lunes, 21 de noviembre de 2016

MINICUENTO III (ANÉCDOTAS QUE ME CUENTO MIENTRAS COCINO)

Autorretrato. Alberto Schommer

Ganaba tanto dinero que no necesitaba pensar, tampoco sabía el nombre de las cosas, no necesitaba saber sobre historias, amistades o amor; nunca caminaba más allá de los límites de su mansión que en algún momento fue un país lleno de ideales. Su casa estaba llena de cosas que le hacía vivir con cierto orden y precisión porque nunca cambiaban. Una vez halló a un ladrón al abrir una puerta de una de sus decenas de habitaciones cuando buscaba una revista con centenares de fotos para ir al baño. Sabía que era un ladrón porque comía ávidamente sus cruasanes que siempre se colocaban a las tres de la tarde con varios té de Sri Lanka en aquella estancia, aunque solamente había comido uno en ocho años. Se miraron, el ladrón no se asustó y empezó a ver por la ventana, el hombre inmensamente rico recordó que lo había comprado en algún lugar de África, quizás con otros que huyeron, pero el hombre que comía cruasán nunca se escapó, no sabía cómo abrir una puerta.

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