Viñetas de "La peor banda del mundo" |
Hubo un seis de diciembre de mil novecientos quince, en la República Bolivariana de Venezuela, donde millones de personas ejercieron su derecho a elegir un nuevo parlamento. La idea de este proceso es designar a los representantes de los distintos municipios que conglomera el Estado con la idea básica de congregar a un grupo de notables para que dialoguen, promulguen y sancionen leyes y controlen el erario público, o por lo menos esta es la premisa que se abre desde la separación de los poderes de Montesquieu; aunque en muchos programas y redes sociales ese seis de diciembre se vivió como un "clásico" entre equipos deportivos como si fuese: "Barcelona-Real Madrid" o "Caracas-Magallanes"; mientras los jugadores de Polo Patriótico (PSUV) se enfrentaron a la Mesa de la Unidad (MUD), las personas, los medios, los intelectuales y curiosos extranjeros, aupaban uno u otro bando; al final ganó la MUD por goleada, paliza o arepas, depende del deporte en que se ubique en este "clásico" (112-55). Luego del juego comenzaron miles de mensajes, fotografías y videos mostrando las posibilidades de cambios, en algunos casos mágicos en otro con metodologías, todos tratan de mostrar la cara oscura del gobierno, de detener los abusos de poder, de crear un orden fiscal y administrativo y de destronar a profetas ungidos por el poder populista de Chávez, así personajes como Ramos Allup y Julio Borges comenzaron a prever situaciones donde los cambios serán para el bien del pueblo, pero estos personajes y otros similares me hacer afirmar el axioma del príncipe Salinas de la novela Il Gattopardo argumentaba para el mantenimiento del poder: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie", gnoseológicamente este argumento presenta una ruptura con el principio lógico de la contradicción que especifica que "una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo", así que: ¿cómo es posible que cambiando todo se mantenga el mismo orden? Esta ruptura lógica ha guiado a Venezuela desde los años ochenta del siglo pasado, una posible respuesta es que la política venezolana posee un entrelineado muy particular y que no ha sido revisada a profundidad y es que posee, por una parte, una democracia sádica, y por otra, un republicanismo kafkiano. Son en las democracias sádicas donde el argumento del príncipe Salinas posee validez. Veamos este caso: la palabra "democracia" como el término "sádico" son conocimientos de uso popular, es decir, poseen sentido común, así si preguntamos a cualquiera qué es "democracia" o qué es "sadismo", sonreirá y afirmará con cierta seguridad su saber, pero si juntamos ambas ideas quizás la persona cuestionada se imaginará a un Estado abstracto que disfruta en hace sufrir a un grupo de sus ciudadanos (raramente el entrevistado se verá como víctima de ese Estado sádico), podríamos poner como ejemplo el Estado Nazi que era "democrático" (Hitler ascendió al poder por medio de elecciones y para un gran grupo de personas democracia se asocia automáticamente con elecciones), pero a su vez era un Estado "sádico" porque cometió actos de sadismo, es decir, hizo sufrir a una parte de la poblaciones homosexuales, discapacitada, gitana, judía, de color; es posible que así visualicemos al Estado sádico como el que podríamos rastrear en el Estado Nazi; una sistema que se ensaña contra una parte de la población, haciéndola sufrir o eliminándola porque en su constitución ideológica aquella parte "inhumana" de su población atenta contra el poder que sustenta al Estado mismo, así que tiene que ejercer todo su poder contra aquella población. Esta línea de pensamiento nos hace reflexionar que la mayoría de los Estados democráticos son sádicos porque siempre hay una parte de la población que es enemiga del sistema: musulmanes, imperialistas, emigrantes; por lo que podemos afirmar al final de estas reflexiones que muchos Estados democráticos son sádicos porque ejerce una parte de su poder contra aquella población que atenta contra el sistema que soportar el poder del Estado, para aquellos con falta de imaginación la serie Homeland la retrata constantemente, por lo que un Estado sádico no significa necesariamente una democracia sádica.
