miércoles, 21 de diciembre de 2011

MI AMIGA JAPONESA Y MIS PÉRDIDAS EN LAS TRADUCCIONES

Estambul
Cada vez que uno va a realizar un viaje a un lugar exótico trata de saber algo sobre ese lugar. Uno se acercaba a esos lugares por medio de libros que se catalogaban como crónicas de viajes y que hombres como Marco Polo, Pierre Loti, Rudyard Kipling, Enrique Gómez Carrillo escribían, o por novelas con una fuerte carga de crónicas o viceversa como Eothen de Alexander Kinglake o el Otoño en Pekin de Santiago Gamboa, pero a las personas cada vez le interesan leer menos crónicas de viajes, ¿para qué?, una persona con un especial interés en saber algo de otro país se conecta a YouTube, Flirck o Wikipedia y se adentra con facilidad a otros países y culturas, o a veces compran un libro como el Lonely Planet, pero quizás porque piensan que ese libro le podría ayudar a diseñar una crónica, aunque no la escriba. 
Ayutthaya
Cuando nací no había YouTube, ni Flickr y el televisor era a blanco y negro. Así que los mundos, los viajes, las culturas eran tan lejanas que cuando me hablaban de ellas, era como si me explicaran algo de Urano o Neptuno. Ir fuera de los límites de mi ciudad natal: Caracas, era un viaje enorme y con algunos peligros, mi mundo de niño estaba limitado por La Guaira hacia el norte, Higuerote hacia el este, Los Teques hacia el sur y Maracay hacia el oeste, y si bien no son exactamente puntos cardinales, eran los lugares exóticos y lejanos para mí.
Atardecer en Mombay, un lugar inconcebible pero similar para un niño caribeño
Las distancias poco a poco se fueron encogiendo, quizás debido a una particular afición de mi padre, le encantaba un libro que se llamaba Almanaque Mundial. Nunca entendí bien por qué. Me imagino que era su libro favorito para viajar, por medio de ese libro su mente divagaba por Mongolia o Kenia, sabía algo de su historia y su cultura. Y como todos los años aparecía un nuevo Almanaque, se empezó a arrumarse en algunos lugares de la casa, lo que me llevó con el tiempo a ir viéndolo y leer desde Andorra hasta Zambia. Quizás mi padre tenía el sindrome de Lezama Lima, que sólo necesitaba unos libros y su imaginación para realizar largos y peligrosas travesías. 
Lezama Lima quizás terminando un viajes por Atenas
Quizás por herencia o por naturaleza soy totalmente contrario a mi padre, quizás no tengo su imaginación o paciencia, o sencillamente la vida me dio la oportunidad de estar en los cinco continentes del mundo. Creo que he recorrido más de una treintena de países, quizás no mucho como otras personas, pero por lo menos profundamente, creo. No tengo el síndrome de Lezama Lima, sino el Marco Polo, o de un neurótico obsesivo que le gusta huir de los lugares por una especie de claustrofobia a la cotidianidad. En fin, el hecho es que ahora trato de entender los viajes y sus crónicas.
La manera más fácil de perderse: entre las personas
Cuando vine a Japón a vivir fue todo un reto, era un país que no conocía bien, no sabía nada de japonés, claro exepto palabras como sayonara, geisha, sake, sushi y katana,  de hecho creo que sólo conocía cinco palabras y cuatro escritores, de ellos los dos premios nobel, además de Mishima y Akutogawa, este último por las referencias de la película: Rashōmon 羅生門』 de Kusorawa, y por supuesto, como obseso del cine había visto varias películas de japoneses, destacándose no sólo Kurosawa, sino Mizogushi, Ozu y Oshima. En fin, mi cultura japonesa era fílmica y punto. Una semana antes de venir a radicarme en Japón, busqué una película que me diera a entender lo que me esperaba y vi Lost in Translation.
Luego de ver la película me sentí profundamente desamparado, veía la escena del comercial de Whisky que hace Bill Murray, y todo parece absurdo y hasta cierto punto así es. Traducir puede llegar a convertirse en un hábito absurdo, y mientras más abusamos de ello, más no perdemos. A veces hablo con otras personas extranjeras en Japón y muchas me confiesan que habían visto alguna película que le mostrara algo del Japón al que se enfrentarían: desde Sayonara con Marlon Brando, hasta The Fast and the Furious: Tokyo Drift. En teoría todos buscamos acercarnos a una cultura a través de producciones fílmicas y visuales principalmente para que nos hablen de lo desconocido que nos espera, aunque en la mayoría de los casos, quizás lo que buscamos es reforzar nuestros estereotipos y prejuicios.
Entrada de un cine en Benarés
A veces Mi Amiga Japonesa quiere que le traduzca América Latina, pero cómo. Busco una película que represente algo de ese continente para que comprendan un poquito de cómo somos o por qué hacemos algunas cosas, y me acuerdo de los intentos de Eisenstein con: ¡Que viva México! película sobre América Latina que nunca la pudo terminar o It´s all True de Orson Welles, igual intento, igual resultado. Claro siempre hubo intentos de hacer una película sobre América Latina y la "mejor" acabada la hizo los estudios Disney con The Three Caballeros. Así que en estos tiempos de relajación veré los Tres Caballeros con Mi Amiga Japonesa, para que se haga una idea de una Latinoamérica estereotipada, donde todo el mundo baila sus tristezas y cantan sus opresiones y así se hacen felices, y cuándo me pregunte los porqué, me perderé en mis traducciones.








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