sábado, 25 de octubre de 2014

EL LOCO POETA DE KAGOSHIMA

Las sombras del poeta y la mía reflejadas en la esquina de Kagoshima
Kagoshima es una ciudad puerto ubicada al sur-oeste de Japón, en la isla de Kyushu. Posee un volcán: el Sakurajima, que otorga un centro visual que permite algunas referencias espaciales y muchas fantasías apocalipticas... el volcán está activo... muy activo. Desde muchas partes se puede ver el volcán que tiene dos salientes; como el Vesubio. La ciudad posee un clima subtropical agradable donde a veces, toneladas de cenizas inundan algunos días soleados, lo que hizo que a los urbanistas de esta ciudad se decidieran a usar baldosas: negras, grises y de color terracota profundo para colocar en las aceras, en las caminerías, a lo largo de la ciudad y así apaciguar los moteados de las cenizas que se nacen sobre aceras de hormigón o de baldosas clara. Kagoshima al mirar su suelo descubrimos diversos tonos de oscuridad, es una ciudad que está construida sobre opacos y dentro del área de un volcán, lo que la llevaría a ser una ciudad con un alto rango de tristeza, pero la luz que inunda la mayoría de los días contrarresta esta emoción y se ve a una población alegre y con ganas de vivir. 
La vista del Sakurajima desde la esquina del poeta
La ciudad es tranquila, posee una galería de comercios llamado Tenmonkan「天文館・てんもんか」y si analizamos sus kanjis nos da la idea de un centro de estudios astronómicos, y es que en ese lugar hubo un centro de observación celestiales que se creó en 1892 para controlar los calendarios, para controlar el tiempo, para controlar el volcán cuya última erupción pliniana fue en 1914. Es una ciudad limpia, posee sus edificios modernos, sus templos antiguos y una mezcolanza de personas, sueños y museos. Kagoshima es como cualquier ciudad japonesa, llena de lugares para comer, servicios de transporte como: bus, tranvía, taxis -no hay subterráneo-, tiene una enorme librería, expandidas universidades, parques atravesados por ríos, centros comerciales que poseen tiendas importantes como ¿Zara?, ¿Rolex? ¿Chanel?, para subir algunos egos débiles e innumerable termas,「温泉・おんせん」muchas termas de tamaño, composición de agua y panoramas diversos; y como toda ciudad que busca emprender actividades turísticas posee una mascota: un cerdo verde llamado Guribu「ぐりぶ」y que tiene una novia, ¿hermana?, ¿amiga?, llamada Sakura「さくら」y no sé que relación poseen porque algo que ocurre en la lingüística japonesa es su capacidad para esconder al sujeto hablante así como sus relaciones afectivas. Kagoshima es como cualquier ciudad posmoderna en el mundo tiene: borrachos, prostitutas, mafiosos, personajes mediáticos, profesores, personas banales, políticos, gente interesante, niños, escritores e indigentes. Kagoshima no tiene nada que envidiar a otras ciudades, ni otras ciudades tienen nada que envidiar a Kagoshima, excepto que esta ciudad posee un psicótico indigente que se sienta todos los días en la misma esquina a escribir ¿poemas?, o a descifrar ¿profecías?
La mécanica del psicótico: la repetición del mismo lugar hasta la eternidad
 He vivido en varias ciudades y he visto ciento de psicóticos indigentes o locos andando por sus veredas, algunos desquiciados por las drogas, otros por una herencia de esquizofrenia, pero sus comportamientos van desde auspiciar violencia gratuita, como el loco que vivía cerca de mi casa en Caracas y que caminaba todo sucio y mirando a todo el mundo cual personaje de Merde de Leos Carax, hasta psicóticos con una pasividad mecánica abrumadora, como aquel que conocí en Caripe y, que todas las tardes, iba al café de Walid a buscar un vaso de plástico, luego tomaba un removedor, posteriormente se sentaba en un banco y por una hora movía el removedor dentro del vaso: la nada, porque nunca había café, leche o cualquier líquido, este pequeño y olvidado psicótico iba todas las tardes a mover el aire dentro dentro de un pequeño vaso de plástico. Estos han sido los dos locos con lo que traté de hablar, de acercarme, pero ambos se mantuvieron sus límites, sus mundos; sin contactos sin puentes de comunicación, sin lenguaje, sin miradas precisas, todo tangencial y lejano.  
