sábado, 22 de agosto de 2015

SOBRE LAS MIGRACIONES EN VENEZUELA Y OTROS CUENTOS SURREALISTAS

Shaum Tam "The Arrival"
En los últimos años ha habido una cantidad pasmosa de artículos y videos sobre el fenómeno de la emigración que está ocurriendo en la actualidad en Venezuela. Siempre hay versiones positivas para ver este éxodo como oportunidades para realizarse en un país con un mayor orden legal y con menos anomia, así como calibrar las ocasiones para desarrollar nuestras actividades profesionales y en consecuencia obtener mejores bienes y servicios y tenemos la alternativa para satisfacer curiosidades vitales ancladas desde nuestros más remotos recuerdos; claro también está la visión de la emigración como un fenómenos propio de los cobardes, de las personas con endeble e inseguro patriotismo, de tránsfugas aristocráticos o de profesionales sin asidero, y por supuesto, de personas con marcas y actitudes traicioneras. Pienso que ambas visiones son cortes románticos de una realidad más compleja y a su vez, un fenómenos que es manipulado por los medios de comunicación con un fin u otro, donde lo político se acentúa sobre el sentido común; por eso me río cuando a veces escucho la radio de Venezuela y oigo un programa dedicado a los problemas de la emigración, sus posibles causas originadas por las carestías económicas, por la inseguridad y por las consecuencias de dejar al país sin generación de relevo, subrayando las angustias y las presiones del régimen; en el programa buscan soluciones; pero luego colocan comerciales o anuncios donde más de una decena incita a emigrar, a realizar inversión en el exterior, a formar otro estilo de vida más en consono con una vida burguesa sin problemas. Esta dualidad, esta falta de reflexión sobre la información y el sentido común, esta vaguedad con la que se observa el fenómeno de la emigración, hace que muchos jóvenes inicien periplos para irse a buscar sueños sin rastros de realidad como: opciones reales de estada, trabajos, documentos legales, idiomas, impuestos, variantes culturales, uso de capitales, relaciones afectivas, estos factores que se pasan por alto, a hecho que muchos emigren y luego regresen sin comprender el viaje vital que han realizado, pero los jóvenes o las familias que regresan justifican su retorno con la expresión: !como Venezuela no hay!, lo que encierra un conocimiento obvio y una ignorancia profunda. 
Shaum Tam "The Arrival"
Las migraciones siempre ha sido un fenómeno vinculado con las civilizaciones, con las necesidades, con el desconocimiento. El hombre es aventurero, es decir, busca conocer lo desconocido, ir más allá de donde su vista abarque, ir más allá del horizonte controlado, esto ha permitido llevar al homo sapiens a ser un homo sapiens digital. Las migraciones son tan complejas y sus fenómenos poseen tantas variantes que es difícil de sintetizar, aunque podemos arriesgarnos a decir que toda migración está circunscrita por el concepto de carestía. A veces pareciera que el venezolano piensa que Venezuela nunca hubo migraciones, sino sólo inmigrantes que vinieron de otros países porque esta era la Tierra de Gracia, el Paraíso, el lugar bendecido por un Dios único, un lugar sin carestías; pues no, Venezuela no ha sido un país de preferencia para la inmigración como sí ha sido EE.UU., Canadá, Suecia o Australia, entre otros; Venezuela no es un país para grandes inmigraciones y no creo que lo será, hay demasiadas carestías rodeando y solidificándose en el país. Es cierto que tuvo un ápice de inmigración entre los años cincuenta y sesenta, estas vinieron especialmente europeas, por diversas circunstancias cuya principal razón fueron las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y entre los años setenta y ochenta, una fuerte inmigración suramérica, debido a que el país poseía un un poder adquisitivo superior y desmesurado con respecto a otros países de la región. Así el país se fue volviendo una pensión donde europeos, andinos, sureños y costeños se lanzaron hacia Venezuela en búsqueda de oportunidades, desde intelectuales hasta analfabetas, desde profesionales hasta truhanes, ahora bien, más que un país de inmigraciones, Venezuela es un país de constante migraciones, especialmente internas. En los artículos sobre las emigraciones que se han escrito recientemente, siempre se hace referencia al aeropuerto de Maiquetía como frontera imaginaria donde los afectos, incrementados con las despedidas y las necesidades, aumenta un dolor evidente; pero quizás durante muchas décadas, fueron los diversos terminales de los pueblos, a orillas de una panadería o un restaurante, lo que creaban esa frontera imaginaria. Terminales que conectaban el interior del país con la capital a través de autobuses lentos, incómodos, con una o dos paradas, así era el inicio de una odisea inconfesable pero que por décadas se escenificó y donde el antiguo terminal del Nuevo Circo mostraba el inicio de la aventura; miles de personas llegaban desde los puntos más exóticos del país a Caracas con los sueños más extravagantes, porque Caracas, ¿es o era?, la ciudad mágica llena de promesas y donde expresiones como: "Caracas es Caracas y lo demás es monte", daba rango divino a la ciudad fundada por Diego de Losada. Hay una película que comienza con la llegada del interior del país de un particular personaje a Caracas, lo curioso es que en su inicio hay una narración sobre la fundación de Caracas, ¿juego surrealista para una parodia sobre las migraciones del país?, la película es: Pa´ mi tu estás loco, (1978), protagonizada por José Díaz (Joselo), el actor cómico nos muestra este fenómenos de las migraciones internas, donde los sueños están completamente fuera de cualquier contextos real y las pensiones llenas de migrantes, de inocencia y candidez, así como podemos apreciar una decena de cameos de personajes famosos de aquella época, rellenando los discursos surrealistas que abundan en el filme. 
