miércoles, 20 de febrero de 2019

CUENTOS DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA CONTADOS POR SUS CREADORES (FRANCISCO SESTO NOVAS)

Francisco Sesto Novas
POESÍA Y REVOLUCIÓN
Había escrito una vez que la poesía es revolución y la revolución es poesía, porque una revolución es un trastocar la realidad que es la esencia de la poesía: ver la realidad con otros ojos; ahora sus ojos ve sus posesiones que se reparten a lo largo de los ríos Miño, Alvia y Barbantiño, donde unas 300 hectáreas de viñedos le producía unos vinos blancos con la denominación de origen “Ribeiro”, además de poder recorrer con su amigo y crítico literario, Basilio Losada, su bodega dentro de una grieta en un acantilado donde albergaba más de 20.000 botellas a temperatura y humedad ideal, de diversas cepas y años. Poseía una casa que él diseñó y construyó con su constructora española y que estratégicamente salía como un manchón blanco en Google Map, y cuya única carretera era de uso privado por lo que era imposible acercase a ella sin su consentimiento. Colocada la casa en la cima de un peñón que daba al Oceano Atlántico frio y ventoso, que le había inspirado sus versos: Galiza nai e lume das asas destemidas, / Galiza nai e día dos eternos meniños, / terra xeitosa e queda facedora dos ventos. Se sentía bendecido, poeta como Neruda en su Isla Negra. Desde sus ventanales veía los atardeceres que siempre arropaba su Vigo natal y desde su biblioteca, llena de ejemplares firmados por escritores poetas que admiraba como Ernesto Cardenal, Norbeto Codina, Saadi Yousif, Octavio Paz, y así cientos, todos colocados entre dos incunables, uno era la Opera Latina de Francesco Petrarca de 1496 y el otro De Efficacia Orationis de Johannes Gerson de 1467. Así pasa los días Francisco Sesto, entre su biblioteca, sus constructoras y viñedos, está algo pasado de peso y con una larga barba, pero no importa, ya la poesía lo había investido. Bebía una copa de vino de Ribeiro mientras esperaba para la cena a su amigo escritor y político nacionalista Xosé Méndez Ferrin y a su colega arquitecto César Portela. Venían para hablar de poesía y de proyectos, como cuando se reunía, en su mejor época revolucionaria, con su amado Chávez. Ambos se reconocían como personas únicas, Chávez leyó y publicitó su opúsculo ¿Por qué soy Chavista? mientras el comandante le daba escritos suyos donde buscaba rimas entre la vastedad del llano, los ojos aguarapados de una quinceañera que ve una cabalgata de hombres rebeldes y aliados de Bolívar y de fondo, melodías de Alí Primera. Sí, su relación con el poder fue poética, lleno de musas y oportunidades, por eso trató de volver a Caracas la capital de la poesía a través del Primer Festival Mundial de la Poesía, los primeros festivales buscaron solidarizar la voz social con la conciencia proletaria, los últimos, las emociones con la lucha antiimperialista, así debía desenvolverse la poesía en tiempos de revolución. Él trabajó seriamente para aumentar la producción cultura del pueblo, Chávez lo apoyó en todas sus iniciativas con gruesas suma de capital, creía en él, le dio recursos para crear empresas editoriales trayendo impresoras ultras modernas de Alemania y de generar un libro por día para el pueblo, de productoras de discos con maquinaria para hacer CD y equipar instalaciones, y su corona, la realización de una Villa de Cine que equipó construyó para realizar grandes producciones donde Román Chalbaud u Oliver Stone, desenmascaran las raíces podridas del capitalismo dirigiendo a actores como Roque Valero, Fernando Carrillo, Tim Robbins, Kelvin Spacey, Sean Penn o Danny Glover, todos ellos curiosos activistas y actores que habían visitado al país y apoyado a Chávez, en sus conversaciones dieron ideas, como Glover, de hacer una película para rescatar la historia de Toussaint L’Ouverture, el célebre líder de la independencia de Haití, claro con un adelanto en dólares para Glover y quizás un mínimo de porcentaje para el midas de la cultura. El gallego habló con arquitectos, escultores, conservadores, músicos, artistas, en fin, con todo aquel que quisiera expresar las mieles de la revolución, donó y trajo a muchos artistas extranjeros, periodistas, fotógrafo; apadrinó las danza, el teatro y auspició la creación de la Universidad Nacional Experimental de las Artes, expropiando El Ateneo y defenestrando a su aristocrática directiva que nunca supieron sobre las fuerzas productivas populares y se escudaba en ferias navideñas llenas de capitalismo, amiguetes y drogas; editó parte de El Quijote prologado por Saramago y Los Miserables de Hugo para que la gente tuviera esperanzas y valores morales. Francisco Sesto era el mecenas de la cultura, había que tener ojos de poetas para ver la realidad desde la cual debías educar a un pueblo para que apreciara con otros ojos la revolución, proceso que Chávez mimaba. Luego comenzaron los cambios por la ineptitud de los otros, por lo que Chávez lo llamó para el Ministerio de Vivienda y Hábitat, pero la poesía no lo acompañó, la burocracia y la estulticia de los otros lo atormentaron, nunca había forma de disfrutar de una producción artística entre ingenieros, administradores y constructoras. Chávez lo intuyó, dándole todo el poder poético para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas y finiquitara de una vez con los problemas de Río Guaire, los espacio de La Carlota y hacer que la ciudad dejara de ser vista como un ghetto y se transformara en una gran metrópolis que atrajera a los revolucionarios y las revolucionarias del mundo, pero Chávez murió demasiado rápido y al nuevo presidente no le gustaba la poesía sino la música de Juan Gabriel. No pudo mostrarle a Maduro lo necesario que era mantener la poesía transformadora, porque éste no sabía nada sobre rimas, de construcción de imágenes, a lo sumo algunos chistes y anécdotas sin florituras. Se volvió sombra, lo que le fue crucial para salir de una Venezuela esquizofrénica luego de que el dictador huyera a Siberia, gracias a su pasaporte español y a una carta donde explicaba pertenecer a la Real Academia Galega, además de mostrar que la palabra farruco no aparecía en ningún documento que enseñó, es decir, Galicia era su patria y Venezuela había sido una amante momentánea. Seguía esperando a sus amigos para cenar, pero de repente recordó su Premio Nacional de Cultura mención arquitectura 2015, algo que lo orgullecía pero le amargaba al recordar que muchos facinerosos de derecha lo habían obtenido como Sofía Imber, Orlando Urdaneta o Rafael Cadenas, lo que le daba cierto amargor a su garganta que diluía con otro trago dulce de su reserva especial de vino de Ribeiro.

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