En este punto nos tenemos que preguntar ¿qué soporta el poder del Estado?, según Hobbes los hombres nacen libre, pero renunciamos a esta libertad en aras de que alguien nos proteja, ya que la proporción entre nuestras necesidades y los medios para satisfacerlas genera una guerra de todos contra todos (homo homini lupus), frase que repiten algunos políticos sin saber latín. Para Hobbes uno quiere ser libre, pero los demás también, entonces para evitar matarnos, nos entregamos a un poder absoluto que garantice nuestra seguridad a través de las leyes y su ejercicio de poder. Este poder absoluto se establece en el Estado, por lo que hay una lógica jurídica en que atentar contra el Estado es atentar contra todos aquellos que se inscribieron en el pacto con él, y es la principal función del Estado proteger a sus pactantes contra aquellos que lo atentan, así que deben: eliminalos, destruilos, marginalos, sofocarlos, o más sencillo y racional; encarcelarlos con penas punitivas; pero aquí recae parte de la paradoja hobbiana: ¿aquellos que no hacen pactos con el Estado por una condición de diferencia, lo hacen para al ser lo "otro" contra el Estado, lo hacen para atenta el orden del Estado, lo hacen para perjudica el poder de Estado? o simplemente lo hacen para mantener su mas preciado don: su libertad, mostrándonos aquí la paradoja lógica de que, si la identidad del hombre es su libertad esta no puede ser despojada de ella porque rompe su esencia, doblegando así el principio lógico de identidad: "todo objeto es idéntico a sí mismo".
Quizás por ser Venezuela un país de "libertadores", por ser un país donde el adjetivo "libre" se usa para todo los casos y caprichos, como puedo referenciar en mis experiencia de niño cuando escuché el argumento de mi vecino de por qué estacionaba frente a nuestra casa y ponía la música a todo volumen: "la calle es libre por lo que hago lo que me da la gana", así como el argumento de motorizado que me quitó de la acera con su corneta disparando decibeles donde caminaba por Antímano una mañana, llena de peatones: "quítate que llevo prisa, la calle es libre y hago lo que me da la gana", luego me mostró una pistola que llevaba en la cintura. Esta expresión "Hago lo que me da la gana" tan filosófica de algunos venezolanos debería ser uno de los lemas que acompañe el escudo de Venezuela, sustituirlo por aquel dice "20 de febrero de 1959", y que cada nueve venezolanos de diez, no saben lo que significa ni cuales fueron sus consecuencias, en cambio todos los venezolanos sabe los cambios históricos que ha generado: "Hago lo que me da la gana" de algunos políticos. Es posible que en el ámbito de los que no aceptan firmar el pacto, están aquellos que como Étienne de La Boétie piensa que perder la libertad ante el Estado es el preámbulo de las dictaduras y del poder abusivo, este francés explicó en su opúsculo: "Discurso sobre la servidumbre voluntaria", que parte del mismo argumento Hobbes que implica que el hombre es libre por naturaleza; que el acto de servidumbre a través de un pacto implicaría una falta de sentido en la esencia del ser humano (será por este principio que muchos venezolanos aprenden a decir que no es esclavo de nadie para hacer un servicio). La Boétie se planteaba que si las personas se siente mal por está en sujeción y corren el riesgo de perder su libertad, estas personas se sienten mal porque firman o asienten el riesgo, pero, ¿qué ha podido entonces desnaturalizar al hombre para decir la verdad y para vivir en libertad? Para La Boétie el hombre o ha sido obligado por el miedo y el envilecimiento o ha sido engañado por las costumbres y la educación. Al final el pacto se puede realizar otorgando su libertad a un poder absoluto que puede trasfigurar en un Estado con las siguientes estructuras: tirano, presidente o junta militar, esta estructura más que armar a sus ejércitos, arma la complicidad de unos cuantos individuos que colaboran con sus criterios, ideologías y crímenes para participar como ejecutores del poder del Estado. Son en principio un grupo pero con el tiempo se multiplican por un pacto de complicidad, elevándose así el número de los pactados, creando así una pirámide de poder y por conclusión lógica de esclavitud. "Así el tirano reduce a servidumbre a unos súbditos por medios de otros; es guardado por aquellos de quienes, si algo valiesen, debería guardase, y, como suele decirse, para partir el leño hace cuñas con el mismo leño". La Boétie escribe en el período de cambios modernos de los siglos XVI y XVII en el cual Hobbes se inserta, mostrándonos dos caras del mismo problema. Mantener un pacto para resguardar mi sobrevivencia o rehusarlo por mantener mi libertad. Si es ciertos que ambos autores dan respuestas a estas problematicas desde diversas perspectivas, así como la historia política a mostrados sus usos y abusos, lo cierto es que a lo largo de esta dualidad podemos insertar un pensamiento que define a extremo el uso de la libertad y los pactos de poder: Sade.
