viernes, 2 de noviembre de 2018

NIETZSCHE JAPONIZADO


Dionisio y Apolo son las dos figuras míticas que engranan los motores del drama existencial para Nietzsche. El germen de la voluntad de poder está en el devenir de esta particular dialéctica, entre las formas, la mesura, el control y el orden que representa Apolo; y la exuberancia, la potencia, la prodigalidad, los remolinos sin norte que conforman la representación de Dionisio. Este proceso dialéctico no deben ser visto como una lucha de fuerzas opuestas, sino como encuentros complementarios que permiten al ser humano vivir y hallar su plenitud. Viviendo en Venezuela estudié filosofía y terminé mi formación realizando una tesis de grado sobre Nietzsche, una tesis de grado en la cual trataba de entender las propuestas morales del filósofo, pero en ese entonces no me percaté de que vivía en medio de fiestas saturnales, en un constante encuentro y renacer con y en lo dionisíaco; mis estudios de filosofía apostaban por las desmedidas, por las exageraciones, por las arrogancias y lo orgiástico, así que mi tesis tenía los tintes propios de lo dionisíaco, una moral anquilosada de heroísmos y grandes metas, una búsqueda de dejar de ser un camello para llegar a ser un niño, pero estancándome argumentativamente en la metamorfosis del león; esa tres metamorfosis que Nietzsche nos habla en su Zaratustra: camello, león, niño; pero ahora, a la distancia temporal y espacial, pienso que uno de los errores que circunscribe a Venezuela es que está resemantiza por una constante atmósfera dionisíaca, quizás debido a una serie de desarrollos míticos como aquel que nos explica que somos una nación rica gracias al petróleo, un país lleno de hermosas y voluptuosas mujeres y donde los amigos se reunen a beber whisky y hacer parrilla, porque lo más normal y corriente de hacer en una reunión de amigos en Venezuela era  beber whisky y comer parrilla, quizás como en muchos lugares en el mundo los amigos se reunen a beber y comer, pero el whisky era algo tan vital y normal que no nos permitíamos otras bebidas, whisky escocés costosos cuyas botellas adornaron muchos basureros por Caracas; además de visualizar como el mayor logro venezolano realizar la sentencia: "Dios no me des, ponme donde haya" o "Señor, tú ponme donde haya, que yo me serviré", como si estas sentencias representaran una guía cultural y social en Venezuela, similar a lo que es The American Dream para los estadounidenses, así que todo el mundo busca la forma de aferrarse a una "teta" hinchada que lo hiciera vivir en grandes casas, comprar vehículo todo terreno, organizar fiestas opulentas, orgías divinas y realizar viajes exóticos, porque esa "teta de abundancia" que se mueve por el inconsciente colectivo del venezolano, en el sello de nuestro mito dionisíaco, sin importar si esa "teta" es de "guisos" políticos, corrupción de valores y ética, engaño a consumidores o vendedores, o simplemente ejercer la mafia armada entre drogas y robos. En el trasfondo del devenir reflexivo del venezolano está patente las imágenes de la abundancia, la opulencia, la exageración, inclusive en los inicios como nación, en nuestro símbolos como el escudo nacional, siempre ha tenido dos cornucopias, (igual que Colombia pero sobre ellas hay un buitre, lo que indica precausión y desconfianza), sin importar si el caballo blanco va hacia la izquierda o hacia la derecha, siempre ha estado presente en el escudo de Venezuela, desde 1830, (el caballo no, éste ingresó en el escudo en 1836), este talante dionisíaco delata a muchos venezolanos en muchas partes del mundo, un talante que anula cualquier posibilidad de orden, de control a aceptar nuevas reglas y estructuras culturas, a elaborar formas de igualdad, jerarquías, equilibrio o cualquier intuición de algún impulso apolíneo, como lo podemos apreciar en la actualidad, en las desmedidas y desmesuras políticas que ha hundido a Venezuela a lo largo del siglo XXI.
