jueves, 29 de mayo de 2014

LAS REVELACIONES DE LOS MUNDIALES DE FUTBOL

Listo para comenzar la fiesta
A pocos días de comenzar el Mundial de Fútbol Brasil 2014, no puedo evitar confesar mi ¿pasión? por ver este evento. De niño éste torneo junto con las olimpiadas, han sido los hechos que me han permitido visualizar cierto sentido de la lucha, de los problema de identidad y fe, así como de conocer ciertos países ignorados; obviamente estos eventos mundiales están girando constantemente sobre los poderes económicos y culturales que inflan y desinflan estos encuentros, a sus héroes y países. Cuando estaba las olimpiadas de Londres 2012 escribí en este blog unas reflexiones de las citas olímpicas mezclándola con las miradas de cineasta Ichikawa Kon; ahora reflexiono sólo sobre algunos mundiales fútbol y de sus "revelaciones" a mí ámbito de realidad e historia. Pienso si realmente siento "pasión" por ver este campeonato, o sencillamente, durante los días que dura esta competencia, me anulo y me sumergo como un gentío en el único tema de ver, de hablar, de referir, de oír, de respirar, como será el Mundial. Así que en el fondo entiendo esta "pasión" a veces como algo que no proviene de mi voluntad, sino que es inducida por un sistema efectivo de colectivizacion de emociones, de unificación de criterios y opiniones a las que el mundo en general se entregan sin cuestionarse mucho. Estas colectivizaciones a veces han sido experimentos sociales como bien lo demuestró Mussolini durante los mundiales de 1934 y 1938, por no hablar de Videla en Argentina 1978 o, de maniobras económicas como el mundia de 1994 en EE.UU o el de Qatar en el 2022.
Dejar todo en el campo
¿Por qué hablar de revelaciones? Creo que la primera vez que oí esta palabra fue durante un Mundial de Fútbol. En algún lugar de mi memoria recorre la expresión: "equipo revelación". De niño no entendía bien sus significados, pero es seguro que fue durante la copa de fútbol España 1982. Ese Mundial del que tengo recuerdos sin necesidad a acudir a videos de la época, me permitió percatarme de situaciones que posteriormente me han hecho reflexionar cosas, por ejemplo: el sentido de lucha y de "dejar todo en el campo". Como cualquier chico jugué fútbol en el barrio; pero en sus calles no me perseguían la idea de conseguir el honor y la gloria entre golpes y jadeos que se daban en el terreno de juego; yo jugaba fútbol por afición, por aprovechar las tardes de ocio con algunos amigos y por el morbo temprano de ver las derrotas de los otros y magnificar las victorias; pero ¿morir en un campo de batalla por un gol?… o aceptar patadas, romperme un brazo con el asfalto o herirme la cabeza con una pared, pues no... mi honor y mi gloria eran más limitadas, así que cuando el partido se ponía "intenso", o recibía una patada indignante; yo abandonaba la lucha y me iba a un lugar más amigable, sin enemigos.