Sade poseía ideas políticas y enfrentamientos antisistema que le permitieron estar más de veinte y siete años en la cárcel y sanatorios mentales, más que por sus obras literarias, por sus escándalos y que fue acusado con falsas acusaciones. Para este filósofo que vio todas las formas de poder político posible en su época: monarquía, revolución, consulado e imperio; siempre fue fiel a sus ideas y en especial a la condición de libertad que hace al ser humano único e irrepetible, además porque el tema de libertad fue el gran tema del siglo XVIII, (la verdad en XIX, la razón en el XX y la ¿belleza en el XXI? porque cada siglo parece tener un tema que lo limita). Sade parte del placer como máxima (obviamente alejado del placer del epicureísmo pero gracias a Sade el epicureísmo se sepultó entre lujos y excesos), el placer es llevado por los intereses, esta es su base moral, así la única regla de conducta de Sade es aquella que me insta a preferir sólo lo que me afecta felizmente, sin tener en cuenta las consecuencias de mi decisión pueda tener para el prójimo, separándose así de Hobbes y vinculándose a La Boétie. Así la igualdad de los seres humanos (lo que permitió la dogmática de la revolución francesa) permite a Sade decir que la libertad no es un derecho de negarse al sometimiento, como apuntaba La Boétie, sino el poder de someter a cualquiera a nuestros propios deseos separándose así de La Boétie; ante este argumento Maurice Blanchot en su obra: Lautrémont y Sade, argumentó que si la naturaleza nos ha hecho a todos iguales y luego ha dispuesto que haya unos más fuerte que otros, decidiendo así modificar su plan, ¿por qué no aceptar que pueda cambiar nuevamente sus designios concediendo a los más hábiles la capacidad de reparar la usurpaciones de lo más fuertes. A los pobre, sólo el crimen les abre las puertas de la vida, por lo que la maldad que despliegan es una violencia legítima que les compensa por las injusticias padecidas, de aquí el aspecto revolucionario, anti-hobbiano y anti-laboeteriano de Sade, por lo que lo pondríamos catalogar de un anarquista-empírico-racional. Para Sade el régimen perfecto sería aquel que donde la felicidad de los hombres radica solo en los sentidos y en la virtud de halagarse a sí mismo. Obviamente aquí hallamos a hombres queriendo ser libres egoístamente, lo que llevaría a una ética criminal pero de la cual vislumbraba Sade como consecuencia lógica de su argumentación, porque dentro de una sociedad criminal, es preciso serlo. El crimen posee la lubricidad necesaria para potenciar el placer, de ahí su importancia o como dice el mismo Sade: "El crimen es el alma de la lubricidad. ¿Qué sería de un gozo al que no lo acompañara el crimen? No es el deseo del libertinaje el que nos excita, es la idea del mal. En el placer de torturar y de humilla a una mujer hermosa, existe la suerte de gozo que proporcionan el sacrilegio o la profanación de los objetos consagrados al culto". Si unimos entonces la idea política-anarquista-empirista y racionales de Sade con un "Estado democrático" hallamos la democracia sádica que sería aquella donde existen instituciones que formalmente crean pactos con sus cuidadanos para su protección a través de leyes, que posee un sistema de elección y además manifiestan lógicas jurídicas para la conservación del poder a del miedo o las costumbres; pero este democracia sádica la mayoría de sus pactantes seden formalmente (a través del voto) pero no esencialemente (a través del cumplimiento de las leyes) sus libertades, proyectando así una Estado democrático donde la criminalidad no es una excepción sino una regla inferida.