Llegar a Japón fue arribar y congestionarme con la fuerza opuesta de la que provenía, un país totalmente apolíneo, amante de las formas y del orden, donde las desmesuras o la opulencias es automáticamente desechada e inclusive mal vista y donde The American Dream japonés, para los hombres (ya que hasta los sueños están jerarquizado por género y estatus social en este país, ¿obvio?), es entrar en una empresa a trabajar, porque el trabajo es el principio  y fin de cierta perspectiva de vida muy acentuada por esta isla, y el de las mujeres, ser una ama de casa cuidado dos o tres niños, administrar el dinero del esposo y consumir en tiendas de descuentos o descubriendo nuevos café o restaurantes. Venir de un país atmósfericamente dionisíaco para residir en un país atmósfericamente apolíneo, fue alabar las carencias del primero, así en mis primeros años en el país del Sol Naciente, fue sorprenderme por el orden, por la eficiencia en las actividades rutinarias que van desde tomar el autobús hasta el pagar una factura de luz, por las formas mesuradas en que las personas realizan sus vidas cívicas, ya que nadie habla alto, no hay música estridente ni toque de cornetas en la calle, nadie te empuja y si lo hace te pide disculpa, todos hacen cola y toman su turno con resignación, te devuelve algo que pierdes o se te cae, te sonríen al entrar a una tienda, y todos, absolutamente todos, consideran las molestias que pueden generar a una persona en la calle, y si las genera por algún tipo de necesidad, te vuelven a pedir disculpa, igualmente uno se maravilla por la exatitud del uso del tiempo, del dinero, de las conversaciones, así como las jerarquías para apreciar la vida y la belleza, y por supuesto, sorprenderse por el minimalismo de sus artes como el origami que usa una simple hoja u hojas de papel coloreadas o de su gastronomía (qué más mínimo que un poco de arroz y un trozo de pescado crudo para realizar un boccone di cardinali), pero al igual que en Venezuela donde hay un desprecio hacia lo apolíneo, por aquí cualquier indicación al impulso dionisíaco, parece una broma de mal gusto, por lo que mi existencia ha ido de borde en borde y con el tiempo lo apolíneo cansa, mecaniza, atormenta cualquier forma de crítica, creación o bienestar. 
En el mundo dionisíaco de Venezuela todos han leído a Nietzsche, o por lo menos eso predicaban por los pasillos de la universidad, en las ferias de comida de los centros comerciales; claro, también han leído a Marx, Freud, Bolívar, Diderot, o cualquier otro escritor u obra que esté de moda, o sea, opacar con un conocimiento supino pero constante una conversación de café o en cervezadas, es uno de las principales creaciones en las atmósferas dionisíacas en Venezuela. Es quizás esta particularidad una de las exageraciones del venezolano que lo delata: conocer de todo sin haber leído nada, como hacía el presidente Chávez, así como muchos profesores que tuve y colegas de academia; toman una idea, una cita, unas líneas y la explotan hasta diluirla, sin mesurar o sin dar la real forma a la interpretación que se necesita. Por este mundo apolíneo, sólo dos de mis conocidos japoneses saben, o quizás creen saber, quien fue Nietzsche, Marx y extrañamente Freud, advirtiendo que no han leído ninguno de sus libros, sino han leído en algunos libros de divulgación sobre la Historia de la Cultura Occidental sus aportaciones; lo curioso es que en Venezuela, en pocos lugares, se venden las obras de Nietzsche, y a veces conseguir todos sus libros y los de sus comentaristas como Deleuze, es un trabajo de meses, paciencia, gasto económico y paseos por varias librerías, por lo menos en mi época de estudiante, cuando uno iba a una librería real y no virtual, quizás ahora sea más simple con Internet, pero Japón, si bien por Internet se puede comprar cualquier libro, a veces, cuando voy a tomar un café en el centro de Kagoshima para luego, en la noche, reunirme con unos amigos en el restaurante de uno de ellos, durante ese intervalo, ese hábito de recorrer librerías me carcome, así que entro a una de ella, voy a ver libros, siendo esta actividad una forma silenciosa de pasar mi tiempo, por lo tanto, una vez al mes, desde que vivo en esta ciudad, realizo dicha rutina. A diferencia de las librerías a las que iba en Venezuela, por aquí casi no compro libro, los principales obstáculos son, por supuesto, la imposibilidad de leer fluido en japonés y en una segunda instancia, algo banal, es que los libros de literatura no son atractivos, todos son mas o menos cortados bajo el mismo formato, con el mismo tipo de papel, impresión y similares portadas, no hay algún atractivo visual, el libro lleva un aura de aburrimiento que aún no logro superar (¿será por esto el énfasis y el éxito de las mangas como alternativa de los aburridos libros japoneses?), claro, hay ediciones impresionante, pero igual de impresionantes son sus precios. Hay ciento de decenas de libros en la principal librería de Kagoshima, de todas las áreas y temas, pero los de literatura son quizás los más aburridos en general, en cambio los de filosofía poseen mejor portadas, diversidad de tamaños y diversos tipos de letras y papel, y son mucho mas económicos que los de literatura. Sí, en definitiva ir a los estantes de arte, con innumerables libros de artistas y estilos, y el de filosofía, son las mejores áreas donde uno puede estar por un largo tiempo por aquí, donde además puedes tomar el libro, ir a una silla y leerlo, acción que era considerado una herejía en las librerías en Venezuela.
