viernes, 29 de noviembre de 2024

Terra Immānis... -y algo sobre las autopublicaciones-

Hay dos tipos de escritores principales en el mundo de la autopublicación que están en los extremos de una curva de creadores de ficciones, por un lado, los Correcaminos, son aquellos que escriben una o dos novelas con un tema "original", como que una mujer se enamora de un hombre que no sabe que ha recibido el corazón de un ex, o de una mujer que se viste como hombre para emigrar de un lugar a otro y se enamora al llegar de algún mafioso o virginal hombre, o cosas parecidas, escriben corriendo esperando llegar a sus propias metas que ellos han establecido para que, una vez rebasadas, ser famosos y vivir como héroes literarios. Como el Correcaminos no conocen la gravedad, ni saben aritmética y su realidad es sólo lo que está adelante y el polvo que deja atrás a los otros, a los que no pueden seguir sus movimientos, intuiciones o destinos; de esos escritores se llena muchos libros de autopublicación en Amazon, de escritores Correcaminos. Luego hay otro grupo, los escritores Coyotes, aquellos que piensan hasta la ultima palabra de su narración, así en lugar de escribir "té quiero", piensa que es más original "quiero té", hasta que ven la confusión de sus lectores, de la crítica, que en el fondo son ellos mismos, así que arreglan la frase en algo como; "era un laberinto donde las flores de los teales hipnotizaban la híbrida mente de aquel que solo conocía el deseo". En fin, los libros de los Coyotes son otra gran parte de los libros autopublicados en Amazon, son personas que piensan mucho su producción por lo que a veces asistimos a crónicas o textos de historia llena de personajes planos, temáticas aburridas porque no crean ningún tipo de tensión con la realidad o viceversa, usan una que otra táctica o "ganchos" aprendidos en cursos de redacción o dictadas por coaching de escritura con un poemario como suma de su creación, estas tácticas de las cuales abusan muchos son: crear un misterio como ¿quién se comió el queso?, realizar giros inesperados donde él no es él ni ella, declarando problemas sin resolver o una variante como ¿quién se comió mi queso?, y especialmente crear emociones, preferiblemente donde la gente este a punto de morir y se arrepientan de todo el mal que han hecho, o marquen sus pecados eróticos cripticamente o se sacudan la depresión con un helado de chocolate, como si los lectores fueran seminaristas diocesanos. Pero en fin, ¿qué podemos obtener de un libro autopublicado por algunos que precisamente no son tomado en cuenta por la editoriales capitalistas? Claro, Amazon nos enseña a ser capitalistas, emprendedores y bobalicones, donde uno puede resistir su influencia negándola, pero es como negar las vacunas o preferir un caballo a un coche, en fin, no podemos denostar nuestra época porque no es la ideal que soñamos. En Amazon no solo hay Correcaminos y Coyotes, sino toda una fauna de estafadores, de gente que siente que la escritura es su sino, y de personas que tienen algo que decir y que narrar, pero que no han tenido las capacidades o conexiones para ser considerado por la crítica, por las instituciones culturales o por un grupo de amigos vinculados con el mundo intelectual y le permitan publicar en editoriales singulares. 

Comencé a autopublicar porque es una opción, no se si literaria como tal, pero por lo menos lo presento originalmente como entretenimiento para los demás, ya que algo que me ha hecho llegar a donde estoy es tomar las pocas opciones que me presenta la vida y pienso que publicar en Amazon es una opción en este mundo digital, aunque se le puede realizar todas las crítica que podamos generar al respecto, pero es algo presente, observable y donde el que quiera puede obtener mi libro. 

Lo cierto es que desde que autopublico compro libros autopublicados, por azar, por títulos, por enterarme de este mercado que cada día pone a disposición más de doscientas obras por día solo en español, algunas realizadas con ayuda de inteligencia artificial, con plagios, con problemas de redacción y escasamente interesantes. Si soy sincero, pues a penas una obra me absorbió las primeras treinta páginas, luego entró en laberintos de incoherencias. He comprado unos veinte libros autopublicados de los cuales diez no los pude terminar por malos, así de simple, y los otros tenían problemas muy elementales como personajes planos, temáticas poco desarrollada o llenas de clisé, o argumentos donde siempre buscan proteger un discurso correcto, tan perfectos que son incapaces de trasgredir, de incomodar, cuando son las novelas de ficción el lugar de transgresión, un lugar privilegiado para generar críticas a la política, a la psiquis, a la sociedad, a la época, con ironías, sarcasmo, dudas, imprecaciones, inteligencia, pero no, las personas piensa que la literatura son libros, y que parte de estos es ordenar sus descalabros emocionales a través de libros de autoayuda (todavía me pregunto cómo alguien se puede ayudar así mismo porque la idea de ayuda siempre es socorrer a otro), o introducirlos en fantasías de sistemas donde todo se reduce a la lucha del bien contra el mal, de héroes contra supervillanos (como algunas políticas, como la Venezolana, tratan de imitar), mientras buscan pasar tiempo inutilizables en un sofá, y claro la literatura como crítica, como una manera de encontrarnos y orientarnos en la realidad se vuelve cada vez más pesada. 

