A veces he sentido las obras de Francis Bacon como retratos arrechos sobre arrechos |
Hay un video que observé por casualidad, en él, un actual jerarca del gobierno de Maduro, Ernesto Villegas, días antes de las elecciones del 2012, vocifera que
Chávez viene arrecho y podemos ver su actuación aquí. Esos días Chávez sabía que su fin humano era inminente debido a un cáncer que solapaba entre bendiciones y ayudas divinas, aunque lo mas prudente era dejar el camino para que la República se definiera democráticamente por medio del método electoral,
pero Chávez venía arrecho y dentro de su arrechera galopante ganó arrechamente
los comicios del 2012. Al final Chávez fue proclamado presidente de forma arrecha, ni siquiera apareció para recibir la presidencia, y murió
arrecho. Aunque la arrechera comenzó a recorre el país, para mí, desde finales de la década de
los ochenta del siglo pasado en Venezuela, todo, progresivamente todo se ha convertido en un mar de
arrecheras, guiadas por arrechuchas tropicales que enzarzaron con canticos
arrechos a algunos arrechos que muestran su temeridad con arrecheras hasta
llegar al perfecto arrecho latinoamericano resumido en Maduro, pero, ¿cómo
podemos reflexionar estos hechos arrechos?
Pienso que una de las palabras que de
niño oímos por las calles de Venezuela y no sabemos su significado inmediato es: arrecho. La oía en el
colegio, en la calle, a veces en la casa, con diversos tonos y escalas, mostrando en un primer momento una furia
contenida o a veces siendo acompañada con una sonrisa. “Estoy arrecho”, “eso es arrecho”, “que
arrecho”, “es arrecho”, “tengo arrechera”…
en fin, lo único cierto es que para comprender sus significados implicaba un contexto, sin ese contexto la palabra se desvanecía de significados. Quizás
por eso la palabra arrecho sea una de las más coloquiales que merodean en el
habla del venezolano, extrañamente la he visto escrita, para la mayoría de las personas, esta palabra automáticamente la consideran un
vulgarismo, pero no como se debe entender el vulgarismo, como una expresión
morfológica, sintáctica o fonética errada de una palabra correcta, por lo que
cientos de titulares de periódicos como, Últimas Noticias, en Venezuela, están
lleno de vulgarismos y la gente no lo comprende; pero en general en Venezuela se considera vulgar la palabra arrecho porque
implica erotismo, sexualidad, y es que arrecho etimológicamente posee una
relación con lo fálico. Según el diccionario de la DRAE, arrecho viene del
latín arrectus cuyo participio pasado
es arrigere que significa enderezar,
de ahí que la primera acepción y segunda acepción en el DRAE sea lo dicho
propiamente del pene y lo relacionado con su sexualidad, es decir, la arrechera
en el contexto de la testosterona implica excitación, cachondeo, morbo; aunque
su uso en relación con el pene es extraña, aunque dentro de este significado técnicamente
no es vulgar. Este verbo indican un estado de excitación sexual en el hombre exclusivamente,
pero como enfatizo, no creo que alguien en la actualidad diga que su pene está arrecho y tampoco
comente que está arrecho como preámbulo de un coito. Cada vez que de niño oía
la palabra arrecho y veía los contextos lo asociaba con rabia, ira, indignidad,
acepciones indicadas en el DRAE y que se desenvuelven especialmente en
Latinoamérica. El estar arrecho como sinónimo de iracundo, furioso, indignado, curiosamente
es el vulgarismo de la acepción “estar arrecho”, por lo que describirse arrecho
o mostrar arrechera como emociones propias de la cólera o vinculados con un
estado emocional violento, me mostraba uno de los vulgarismo más usados en
Venezuela: “tengo arrechera” e inmediatamente se podía oír como tiraban una puerta,
lanzaban un grito, o se veía un golpe. Curiosamente hay otro vulgarismo con la
palabra arrecho y es cuando no hay una relación erótica o una vinculación emocional violenta, indica esta acepción: valentía, coraje, admiración, audacia, exceso, de joven oía mucha veces
expresiones o sentencias como: ¡que jugador más arrecho!, ¡que moto más
arrecha! y nadie lanzaba una puerta o se iba a follar.
