martes, 11 de junio de 2013

MI AMIGA JAPONESA Y DON MIGUEL DE UNAMUNO

Don Miguel de Unamuno... hablando dentro de mi mundo
en el momento cuando nos tomamos un café juntos
¿A quién le puede interesar, en los inicios del siglo XXI, con un método único para pensar, como lo es la racionalidad económica, de comentarios constantes de marcas y modas, de encontrar frases sesudas en Facebook o hallar verdades absolutas en Twitter; leer un libros escritos por Don Miguel de Unamuno? Seguramente que a uno que otro clérigo perdido en un seminario o un estudiante de filosofía que descubre sus opiniones tajantes acerca de todo y que le permite realizar una tesis, o un profesor instalado en una universidad en Japón donde pesca en su biblioteca, las obras completas del vasco en nueve tomos, acaparando el polvo del devenir y a veces del destino. Sí, Miguel de Unamuno da para todo, y es que él recorrió los pasillos de la filosofía, los espacios del pensar que no son tan estrechos y limitados como en el mundo de los negocios. Pensar la vida desde un ámbito filosófico permite que el intelecto vaya donde quiera, se vuelve móvil, cambiante, plural, y en ese andar crea especulaciones e ideas acerca del mundo, menos dañinas que las especulaciones financieras, igualmente la filosofía crea y recrea reflexiones que posibilitan vernos tal como somos, a diferencia de las opiniones y los mensajes publicitarios que buscan escondernos detrás de sueños no soñados; y así, algunas tardes leo algo de Unamuno, como si tomara un café con él.
Don Quijote pintado por Octavio Ocampo.
Fue el  Quijote para Don Miguel la figura que explicaba
la grandeza, el ingenio, la fe y algunos sentidos de vida. 
Mi Amiga Japonesa descubrió este extraño flirteo con el español, pero lo acepta, no es celosa, sabe que Don Miguel no es un interlocutor fácil, por lo que intuye que después de estar con él caeré rendido en sus brazos. Una que otra noche comento a Mi Amiga Japonesa las opiniones que poseía Don Miguel sobre Japón: "El Japón no ha logrado interesarme del todo ni me ha deslumbrado su triunfo guerrero sobre la podrida Rusia. Cuando más leo acerca del imperio del Sol Naciente, menos claro veo en ello y se me antoja que muchas de esas excelencias que acerca de él se nos encarecen están más en los ojos de los que miran que no en lo mirado y lo visto" o "Yo conozco un sujeto que los ha tratado mucho, que ha tenido con ellos negocios, y el cual me decía que el "nosotros" japonés es mucho más intolerable que el más intolerable "yo" español. Los egoísmos colectivos suelen ser más soberbios y más odiosos que los egotismo individuales, y en Japón, como pueblo, ha dado pruebas bastantes claras de egoísmo colectivo y hasta de soberbia. Y de la peor soberbia, de la hipocresía, de la que se disfraza de humildad y cortesía". Cuando a Mi Amiga Japonesa le comenté estas líneas, ella me miró con cierta impaciencia, y me dijo que Unamuno nunca entendió la cultura japonesa, yo acepté su decir moviendo mi cabeza y luego acusé a Unamuno de infame, de corrupto, de sátiro; él seguramente se rió, y luego que Mi Amiga Japonesa se durmiera, yo también me reí un rato con él, porque Unamuno escribió cinco artículos sobre la cultura japonesa y sólo le había comentado el más leve, el más amoroso. 
Creo que Don Miguel jamás pensó que sus obras
serían traducida al japonés
Aparte de las opiniones de Unamuno sobre Japón, siempre estaba al día en las lecturas del mundo y especialmente de América Latina, así un día me sorprendí cuando leí sus comentarios entusiastas a la obra: Historia Constitucional de Venezuela de José Gil Fortoul, obra que seguramente ahora nadie consulta aunque la palabra "Constitución" esté de moda. De esta obra de Gil Fortoul, reflexiona Don Miguel sobre Bolívar, y si bien Unamuno opinaba acerca de todo como algunos periodistas u "opinadores" de oficios que van a las estaciones de radio y televisoras para explicar las mismas chácharas modificando apenas algunos adjetivos, adverbios y escasamente el sujeto; lo cierto es que Don Miguel primero se empapaba de lecturas y reflexiones antes de escribir o hablar, así podemos leer una reflexión que siempre me ha parecido