culturales manteniendo así la lógica de capitalismo avanzado. La posmodernidad japonesa se revela en su economía individual donde aparecen infinitos gasto estúpidos, en su propia incapacidad para asumir el futuro que se salpica de incredulidades e impotencias, en el descrédito en el individuo y en su inoperancia para resignar la realidad, en principio estas diferencia podría hacer del país una excepción a la posmodernidad, pero son en sus grietas culturales enroscada con una economía de mercado y que se presenta en su cine, literatura, anime, mangas, donde cientos de máscaras aparecen, donde la posmodernidad tiene mas fuerza, donde las críticas se solapan y soslayan; los japoneses bailan entre máscaras de una realidad que su cultura presenta y vende como tradicional, pura, incólume, toda estas ideas dentro de posturas lúdicas que carecen de imaginación, de conciencia, de empatía, siendo la seriedad la que corporeiza la principal máscara que hace que sus poseedores carezcan de núcleos críticos, de independencia, de certezas, haciendo de la teoría posmodernas sucursales de pensamiento a libre uso del mercado cultural.
Atardecer a 10 minutos de mi casa (5) |
Sentando conclusiones que están de pies porque soy las sobras de lo que se robaron entre líneas, colores, dolores y miserias, siendo el peyote y el rakú los únicos que lo anulan.
En algún momento uno de los gurúes de la posmodernidad como lo fue Lyotard, apuntaba que una de las característica de la condición posmoderna es la incredulidad en los metarrelatos. Derribar los mitos que evitan mirar y acercarse a perspectivas de lo bello, lo bueno y el bien de una manera cruda y diferente a la que poseemos o heredamos, es quizás una de las bendiciones del pensamiento posmoderno, pero los productos hiperrealistas y crudos que derivamos de esta teoría explica mas el mundo que crearlo, implica que cualquier construcción de una narrativa que nos de confort y seguridad siempre será endeble y posiblemente falsa pero necesaria. La posmodernidad no provee centros sino posibilidades de resignificación de allí su belleza y el porqué ha sido tan usada y reusada por la estética, porque uno de sus objetivos es descentrar la realidad, la verdad, lo objetivo, al igual que el arte. La modernidad disuelve el orden, a partir de la muerte de Dios, la modernidad cambió el centro donde Dios reinaba por un templo politeísta lleno de hombres y ciencia, pero al final parece que se volvió insoportable el ir a ese templo, por eso en los ochenta y noventa del siglo pasado nació el boom de los conceptos posmodernos donde ir al templo pierde sentido, aupando así cientos de tesis y de ensayos que buscaron resignificar la realidad para consolidar un pensamiento dinámico, distributivo, democrático y libertario, sin afianzas ni anclaje, pero todo mermó, las personas se han vuelto más crédulo a viejos y nuevos mitos, se aferran más a los límites creando outside e instauran nuevos templos, como en Venezuela con respecto al mito socialista del siglo XIX y Japón con el mito capitalista de competitividad del siglo XXI. Pareciera entonces que la política venezolana es el resultado del fracaso del posmodernismo; la necesidad de consolidar un núcleo fue mayor que la libertad de criticar la realidad y a diferencia de lo moderno o premoderno, esta necesidad de hacer un núcleo me hace pensar que esta época se podía llamar (pre)idolátrica, que implica desarrollar toda una serie de teorías y prácticas que permiten la iconodulia. Así la política de Venezuela ha desarrolla toda una serie de ejercicios espirituales donde Chávez, Bolívar, Castro, La Virgen del Valle, Changó y hasta Rómulo Betancourt, generan una iconodulia que se posesiona del centro de las creencias y de la fe de los venezolanos, siendo imposible que un pensamiento escrito melle las imágenes, la política venezolana, así como en muchas partes del mundo, no argumentan, crean imágenes y a partir de ellas manipulan el imaginario del pueblo, de los individuos, ambos considerando las imágenes como sagradas, como benditas, como necesarias (el muro de Trump es una imagen no un argumento). Esta época (pre)idolátrica se ramifica en diferentes formas, en Japón la política quizás carezca en estos momentos de ésta necesidad, pero los medios culturales crean a cada instante: idol, (アイドル Aidoru ), cientos de ídolos que se mueven desde los espacios mas claustrofóbicos de Shibuya y Akihabara, hasta una televisión y cine serios y concisos que drenan ídolos hacia las mangas, anime, deportes, músicos e idiotas del momento; en Japón todo se vuelve Idols gracias a la economía capitalista avanzada, Idols que se introducen como núcleos en las emociones y pensamientos de los japoneses, inhibiendo ciertas capacidades criticas e inclusive sociales, convirtiéndolos a los espectadores en fanáticos. Por lo tanto la posmodernidad como conjunto de teorías que buscó interpretar la realidad y resignificarla, en la actualidad ha sido mermada, no por argumentaciones y teorías en divergencias, sino porque pareciera que careciera de una finalidad política clara; de este modo, la finalidad política se empezó a desplazarse hacia la consolidación de imágenes, desarrolla lo idolátrico, y sustentando el poder en las imágenes. Es posible que en la actualidad dos personas no argumenten ideas en un café como fue durante siglos, sino muestran links y canales de Internet, donde los videos de sus iconos comienzan a anclar fidelidad. Los ídolos exigen a sus fans, a sus fanáticos, mantenerse fiel mientras aprenden a aborrecer todo aquello que pueda disminuir el poder, certezas y/o verdades de aquello que se transforman en sus ejes de pensamientos, de aquí que todo fanatismo pueda provenir de una imagen que la razón no puede desmontar porque sus herramientas se mueven en los discursos y no en la exaltación y frenetismo que derivan de las imágenes, quizás por eso tantas guerras entre los iconoclastras contra los iconódulos… ¿quién ganará? Pregunta bizantina con más de 1500 años y ahora está mas vigente que nunca y más si lo analizamos con algunas líneas de las teorías posmoderna que cada día es mas exigua pero que marcó el pensamiento de una generación que ahora se pierde en los rizomas de sus propios pensamientos.
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