Así, la palabra arrecho se convirtió en un
mecanismo que implica diversas funciones dependiendo del contexto en que se
usara. Muchas personas evitaban usar la palabra porque les parecía vulgar, es
decir, muchas personas asocian la vulgaridad con lo erótico-pornográfico, pero
la usaba vulgarmente cuando comentaban que estaban arrecho luego de percibir
algo que les indignaba; así conocí a muchas profesoras que criticaban de vulgar
a un hombre cuando usaba ésta palabra, pero que singularmente se daban permiso de expresarla cuando algo les ofendía. Podríamos especular que ésta palabra es más
usada por los hombres que por las mujeres, marcando algo curioso en el lenguaje
español y es el uso de una palabra por género. Esto en Japón es normal, hay una
cantidad de palabras que sólo usan las mujeres o los hombres, pero en el
español es raro esta clasificación, sin embargo en una reunión de hombre la
palabra arrecho y sus variantes salen sin censura o consideración mientras que, en una conversación de mujeres, sólo aparece bajo un estado de alterado
emocional de furia o de arrebato de dignidad, por lo menos eso es lo que he
podido apreciar, es decir, el hombre usa la acepción de arrecho como valentía o
indignidad con más frecuencia que las mujeres, mientras ellas apenas la usan como expresión rabia. Ahora bien la forma culta de arrechera poca gente la utiliza, pero
curiosamente este uso es el que controla los previos, es decir, muchas veces
son las mismas mujeres que al oír a un hombre expresa: estoy arrecho, o ese
partido fue arrecho, acusan al hombre de vulgar, casi pornográfico, exclusivamnte libidinoso, como si hubiera un
inconsciente colectivo lingüístico que marcara y censurara los usos sin saber
ciertamente por qué. Básicamente la arrechera se transforma en una
palabra que refleja la audacia o la indignidad, mostrando por un lado la cólera,
la ira, el desprecio, pero también la admiración, la valentía, el exceso, a
veces juntas. Así podemos oír frases como: ¡ese hombre
sí es arrecho, me cobró de más, estoy arrecho por eso! Podríamos decir que en
el primer caso hay una admiración con una carga negativa, mientras en el
segundo implica un estado de indignidad por abuso. Y es que podemos pensar que parte del pensar
del venezolano se ajusta a esta dualidad de una forma perfecta, es decir, el
venezolano vive entre el juicio de valoración de las cosas adjudicando un: ¡qué
arrecho! o, ¡eso es muy arrecho!, y la indignidad que causa: ¡me arrechó!,
¡estoy arrecho!
Hace años, exactamente en 1996, se publicó un libro que fungía como manual para explicar al perfecto idiota latinoamericano, allí se explican los carácteres del idiota que se han usado desde y a través de las ideologías y algunas políticas concretas que han cundido por América Latina. Este carácter se caracteriza por un fomento a la envidia, un auspicio al victimismo, desarrollos teóricos que sustentan hipocresías y un auge sobre lo anecdótico que desprecia al conocimiento adquirido a través de una educación sistemática con el fin de sustituir saberes por intuiciones derivadas de las experiencias. El libro marca una abdicación de la facultad de pensar por cuenta propia, de no cotejar las palabras con los hechos que ellas pueden describir, de no cuestionar las retóricas y argumentos que hace las veces de pensamiento político. Muestra dicho libro, que hay idiotas que se pueden perdonar con facilidad por ser breves, risueño, que se enmarcan como demócratas a la vez que diluye un país, que generan una verborrea donde asumen valores y axiomas que no pueden cumplir porque el modelo de donde los toman no se parece en nada a las bases culturales y económicas del país que dirigen, cometen error tras error y persiguen culpable tras culpable, buscando así afianzarse del poder con las tentativas