Kafka nació el 3 de julio de 1883, por lo que es del signo cáncer, como yo, siendo quizás la única cualidad que comparto con el escritor checo. Acerca de Kafka se han escrito innumerables ensayos y se han desarrolllado diversas teorías de su pensar, sentir y escribir. Reflexiono en la medida en que releo su obra, y percibo cómo sus personajes han dibujado el sentir del siglo XX, ¿pero cómo es ese sentir? ¿es tan obvio? Es posible que Kafka presente una relación dialéctica que "supera" o por lo menos actualiza la planteada por Hegel y que sintetizó en la relación: Amo-Esclavo. Esta fórmula la elaboró Hegel en su Fenomenología del espíritu, para explicar, desde una teoría con bases de superación de etapas, el cómo se relacionan las personas y sus sentimientos que devenían desde el siglo XVII dentro de una serie de circunstancias inéditas como: las guerras napoleónicas, la expansión económica de la revolución industrial, los conocimientos de culturas divergentes y de creencias opuestas que necesitaron clasificarse y por lo tanto exigieron delineación de identidades, formas de pensar y originar naciones. Esta relación Amo-Esclavo también adquirió expresiones literarias expuesta por grandes escritores, quizás sus primeros exponentes fueron los escritores rusos, entre los que destacaría Gogol con su obra: Almas muertas, en esta obra hallamos a Chichikov, que no es amo, pero que necesita ser reconocido como tal, aunque sea a través de esclavos muertos. Visualizar y entender esta relación dialéctica: Amo-Esclavo se necesitó de un esfuerzo que ha generado cientos de ensayos y tesis; me acuerdo en este sentido de la obra de Alexander Kojeve: La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, y que era una lectura obligada para los seminarios de Hegel en la escuela de filosofía. Al leer a Hegel, a Gogol, a Kojeve, a Tolstói, uno descubría un sentir, un forma de relación humana que encajaba con las descripciones planteadas en la dialéctica; pero algo alejado al que percibía a diario en mi devenir de finales del siglo XX; en cambio, cuando leía a Kafka, ese sentir diario se expresaba, las relaciones humanas y las dinámicas de los sentimientos se aclaraban. Pienso que nuestro escritor checo planteaba una dialéctica distinta a la de Hegel, planteaba una relación sin etapas, sin reconocimientos en una dialéctica estática ente el Soberbio y el Despreciado. Para nuestro amigo Kafka, pensar desde una dialéctica entre alguien que gana y alguien que pierde una lucha, o en otros términos: entre un vencedor, el amo, el ser para sí; y un perdedor, el esclavo, el ser para otro, que deberá preferir vivir como siervo a morir en libertad, y en esta asunción, para Hegel, el esclavo está sujeto al mundo natural en la medida en que labora, transformando y adhiriendo conciencia del mundo quizás se presente algo absurda para Kafka. Hegel también dará un valor positivo al trabajo que reconocerá (en abstracto) al esclavo como hombre (por supuesto excluyendo al negrito del Batey), a diferencia del amo que no es un hombre verdadero sino una etapa, porque sólo es reconocido como hombre verdadero por el esclavo, y si esto es confuso, creo que leer a Kojeve, Jean Hyppolite, Althusser o Lacan, este último uno de sus discípulos directos de Kojeve, los confundirá más; mientras creo que Turguénev y Dostoievski explicarán mejor ese sentir que hace funcionar la relación dialéctica: Amo-Esclavo. Kafka no se planteará ya, en pleno inicio del siglo XX, sobre esta relación hegeliana, sino insinuará otra, más sutil, más ambigua, pero ¿de dónde me viene esta idea de que el siglo XX no fue el desarrollo de una dialéctica entre el amo y el esclavo que tanto nos quisieron vender para explicar ciertas políticas o formas de vidas, sino de una relación obsena que se plantea entre el soberbio y el despreciado que inundó todos los procesos vitales del hombre contemporáneo?
