lunes, 15 de abril de 2013

DECIMA SEPTIMA PÁGINA... UNA HISTORIA DE ESQUIZOFRENIA

Cuentan que Vazco Núñez de Balboa, entrenó a Leoencillo, su perro, para identificar a los indios como enemigos y así matarlos. Este dogo era el maestro de captura y descuartizamiento de las tropas de Balboa, cobrando sueldo de alférez y recibiendo parte de cada botín de oro y esclavos.




Mi Amiga Japonesa me observa viendo por Internet, TV. de Venezuela, sabe que hay elecciones, y sabe que aunque poco le hablo de mi país de nacimiento, aún recuerdo sus calles, la familia, su comida y los amigos que quedaron allá. Una vez le expliqué que salí de Venezuela porque me saturó sus procesos de esquizofrenia (Σχιζειν: dividir, Φρην: mente). Donde constantemente había una alteración de la realidad (La Hojilla vs. Aló Ciudadano), y donde amigos y estudiantes que se dedicaban a hablar de literatura, filosofía, o de la belleza de las mujeres; comenzaron a demandarse y a demandarme fidelidades ideológicas, a narrar mitologías políticas y las convesaciones en la casa y en clases se volvieron totalitarias en la medida en que la política arropó todo y esa marea me ahogó. Me acusaron de chavista, me acusaron de opositor, y al final muchos de mis amigos se olvidaron de las virtudes de la amistad que en el mundo griego era tema de libros y de reflexión, y así cayeron en desarrollar o mantener matrices de información y desinformación. Ahora el país está totalmente dividido 50% vs. 50%. Chávez cumplió su misión: marcar, catalogar, identificar las diferencias como enemigo, y así aclarar identidades y medir sistemas de valores. Venezuela nunca estuvo unida, como citan algunos romáticos; siempre hubo adecos, copeyanos, malandros, sifirnos, "vivos" y honestos, ricos, pobres, pero esas diferencias no se habían transformado en enemigos, y así el dios de la guerra se mantenía en una siesta. Chavez construyó una obra sartriana como: A puerta cerrada, donde viven las personas sin conocerse, pero donde falta el verdugo y el verdugo será para cada uno los Otros. Maduro quiere reescribir a Chávez, y es como si yo quisiera reescribir a Sartre, seguro saldrá una mala obra. Opción, para que no me acusen de pesimista: es tratar de entender al otro destruyendo los clichés que lo rodean, sin negar ni borrar su alteridad, y eso siempre es difícil porque es quitarnos algunas de nuestras seguridades y certezas 

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