e intenciones de mejorar el país y para ello, esto idiotas y su élite realizan experimentos sociales, apuestas económicas y pastiches ideológicos (no sé porque me acuerdo de Pérez, Lusinchi o Caldera en este momento); también hay idiotas asfixiantes rodeado de jerarcas que explican cosas como la opción por la pobreza es genuina comprensión del cristianismo, o se debe pasar por la lucha de clases, o desarrollar el centralismo democrático, o generar guerrillas dentro de un marxismo poco digerido o resaltar bodrios económicos que, a cañonazos estadísticos o con tablas comparativas de ciencia ficción, demuestran que cada dólar contabilizado como beneficio por una empresa estadunidense o europea consagra el triunfo del modelo capitalista que es amasado con sangre, sudor y lágrimas tercermundistas (no sé porque me acuerdo de Chávez y Maduro). Pareciera así que el perfecto idiota latinoamericano dirige al perfecto arrecho latinoamericano, es decir, el idiota propone modelos políticos (socialismo del siglo XXI), económicos (trueque del siglo XXI), y sociales (una vida en la isla de la felicidad) en las cuales el perfecto arrecho debe expresar a toda voz una arrechera admirativa, una exclamación fuerte y en mayúsculas: ¡QUE ARRECHO!
Hace años, exactamente en 1996, se publicó un libro que fungía como manual para explicar al perfecto idiota latinoamericano, allí se explican los carácteres del idiota que se han usado desde y a través de las ideologías y algunas políticas concretas que han cundido por América Latina. Este carácter se caracteriza por un fomento a la envidia, un auspicio al victimismo, desarrollos teóricos que sustentan hipocresías y un auge sobre lo anecdótico que desprecia al conocimiento adquirido a través de una educación sistemática con el fin de sustituir saberes por intuiciones derivadas de las experiencias. El libro marca una abdicación de la facultad de pensar por cuenta propia, de no cotejar las palabras con los hechos que ellas pueden describir, de no cuestionar las retóricas y argumentos que hace las veces de pensamiento político. Muestra dicho libro, que hay idiotas que se pueden perdonar con facilidad por ser breves, risueño, que se enmarcan como demócratas a la vez que diluye un país, que generan una verborrea donde asumen valores y axiomas que no pueden cumplir porque el modelo de donde los toman no se parece en nada a las bases culturales y económicas del país que dirigen, cometen error tras error y persiguen culpable tras culpable, buscando así afianzarse del poder con las tentativas e intenciones de mejorar el país y para ello, esto idiotas y su élite realizan experimentos sociales, apuestas económicas y pastiches ideológicos (no sé porque me acuerdo de Pérez, Lusinchi o Caldera en este momento); también hay idiotas asfixiantes rodeado de jerarcas que explican cosas como la opción por la pobreza es genuina comprensión del cristianismo, o se debe pasar por la lucha de clases, o desarrollar el centralismo democrático, o generar guerrillas dentro de un marxismo poco digerido o resaltar bodrios económicos que, a cañonazos estadísticos o con tablas comparativas de ciencia ficción, demuestran que cada dólar contabilizado como beneficio por una empresa estadunidense o europea consagra el triunfo del modelo capitalista que es amasado con sangre, sudor y lágrimas tercermundistas (no sé porque me acuerdo de Chávez y Maduro). Pareciera así que el perfecto idiota latinoamericano dirige al perfecto arrecho latinoamericano, es decir, el idiota propone modelos políticos (socialismo del siglo XXI), económicos (trueque del siglo XXI), y sociales (una vida en la isla de la felicidad) en las cuales el perfecto arrecho debe expresar a toda voz una arrechera admirativa, una exclamación fuerte y en mayúsculas: ¡QUE ARRECHO!