Shaum Tam "The Arrival"
Parte de estas reflexiones nacieron cuando una amiga hacía una tesis sobre lingüística (hace más de dos décadas atrás por lo que quizás los factores han cambiado), ella estaba un tanto azorada, me preguntó si conocía a personas cuyos ambos padres fueran caraqueños y por supuesto, la persona a entrevistar tenía que haber nacido en Caracas y haber vivido en la ciudad, buscaba estudiar particulares configuraciones lingüísticas propias del habla de los caraqueños, y sorpresa, necesitaba una muestra de veinte personas y no la coseguía, al final nunca sé si los consiguió. Pensé en todos mis amigos, en amigos de mis amigos y en conocidos, y todos, absolutamente todos, tenían a un padre o a una madre que provenía de las afueras de Caracas. Así de sencillo era la situación, Caracas era un lugar donde madres maracuchas o andinas, se casaban con padres llaneros u orientales, claro a veces las mezclas eran más complejas, padre colombiano o madre ecuatoriana y por supuesto, los innumerables casos en que ambos padres eran italianos, portugueses o españoles e inclusive mixtos étnicamente como madre marroquí y padre alemán. Ah, !padres extranjeros!, !Venezuela país de inmigrantes!, pensará alguien, pero ¿los que venían de otras latitudes de Venezuela?, ¿no eran migrantes? Personas que provenía de los estados: Táchira, Sucre, Bolívar, Cojedes, etc, dejaban sus pueblos natales para aventurarse en la gran capital, con la esperanza de mejorar sus vidas: conseguir un trabajo digno, tener oportunidad para que sus hijos estudiaran y se proyectasen como profesional, poder planear una vida con dosis de esperanzas y bienes materiales, claro a costa de dejar el terruño, lo propio, lo conocido (¿esto no tiene cierta similaridad con los argumentos que emiten los que dejan en la actualidad el país) es decir, la aventura de dejar "el pueblo" tiene larga data en Venezuela y por ende en la mitología popular, todos los habitantes de Venezuela tiene historias de migraciones, se han movido de un modo u otro, como confesó el presidente Maduro en estas semanas al narrar que tiene ascendencia holandesa sefardita. Todo caraqueño sabe que sus padres vinieron de otro lugar para darle una mejor oportunidad; son pocas las familias que puedan decir que tienen cuatro generaciones viviendo en el mismo lugar en Venezuela, y si lo fuere, son personas que poseen cierta capital, "alcurnia"; pero el grueso de la población no posee grandes capitales ni alcurnia, han sido mezcladas entre necesidades, aventuras y un recelo por no poseer precisamente alcurnia. 
