Los carnavales de 1992 no ocurrieron en febrero como siempre se tiene la idea, sino se realizaron por caprichos de la luna en la primera semana de marzo. En febrero de aquel año se realizó el Golpe de Estado o la Insurrección de los Militares, o como quieran llamarlo los sesgos de la historia, donde un Teniente Coronel tomó la responsabilidad de aquellos actos y dijo: "por ahora", volviéndose esa frase pasto verde para las vacas multicolores de las esperanzas. En esos carnavales, por el barrio, una vecina disfrazó a su hijo de "chavito", lo vi cuando pasaba por su casa y al ver al muchacho inquieto y feliz, con su boina roja y su banda tricolor, sabía que algo se quebraba en mí en ese momento pero no pude saber bien qué. Al preguntar a su madre la "razón" del disfraz, sabiamente dijo que ya no necesitaba disfrazar a su hijo ni de Superman ni de Batman, que ya teníamos un héroe propio. Luego vi a más "chavitos" o mini émulos de Chávez por las calles, era el fin de semana previo al Carnaval y las personas no entendía o no querían entender lo que pasaba. Otra vecina me arrinconó para explicarme cómo Chávez había vuelto a darle las esperanzas al pueblo y especialmente a ella, esperanzas que abría nuevos cambios, futuro y prosperidad. Ella me arrinconaba porque yo soy en esencia una persona desesperada, no en el sentido de angustia o por la necesidad de redimirme por un mal acto cometido, sino como indica la palabra: por no tener esperanzas, y eso a mis vecinos del barrio le molestaba e incluso a mi familia y ciertos amigos que me cuestionaban de vez en vez, ¿cómo alguien puede vivir sin esperanzas? Ante de darme a la tarea de explicar las diferencias entre virtudes teologales y dianoeticas, pues me sumía en silencio que es lo único que me hace estar vivo.
Desde finales del siglo XX Venezuela es un país encasillado en una frase escrita por Rómulo Gallego en su Doña Bárbara, en el capítulo La Doma: "Tierra abierta y tendida, buena para el esfuerzo y para la hazaña, toda horizontes, como la esperanza, toda camino, como la voluntad". Es decir, mutatis mutandis, lo que muchos quieren hacer en el país son hazañas, a veces sin importar el esfuerzo o la importancia de la misma para el país o para los sacrificantes, ya que la mayoría actúa desde una voluntad que generalmente confunden con deseos infantiles y suponiendo que la única guía verdadera para ir a cualquier lugar es siguiendo un horizonte con velos de esperanzas. Son estos horizontes de esperanzas los que creó aureolas en las cabezas de Arias Cárdenas, Manuel Rosales o Henrique Capriles y hasta a un pastor protestante en las elecciones de mayo del 2018 para acceder a la presidencia en enero de 2019, ya que los caminos son tan anchos por el país, que ¿era lógico que un recién presidente esperara seis meses para tomar el poder?, pero no hubo necesidad, la voluntad de Maduro envuelta en remedos de trascendencias banales reafirmó cómo estas tierras tienen necesidades de hazañas y urgencias de esperanzas. Millones de venezolanos continuan oteando esos horizontes después de las últimas elecciones, antes con Juan Guaidó y su acompañamiento a la victoria con cincuenta naciones apoyándolo y ahora con María Corina y alguien que rima con "todo el mundo". Seguramente hacia el final de mi vida, no podré demostrar que el universo y la estupidez humana son infinita como tratan de hacer algunos YouTube, pero quizás podré demostrar que la esperanza tiende en sistemas de miserias y maldad hacia lo infinetisimal.
Lo cierto es que la esperanza se ha buscado, vendido o comprado, porque se necesitaban horizontes que permitan avanzar hacia los cambios que todos quieren, eso sí, nadie ve, comprueba, analiza, investiga, mide, o teoriza sobre esos horizontes porque las esperanzas es lo suficientemente contundente y "lógica" para que nadie dude de ir hacia donde queremos ir. Así los "chavitos" fueron las primeras alegoría de una "nueva" esperanza, y en la medida en que recorría hacia ese horizonte revolucionario el país se quebraba o ¿se quebró?, pero no importa porque en el fondo a mayor miserias, indigencias, ignorancias, sumisiones, intranquilidades, pensamientos mágicos, injusticias y corrupciones, más necesidad de esperanzas habrá, más ansiedad por hallar horizontes para huir se buscarán. Por lo que estas elecciones de 2024, en 28 julio, en el día del cumpleaños de Chávez difunto, por lo que esta elecciones no se pueden ver como un regalo sino como una ofrenda, aunque según la ley escrita y poco sagrada ¿no debería realizarse el día de Santa Barbara o próximos?, lo cierto es que ya pasó el carnaval e intuyo que ninguna madre disfrazó a su hijo de "chavito" (quizás una que otra madre disfrazó a su hijo o hija de Super Bigote por ¿una promesa especial a las Ánimas del Purgatorio?). Lo cierto es que los últimos veinticinco años de carnavales lo que se ha visto es la expansión de una marabunta de jóvenes disfrazados de Tribilín (apodo del comandante Chávez en sus años de cadete como el mismo confesó varias veces), para esconderse por las calles del país o para emigrar en formación poco marcial y llegar a los caminos de ladrillo amarillos que aseguran algunos que los llevará hacia EE.UU., o Ciudad Esmeralda, camino donde hallaran a Dorothy y a su perro Toto que le contará historias del Mago de OZ, de un león que necesita valentía, de un hombre de hojalata que necesita un corazón y de un espantapájaros que necesita un cerebro.
