lunes, 18 de febrero de 2019

CUENTOS DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA CONTADOS POR SUS CREADORES (MARIO SILVA)




MARIO SILVA GARCÍA
METAFISICA REVOLUCIONARIA.
Mario Silva se toma su vaso de ron mientras mira el mar desde su cuarto de seis metros cuadrados que le alquila la familia Valdés, lo hermoso de esa habitación es que  puede verse la Bahía de la Habana y a lo lejos su faro. Es un cuarto pequeño pero lleno de libros, especialmente de metafísica y de teoría revolucionaria, en una esquina algunos libros del Ché Guevara, Gramsci y un ejemplar del libro IMPERIO firmado por Negri y Hardt. En la mesa hay unos cuatro discos duros portátiles, aquellos que guardó para su seguridad y que no entregó en el lote de veinte discos duros que cedió a la CIA para que le permitiera llegar a La Habana y no terminar en la cárcel de Guantánamo como lo consiguió Padrino López al no permitirse detener las matanzas. Recuerda de pies, mirando por la ventana, cuando el mismísimo Chávez lo llamó el Robin Hood comunicacional, que robaba y se burlaba de las ricas empresas de comunicación, sus verdades, para contarle al pueblo la realidad de la revolución. Él nunca se ha sentido un personaje oscuro, manipulador, maquiavélico, cínico y charlatán como lo quisieron vender sus enemigo, él se sentía como maestro que tenía que educar al pueblo para que no fueran ignorantes y lograran reconocer los bulos y los fakes news con los que atacaron la revolución bolivariana, por eso siempre daba la cara, por eso siempre decía que verdugo no pide clemencia. Mario Silva se sienta frente a su computadora portátil, la cual no tiene Internet, así que no sabe lo que ha ocurrido en Venezuela en los últimos años, pero por los rumores que le llegan se imagina una Venezuela totalmente distinta a la que dejó. A veces, le han comentado por las calles y en reuniones por La Habana, que la Revolución Bolivariana del siglo XXI fracasó, pero eso es falso según él porque en realidad nunca la dejaron Ser. Desde que está en La Habana ha tratando de explicar esa función metafísica del Ser dentro del quehacer de una revolución; por eso abre el documento en su portátil que ha titulado: Metafísica Revolucionaria, un ensayo que lo alarga, mes a mes, para tratar de llevarlo a un libro. Lee y escribe, y reescribe el capítulo siete, trata de tomar el argumento principal de Aristóteles de que si el Ser se dice de varios sentidos, pero que sólo hay un sentido propio de éste, y según Aristóteles es la esencia. Mario Silva se toma otro trago de ron y se sigue preguntando cuál era la esencia de la Revolución Bolivariana, ¿sería como aseguraba Norbeto Ceresole, que la esencia de la revolución era Chávez porque el pueblo Venezolano le dio un mandato “claro y terminante” a una persona física y no a una organización genérica o una idea abstracta?, o ¿quizás, sea esa idea de substancia que Aristóteles define en su Metafísica, libro XII, y que se caracteriza porque es inmóvil en y para sí, pero que al mismo tiempo infunde movimiento a todo lo demás, por lo que su esencia es la actividad pura sin materia? Mario Silva escribe sus reflexiones pero cuando está a punto de termina cinco páginas de análisis y teoría derivada de aquella esencia que es actividad pura sin materia, se va la luz. Mario Silva se levanta y golpea la mesa, recuerda cómo su mal humor se disparaba al igual cuando hablaba con Diosdado sobre Cuba y éste se reía sarcásticamente jurando que sería el último país que visitara. Mario Silva quiere saber por qué se fue la luz, sale del edificio y al frente están: Luisito, Carmencita y Celestina, le pregunta si la luz se fue en toda la cuadra, responden que sí. Mario Silva se siente en el rellano de la entrada, recuerda que cada vez hay más apagones, para algunos, porque cada vez hay menos petróleo para los generadores eléctricos. De repente algunos amiguitos de Luisito entran juntos con él. Se reúnen cerca de Mario Silva, éste con su mística pedagógica le comienza a explicar metafísica revolucionaria. Uno de los amiguitos de Luisito le pregunta si en verdad conoció en persona a Fidel Castro. Mario Silva saca un smartphone y le enseña fotos de él con Fidel, de él con Chávez y de él sólo con una gorra de béisbol. De repente le cuenta un partido de béisbol entre Cuba y Venezuela donde el presidente Chávez fue pitcher, tercera base, cuarto bateador y casi madrina del equipo; ¿y Fidel?, preguntó Luisito. Fidel fue manager, desde el dugout hacía señas y cambiaba los jugadores, he inclusive engañó a Chávez mandándole unos negritos anónimos barrigones y barbudos pero que eran Orestes Kindelán, Germán Mesa, José Ariel Contreras. ¡Cuba ganó! Sentenciaron al unísono la voces de los niños luego de oír con alborozo las tácticas de Fidel y los nombres de esos jugadores. Sí, Cuba ganó y Mario Silva regresó a su cuarto después de subir los ocho pisos de un edificio cuyo ascensor dejó de funcionar una generación atrás. 

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