Eros y Tánatos
Tratar de entender estas luchas es lo que, con el tiempo, me ha llevado a reflexionar sobre estos encuentros y otros similares que se rigen por reglas deportivas. Creo que en los torneos en general se llevan a cabo una particular catarsis. Nuestros ritmos, sentimientos y metabolismos se alteran, no por la purificación de emociones, como hubiera apuntado un aristotélico, sino en la medida en nos encontramos frente a una dialéctica que discurre entre el sabor de las victorias y, las desazones de las derrotas, a la vez que asistimos a síntesis metafóricas de los combates entre la vida y la muerte. Nuestras almas, pasión y lógica se disuelve durante los minutos de la contienda; es decir, podemos tocar las bases de nuestra psique y hallar el eros, o todo aquel conjunto que se relaciona con las alegrías de la vida; y también al tánatos, o todo aquel material que se relaciona con las tristezas del duelo. Eros y tánatos, del cual habló Freud y muchos complican con ejemplos bizarros o barrocos, se presentan en vivencias dentro y fuera del campo deportivo. La muerte de la derrota y el erotismo de la victoria están presentes en el agónico gol, en el tiro hacia una cesta faltando tres segundos o, en el último out. En todo campo deportivo hay celebraciones, danzas, lágrimas; pero el fútbol, quizás por no usar las manos, de prescindir de los dedos que nos permiten usar herramientas o artilugios, ha posibilitado que se haya transformado en el deporte universal por antonomasia. Las manos sólo se usan para introducir el balón al área del juego, para continuar la historia, y el portero es el único ser que tiene el privilegio de usarlas, convirtiéndolo en una especie de hombre especial, casi religioso, de ahí que se vista distinto para diferenciarse de los otros hombres -como los sacerdortes-, y represente la conciencia de la protección y del resguardo; además que, curiosamente cuando celebran un gol, levanta sus brazos como en un acto de oración. Pienso que esta característica de no usar las manos, hace de este deporte el más popular en cuanto permite resaltar nuestros rol mas primitivo: el ser seres bípedos -y sin plumas apuntaría Platón-; además que el juego se desarrolla dentro de las normativas más básicas de cualquier deporte: tarjeta amarilla: herida; tarjeta roja: muerte.
Manfred Kaltz y Michel Platini: los capitanes
Tocar las bases de nuestras psique, a través de algunos elementos del eros y del tánatos, es una sensación particular, única, intransferible y es posible que viendo una de las más aguerridas semifinales de la historia de los mundiales, la que protagonizaron Francia y Alemania en el Mundial España 1982, haya percibido los elementos que me han llevado a estas reflexiones.  Recuerdo que ese día no pude separarme de la pantalla durante toda el partido, con tiempo extra incluido, aún mi memoria juega con algunas imágenes, jugadores y momentos; rememoro cómo los franceses fueron sepultados y los alemanes glorificados. Algunos amigos de esa época se unieron a la bandera de Francia, otros a la de Alemania, en plena batalla del partido, yo como siempre me quedé neutro, porque no entendía pertenecer a uno u otro bando, pero al final era una forma de sentir la vida, de sentir la muerte, de emitir gritos sin censura o desaparecer en el llanto por algunas minutos y, especialmente, ver con un placer voyerista al Otro en éxtasis o penuria. Pienso que esta es la "pasión" inducida que se esconde en los mundiales: una batalla campal que nos permite tocar nuestros eros y tánatos diluído en nuestros inconscientes. Claro, a esa edad no llegaba a estas reflexiones, y como no "entregaba" mi vida en un campo deportivo, es posible que me llevara a ser el mal jugador y el buen espectador que creo, he terminado siendo.