Aislamiento. Soledad. Anulación
Cuando era joven observaba a veces a otros amigos que se sentían bendecidos por la musa de la poesía. Algunos hablaban bien, descubrían palabras extrañas, usaban símbolos y escribían prosa, rimas e insensateces sin cuidados ortográficos o gramaticales. Algunos de ellos hablaban bien, así que se decidían a escribir sensaciones, frustraciones, amores, a veces con rimas, a veces llenos de simbolismos asfixiantes; muchas noches, entre cervezas, tenía que leer sus borradores y luego ellos esperaban la oportunidad de un lauro en algún premio de poesía municipal, mientras tanto justificaban sus existencias por una incomprensión que sufrían dada por la sociedad mercantilista y plástica en donde vivían. Con el tiempo las personas se dan cuentan de que la poesía los engañó, ella se muestra dócilmente y luego se retira dejando una vaga impresión de haber cohabitado con una bruma que se despeja con el tiempo, por eso muchas personas escribieron poemas, exclamaron poesía y leyeron muchos poemarios que quizás ya han olvidado. Los pocos poetas de aquella época que fueron amigos mío y lograron ubicarse dentro de una pequeña élite de escritores, siempre me mostraron un rasgo de locura, distinto al mío, un rasgo de locura que bordeaba lo titánico, en contra de mi actitud meditativa que siempre me hizo pensar lo titánico como un orgullo no completado, y es que sus luchas titánicas eran con el lenguaje, querían doblegarlo, decapitarlos, extinguirlos, habían nacido con un orgullo adánico, de nombrar todo por primera vez. Este rasgo de locura titánico, adánico, se centra con y por el lenguaje; por eso la poesía y los poetas tienen una conexión con la locura y no es que hay que estar loco para ser poeta, sino que la poesía exige extorsiones, humillaciones, descuidos con el lenguaje para así, escindir la realidad, mellar los significados y separar a los malabaristas de las palabras que se sienten poetas de aquellos que llevan sus luchas titánicas por nombrar a un mundo innumerable hasta la tumba. 
Psicóticos y Locos
La única novela de Elias Canetti, Auto de fe nos muestra a un psiquiatra quien tiene un encuentro con un psicótico apodado el gorila. "Un gorila vestido se asomó, estiró sus largos brazos, que puso en los hombros del doctor, y lo saludó en una lengua extranjera. (…) El médico se devanó los sesos para entender el idioma, que le recordaba un dialecto africano. (…) Él mismo no encontraba palabras. (…) El gorila dejó entonces de llorar, retomó el hilo de su discurso y volvió a su anterior desmesura gestual. Cada sílaba pronunciada correspondía A un ademán preciso. Las palabras que designaban objetos parecían ser siempre distintas (…) Georges tenía la preparación suficiente como para publicar un estudio sobre el lenguaje de aquel loco. Con él arrojó nueva luz sobre la psicología de los sonidos. (…) Por gratitud, lo dejó en el estado en el que se sentía feliz, renunciando a todo intento de terapia. Sin duda se creía capaz -desde que aprendió su idioma-, de transformar a un gorila en el hermano estafado de un banquero. Pero se abstuvo de cometer un crimen al que sólo lo arrastraba una súbita sensación de poder, y se pasó a la psiquiatría lleno de admiración por la grandeza de los locos -que él consideraba parientes de su amigo-, con el firme propósito de aprender cosas con ellos y de no curar más a ninguno. Ya estaba harto de literatura. Más tarde, cuando hubo acumulado cientos de experiencias, aprendió a distinguir entre locos y locos". Es el lenguaje, su uso, lo que permite distinguir a un loco de otro locos, y es en la creación y en la luchas titánicas con el lenguaje donde se separan los locos. También podemos apreciar estas particulares circunstancias en la novela de Jesús Díaz: Las palabras perdidas, en esta novela se nos muestra una lucha adánica de uno de los protaginista por nombrar la realidad y lo real; así, a partir de la excusa en la publicación de una revista literaria en la Cuba de los años sesenta, por parte de El Flaco, El Gordo y Rojo, comienzan todo una reflexión sobre lenguaje y los poetas como: Piñera, Lezama Lima, Guillén. Página tras página, los tres amigos comienzan a enredar y crear historias de conflictos y esperanza, donde la figura del Rojo se sobrepone como la figura del poeta en su lucha titánica-adánica por destruir el lenguaje para que desde sus cenizas renazca otro. Así Canetti y Díaz nos explica algunas diferencias entre los locos y el loco, especialmente este ultimo que deriva en poeta. 