La esperanza y el cambio sigue en la bocas de todos como avalancha, como horizonte, como líquido vital que le da sentido a las personas, un sentido sin límite, sin razonamiento, sin reflexiones, la esperanza es una furia, un fervor como la que acompaña a los hinchas en los partidos de fútbol, y mostrarla es desnudar una pasión sin forma, una masa controlada en cánticos o consignas, un aumento de aceptación sin movimientos dialogantes los cuales se cree que generan cambios en la sociedad, aunque estos siempre son enardecidos si se producen. Esto es lo que he visto durante estas semanas electorales en Venezuela por el Internet, una masa de personas que ven en María Corina la esperanza, el cambio, lo radicalmente otro, el horizonte, la actriz para la gran hazaña, del último esfuerzo, aunque me pregunto si saben los tribilines y tribilinas que ella no es la candidata sino un hombre mayor, amante a alimentar a las guacamaya con lechosas y cuyo espíritu no es mediático como el de Trump, sino adusto como fue el de Caldera, con sus mismas promesas de dialogar, discernir y clarificar. Pero como todo elección se necesita de libido, es María Corina la que coloca las feromonas que guía al enjambre electoral hacia una victoria final, sin saber bien luego, si nacerá otra esperanza entre las nuevas desdichas, sangre y sacrificios que tendrá que hacer el país una vez que la neblina de endorfinas producida por el consumo excesivo de esperanzas desaparezca, cuando las venganzas no sean llevadas y muchos busquen de nuevo horizontes y sus brújulas apunten a nuevas esperanzas.
Maduro espera, ya es una tarántula en el centro de una telaraña hecha con fondos militares y económicos, acompañado de hienas, lobos, chacales, conejos, burros, leones, tigresas, cuaimas, ratas, ratitas, cucarachas, e insectos de todas las especies porque el gobierno de Venezuela se ha transformado en los últimos años en un bestiario, en una zoografía novelada, y a veces recuerdo como uno de aquellas bestias usando un mazo, asemejándose así a los primeros homínidos, advierte en más de una ocasión de que no "chillen" la oposición una vez que los golpee. Los bestiarios describen lo fantástico, lo alegórico, lo fisiológico de los animales y con ello describen el mal de su esencia, así como lo insospechado que guarda sus formas y el terror que aparecerá al descubrirlos. Los bestiarios se hacen para "el hombre" con intensiones pedagógicas, para que no hagan metamorfosis, sigan o imiten a los animales, por lo que el bestiario político venezolano es una fuente de saber sobre lo que no debe implantarse en otras latitudes o longitudes del globo. Así que la elecciones en Venezuela será de nuevo ofrendas a dioses caribeños con la "esperanza" de que se eliminen el bestiario donde los venezolanos hacen su vida.
Estas semanas mientras observo la fauna política venezolana donde resalta los gritos de las guacharacas y los cantos de las chicharras, veo noticieros internacionales donde zoólogos expertos comentan el futuro del país así como a ciento de YouTube que creen conocer a las hormigas porque han visto a una por la casa, reduciendo a que la victoria de un bando llevará a un proceso migratorio como hace las mariposas monarca o que con la victoria del otro bando comenzará un proceso predatorio, donde se orinará y cagará el país para ampliar los cotos de caza; entre los interines, leo partes del Kojiki, el libro de los orígenes de los dioses de Japón, y estos días he leído la presentación del dios de la sabiduría, y ha diferencia de Atenea que nace de los regazos de Zeus armada y emperifollada, en el Kojiki es un espantapájaros, pero no como el que presenta Dorothy sin celebro, sino una deidad que representa la sabiduría llamado Kuebiko (久延毘古), kanjis que transmiten la idea de "algo antiguo que ayuda a alargar el tiempo", aunque en la actualidad llamen por este archipiélago a los espantapájaros Kakashi (案山子), algo como "el hijo de la segura montaña".
Kuebiko posee todo el conocimiento del mundo sin caminar, y me hace pensar que nunca vi un espantapájaros en mi país, mientras que por estas tierras donde ando sin horizontes, a cada cierto sector de mis caminatas encuentro espantapájaros, pero también en las grandes ciudades como Osaka donde viví. Así que pienso en la sabiduría de un espantapájaros y creo que radica en que no toma ningún camino de hazaña o tratar guiarse a través de los horizontes de esperanzas, sino de hacer su humilde función: cuidar el cultivo sin intervenir, ni agredir, sin prometer, dejando que la potencia de las semillas se desarrollen y den sus frutos, semillas cultivadas dentro de campos medidos por agrimensores, con personas que conocen precisiones sobre el clima, las tierras, la producción de alimento que se necesita para abrir todo el potencial de los cultivos y con ello abrir otros campos de cultivos o de culturas, más intelectuales, más técnicos, eso es lo que hace el espantapájaros sabio de Japón, deja que las semillas se desarrollen y den fruto lejos de los bestiarios, ya que su función es alejar a todas las alimañas que desean destruir la cosecha, sin necesidad de esperanzas, porque las semillas no la necesitas, ni crear colmenas con hazañas, porque los espantapájaros no son reinas o reyes de ningún desarrollo, solo están en el medio del campo, haciendo que la naturaleza complete lo que ha pensado el hombre, y no el hombre terminar lo que ha iniciado la naturaleza.
Así, sea la opción de la reina abeja o de la tarántula la ganadora de estas elecciones, el bestiario continuará teniendo páginas imbricándose con la historia de Venezuela, genéranos una zoografía que entretendrá a investigadores universitarios y tendrá minutos en noticieros internaciones, así hasta que el último animal de la arca de Noé halla descendido en esa Tierra de Gracia, por alguno de todos sus caminos, y quizás entonces, cuando la extinción nos avise del estado de esas tierras, veamos un espantapájaros cual discípulo de Parménides en el centro de un campo inarticulado desde las guerras de independencia por la soberbia de sus habitantes.