MARIO SILVA GARCÍA |
METAFISICA REVOLUCIONARIA.
Mario Silva se toma su vaso de ron
mientras mira el mar desde su cuarto de seis metros cuadrados que le alquila la
familia Valdés, lo hermoso de esa habitación es que puede verse la Bahía de la Habana y a lo
lejos su faro. Es un cuarto pequeño pero lleno de libros, especialmente de
metafísica y de teoría revolucionaria, en una esquina algunos libros del Ché
Guevara, Gramsci y un ejemplar del libro IMPERIO firmado por Negri y Hardt. En
la mesa hay unos cuatro discos duros portátiles, aquellos que guardó para su
seguridad y que no entregó en el lote de veinte discos duros que cedió a la CIA
para que le permitiera llegar a La Habana y no terminar en la cárcel de
Guantánamo como lo consiguió Padrino López al no permitirse detener las
matanzas. Recuerda de pies, mirando por la ventana, cuando el mismísimo Chávez
lo llamó el Robin Hood comunicacional, que robaba y se burlaba de las ricas
empresas de comunicación, sus verdades, para contarle al pueblo la realidad de
la revolución. Él nunca se ha sentido un personaje oscuro, manipulador,
maquiavélico, cínico y charlatán como lo quisieron vender sus enemigo, él se
sentía como maestro que tenía que educar al pueblo para que no fueran
ignorantes y lograran reconocer los bulos y los fakes news con los que
atacaron la revolución bolivariana, por eso siempre daba la cara, por eso
siempre decía que verdugo no pide clemencia. Mario Silva se sienta frente a su
computadora portátil, la cual no tiene Internet, así que no sabe lo que ha
ocurrido en Venezuela en los últimos años, pero por los rumores que le llegan
se imagina una Venezuela totalmente distinta a la que dejó. A veces, le han
comentado por las calles y en reuniones por La Habana, que la Revolución
Bolivariana del siglo XXI fracasó, pero eso es falso según él porque en
realidad nunca la dejaron Ser. Desde que está en La Habana ha tratando de
explicar esa función metafísica del Ser dentro del quehacer de una revolución;
por eso abre el documento en su portátil que ha titulado: Metafísica Revolucionaria,
un ensayo que lo alarga, mes a mes, para tratar de llevarlo a un libro. Lee y
escribe, y reescribe el capítulo siete, trata de tomar el argumento principal
de Aristóteles de que si el Ser se dice de varios sentidos, pero que sólo hay
un sentido propio de éste, y según Aristóteles es la esencia. Mario Silva se
toma otro trago de ron y se sigue preguntando cuál era la esencia de la
Revolución Bolivariana, ¿sería como aseguraba Norbeto Ceresole, que la esencia
de la revolución era Chávez porque el pueblo Venezolano le dio un mandato
“claro y terminante” a una persona física y no a una organización genérica o
una idea abstracta?, o ¿quizás, sea esa idea de substancia que Aristóteles
define en su Metafísica, libro XII, y que se caracteriza porque es inmóvil en y
para sí, pero que al mismo tiempo infunde movimiento a todo lo demás, por lo
que su esencia es la actividad pura sin materia? Mario Silva escribe sus
reflexiones pero cuando está a punto de termina cinco páginas de análisis y
teoría derivada de aquella esencia que es actividad pura sin materia, se va la
luz. Mario Silva se levanta y golpea la mesa, recuerda cómo su mal humor se
disparaba al igual cuando hablaba con Diosdado sobre Cuba y éste se reía
sarcásticamente jurando que sería el último país que visitara. Mario Silva
quiere saber por qué se fue la luz, sale del edificio y al frente están:
Luisito, Carmencita y Celestina, le pregunta si la luz se fue en toda la
cuadra, responden que sí. Mario Silva se siente en el rellano de la entrada, recuerda
que cada vez hay más apagones, para algunos, porque cada vez hay menos petróleo
para los generadores eléctricos. De repente algunos amiguitos de Luisito entran
juntos con él. Se reúnen cerca de Mario Silva, éste con su mística pedagógica le
comienza a explicar metafísica revolucionaria. Uno de los amiguitos de Luisito
le pregunta si en verdad conoció en persona a Fidel Castro. Mario Silva saca un
smartphone y le enseña fotos de él con Fidel, de él con Chávez y de él sólo con
una gorra de béisbol. De repente le cuenta un partido de béisbol entre Cuba y
Venezuela donde el presidente Chávez fue pitcher, tercera base, cuarto bateador
y casi madrina del equipo; ¿y Fidel?, preguntó Luisito. Fidel fue manager,
desde el dugout hacía señas y cambiaba los jugadores, he inclusive engañó a
Chávez mandándole unos negritos anónimos barrigones y barbudos pero que eran
Orestes Kindelán, Germán Mesa, José Ariel Contreras. ¡Cuba ganó! Sentenciaron al
unísono la voces de los niños luego de oír con alborozo las tácticas de Fidel y
los nombres de esos jugadores. Sí, Cuba ganó y Mario Silva regresó a su cuarto
después de subir los ocho pisos de un edificio cuyo ascensor dejó de funcionar
una generación atrás.
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