Shaum Tam "The Arrive"
En Venezuela por lo tanto, el mito de dejar el lugar para hallar uno mejor y asegurarse un futuro mas provechoso siempre ha estado presente en el inconsciente colectivo, desde el padre que deja el conuco en una zona montañosa del Estado Monagas, hasta la madre que busca con desesperanza dejar el "barrio" de las periferias de Caracas, para que sus hijos tenga una mejor oportunidad viviendo en una ubarnización donde un taxi los pueda llevar hasta la puerta de la casa. Obviamente la migración posee unas "bondades" para los nacionales, en el sentido de no ser tan engorrosa a la hora de establecerse: el idioma, los papeles, la adaptación psicológica y el trabajo, pero es migración en fin. En la calle donde vivía tenía a unos vecinos italianos y por el otro lado a unos vecinos orientales, por supuesto ambos vecinos eran percibidos, desde mi mirada infantil, como exóticos, así los italianos hablaban sobre el hambre y de la guerra y llenaba mi imaginación de tarantela y pizza, pero también los orientales me hablaban de las bebidas de hierbas, de los árboles de canela y las plantas de pimientas en Paria y de cómo hacer un sancocho con una serie de nombres de pescados que siempre me costó recordar, así como conversar y cantar sobre la mar, sobre el eterno mar Caribe y sus misterios. Estas familias venían de otros puntos con la aventura de conocer Caracas, así como mi familia venía de otras latitudes a Venezuela para hallar un poco de paz. Ahora las personas dejan el país con el signo de los efectos de las penurias: económicas, afectivas, sociales, políticas, psicológicas y se embarcan a otros rumbos, algunos con la posibilidad de adaptación rápida por idioma y cultura como cualquier país de América Latina e inclusive una inserción en la parte latina de EE.UU., otros se plantean lugares mas complejos, de shock donde todo es desconocido como: idioma, cultura, hábitos, quizás como mi propia decisión al emigrar para Japón, donde la adaptación me ha llevado mínimo un lustro. 
 Shaum Tam "The Arrive"
De joven todos mis amigos tenían padres migrantes y aunque trataban de establecerse en la gran capital, algunos soñaban con irse a otras tierras, ¿por qué? La respuesta es la aventura, la apasionada exploración de lo desconocido, aunque no es necesario ir a una selva para tener conocimientos derivados de una aventura, como bien lo supo José Lezama Lima, que encerrado en su casa sin ventanas exteriores, sólo interiores, iniciaba aventuras enciclopédicas, pero es sabido que la migración no es una aventura en una biblioteca, o sentir la adrenalina recorriendo en la sangre por algunos días en la selva, porque estos tipos de aventuras tienen un punto de regreso: el hogar, es decir, son aventuras que poseen un regreso al origen, son aventuras que vienen para entrar en la apoteosis de lo conocido. Las migraciones y especialmente las emigraciones es una aventura donde se va la vida, el alma, el cuerpo, es una aventura donde la ignorancia es completa. Ignoramos qué nos pasará en el nuevo lugar, pero a la vez se cruza con una particular ignorancia: la añoranza, es decir, esta palabra proveniente del catalán enyorar, a su vez deriva del verbo latino ignorare y que implica no saber algo, y es que la añoranza refleja claramente una ignorancia al estar lejos y no saber del país, de los seres que se quedan e inclusive aprendemos a ignorar algunos sentimientos y percepciones que aparecen en la aventura, en el viaje; así la diferencia entre una aventura con regreso como la de Ulises a Ítaca, y una aventura sin regreso como la de Dante, es que la primera vamos de una ignorancia infinita (el viaje, lo desconocido, los peligros a enfrentar física y psicológicamente, las contingencias, los obstáculos) a un conocimiento preciso (Ítaca, la comida de la madre, Penélope, los santos y señas de los amigos, el dialecto); y una aventura sin regreso, una emigración sin retorno, un descenso a los infiernos, es la aceptación de una ignorancia total, por ambos sentidos, no hay punto de llegada conocido, no hay punto de salida conocido (añoranza), solo entramos en la noche, como lo precisó en su poema el venezolano Vicente Gerbasi, en su obra Mi padre el inmigrante, "Venimos hacia la noche y hacia la noche vamos". Poema que aclara parte de este dejar y continuar de las migraciones. 
Shaum Tam
Seguirán las personas asombrandose porque en Venezuela se materializa un emigración que en teoría no debería existir, pero sólo en teoría, siempre existirá, a mayor o menor  escala, eso dependerá de las condiciones del país pero también de la psicología de las personas que buscan aventuras. Cuando vivía en España oía a jóvenes sus ganas por dejar ese país lleno de corrupción, de indolencia, sin futuro por no haber trabajos estables; también oigo en Japón jóvenes que quieren emigrar a América Latina, descubrir las alegrías de las fiestas, del baile, de vivir sin la carga o la presión de las empresas que asfixian el día a día de sus empleados, muchos jóvenes japones buscan sentirse libre y su única opción la ven lejos de Japón; y si continúo siempre oigo personas que quieren emigrar, descender a los Infiernos y dejar "El Paraíso", al final será una elección donde los valores, la curiosidad y el mero sentido de estar en bienestar, hará que nos vayamos o no de nuestros lugares, en el fondo es asumir la ignorancia y conquistar un saber que nos redimesionará como personas, dejando de ser los que somos para aprender a ser desde otras perspectivas lo que hemos hecho y lo que podremos lograr o no.