Thomas N´Kono 
Otra curiosidad que me despertó ese Mundial en España, fue el cómo algunas personas "vivían" otras identidades, se sumaban a nuevos arraigos culturales. Recuerdo en ese entonces a mi amigo Antonio. Durante el Mundial lentamente se transformó en Thomas N´Kono, quien era el arquero de la selección de Camerún, es decir, su sacerdote y que siempre jugó con unas mallas deportivas para cubrir, por un sentido moral, sus piernas. Mientras duró el Mundial, Antonio alabó a N´Kono, quería ser como él, iba aupando por las victorias de Camerún y casi llora, o ¿lloró? porque no clasificó para la segunda ronda. En ese Mundial, Camerún ni perdió ni ganó ningún partidos y sumo mucha afición. Fue el país, junto con Argelia, que representaron a África, y en ese tiempo pocas personas sabían dónde estaba Camerún (incluyéndome); así durante el Mundial, Antonio supo muchas cosas de ese país, y a veces parecía que él hubiera ido de vacaciones por sus pueblos o se hubiera transformado en un embajador honorario, porque a veces, se ponía a comentar historias sobre Camerún en los recesos del Liceo. Él se aprendió su ubicación geográfica con grados y segundos, curiosidades de su historia e idiomas autóctonos y, hasta el nombre del presidente de turno. Antonio adquirió una identidad momentánea, que por supuesto, meses después del Mundial desapareció; por lo que siempre me ha llamado la atención la capacidad de alterarnos nuestra identidad en los momentos de lucha, en el momento de tocar nuestra psiques profunda, en los momentos de duelo y de triunfo. Mientras Francia y Alemania me mostraban una metáfora sobre la dialéctica de vida (eros, triunfo) y muerte (tánatos, derrota), Antonio me permitió pensar que las "identidades momentáneas" que se forman desde un sentimiento más que del uso de argumentos heredados, y estas "identidades momentáneas" parecen que tienen de común usar elementos exóticos sin precisión que el manejo de ideas concretas y ensambladas con lo cotidiano. La "identidad momentánea" me abrió una puerta para reflexionar que a veces deseamos llenarnos con lo extravagante, con lo irreconocible, con lo foráneo para apartarnos, por algunos días o meses, de nuestras identidades "compatibles" con familiares o con amigos, así como de ciertas ideologías o, quizás para decirlo con mayor precisión: anular parte de lo repetitivo que conforman ciertas visualización del Yo.
Revelación... apocalipsis
¿Y qué pasó con la expresión: "equipo revelación"? Dice Mi Amiga Japonesa mientras le leo estas líneas que escribo. Ah... claro el "equipo revelación": Polonia. Polonia se enfrentó contra Italia en la otra semifinal. Italia, los italianos y su comida, así como sus innumerables gestos, son tan cercanos a la cultura Venezolana que no creo que halla alguien que, estudiando en un liceo, no haya tenido a un amigo de padres o abuelos italianos (igualmente Español o Portugués), a veces con esos apellidos "raros" como Malatesta o Piccolino; como yo los tuve. Así mi amigo Malatesta que estudiaba conmigo apostó en ese Mundial todo su capital a la escuadra azzurra. Malatesta, al contrario que Antonio, mantenía una identidad por herencia y por cotidianidad, es decir por fe más que por sentimientos. Claro, nadie sabía que Italia ganaría ese Mundial, lo que le dejó extraordinarias ganancias a Malatesta ese año y que invirtió en discos de acetato; en fin, en esa semifinal algunos apostaron por Polonia. ¿Por qué?, ¿por una identidad exótica súbita como la que padecía Antonio? ¿Qué era Polonia para un grupo de estudiantes en 1982 en un liceo promedio de Caracas? Nada, entonces, ¿por qué apostaban contra Malatesta e Italia? Creo que primero porque era la opción del juego; segundo, porque hay un morbo de ver la derrota del Otro, de realizar un acto de justicia con la muerte simbólica de aquel que no nos es totalmente simpático, y Malatesta no nos estaba cayendo bien por sus obscenas ganancias y los gritos jactanciosos que profería en cada victoria de Italia, así que apostaban para ser copartícipe de su futura e hipotética tristeza; tercero, porque Polonia era el equipo "revelación": Apocaliptico, de justicia divina, de salvación de la mediocridad, de verdades absolutas.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis
Revelación significa algo que está oculto y por lo tanto nadie conoce, pero que en algún momento se conoce, y es en ese instante, cuando el sentido de la palabra revelación asume su significado. Según el DRAE, además manifiesta una verdad, e inclusive divina; y por supuestos, algunos amigos fanáticos de encontrar a Dios en todas las cosas, comentan que revelación era la traducción de la palabra Apocalipsis, una palabra griega que significa "lo mismo" que revelación y que me costo algo aprender lo marginal de este juego lingüístico. Para ese entonces todas las palabras de origen griego "puras" me parecían confusas y sin sentido. En principio no entendía nada, pero me pareció que había una contradicción y así se lo expuse a Piccolino, que además de poseer una fuerte identidad italiana, era un especialista en religión porque era monaguillo. Le comenté durante un receso que no podía ser el Apocalipsis bíblico una "revelación", porque aún no se ha manifestado, aún no se conoce y el diccionario dice que se manifiesta; el Apocalipsis bíblico sencillamente describe algo que quizás ocurra porque, literalmente, no me imaginaba unos caballos yendo y viniendo por ahí, así que le dije que más bien el Apocalipsis bíblico es más bien como una profecía y no una revelación, como lo es Polonia en el Mundial de Fútbol. El monaguillo creo que no me entendió, y trató de convencerme de lo contrario, pero gracias a mi ignorancia al final nadie convenció a nadie. Para no dar tantas vueltas teológicas, finalicé mi exposición de que Polonia era una revelación, como decía la televisión, y que se podía entender como un equipo apocalíptico pero sin caballos. Piccolino se dio la vuelta y me dijo que no tenía remedio. Desde entonces Polonia manifestaba para mí, una verdad que se desvelaba al mundo. Veía a un gran equipo, a jugadores iluminados por una luz divina, y eso me convenció para apostar contra Malatesta. Al día siguiente del partido, luego de entregar mi dinero, luego de la experiencia de apostar en un Mundial un mes de mi mesada, me dio material para pensar que a veces, las verdades reveladas no pueden con los sistemas lúdicos, especialmente cuando se fundan en fe heredadas, como aquella inamovible que tenía Malatesta por la selección Italiana, a la que rezaba y pedía ayuda especiales en las misas, junto a Piccolino.
El Fútbol se juega con los pies... ya lo sabían los Aztecas
La dialéctica entre la vida y la muerte, las identidades exóticas, y momentáneas y el uso de tradiciones como criterio de fe y base de las apuestas; constituyeron los elementos que hallé por primera vez en aquel Mundial de España 1982, y que las he seguido encontrado en cada Mundial de Fútbol desde entonces, con más o menos tragedias, con muchas comedias y a veces con situaciones grotescas. Luego vino el Mundial de México, donde por supuesto tuvimos el partido donde la vida y la muerte develaron los más profundo de nuestra psiquis latina, de nuestra psiquis religiosa, de nuestra psiquis espasmódicas; aquel partido enfrentó a Inglaterra contra la Argentina de Maradona, el ungido, y claro para demostrar que este astro de los pies era el elegido, usó la "mano" de Dios en un deporte donde no se utilizan las manos, ¿extraña forma de ayudar de Dios? Maradona se convirtió en el eslabón perdido entre un homínido bípedo sin plumas y las criaturas angelicales ¿con plumas? Mientras transcurría estos momentos teosóficos algunas personas asumieron "identidades momentáneas" y la más exótica que vi fue con la de Escocia, porque no entendía en aquella época que fuera un país, ¿no estaba Escocia en Inglaterra y este si era el país? En fin, tuve que pasar algún tiempo frente a algunos libros para tratar de entender un poco la geopolítica inglesa, que al final apenas comprendí. Quizás aquellos que perseguían una justicia latinoamericana contra el imperio colonial, pero si participar en la iglesia maradoniana, fueran los que compraron las camisetas oficial del equipo de fútbol de Escocia, disfrutando oblicuamente de pertenecer a algo que buscaba redimir, aunque fuera por unos minutos, las injusticia entre el fuerte y el débil. En ese Mundial de México 1986 el equipo revelación, el equipo apocalíptico fue: Bélgica. Todos antes del Mundial hablaban de Brasil, Italia, España, Portugal, Argentina, Uruguay; pero ¿Bélgica? Nadie sabía cómo era el fútbol belga, por lo menos para adolescentes perdidos en un liceo. De Bélgica no sabíamos nada, ni su capital, pero los "diablos rojos", como lo llamaron algunos comentadores fanáticos a las historias sagradas, enseñaron su sistema táctico del fuera de juego y cómo hacer goles precisos en los momentos oportunos. El equipo belga desveló otras verdades, como que España era un mal equipo, o los soviéticos son inútiles en el campo de fútbol. Bélgica los eliminó y llegó a la semifinal, pero allí se encontraron no con la fe, sino con la mismísima mano de Dios y Maradona. Así, Mundial tras Mundial, países como Polonia, Bélgica, Bulgaria, Croacia, Turquía, Corea del Sur, llegan a las semifinales, reportándose como enviados divinos a un Mundial donde las pasiones colectivizadas y la fe individualizada se mezclan frente a la presencia de duelos entre la vida y la muerte.