Cuando realicé la tesis leí casi todo lo que se había publicado en español sobre Nietzsche, fueron dos años buscando libros, leyendo, subrayando, comparando y escribiendo, por lo que me fue natural en algún momento de mi ocio librero buscar obras de Nietzsche en Japonés, y sí, están sus principales obras, en varios formatos y estudios, pero al lado, y casi siempre en la misma proporción, hay una cantidad de libros en contenidos y formatos curiosos, llenos de dibujos, recetas y consejos donde Nietzsche actúa de sensei como el libro: El Nietzsche de Hello Kitty "Acerca de lo importante de la fortaleza de la vida". (?). Aunque cuesta entender, el estante de filosofía de una de la más cardinales librerías de Kagoshima, tiene las principales obras que un estudiante promedio de filosofía necesitaría, desde los presocráticos hasta Derrida, y cuesta entender porque en éste país, la filosofía es una área de estudio tan yerma como los estudios de arqueología en Venezuela. Lo más curioso, es que uno de los estantes que posee más libros es el de Nietzsche, hay varias traducciones de sus obras, libros de comentarios realizado por especialistas clásicos y japoneses, es decir, el mundo nietzscheano está al alcance de cualquier curioso, lo particular de este estante, a difirencia de otros, como el de Descartes o Heiddeger, es que muchos libros tienen formato de revista y otros de manga, productos editoriales llenos de dibujos e historias, donde, de vez en vez, aparece el rostro de Nietzsche, explicando o precisando algo. Obviamente no explican que durante la vida de Nietzsche la técnica prometía liberar a la humanidad para dejar el oscurantismo religioso, creando un optimismo en la racionalidad, hacia el progreso ilustrado y en este devenir, Nietzsche busca replantear la moral que se balanceaba entre la ciencia y la religión, pervirtiendo así la vida y la libertad del hombre. Tampoco en estos productos editoriales plantea que Nietszche no aceptaba la moral como algo derivado desde una metafísica, ejerciendo así una presión de unicidad, bien sea por un Dios, una ideología  o por una teoría evolutiva, sino la moral como resultado de complejos procesos culturales, donde el  ser humano debe despojarse de cierta trascendentalidad para ubicarse como un ser mundano, lejos de dualidades, bisagras o dialécticas donde los valores se marquen únicamente como verdad o error, para Nietzsche los valores son relativos a una determinada situación histórica y determinadas a estructuras culturales, lejos de cualquier eternidad o leyes divinas, replateando los intintos y visualizando las figuras de Apolo y Dionisio, como procesos que logran desarticular las metas trascendentes mostrándola como una ilusión de un ser intrascendente, y es que la trascendencia a la vida es dejar de vivir destruyendo por lo tanto la vida; debilitándola, quebrándola volviendo la vida un valor negativo en el pensamiento. Para Nietzsche por tanto, la moral debe adoptar la vida como criterio, que es la que lo hace perfeccionarse, superarse, así que todo lo que decae la vida es un criterio moral negativo. La genealogía de la moral, libro del cual parte estos pensamientos, es un rescatar de los impulsos vitales, que implica la vida y desde ahí reconfigurar la moral en su relación cultural-vida, pero todas estas reflexiones que se pueden tener leyendo atentamente algunos de sus libros, son anulados, dispersados, especialmente lo dionisíaco como propuesta necesaria para la realización de una vida plena, y esto es el Nietzsche japonizado por editoriales que ofrece productos donde Nietzsche es el personaje principal, así todos estos productos editoriales en forma de manga o revistas con dibujos de la obra de Nietzsche son manuales coaching y en algunos casos, libros de autoayuda declarado abiertamente; a diferencia de otros filósofos como Kant, Hegel, Gadamer, sólo en la estantería de Nietzsche aparecen este materia de coaching y/o autoayuda, realizandos en cientos de viñetas para exacerbar sentimientos de superación y de competitividad, y es quizás porque Nietzsche usa palabras como superhombre, voluntad, poder, creación, siendo estas las que mantienen una especie de mercacherding que siempre consigue consumidores en este siglo de perdidas no asumidas, Internet, de "hacerlo uno mismo" (aunque no tenga herramientas), y de cientos de frases mimosas que junto al tiempo usado en videos virales donde la estupidez humana se acrecienta, han transformado al individuo en un cazador coaching, de gente que "sabe", de personas con aura o mística, que le plantee una metafísica del buen ciudadano explicándole que el autoesclavizarse por sus metas transendentales derivadas de lo "políticamente correcto" y de un bienestar seudoburgés es el fin del Ser Humano en la tierra. 