una punta del iceberg de la idiosincrasia del latinoamericano y que se cifra en unos escritos del Libertador pero que comentó Unamuno: "Hay una frase profunda, profundísima, tal vez la frase más profunda  que he leído de Bólivar -con frecuencia hay en sus frases célebres más retórica a la española que no otra cosa-, hay una frase que nos hace penetrar hasta el hondo del alma del héroe. Es cuando en 1824 escribía al marqués del Toro: [Entienda usted, mi querido marqués, que mis tristeza vienen de mi filosofía, y que soy más filósofo en la prosperidad que en el infortunio. Esto lo digo para que usted no crea que mi estado es triste, y mucho menos mi fortuna]. ¿No os dice nada esto del hombre triste en la prosperidad y triste por filosofía? ¿Llegaría Bolívar a sentir la angustia metafísica de todos los grandes, la terrible voz que surge del silencio de las eternas tinieblas y nos dice: y todo ¿para qué?" Es a partir de esta lectura que descubro una vena de tristeza que ha invadido cada pensamiento del latinoamericano. A veces Mi Amiga Japonesa o algún estudiante o amigo asiático me comenta que los latinoamericanos son muy alegres, que se divierten con facilidad, que bailan, cantan, ríen; así como apostillan algunos biógrafos que el Libertador hacía en las fiestas y ágapes... sí, pero cuando oigo una letra de bolero, salsa o rap, lo que escucho son tristezas, lamentaciones, frustraciones; sí, los latinoamericanos bailan sus tristezas porque sus libertadores eran hombres tristes, apagados, consumidos por las cóleras, por las muertes, por las traiciones, y aún esos espacios de aflicciones se rellenan en las cabezas y en los sentimientos de los latinoamericanos con la pesadumbre y la congoja. 
Bolívar en Google, a veces en obras de Gil Fortoul y Blanco Fombona
Unamuno opinaba de Bolívar, de Japón, buscaba precisiones, especialmente en los cambios políticos que ocurrían en la Europa de principio del siglo XX. Estos artículos políticos a veces siento que no han pasado años desde que fueron publicados, así percibo la vigencia de Unamuno cuando habla acerca de la revolución, concepto que en los últimos años ha consentido el vocabulario de los venezolanos. "Estamos haciendo revolución! ¿Cuál? ¿La del artículo h o x o n de la Constitución? ¿La reforma agraria? ¿La de otra ley cualquiera de papel? No, la revolución es la otra; la revolución es la de los agentes ciegos y sordos de un instituto colectivo, la de la innata necesidad de un sello de violencia, la de los que quieren crearse una conciencia de vencedores, ya que carecen de conciencia alguna. El que tenga fe en el espíritu, en la personalidad, en la libertad. Como los revolucionarios a su pesar y a la fuerza, también él se verá arrastrado en el torbellino. Los revolucionarios a la fuerza, porque no supieron retirarse del poder -poder aparente- a ver que desde él no podían encauzar el torbellino: y luego, ya en éste, ¿qué van a hacer? Pero el que tenga fe en el espíritu, es decir, en la libertad, aunque parezca también ahogándose en el torbellino, podrá sentir, en sus últimas boqueadas, que salva en la historia su alma, que salva su responsabilidad moral, que salva su conciencia. Su aparente derrota será su victoria, y luego, Dios dirá." 
Unamuno no sólo fue filósofo, así cada vez que tenía la oportunidad
"garabateaba" gráficamente su entorno, y a veces, realizó sus propios
autorretratos, como apreciamos aquí.
Desde Japón, pasando por el Libertador hasta llegar a los procesos políticos modernos, Don Miguel siempre fue un pensador que abre las puertas al pensar, a la condición humana, a los sentimientos trágicos de la vida, al quijotismo, él poseía una doxa intelectual ganadas desde el pensar, desde la reflexión sistemática y no desde el comentario jocoso o la oportunidad de lucir, aunque poseía un gran humor. Así fue él, completo y entero, dos condiciones que cada vez se conservan menos. Esta tarde leeré otro de sus escritos dispersos tomando un café, quizás Huitzilopochtli, quizás Terror al infierno, en fin no importa, en la noche trataré de conversar con Mi Amiga Japonesa de la belleza de pensar.

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