Hasta aquí la relación idiota-arrecho logra un equilibrio deseado, pero el problema radica en que la palabra arrecho
es polisémica y el perfecto idiota latinoamericano es: latinoamericano, por lo
que se arropará de vez en cuando con la arrechera en su acepción violenta. Esto
ocurre casi inmediatamente al percatarse de que las propuestas de modelos caen,
los culpables se forman en filas, desde el imperialismo hasta el equinoccio
(para aquellos que no entienda la referencia, éste año un funcionario de la gobernación del Estado
Zulia en Venezuela acusó al equinoccio, aunque dice equiñoqui, de los apagones
eléctricos, podrán verlo aquí), logrando así que el perfecto idiota
latinoamericano se arreche en la acepción de violencia. Esta arrechera anula a
cualquier arrecho o arrechos que le jugueteen el poder al idiota, pero también
y, quizás lo más grave, es que el idiota arrecho asume una soberanía sin
obstáculo, la arrechera le genera una necesidad de ser único, autónomo, creando
un mundo perverso porque anula al Otro. Un mundo perverso es un mundo sin Otro,
sin alteridad, por consiguiente un mundo sin posibles, ya que es el Otro el quien posibilita. Así el sádico, el que golpea a una mujer, el mandatario venezolano
que duerme como un bebe mientras su pueblo desaparece entre el hambre, las
enfermedades y las migraciones, son sádicos en la medida en que anulan al Otro
de su alteridad y no por hacerlos sufrir, como podría pensarse inicialmente.
Ser un perfecto arrecho latinoamericano
implica anular al Otro, de subsumir la alteridad en la Nada, en masificar
admirativamente desde el ego, y si le sumamos la idiotez que presenta
políticamente podemos entender los porqués que han llevado a algunos países a sus propia
destrucción, a eliminar a una generación de sus habitantes, a impedir el
desarrollo y los derechos humanos, a cerrar las posibilidades de ser un país moderno, y es que el perfecto idiota latinoamericano y arrecho, al eliminar al Otro elimina toda potencia, logro, forma, acto. Arrecho es pues, una palabra cotidiana que
posee una carga semántica dura, profunda, con la que podemos afectar al Otro anulándolo, y que en varias ocasiones exige más de nuestro
sentido de humor que a nuestro sentido común para seguir existiendo. Esta instalación gnoseólogica que nos define e identifica, ¿cómo podemos deconstruirla, como podemos leer la arrechera entre líneas cuando carece de márgenes, de grafía en los textos universitarios,
en las novelas? quizás en los poemas. El poema “El Té de Manzanilla” de la arrecha
poetiza venezolana Miyó Vestrini y que dedicó al también arrecho poeta venezolano Víctor Valera
Mora, hallamos esta posibilidad:
Le puse su
nombre a una vieja palmera africana
sembrada junto a la piscina de mi apartamento.
Cada vez que me tomo un trago,
y lo saludo,
echa una terrible sacudida de hojas,
señal de que está enfurecido.
Me dijo una vez:
La vida de uno es una inmensa alegría
o una inmensa arrechera.
sembrada junto a la piscina de mi apartamento.
Cada vez que me tomo un trago,
y lo saludo,
echa una terrible sacudida de hojas,
señal de que está enfurecido.
Me dijo una vez:
La vida de uno es una inmensa alegría
o una inmensa arrechera.
Desconstruir la arrechera en Venezuela y
quizás en Latinoamérica es pensar la inmensidad que nos rodea. La inmensidad de
riquezas que nos han dicho que poseemos, de la inmensidad de felicidad que nos depara las promesas políticas, religiosas o familiares, de la inmensidad de satisfacciones
por los esfuerzos que realicemos anulando a los demás, la inmensidad... ésta palabra que simplemente nos indica que
algo no se puede medir, es posible que
nos indique nuestra principal falta, nuestra obvia carencia que es una incapacidad
para medir, mesurar, dimensionar, provisionar y que son consecuencias de una arrechera que
obnubila y nos encumbran, haciéndonos seres que nos debatimos entre una
inmensidades sin coordenadas ni norte, es decir, estar en un desierto de soberanos. El perfecto arrecho latinoamericano no puede preveer el futuro, porque al eliminar al Otro las reales posibilidades de construcción de un país, de una sociedad se pierden, los arrechos se eliminan entre sí: las élites intelectuales, artísticas, empresariales, se arrechan con los idiotas, los acusan de ignorantes, simplones, corruptos; pero los idiotas también se arrechan y desde su poder muestran cómo las élites también han perdido su capacidad de conmensurar la realidad, de calcular el bienestar de los Otros que a veces llaman ciudadanos y a veces llaman pueblo y en ese vaivén mantener descalibrada la cultura, la modernidad, la inteligencia; unos y otros, idiotas, élites, pueblo, ciudadanos, se mantienen arrecho, se mueven en inmensidades abstractas y absurdas, logrando así indeterminar razones de Estado, de leyes, de bienestar.