Un segundo momento fueron las relecturas de los cuentos de Kafka, pero no de su obra más disfundidas: La Metamorfosis, Josefina, la cantora, o el pueblo de los ratones, Informe para una Academia, Un Artista del hambre, En la colonia penintenciaria; relatos que han sido analizados por filósofos, políticos y escritores, sino de su narrativa breve, brevísima. Hay que destacar que Kafka fue un gran escritor de minicuentos como: Marco Denevi, Jorge Luis Borges, Oswaldo Trejo, Julio Cortázar, Juan José Arreola y Augusto Monterroso, entre otros, aunque fue el guatemalteco quien apuntó la fama de los minicuentos con su escrito: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. (Un día le traduje a Mi Amiga Japonesa el minicuento de Monterroso, fue uno de mis primeros ejercicios de traducción: 男が目を覚ますと、ディノサウルスがまだそこにいた). Las particularidades de los escritores breves también fua analizado por Monterroso que explicó: el escritor de brevedad nada anhela más en el mundo que escribir interminablemente largos textos, largos textos en que la imaginación tenga que trabajar. Franz Kafka definitivamente escribía sin pausas, largas jornadas nocturnas donde su imaginación le mostraba, reiteradamente, una particular relación dialéctica: Soberbio-Despreciado. De la obra de Kafka heredamos 83 cuentos de los cuales 36 son minicuentos, entendiendo por minicuentos, en el caso de Kafka, aquellos que no pasan de una página en la edición Cuentos completos de la editorial Valdemar, minicuentos que discurren entre anécdotas y acciones sugeridas, narrado con precisión y cierta economía de lenguaje.
Creo que el primer minicuento de Kafka que leí, bajo los parámetros dados fue El Buitre, cuento que era el que daba el título a una edición de los cuentos de Kafka que publicó la editorial Siruela bajo la dirección de Jorge Luis Borges. En este minicuento, el protagonista es totalmente despreciado por el buitre, que le devora los pies, y cuando la victima trata de desprenderse de su agonía por medio de la ayuda de un desconocido: es eliminado por el buitre. Según Deleuze y Guattari en su obra: Kafka por una literatura menor, la riqueza de la fauna con la que nos encontramos en los cuentos kafkiano, ...consiste precisamente en hacer el movimiento, trazar la línea de fuga en todo su positividad, traspasar un umbral, alcanzar un continuo de intensidad que no valen ya sino por sí mismas, encontrar un mundo de intensidad puras en donde se deshacen todas las formas, y todas las significaciones, significantes y significados, para que pueda aparecer una materia no formada, flujo desterritorializado, signo asignificante. Sabiendo entonces que, según Deleuze y Guattari, los animales marcan desterritorializaciones de mitos, de arquetipos, de significados para corresponderse con unas relaciones donde la intensidad de la expresión sin formas debe acontecer, me parece por lo tanto, y bajo la lupa teórica y mi libre interpretación, que el sentir del soberbio territorializa la voz, las acciones y el pensamiento de los animales, desde Josefina la ratona que no canta, que silba, pero que no sólo quiere admiración, sino que la admiren del modo en que ella lo desea, la admiración a secas no le interesa para nada; hasta el simio de Informe a una academia, donde explica que No me seducía imitar a los humanos, los imitaba porque buscaba una salida y por ninguna otra razón. Esta relación entre el soberbio y el despreciado está marcada en los minicuentos por la imposibilidad de salir de esta relación dialéctica, es decir, no hay una etapa de superación, de hecho no hay etapa, hay desasociego, desesperanza, no hay salidas, la tensión del minicuento no lo permite. En el relato breve: Un comentario nos trasmite ese sentimiento, de la no superación, de desvalorizar cualquier emprendimiento que dentro de la filosofía hegeliana, positivista y marxistas se vanagloriaba para llegar al espíritu absoluto, a la felicidad o al comunismo; en Kafka lo absoluto es la inmovilidad, así en este minicuento apreciamos este situación cuando