miércoles, 19 de septiembre de 2012

MI AMIGA JAPONESA Y EL SILENCIO

Portada del libro de Endō Shūsaku
El silencio『沈黙』es una obra literaria de Endō Shūsaku『遠藤 周作』y seguramente de algunas películas y dramas televisivos, pero en la novela del autor japonés, nos retrata la situación del cristianismo y de los cristianos en el período Edo『江戸時代』dibujando sus martirios y arrepentimientos, paralelamente nos muestra una visión de una sociedad que se está gestando desde un poder unívoco y feroz. La novela logra capturarnos por los personajes que siempre dudan entre su fe y el sobrevivir en una sociedad feudal que busca controlar los afanes religiosos y actitudes contradictorias. La novela tiene su propio encanto y fuerza, así como todas las obras de Endō Shūsaku; pero algo que no entiendo es por qué Endō Shūsaku tituló su obra: El Silencio. En sus páginas el silencio no aparece, sólo monólogos y reflexiones  de los protagonistas o ¿nos insinúa ese silencio interior que necesitan las personas para comunicarse con Dios? 
Ferdinand Bellermann: La cueva del Guácharo.
 ©Kupferstichkabinett der Staatlichen Museen zu Berlin
Tenía como veinte años cuando me dediqué a la espeleología por afición, así que tuve la oportunidad de entrar a decenas de cuevas, y llegar a lugares que pocas personas tienen la oportunidad de ir, como fue el "final" de la cueva del Guacharo, no el final de la zona turística a un kilómetro y medio de la entrada, sino el "final", a unos diez kilómetros dentro de la montaña. Admito que ha sido una de mis experiencias más profundas, estar dentro de una cueva, hacer los diversos pasos, ascender y descender, así como pasar por grietas inundadas de agua, también otra cueva que marcó mi vida fue la Anton Göring, ambas cuevas ubicadas en el Estado Monagas de Venezuela. Cuando comencé a hacer espeleología, alguien me comentó que allí adentro, a diez kilómetros dentro de una montaña, uno podía oír el silencio absoluto, tan profundo que sólo se escucha los latidos del corazón; y sí, hay algo de cierto en esto, uno oye literalmente su corazón y si apaga la lámpara de butano uno "ve" lo más oscuro que uno puede imaginar. Sólo adentro de la profundidad de una cueva uno tiene una experiencia con la muerte que sólo los latidos del corazón evitan su plenitud.
Un controlador de contaminación sonora en una construcción en Japón.
Si bien mis experiencias con el silencio han sido profundas, también lo he experimentado cuando leo o escribo, sólo oigo mis pensamientos, por lo que me imagino que el silencio perfecto sería oír nuestros corazones entre las palabras de nuestros pensamientos. Desde que vivo en Japón he descubierto un país silencioso, pero aún no sé si es porque tratan de oír sus corazones o sus pensamientos. Es normal que a las ochos o nueve de la noche no se oiga nada a los alrededores de las casas, un silencio comienza a envolver las viviendas, las ciudades, las personas. La gente bajan todos los sonidos de sus casas: TV, radio, conversaciones; inclusive Mi Amiga Japonesa me ha dicho en varias oportunidades que baje la voz o disminuya el volumen del equipo de sonido, por lo que desde hace dos años hay unos audífonos profesionales Pionner, uno para ella y otro para mí, junto a los C.D. y con el tiempo ese silencio nocturno se ha vuelto placentero y a veces necesario.
Pequeños locales como el de la foto abundan en los barrios japoneses,
 allí no sólo se puede disfrutar de una cena, sino cantar a todo pulmón, estos 
lugares tienen que tener un sistemaque evite que el ruido salga del recinto.
No es que los japoneses sean silenciosos en su actuar cotidiano, aunque esa sea la imagen que nos quieren transmitir entre mitos urbanos y mangas nipones. Los japoneses son bastante ruidosos. Uno entra a un Pachinko『パチンコ』o a una Izakaya『居酒屋』o bar japonés, o a un Karaoke『カラオケ』y los decibeles te ensordecen, pero son lugares para hacer ruido, para aturdirse con la música insípida , a veces, o compartir risas idiotas o profundas, pero en las casas de las urbanizaciones parecen exclusivos lugares para dormir, para la meditación, para el recogimiento; por lo que para algunas personas acostumbradas a los ruidos apabullante como son los venezolanos, estas urbanizaciones podrían ser simulacros de tumbas que sólo los gatos y uno que otro tanuki『狸』o mapache japonés, se arriesgan a caminar, por supuesto sin hacer ruidos, pero en el fondo se agradece esos momentos luego de un día de arduo trabajo. 
En barrios o favelas de América Latina sólo la música anda libre y sin barreras.
En los pueblos de América Latina, frente a la casa de cualquier calle, hay vida, pero también ruidos, músicas, conversaciones. No es extraño caminar y ver a la gente "tomando el fresco del atardecer", y luego una música acompaña el comienzo de la noche, pero "debe" oírse a todo lo largo y ancho de la calle. La gente escucha la música que progresivamente sube de volumen, obligando a las voces aumentar su tono y por supuesto comienza el baile, la ingesta de alcohol, la algarabía. Pobre de aquel que no participe en el ágape callejero porque su castigo será no dormir esa noche y su espíritu se amargará, o aquellos que tengan tendencias: misóginas, antropofóbicas, agarafóbicas, fonofóbicas, o cualquier forma de fobia social y quiera estar solo leyendo o viendo una película, tendrá que construir un ghetto y eso implica ser rico en los países de América Latina, por lo que desaparecerán de las