Puedo pensar entonces que la palabra arrecho que oí de niño y no entendía sus significados, que lo usa con destiempos muchos hombres y con indignidad las mujeres, esa palabra que abarca significados eróticos, admirativos y violentos, en el fondo marca una mirada a nuestra falta de educación en medir, evaluar, estableces, tasar, racionar, graduar, dosificar nuestras emociones, nuestras pulsiones sexuales, nuestra capacidad de asombro, nuestro entendimiento de los Otros. Nosotros los perfectos arrechos latinoamericanos aún nos cuesta entender lo que nos pasa porque nos han educado más dentro de sueños libertarios del siglo XVII, de ocultar nuestras faltas, nuestras historias personales, nuestras herencias a través de narraciones picarescas del siglo XVIII, nos enseñan psicologías positivas de grandeza, de inmensidad de sueños sin límites propias del siglo XIX y consumir pastiche de ideología y modelos de perfección que se hallan en libros que los perfectos idiotas promueven y asumen como biblias y en los mitos del perfección que empresarios, ídolos y asesores inyectan a los ignorantes; todo muy alejado de una educación ciudadana, de un programa educativo que ya ha sido expuesto ciento de veces, desde Aristóteles, de un concienciar y educar en las vitudes dianoéticas, en especial la prudencia, aquella precisamente que media, que calcula, que da razón al acto, es decir mientras mas arrecho estamos menos prudentes somos, por lo que cuando Ernesto Villegas auyó que Chávez viene arrecho, nos mostraba el camino de la imprudencia que nos han llevado a una Venezuela caótica del siglo XXI y, si seguimos arrechos, nos anulará como nación.
Puedo pensar entonces que la palabra arrecho que oí de niño y no entendía sus significados, que lo usa con destiempos muchos hombres y con indignidad las mujeres, esa palabra que abarca significados eróticos, admirativos y violentos, en el fondo marca una mirada a nuestra falta de educación en medir, evaluar, estableces, tasar, racionar, graduar, dosificar nuestras emociones, nuestras pulsiones sexuales, nuestra capacidad de asombro, nuestro entendimiento de los Otros. Nosotros los perfectos arrechos latinoamericanos aún nos cuesta entender lo que nos pasa porque nos han educado más dentro de sueños libertarios del siglo XVII, de ocultar nuestras faltas, nuestras historias personales, nuestras herencias a través de narraciones picarescas del siglo XVIII, nos enseñan psicologías positivas de grandeza, de inmensidad de sueños sin límites propias del siglo XIX y consumir pastiche de ideología y modelos de perfección que se hallan en libros que los perfectos idiotas promueven y asumen como biblias y en los mitos del perfección que empresarios, ídolos y asesores inyectan a los ignorantes; todo muy alejado de una educación ciudadana, de un programa educativo que ya ha sido expuesto ciento de veces, desde Aristóteles, de un concienciar y educar en las vitudes dianoéticas, en especial la prudencia, aquella precisamente que media, que calcula, que da razón al acto, es decir mientras mas arrecho estamos menos prudentes somos, por lo que cuando Ernesto Villegas auyó que Chávez viene arrecho, nos mostraba el camino de la imprudencia que nos han llevado a una Venezuela caótica del siglo XXI y, si seguimos arrechos, nos anulará como nación.
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