el personaje se percata de la diferencia horaria, de su retraso y de su inseguridad preguntará a un policía, a un representante de la ley el camino a seguir. La ley no explica sino ejecuta, de aquí que sea el castigo la única forma de saber la culpa en las obras de Kafka; cuando el desesperado pregunta al policía por el camino a seguir, el hombre del orden sólo le responde: !renuncia! Así detallamos cómo la ley en realidad es el deseo presente, la justicia no es moral, no indica comportamiento, la ley no es justa, sólo actúa, por lo que sólo el deseo se junta a estos dispositivos disciplinarios para engendra la máquina de deseo, el automatismo cuya única opción es renunciar. Abandonar el camino, no seguir, percibir la posibilidad de no llegar, de la facilidad de perder objetivos, esperanzas, a aprender a despreciar(se) las capacidades de los individuo, esta dialéctica Soberbio-Despreciado siempre está presente en la obra de Kafka. En otro minicuento titulado Érase una vez un juego de paciencia... leemos la descripción de un juego de paciencia, o aquella tabla de madera con caminos surcados por donde debemos guiar una bolita hasta introducirla en un hoyo. En algún momento el narrador nos comenta el acontecer de una bolita que: ya se la atormentaba bastante durante el juego con los caminos y que, por consiguiente, tenía derecho a descansar en la zona libre de ellos. Salirse del camino, estar estático será una de las presentaciones de los personajes que se desprecian; aunque podríamos ver quizás cierto acto de resistencia a la tiranía que el destino quiere imponer, de las políticas que nos constriñe, de los discursos de los soberbios. Lo genial de Kafka, entre otras cosas, es que tiene una conciencia de la inutilidad de las metas, de las fastuosidades del ego, de las miradas fáusticas de poder; a vecer los escritos breves de Kafka parecen ser unos koan 公案 aquellas frases extraídas de un maestro budista o de un sutra 経 así un brece relato se transforma fácilmente en koan como La partida: Ordené que sacaran a mi caballo del establo. El criado no me entendió. Yo mismo fui al establo, ensillé al caballo y me monté. Oí cómo sonaba una trompeta en la lejanía, le pregunté qué significaba aquello. Él no sabía nada, no había oído nada. Me detuvo en la puerta y me pregunto: -¿Hacia dónde se dirige, amo? -No lo sé -le respondí-, pero lejos de aquí, ante todo lejos de aquí, siempre lejos de aquí, sólo así podré alcanzar mi meta. -¿Entonces conoce su meta? -preguntó. -Sí, respondí-, ya te lo he dicho, "lejos de aquí", ésa es mi meta. -Pero no lleva reservas de comida -dijo. -No las necesito -dije yo-, el viaje es tan largo que moriré de hambre si no consigo algo en el camino. Ninguna reserva de comida me puede salvar. Por suerte se trata de un viaje realmente exorbitante. Cada estudiante budista sacaría una innumerable series de reflexiones, y por supuesto, algunos estudiantes de la obra de Hegel también. Este minicuento-koan, presenta además un aderezo, una explícita relación Amo-Esclavo que se rompe literalmente, como se romperá en el siglo XX las relaciones entre los coches y los caballos. Los minicuentos de Kafka nos transmiten todo ese sentir entre los soberbios y los despreciados que inundó de campos de concentración la geografía del siglo XX, que sostuvieron a dictadores latinoamericanos que se limitaban a celebrar sus gracias, que aplaudieron a millonarios que destruían naciones, y a políticos que se divertían desarticulando la Historia; pero también en los minicuentos de Kafka donde se desarrollan todas estas relaciones dialécticas entre el Soberbio-Despreciado, nos anuncia sutilmente sobre las ilusiones que sostienen toda relación dialéctica, así en el cuento más breve de Kafka Los Árboles y en su particular punto de vista desde el cual narra La verdad sobre Sancho Panza nos advierte sobre ello, sobre aquello circunstancial que se necesita para mantener esta particular dialéctica pero también: cómo desactivarla.
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