Lo anterior, y tras un ejercicio de imaginación, podríamos vislumbrarlo en algunos países, como en Venezuela donde existe formalmente un Estado democrático, en el cual todos aceptaron en un pacto electoral, donde formalmente existen instituciones para la protección de sus cuidadanos, pero en el cual mucho de los pactantes son prosélitos de la ideología política de Sade: quieren mantener una libertad a costa de los demás egoístamente, permiten un Estado criminal en todas sus escalas y colores, se desenvuelven dentro de una moral donde los placeres hedonicos determinen los rumbos de sus discernimientos, donde la ley y la justicia sólo existe para aquellos personajes, cual cuento de Kafka, se quedan esperando "Ante la Ley". Si hemos desenrollado el estambre del la democracia sádica venezolano, observamos que no es exclusiva, porque si bien pareciera que en país se acercara a una hecatombe anunciada: guerra civiles, caracazos, jinetes del apocalipsis llegando por la autopista regional del centro, lo cierto es que hay millones de personas que han pactado con el Estado para su protección, su seguridad, su sobrevivencia, y pareciera que hay sectores que impulsan esta posibilidad; pero, qué pasa cuando un Estado se sostiene en una democracia sádica, pues para la personas que han pactado esencialmente con el Estado se les generará un republicanismo kafkiano. El republicanismo es una posibilidad política frente a la monarquía, la aristocracia, al despotismo o la tiranía, porque en su esencia busca proteger la libertad por medio de las leyes y la expansión del derecho. Lo curiosos será que las personas republicanas, las personas que aceptan el pacto para su vida en comunidad civil, se pierden en un mundo donde el día a día se presenta absurdo, sin sentido, lleno de trámites y dolor: colas, corrupción, abusos, violación de: vida, propiedad, dignidad, así como ausencia de justicia y perspectivas de futuro, solo para enumerar las más elementales. El cuento de Kafka "Ante la ley" manifiesta toda la perplejidad de los cuidadanos venezolanos esperando que la justicia actúe. Es la espera infinita ante algo que es inmóvil.
No todos los venezolanos buscan mantener su libertad a costa de los demás, de desarrollar "vivezas" o perverciones doctrinarias, hay millones que aceptan leyes, órdenes, procesos para que la convivencia sea posible para todos, como descubrí en cientos de estudiantes a los que le di clases allá, durante mi periodo de profesor en Venezuela, pero con el tiempo vi sus metamorfosis, vi como estas personas republicanas se fueron trasformando sus cuerpos, como estas personas que cedieron parte de su libertad esencial a un poder absoluto se transformaron extrañamente en bichos; bichos que eran asaltados por sus propios compañeros, humillados con viadantes motorizados, colectivos y metro, violados por una burocracia ineficiente, reprendidos por aquellos que buscan mantener la democracia sádica para su beneficio entre lo cuales destacaban muchos profesores que se escudan en derecho de palabra dentro de una libertad de cátedra falsamente ensamblado por mística y trabajos mediocres. Pienso que si debe haber cambios en Venezuela no debería ser en los cambios de rostros, es decir, cambiar en la presidencia de la asamblea de un Diosdado Cabello por un Ramos Allup; cambiar para mantener las cosas iguales, sino que las personas institucionalicen sus verdaderos procesos, pero para tal fin el Estado debe de dejar de mantener una democracia sádica para sustentar su poder y eliminar un republicanismo kafkiano, y así obtener las posibilidades de un País real y moderno. ¿Cuesta mucho imaginarlo?
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