El Día de las Razas, una celebración que se hacía todos los doce de octubre, quedó oficialmente eliminada cuando en el centro de la Plaza de Macondo se destruyó la última escultura de Gabriel García Marquéz. La orden la dio el vigésimo segundo Arcadio Buendía. Según relata las crónicas de la época, comentaban que el escritor había mostrado al padre de la patria: José Arcadio Buendía, como un patán ignorante, que no sabía cómo se llamaban las cosas, que se sorprendió con unos imanes, con un pedazo de hielo o con la dentadura postiza de un tal Melquiades, éste, un típico ejemplo de colonialista que junto al pueblo gitano sólo son una casta de apátridas capitalistas. El vigésimo segundo Arcadio Buendía derribó la escultura de García Marquez frente a ciento de cámaras y reporteros comprometidos con el cambio, en su discurso increpaba al escritor por insinuar que su pueblo estaba compuesto por cientos de incestos, generándo así supuestos orates y gasznápidos que habrían mantenido el poder desde la fundación del pueblo, también se refería al escritor de mezquino por mentir cuando hablaba de los grandes héroes militares como lo fue el coronel Aureliano, acusándolo de mercenario, corrupto y torpe militar por perder todas sus guerras, pero que en el fondo no pedió ninguna guerra sino que unificó a un pueblo creándole una identidad que será infinita como sus hazañas. El acto de derribar la escultura de García Márquez no sólo vino por la sed de justicia del vigésimo segundo Arcadio Buendía, sino por una gaceta aprobada por la cámara del pueblo donde se explicaba que la expulsión de la memoria del escritor de la historia del pueblo de Macondo, radicaba principalmente por el hecho de que en sus páginas se podía extasiar personas pervertidas, ya que el escritor narraba el enamoramiento de un hombre maduro con una niña de nueve años, la relación del Coronel Auraliano con Remedios Moscote, asi por pederastia, el libro se había cesurado por años. Hubo intentos de cambiar la edad de Remedios de nueve años, cuando comienza la relación por una edad de veinticinco años, además otorgándole un título de abogada, siendo su principal causa defender al Coronel de los cientos de juicios civiles y militares que estimatizaban su obra en lugar de orinarse en cama, pero estas versiones de la obra no properó porque siempre hubo un pervertido que guardaba una edición original de la novela 100 AÑOS DE SOLEDAD. Pero lo que no soportaba el vigésimo segundo Arcadio Buendía era que en esos escritos mostraran a uno de sus familiares directo como dictador y déspota. En efecto, su tataratatara abuelo, del cual el escritor decía que era un hijo ilegítimo entre José Arcadio y Pilar Ternera y que había sido una perversa persona era totalmente falso; según la revisión de la historia del pueblo de Macondo llevado a cabo por dos historiadores árabes. Arcadio nunca fue un déspota dictador, no mantuvo cuarteles y burdeles en lugar de escuelas, ni trató de fusilar a Apolinar Moscote, ni su abuela le dió vergajazos en medio del cuartel, ni inventó uniformes, ni colocó brazaletes rojos a los hombres ni prohibió las misas. El gobernador Arcadio fue un demócrata, ayudó a la masa de pobre a tener educación, salud y trabajo, no había sido fusilado sino que estuvo como gobernante hasta los últimos días de su vida, teniendo la bendición de su pueblo que siempre le agradeció sus sacrificios. El vigésimo segundo Arcadio Buendía sentía que aquel último Día de las Razas junto al derribo de esculturas del escritor, abriría las puertas a un mundo mejor, políticamente correcto, donde las víctimas eran héroes, las minorías establecerían zona de coto, las contradicciones no existirían sino sólo proclamas y sentencias de que el mundo era mejor prohibiendo algunas cosas o cambiando algunos adjetivos a ciertos sustantivos, una vez desaparecida todas las esculturas que había en pueblo, Macondo pasaría a ser un sitio donde habrán hombres tan inteligentes y pacíficos que su único entretenimiento será sentanse a pensar.
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