La cultura venezolana banaliza las obras de Nietzsche, el constante vivir en lo dionisíaco bestializa al hombre, así el pensamiento de NIetzsche va entre bromas como: "lo que no mata engorda" o estableciendo argumentos descontextualizados como "Dios ha muerto" para discutir con cristianos de cualquier índole o fanatismo, o pensando de que somos superhombres, porque carecemos de miedo y poseemos cuatro testículos, de ahí que a cada rato, políticos, estudiantes, malandros, ama de casas y prostitutas griten: "quién dijo miedo, carajo", "Yo no tengo miedo, carajo". Todas las prudencias, todas las mesuras, todas las formas de interpretaciones se desvanecen por mostrar arrogancia o poderes supuestos (¡usted no me conoce, usted no sabe quién soy yo!). En Japón es lo contrario, hay tantas formas y mesura que el constante vivir en lo apolíneo automatiza la conciencia, siendo la bestalización y la automatización para Nietzsche, elementos propios de la domesticación del hombre, las principales estrategias de la cultura Occidental para controlar al hombre y su vida, así en lugar de tener un ser humano cretivo, feliz, crítico, se les desvirtúa y debilita tanto, que sus instintos creativos merman, su castración gnoseológica es evidente imposibilitándolo discernir entre el mundos real y los aparentes que crea la economía, la política, con ejes trascendentales que buscan establecer un "deber ser" que nunca se alcanzará, creando desánimos, frustraciones y en última instancia fabricando nihilismos como se producen en Venezuela y Japón. Para Nietzsche el nihilismo es el querer la nada, es decir, querer lo inaccesible, lo inalcasanble, como vemos constantemente en la realidad venezolana por los medios de comunicación, y en la japonesa cuando hablamos y conocemos esta cultura de líneas rectas y categorías.  Volver a la vida para Nietzsche es vivir la felicidad entre su nacimiento y muerte, pero la felicidad la venden en los libros japoneses de Nietzsche como una meta, como un esfuerzo para lograr un éxito que subrepticiamente encarna el trabajo, y en los medios de comunicación venezolano la felicidad la presentan como el fin de una era (el fin del la partidocracia adeca-copeyana, el fin del chavismo, el fin del madurismo, fin de una relación amorosa, fin de la carrera universitaria, etc), creando en el fondo, gente neurótica que se les impide ver el lugar en que están, esquizofrénicas que no poseen capacidad crítica sino miedos y aullidos, deprimidos que divagan entre refugios simbólicos de drogas, Netflix, Internet, e impotentes cuya potencia se materializa en suicidios y/o asesinatos.

Para terminar, ¿es posible vivir en una atmósfera totalmente dionisíaca y apolínea al mismo tiempo, es decir, que las fuerzas estén pero que no interactúen? Podría decirse que aunque Venezuela es principalemnte dionisíaca y Japón apolínea, no implica que no se deslice, entre grietas y en algunos circulos y personas la posibilidad de dinamizar dialecticamente las fuerzas, produciendo cosas creativas, elaborando crítica, alcanzando cierto bienestar, pero que se mantenga separado como si hubiera una fuerza invisible que no permita su encuentro, en principio pensaba que no, hasta que vi hace unos dos años una serie que se llama El Profesor Nietzsche, que originalmente era una manga. Sí, en Japón se produjo una serie de humor, donde unos jóvenes universitarios trabajan en una tienda de 24 hora, y uno de los trabajadores, que es estudiante de budismo, ante la insistencia de aceptar que el cliente es un Dios, declara que esto es falso porque Dios ha muerto, como dice Nietzsche. Toda la serie es un bodrio, todo está tergiversado, pero respirando profundo se puede estudiar el humor infantil japonés, las concepciones filosóficas superficiales de los empleados mostrando el alto nivel de prejuicios que se maneja en Japón, el uso del Nietzsche japonizado, las maneras en que las personas y su dinero se desenvuelven en la sociedad capitalista japonesa, así como concepciones sin críticas del amor, la felicidad, la fidelidad, así como un constante mostrar de seudovirtudes y convicciones. Eso sí, la serie es mala, es un bodrio completo, sólo bajo una mirada de curiosidad y estudio se puede ver esta serie, para pasar el tiempo es mejor salir a pasear y reencontrarse con la naturaleza y a veces  con uno mismo o un buen libro.



Link para ver algunos minutos de la comedia El profesor Nietzsche. (ニーチェ先生)