 
¿Ordenar los mundos con ganchos de ropa?
Faltaría un sentido de la poesía y creo que Cesare Pavese lo presenta cuando en su diario El oficio de vivir escribió: "Comienza la poesía cuando un majadero dice del mar: <Parece aceite>. No es en absoluto una descripción muy exacta de la bonanza, sino el placer de haber descubierto la semejanza, el cosquilleo de una misteriosa relación, la necesidad de gritar a los cuatro vientos que se ha notado". Será el misterio como presencia de un cosquilleo en un majadero como se devela la poesía. Así el lenguaje que destruye el titán-adánico le ¿produce un cosquilleo propio de los majaderos a encontrar misteriosas relaciones?, y aunque esta serie de ideas y definiciones parece un juego es lo que me explica a este personaje que todas las tardes se sienta en la esquina de Asahi-dori en Kagoshima. 
Titán, Adám... cosquilleos
Este hombre que llamaré el "Profeta Poético Indigente" o PPI, se sienta todas las tardes en la misma esquina, viendo hacia la misma dirección, sin inmutarse por el ruido o las personas que lo rodean sin verlo. Siempre está con la misma chaqueta roja, el pantalón verde y bolsas que lo acompañan, y que a veces se cubre el rostro con estos plásticos cuando tiene sueño y así apagar la realidad detrás de un velo blanquecino. Desde que vivo en Kagoshima siempre lo veo, porque paso regularmente por allí, ya que cerca está una de las mejores panaderías de la ciudad donde voy a comprar mi pan campesino. Paso, lo veo y busco a veces qué ve él. Miro los diversos ángulos, busco sus puntos de vista para tratar de ver el misterio que le hará ¿cosquilleo? o algo que seguramente lo incita a vivir y así salir todos los días y ha escribir. Desde su postura de asceta sucio observo que destruye el lenguaje, me he acercado varias veces y observo como delinea un kanji, como busca darle un orden a la decenas de hojas que lo acompaña y a veces trato de leer parte de una página del libro que lleva. A veces me quedo dando vuelta cerca para observar en qué momento comienza a escribir pero es inútil, lo hallo escribiendo, durmiendo o viendo al infinito. Un día me decidí hablar con él, pero PPI no contesta, se esconde entre el plástico, en las sombras. Con el tiempo he decidido tomar fotos con el móvil y luego le pregunté a Mi Amiga Japonesa qué libro usa, ella mira las fotos y dice que parece de adivinanzas「占い・うらない」porque ve círculos como los que construyen el I-Ching. ¿Será un profeta? Por eso lo llamo PPI, puede ser un profeta, que al igual que a los poetas son incomprendidos por el uso de las metáforas, por las formas gramaticales, por el uso de retoricas como le ocurrió a Natán con David o a Jeremías con Nabucodonosor. Le he preguntado a algunas personas si saben la historia de PPI. Me han contado que tiene más de doce años haciendo lo mismo, días tras días; que no importa la estación siempre está con la misma ropa; que fue hijo de un médico de prestigio y que al no poder continuar las exigencias de su familia y se volvió "loco"; que es un hombre que perdió su familia trágicamente y lo cuida su hermana en las cercanía del volcán; que es un descendiente de la tragedia de Minamata y que el mercurio obnubilo su destino; en fin, como todo psicótico posee innumerables historias que se centran en tragedias; ¿habrá locos que lleguen a su estado por el uso de la comedia?... quizás políticos... dictadores... millonarios... PPI está todas las tardes: con lluvia, frío, calor; detrás de su máscara de plástico, escribiendo profecías y/o poemas: descuartizando el lenguaje, violando los fonemas, desnundando los trazos de los ideogramas; o a lo mejor PPI sabe algo del volcán, desde su esquina se puede observar el Sakurajima, puede ser la reencarnación de Empédocles o de un poeta que vivió en Pompeya, y sabe los misterios de las llamas y de las cenizas, por lo que trata de escribir todos sus sentidos antes de volver a la lava hirviente que algunas vez disolvió toda sus pensamientos, tristezas, amores, sueños y aquella poesía creada a lo largo de una vida. 

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