memorias de todos. Este "tomando el fresco del atardecer" de los pueblos, pasó a "marca territorio", cuando comenzaron las migraciones de las zonas rurales a las grandes metrópolis; así poner la música a todo volumen en las noches es "marca un territorio" para el infractor, que a veces, una vez colocado la música, se asoma por la ventana o por la terraza de su vivienda a ver las reacciones de sus vecinos, de sus "súbditos". A veces esta actitud la comparo con el comportamiento de los gallos, estos cantan para perseguirse, para marcar territorio, se acorralan hasta encontrarse y enfrentarse en un duelo a muerte. En los sectores populares, la música a todo volumen a veces no sólo implica "marcar territorios" sino es una señal de exhibir alegría, prosperidad, e inclusivo un saber "estético" sobre la musical de moda, pero estas personas que siguen la conducta de los gallos, solo pueden percibir la felicidad como excesos, sintiendo que así pueden huir un poco de las condiciones de miserias y de alienanción en que posiblemente vivan. Aquellos excesos de felicidades efímeras a veces terminan en sangre. En los barrios y favelas de América Latina se sustituyo el "tomar el fresco" tribal del pueblo por "este es mi territorio" dentro de excesos que permite cierta modernidad en América Latina.  
Todo controlado en Japón hasta el ruido. Foto de un Pachinko quizás el lugar 
más ruidoso que uno puede conseguir en Japón.
Lo anterior parece un juego antropológico que ocurre en América Latina, la gente invaden las calles, la música asalta los sueños y la frase de Rómulo Gallegos en Doña Barbara: "Todo horizonte como la esperanza y todo camino como la voluntad", que marcaba un imaginario de un lugar sin frontera, a veces sin ley, en un imaginario donde el ruido, los gritos, las bocinas de los automóviles, la música a todo volumen, se transforman e consignas de conquista; por lo que se mantiene el ideal del conquistador, del aventurero sobre el colectivo o la comunidad. Así que miles de personas, básicamente aquellos vecinos que no comparten los excesos de los barrios o favelas o de colectivo que ensordece con su gusto "estético", aquellos que no son guiados por los imaginarios del conquistador, les cueste dormir así como mantener una vida civil y sociable por largo tiempo, creo que no se puede mantener una comunidad con sólo conquistadores o como dice aquel dicho: "muchos caciques para tan pocos indios". En Japón lo colectivo y lo social de privar sobre el conquistador, en Japón no hay espacios sin límites, una frase como la de Gallegos pierde sentido, aquí todo está catastrado: los espacios, las conciencias, los decibeles, el silencio. Todo está completamente controlado, todo el mundo se prepara para la vida civil que comienza a las siete de la mañana y que exige todos los esfuerzos y por supuesto un buen sueño. Lo curioso de todo lo anterior, es como los jóvenes de América Latina colocan la música a todo volumen en las tardes, cuando sus padres no están para sentir el poder de los decibeles, en Japón hay una cultura similar realizado por otros jóvenes, ya que por supuesto la juventud implica rebeldía y a veces revolución (será por eso que siempre vemos a los revolucionarios como niños caprichosos). A lo largo de Japón hay bandas de motoristas denominadas Bosozoku『暴走族』algo que podríamos traducir como "la banda o grupo que va alborotando", son jóvenes que en cualquier moto, de cualquier cilindrada, le quitan los silenciadores y hacen todo el ruido posible en medio de las calle y preferiblemente en las noches. A veces podemos ver a unos bosozoku a "toda velocidad", unos 60 km por hora, y detrás él, una o dos patrullas tratándo de agarrarlos, a veces el espectáculo es pintoresco si recuerdo la velocidad que generan las motos y las patrullas en otros países. En fin este fenómeno social que crea muchas preocupaciones en la población adulta de Japón, porque rompe el silencio en las noches, asustándolos con facilidad o quizás obligándolos a pensar del futuro de la juventud que tienen. A veces Mi Amiga Japonesa se amilana y critica suavemente a los bosozoku, yo le pido que me explique por qué esos jóvenes van haciendo ruido por todas las calles de Japón, pero no sabe responderme, a veces me comenta que es una moda y luego se coloca los audífonos para oir a su compositor favorito: Jean Sibelius. Para mi es una forma de transgresión, una actitud propia de la adolescencia contemporánea en cualquier país, porque las transgresiones juveniles de todo tipo, con el tiempo, han sustituido a ciertos ritos, como aquellas pruebas que marcaban la mayoría de edad o mostraban frente a su comunidad que eran hombres plenos, guerreros, proveedores seguros. En Japón las transgresiones están limitadas por el espacio, los vídeos juegos, las mangas, las empresas y especialmente por las cámaras de vigilancias que se expanden por todas las calles, esquinas y locales comerciales, por lo que cuando los jóvenes salen en las noches buscando un "horizonte de esperanza por algún camino de voluntad" en motos de 50cc y protegidos por sus cascos coloreado con personajes de manga, busque no ser detectados por el panóptico japonés que merodean en cada esquina, en cada meditación, y a veces en cada saludo y sienta un poco el riesgo de salir del silencio


Un video realizado donde podemos obsevar a los "bosozoku" en plena acción.






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