La consecuencia lógica de la evolución
Durante mundiales, y más mundiales he presenciado estos factores, los he detallado, incluso en el último, Mundial. ¿Quién pensaría que Uruguay llegaría a las semifinales del Mundial Sudáfrica 2010, o que habría un duelo inédito por ser campeón del certamen entre Holanda y España, y por supuesto países que apenas nombramos como Corea del Norte. No creo que muchas personas se identificara con el exotismo de Corea del Norte, ¿o sí?, al menos que sea para constatar la existencia de las excentricidades políticas.
 El fútbol nacio en Asia. Japón juegan Kemari (蹴鞠) desde el siglo VI 
Mi Amiga Japonesa no le gusta mucho el fútbol, ella disfruta más leyendo en las tardes, comiendo donas a destiempo, o viajando; son sus placeres y en estos no debe de haber grandes dosis de adrenalina, sino en grandes dosis de serotonina; yo tengo un metabolismo contrario así que las dosis cambian. Amo los deportes, la adrenalina aparece cuando veo los enfrentamientos, y por supuesto pensando que en menos de unas semanas comenzará el Mundial de Fútbol empiezo a recordar los mundiales que he presenciado y me doy cuenta de que he vivido más de lo que yo me pronostiqué en algún momento de mi juventud. En cada mundial varias sorpresas ocurren, varios recuerdos renacen y las reflexiones se ajustan. Y me pregunto cuál será el equipo apocalíptico, el de revelación, el que destruirá el sueños de algunos países y llegará a las semifinales. Creo que este Mundial de Brasil llevará a un equipo "revelación" africano o a Japón, cuyos equipos gotean, amenazando así desde hace varios mundiales, con revertar el cántaro del triunfo. También me imagino que se repartirán las identidades con nuevos países o por lo menos no tan comunes como Bosnia-Herzegovina, y ver salir de algunas personas de tascas o bares de Caracas, con una bandera de color azul y una enorme franja amarilla que se puede confundir con la del Boca Juniors. Habrá luchas a muerte y, posiblemente, un campeón inédito; ¿por qué?, porque la supremacía es un concepto que el siglo XXI se está desgastando en los deportes, pero curiosamente en la política no, así que parece que las supremacías que inunda el campo deportivo comienza a modificarse para apoyar la diversidad, las identidades momentáneas y logre modificar la fe en las apuestas por las certezas de un Apocalipsis que lo abarque todo.
En Japón ya no es popular el kemari, sino la pasión ADIDAS
No sé quién ganará, Mi Amiga Japonesa apuesta por Japón, aquí obviamente hay una coherencia entre herencia e identidad, a mi me gustaría también apostar por Japón pero no me convence, no poseo su herencia y no le veo el orden táctico y la elegancia que posee el equipo femenino que trata de mantener la supremacía en el balonpiés mundial, ya que ahora son las campeonas mundiales en varias categorías; así que me gustaría tratar de atrapar un poco de aquella identidad latinoamericana que tanto trato de enseñar en este país y que se me pierde entre sushi y sake, por lo que concluyo que mis apuestas e "identidad momentánea" estará dividida entre: Colombia, Chile, Ecuador y Uruguay; entre los cuatros caballos del Apocalipsis .

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