Aunque parezca obvio que ser un escritor autopublicado implica por una parte, la incapacidad para lograr el interés editorial de tu obra y por otra parte, una inoperancia en relaciones públicas e institucionales, lo cierto es que ser un escritor autopublicado, como lo fue Kierkegaard, Whitman, Proust, quienes financiaron sus obras e incluso Virginia Woolf quien hizo su editorial con su esposo y Joyce que costeó toda su primera edición de "Ulises", me hace sentir que pertenezco a un "sindicato" donde todos somos obreros, reunidos en un comedor donde unos hablan más que otros de éxitos o sueños, comedor donde se oyen grupos que auspician encuentros de dragones o amores infelices, mientras otros se divierten entre espejos gramaticales y repeticiones de psiquis quebradas y algunos escasamente, ¿como yo?, se dedican a ver la alienación que sufrimos en la actualidad y lo absurdo de las cosas a la vez de cómo pedir más cuota de siervo a nuestro amo Amazon a través de nuestros capataces algorítmicos, y esto lo digo por mi última novela Terra Immānis


Sobre la obra


Terra Immānis es el tercer tomo de una heptalogía titulada Razonamientos Dialécticos. Donde previamente he editado: El Evangelio Autista del Único Hijo, y La Albacea de las Epístolas de Caín. Cada libro es independiente así que no hay continuidad entre ellos y cada uno posee su inicio y conclusión en sí mismos, pero las obras son unidas por un desarrollo propio desde conceptos y palabras claves del ámbito de la filosofía. La idea en general es que cada novela es una puesta en escena de una narrativa que se sustenta en pensamientos filosóficos largamente acariciados y que se exponen soslayadamente. En el caso de esta última entrega: Terra Immānis en sus entrañas transcurren diversas dialécticas de filosofía política que se han percibido a los largo de los cuarenta años de democracia en Venezuela o los cuarenta años de puntofijismo, hambreados y cruel como Chávez tildó a ese período, hasta la tragedia de La Guaira, por lo que considero no solo mi obra más venezolana, sino a los nacidos en esta tierra inmensa, primera traducción de Terra Immānis, nos perdemos, donde las contradicciones son propias, donde no vemos límites, trasformándose por ello en una tierra monstruosa, segunda traducción de Terra Immānis.

 

Terra Immānis narra cómo los excesos tangibles giraron en una danza tétrica con miles de déficits anímicos que cubrieron a Venezuela en las tres últimas décadas del siglo XX, anexando en muchas de sus páginas anotaciones marginales que reflexionan acerca del quehacer político y sus instituciones, sobre psicología lacaniana y los traumas que pueden conformar a un venezolano y meditaciones sobre la astrología y las creencias y mitos del pueblo, este conjunto de temas barnizará a los personajes tratando así de explicar cierta idiosincrasia del venezolano. La obra opera un conjunto de miradas hacia una realidad ficcional que no hablará sobre un amor, un odio o de una familia, ni presentará un personaje principal o comentará una época histórica concisa, sino se narran: amores, odios, venganzas, esperanzas, tragedias, ingenuidades, torpezas; todo en plural dentro de un caleidoscopio de espacio y tiempo que son separados sutilmente por elecciones presidenciales y sucesos particulares como “El Caracazo” de 1989, la intentona golpista llevada por militares en 1992 y cerrando el libro con el deslave del Estado Vargas en 1999. 

 

Terra Immānis es una manera de desintoxicar mis memorias de ser un venezolano en un exilio autoimpuesto en el Lejano Oriente desde 2009 y que me ha ayudado a configurarme de una forma muy consciente en habitar en un mundo donde los pensamientos fronterizos se llenan con facilidad de desarraigos y descentramientos. Así que este escrito es una excusa particular para mostrar una colección de recuerdos compartidos, creados, oídos, vistos y soñados que acumulé en mis idas y vueltas hacia el Litoral, en mis estadas en el apartamento de un amigo en Macuto, en mirar al mar en la noche, fumando, como si el humo fuera un avant-garde que se dirige hacia un lugar del cual uno no regresará jamás.


Como novela autopublicada se puede adquirir en https://www.amazon.com/-/e/B0C55GKWSP asegurándoles que no es una obra de Correcaminos ni de Coyotes, ni está llena de dragones, personas extraordinarias que con cuatro o seis dedos logran vencer todos los obstáculo que la vida proporciona para luego ser entrevistados por YouTubers influyentes de turno, ni vaticina de que el bien triunfará sobre el mal. 




 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario