lunes, 19 de mayo de 2014

CARACAS: UNA CIUDAD ANTIJERARQUICA, CAMPAMENTAL Y SATURNAL

Desde el Mc Donalds vemos El Obelisco de Buenos Aires, desde un
KFC vemos la Sagrada Familia de Barcelona, desde un Pizza Hut vemos
la Gran Piramide de Giza. Los monumentos se vinculan en esta época con

la comida rápidas, quizás para perdurar en los parajes del gusto efímero.
Conocí a emigrantes de diversos países que arribaron a Venezuela: Tierra de Gracia, por diversas razones. En este país muchos de ellos lograron hacer sus experiencias vitales, así miles hicieron familias, empresas y sueños; teniendo como límites el Mar Caribe, Los Andes y la Selva. A veces con cierta nostalgia o morriña, me hablaron de sus pueblos o ciudades natales; me narraron de un espacio compuesto por detalles que ya no existían; así por ejemplo, tuve en la universidad a varios profesores argentinos que huyeron de la dictadura de allá, y me acuerdo especialmente del profesor Calello; a veces nos tomábamos un café y mientras él fumaba su pipa tratando de resolver algún problema freudiano o gramsciano, me comentaba de su Buenos Aires querido. Con el tiempo he tenido la oportunidad de ir a Buenos Aires dos veces, y aunque era el espacio descrito por el profesor Calello, no estaba constituido por los detalles que me comentó. La ciudad de la que me habló quedó congelada en 1976, y aunque era "lógico" que eso fuera así, gracias al devenir del tiempo, esos cambios fueron más relevantes por no presenciarlos ni él ni yo, por lo que me desconcertó profundamente no encontrarlos. 
Ningún amigo exiliado argentino me habló de sus recuerdos
de las flaquitas y pulposas; vaya combinación de adjetivos
Cuando observé la sustracción de los detalles en pequeñas mutaciones que no existían, que habían desaparecido de la narración de mi profesor, supe que el exiliado se lleva en su memoria el año en que deja la ciudad, como una fotografía que oculta los cambios del tiempo. Calello me habló de los alfanjores envueltos en papel, pero en mi viajes sólo encontré en bolsas, me comentó de los teléfonos azules y naranjas, de los que no conseguí ninguno, de los cines de calle Lavalle, pero apenas encontré uno. Me explicó que en los colectivos de Buenos Aires se cortaban boletas y de las botellas de un litro de leche que dejaban en las puertas, pero en mi estada no percibí esos detalles, y me percaté que el uniforme de la policía era muy oscuro, casi negro, un color del cual nunca me habló el profesor cuando se refería a la policía de esa época; y finalmente que la revista Goles no se editaba, así que cuando la pedí en un quiosco, el dependiente se me quedó viendo como si fuera un ser de otro mundo, ¿de otra historia?… ah, y que hay rejas en torno al Obelisco para que no lo pinten como lo hizo él y sus compañeros, según una confesión, en protestas por los estudiantes desaparecidos. Calello poseía una ciudad, la que vivió, la que habitó con esos detalles, no necesariamente más irreales, porque esos recuerdos, esos detalles le ponían las rememoraciones más cerca y no más lejos, aunque se traten de cosas que no existan más. Calello regresó a Argentina y perdí su contacto, me imagino que halló otra ciudad, la cual seguramente, le costo conocer. 
Una estructura que sufrió de muerte infantil súbita: Hotel Humboldt
Viví treinta años por Caracas, es la ciudad que mejor conozco, la recorrí a lo ancho y lo largo. Luego de vivir en otros países, Caracas se ha transformado en un sentimiento "raro", alienado, en algo que no reconozco, que se me presenta curiosa, como un  experimento emocional. Es posible que Caracas sea un eterno proyecto donde el modernismo y la modernidad trataron de congeniarse entre parques, autopistas y urbanizaciones; pero algo pasó, hubo un aborto dejando a medias todo y creando un sentimiento de abandono que siempre he percibido en los rincones de Caracas. De joven vi infraestructuras vacías: el Hotel Humboldt, el Helicoide; de adulto vi cómo decaía el Centro Simón Bolívar y Las Torres del Silencio, sin nombrar autopistas, sitios de recreación como Los Caracas o mega proyectos que nunca salieron del papel del soñador político de turno, como un río Guaire limpio e impoluto o una vía alterna hacia La Guaira. 
Los abortos modernistas y modernos se dispersan a lo largo de Caracas
La ciudad se ha llenado de "fetos", de construcciones con tumbas de plástico y concreto, que se amontonan sin ley, porque nadie es culpable del proceso, como la Torre David, un feto de hormigón y vigas oxidadas que ahora está habitado por decenas de anónimos, pobres, desamparados, soñadores y desvergonzados. Caracas es un lugar habitado solamente por víctimas, no hay victimarios, sádicos, criminales. Caracas es una ciudad de martirizados sin responsables. Cuando de joven preguntaba por esos "abortos" o "fetos" urbanos, la respuesta corriente era que fueron engendrados por los gobiernos anteriores y que los gobiernos de turnos, en lugar de mantener y recuperar las infraestructuras, pretendían engendrar otros fetos y así glorificar sus egos y no los de sus antecesores. Caracas se convirtió en un espejo de prepotencias, de soberbias, de altivez, de desviar las políticas de urbanismo por visiones populistas o por rendimientos económicos; pero los egos políticos son frágiles y los poderes económicos son huidizos, todo se desvanece, quedando sólo anécdotas como pasó con Ceausescu, que quiso ser el gran urbanizador de Bucarest… ahora sólo quedan bloques de viviendas uniformes y aburridos y el segundo edificio más grande del mundo con 340.000 m².
Estos son mis recuerdos de las Torres del Silencio y de los
alrededores de la Plaza Diego Ibarra: abandono y toldos.
Caracas se vació de monumentos, de ciertas referencias, creo que por el año 2005 vi Canción mansa para un pueblo bravo, de 1976, y dirigida por Giancarlo Carrer, una noche de lunes en la Cinemateca. En el filme se puede apreciar a Orlando Urdaneta llegando desde un pueblecito del Estado Falcón a la "Gran Ciudad". En los primeros minutos el joven recién llegado ve una Caracas que yo no la reconocí al principio. Se muestra la Plaza Ibarra como yo nunca la había mirado: todas sus fuentes funcionando, las personas caminado tranquilamente y un curioso hecho: no había ni un papel en el suelo (Aquí pueden ver la película los interesados, aunque la parte de la que comento está en los primeros cuatro minutos). Esa era la Caracas de 1976, pero esa no es la que recuerdo, la que tengo en mi memoria, la fotografía que me acompaña y a veces relato a Mi Amiga Japonesa, es aquella Plaza Ibarra conocida como Chinatown, un lugar donde uno podía comprar películas piratas y donde la vista tropezaba con lonas, bombillas, personas hablando de  las penurias de la vida, niños comiendo en el suelo y pantallas brillantes mostrando una infinidad de imágenes sin sentido; he leído que en la actualidad hay una nueva y rescatada Plaza Ibarra, con esculturas, con reformas urbanísticas, pero ¿la reconoceré? La inauguraron después de que dejé Venezuela. Mis recuerdos vinculan la Plaza Ibarra con Chinatown, por lo que me pregunto: ¿de qué o de quién rescataron la Plaza Ibarra, por qué había que hacerla de nuevo? La Plaza Ibarra que muestra la película de Carrer transmite un encanto que no creo que se pueda hallar de nuevo en Caracas, aunque se puede respirar, intuir, y encontrar en algunas ciudades europeas o latinoamericanas.
Todavía subsisten información sobre el nombre de
avenidas en un latón pintado, pero sobre las esquinas
hechas de bronce con su historia que llegué a ver,
 creo que ya no hay.
Por qué Caracas presenta estas características de creaciones y proyectos que no maduran o no se conservan; creo que una parte de una posible respuesta la apuntó Ángel Rama en su libro: La Ciudad Letrada; un uruguayo quien vivió parte de su exilio en Caracas. Para Rama ésta ciudad al mantener una cartografía de referencias por medio del uso de las equinas, en vez de una numeración moderna como lo hizo Bogotá, presenta ciertas características de ser una ciudad habitada por una sociedad que es sacudida con regularidad por olas de movimientos democráticos, cuyo resultado es que producen sentimientos antijerarquicos, por lo que dificulta la acción racionalizadora de las élites intelectuales. Me acuerdo que antes uno veía en algunas esquinas de Caracas una placa de ¿broce? que no sólo identificaba la esquina respectiva, sino que contaba su historia. El tiempo, la negligencia y los buhoneros a partir de su derecho al trabajo, hicieron que esas placas desaparecieran lentamente. Creo que esto ha sido grave, porque era una de las cosas que más apreciaba cuando caminaba por las calles del centro, y en verdad, era un ornato digno de una ciudad que posee esa particularidad de orientarse por esquinas. La foto de Caracas que llevo en mi memoria es una espacio sin señales claras, el único norte es El Ávila, no funciona ningún GPS virtual, todos se trastoca, por lo que dificulta cualquier catastro exacto. Uno sabe llegar a algunas avenidas principales que mantienen, por suerte y por ser de latón su identidad, su nombre. Pero fuera de esas coordenadas, andados por los laberintos de la gran ciudad, como las barriadas, por ejemplo, sencillamente es imposible ubicarse, las personas quedan a merced de la buena voluntad de los parroquianos que se consiguen en su andar.
Estampa de fiestas saturnales en Caracas
Caracas, donde el sentimiento y la percepción  de la antijerarquía, según Rama, explica parte de su problema, de su caos; pero quizás otro elemento que oriente respuestas, por lo menos para mí, es que Caracas es un lugar que se rodea de festividades, en otra palabras, pareciera que esta ciudad es una algarabía constante celebrando fiestas, pero no cualquier tipo de festividad, sino fiestas consagradas a Saturno. Saturno devora sus criaturas, sus obras, sus monumentos; quedando la ciudad a merced de la melancolía del dios olímpico en sus encuentros festivos. El caraqueño navega entre batallas perdidas y bochinches en la ciudad. Podría argumentarse que esta condición se ha vivido en cientos de ciudades, donde los malos movimientos políticos y las inconformidades sociales son fuentes de una ciudad destructora, pero en esas otras ciudades, las personas se quedan por sus muertos, por sus historias personales, por sus recuerdos; a diferencia, los habitantes de Caracas no se quieren quedar en sus lugares, desean salir, alejarse de sus calles, hacer un check out al hotel Caracas, y esta particularidad podría completar la pregunta sobre el origen del caos de Caracas. Fue José Ignacio Cabrujas quien trazó, cuando reflexionando sobre Venezuela, que era como un campamento, como un lugar de paso. Las ciudades heredaron aquel sentimiento que tuvieron los conquistadores (españoles, gringos, chinos) al venir por estas tierras para hacerse ricos, usando como armadura psicológica el arquetipo de ser osado, y así lograr ser capitanes, generales, gobernadores, es decir, beneficios personales por lo que había ausencia de un plan fundacional, visión colectiva, social; sentimientos similar, arquetipo común albergaron algunos héroes de la patria y políticos de turno. 
Campamento instalado sobre las entradas del Metro de Caracas
Nos Comentaba el hombre de teatro, que Venezuela es un campamento (y creo que aún es un gran campamento que para más señas es militar) y además que los venezolanos tienen y mantienen formas y culturas que se relacionan con este medio de vivir sin raíces, es decir, habitar en hoteles, alimentarse en hostales de tránsito y sentirse personas de paso que creen que no volverán a un lugar (quizás de aquí la mala atención en algunos lugares comerciales de Caracas a los clientes y aquella consigna cansina:!no volverán!). Los caraqueños se sienten nómadas paseando entre campamentos abstractos, así esbozas en sus reflexiones la relación Venezuela-habitantes Cabrujas, y yo creo que tiene un alto porcentaje de verosimilitud al respecto. El sentir y el comportamiento de los venezolanos no se corresponde con sus libros, visiones y verbo, y menos con las instituciones, leyes y códigos; hay algo quebrado, algo obsceno que cercena la ciudad, hay un desdén por lo público, una antipatía por los espacios habituales, un asco por las raíces comunes  y esto lo podemos apreciar en los rincones de la ciudad que se abandona, como si no perteneciera a nadie.
¿Caracas después de un bombardeo? 
Mi Amiga Japonesa tiene una gran curiosidad por saber cómo es Caracas. Le he mostrado algunas fotos, donde El Ávila vigila, también trato de mostrarles otras perspectivas de la ciudad que muestren el caos y sus orígenes, que le he tratado de explicar por medio de las ideas de que Caracas es una urbe: antijerarquica, campamental, saturnal. Sin querer queriendo, como decía el Chavo, me he tropezado en las páginas de Flickr con el trabajo fotográfico de Julio César Mesa (@juliotavolo y ProyectoColectivo.org) quien con paciencia recoge una Caracas que a veces no reconozco y a veces me espanta y por supuesto preguntándome cómo controla este fotógrafo el miedo para sacar su cámara por los rincones de Caracas. 
En esta monografía está la
entrevista que le hice a Sardá
Julio César me recordó a otro fotógrafo: José Sardá, del cual realicé un monografía para la serie Premios Nacionales de Cultura. Allí hay dos testimonios que me comentó Sardá: el primero es que las mejores fotos que se pueden tomar en un partido de béisbol se realizan desde el dugout de tercera base, y el segundo testimonio es que lamentó, en sus años trabajando como fotógrafo en El Nacional cuyo edificio estaba o ¿está? ubicado en el centro de Caracas, no hacer un registró fotográfico de las transformaciones que ocurrían en las ciudad décadas tras décadas. Creo que Julio César y otros fotógrafos marcarán con sus cámaras estos cambios de los que se lamentaba Sardá. Así que estas reflexiones están en parte basadas en sus fotos, exceptuando las dos primeras de Buenos Aires que son mías. Así que traté de explicar esta Caracas caótica a Mi Amiga Japonesa, con la idea de presentarla como una ciudad antijerarquica, campamental, saturnal; con las fotos de Julio César y sorbos de café entre foto y foto. 
Campamento de María Leonza
No solamente las personas se deben de adaptar a vivir en campamentos, también los monumentos debe aprender a estar en campamentos. Cuando iba a la universidad o pasaba cerca de ella por la autopista Fajardo, veía la escultura de María Leonza. A veces observaba a algunos viejitos desafiar a los autos para rendirle homenaje con algunas flores y luego fumar un cigarro en la base de la escultura. Un día  pasé por la autopista y la escultura desapareció. Se habló de otros lugares, inclusive le crearon un pedestal de concreto frente al Museo de Ciencias, pero no sé que pasó con ella, no sé sí sigue el pedestal, eso sí, jamás pensé que estuviera en este lugar anónimo, absurdo, mostrando las incapacidades para organizar los monumentos y colocar signos y guías en la ciudad. ¿Cuántos años han pasado desde que la quitaron de la autopista? María Leonza es uno de los tantos ejemplos de que el campamento Caracas se mueve constantemente, sin dejar herencias ni ataduras y en ese movimiento los monumentos se trasladan, desaparecen y los recuerdos se confunden. ¿dónde estará el busto de Robert Baden Powell y la escultura de Betancourt que siempre las veía cuando iba al Parque del Este o aquella estatua de Colón que unos exaltados ¿indigenistas? llevaron arrastrando en unas motos desde Plaza Venezuela hasta las cercanías del Hotel Hilton?… disculpen ¿Alba? 
¿El Rancho, origen del campamento?
Las personas con esfuerzo han hecho sus casas, humildes, pero los diseños de estas casas se realizaban con zinc y cartón, es decir, desmontable, luego con el  tiempo, y por la necesidad, iban cambiando de tener formas endebles por la estabilidad de los bloques de concreto, e iban equipando el campamento con agua y luz regular; pero el pensamiento radicaba en que esas viviendas eran temporales, que posteriormente se irían a un lugar "mejor", a una buena vivienda. Así el rancho dio paso a los barrios, sin catastro, sin orden, sin urbanismo, porque se inició como un lugar de tránsito, sin propiedad, desdeñable. Luego de tantos años dentro del mismo y vicioso sistema, las personas se han dado cuento de que algo no ha funcionado bien en el diseño de la ciudad, pero los ranchos momentáneos siguen apareciendo, y los barrios así como las personas que piensan que sólo será momentánea esa situación, que con el tiempo se hará una urbanización donde finalmente vivirán por derecho natural. Aún en mi memoria recuerdo de muy niño, quizás con cinco años, que al ir a La Guaira era entrar laberinto verde entre las montañas, lo que me impactó profundamente; la última vez que fui a La Guaira para tomar el avión que me alejó de mi país, pues ya no había un laberinto verde, apenas manchas y lineas calcinadas, el laberinto fue sustituido por refugios, campamentos, ranchos "efímeros" lleno de colores y apostando por esperanzas y derechos naturales. 
Es posible que unas de las consecuencias de la antijerarquía 
sea: "todo vale".
Creo que una de las consecuencias de la antijerarquía es la relativización de los espacios, de las necesidades, de los límites. La jerarquía implica un orden, una ley, una serie de criterios, que para el caso de una ciudad podría implicar los elementos mínimos para la convivencia urbana y para hallar a los culpables. Algo que se vive en Caracas es que todo el mundo tiene derecho a hacer lo que le da su regalada ganas. Desde vender cualquier cosa en cualquier esquina, consumir licor en la acera o tirar la basura, en cualquier momento y en cada ocasión y por supuesto sin culpables ni sistemas punitivos para el transgresor. ¿Por qué?, si hay cientos de normas y leyes al respecto, pues porque no hay una fuerza de ley que permita ordenar las pulsiones antijerarquicas, como creo que estaría de acuerdo Rama y suscribiría Herrera Luque.
Los límites urbanos no son puesto por una normativa "letrada",
sino por un juego de azar y necesidades.
Hay caos en varias ciudades en el mundo y he estado en algunas, ciudades peores que Caracas; una de ellas, para mí, fue Nueva Delhi. Cuando iba por sus calles, sentí que era una ciudad donde sus innumerables dioses la habían abandonado a un caos perfecto. Cualquier alucinación, ruidos, olores, colores, miradas, son escasas para imaginarse esta ciudad. Nueva Dehli es una amalgama difícil de digerir, pero había una diferencia con respecto al caos de Caracas y era la imposibilidad de ver jolgorio festivos en la calle. La gente es violenta, corrupta y agresiva como en Caracas, pero no había musicalidad en su ir, no había bailes ni sonrisas en su actuar, no participaban de fiestas saturnales con bochinches y gritería, la gente de Nueva Delhi seguían con pesadez una coreografía diseñada por la diosa Kali.
Celebrar las miserias, celebrar las saturnales: ¿una herencia romana en Caracas?
Si pensamos que las fiestas en honor a Saturno fueron introducidas en 217 a.c. para elevar la moral de los ciudadanos romanos después de la derrota militar que sufrieron por los cartagineses en Trasimeno, y si precisamos que esta fiesta no se rige por una victoria, sino por una derrota para elevar la moral, mutatis mutandis, el caraqueño sólo puede sobrevivir en su propia coreografía de derrotas que realiza en las fiestas en honor a Saturno que seguramente lo devorará, pero mientras tantos entre jolgorio y bochinche, trata de subir su moral y a veces a las tropas en el campamento. Caracas, ciudad de víctimas, de movilidad, donde hay fotos que pareciera que acabara de sufrir bombardeos, pareciera que además heredó de los romanos los ritos y mitos para satisfacer la melancolía de Saturno, quien daba la felicidad a los romanos a cambio de su desconsuelo. Esta ciudad se oye siempre música, jolgorios, fiestas, algarabías, bochinches, risas, gritos; pero que en el fondo acallan las tristezas que embargaban a los seguidores de Saturno y todo lo que derivaba de ella: rencor, pusilaminidad, amargura y desesperación. Creo todos estos elementos se respiran en Caracas, hija de Saturno. 
"Io Saturnalia". Los hijos de Saturno gritan. ¿Serán devorados?
Luego de ver estas fotos y asociarlas con las ideas que pienso marcan  y atraviesan los recuerdos de la Caracas que dejé, hay especialmente dos fotos de Julio César que me han perturbado un poco, por ser muy cercanas y a la vez muy lejanas en mis recuerdos. En una de estas fotos se muestra la estación de La California ubicada en el Unicentro El Marqués, quizás uno de los más antiguos y emblemáticos centros comerciales de Caracas. Uno de los primeros que no se concibió como una  cápsula, por lo que se podía entrar y salir por cualquier lado y en cuyos cines, fin de semana  tras fin de semana, nació mi placer hacia este arte, ya que viví a unos cuantos pasos, o escaleras, de esa instalación.
Estación de La California, punto de salida y llegada
Cuando el Unicentro fue inaugurado tenía cuatro librerías y tres joyerías (no sé en la actualidad pero antes de dejar el país quedaba una librería y la última joyería se transformó en una peluquería), además de dos supermercados, dos jugueterías, una ferretería, y la antigua cadena de ventas por departamentos: Sears que tenía cuatro pisos y donde las familias podían satisfacer sus necesidades básicas, así como un correo y decenas de tiendas que complacería cualquier curiosidad y, lo más grato: bancos desde los cuales uno se podía sentar apreciando el movimiento de las nubes. En todos estos años ha sufrido cambios desagradables, de ser un lugar de esparcimiento, de caminar, comer e ir al cine, el Unicentro fue encerrado, saturado, llenándose de mercancía repetidas y fútil, sin posibilidad de desarrollo pero tampoco de conservación. Los espacios se cerraron, se abrieron huecos y se colocaron paredes quitando algunos sentidos estéticos  del Unicentro, y año tras años los propietarios de los comercios se volvieron más agresivos ante una horda de miles de personas que colapsan sus estructura, las calzadas, el tránsito, la tranquilidad, por falta de planificación urbana e impunidad civil y política. 
Lo no ingresado en mis narrativas
La otra foto es de ¿otro centro comercial? Sé que está cerca del Unicentro porque reconocí el logo del viejo Bazar Bolívar, mejor dicho, su sombra, que se mantiene en el edificio que fue, años atrás, su cede principal ubicado en La California. Este estructura nueva está fuera de mis relatos. La vida, por qué y función de este ¿edificio?, no las conozco, me son ajenas, no están en mis cuentos, novelas, o anécdotas que comento. No puedo explicar esta estructura a Mi Amiga Japonesa, porque no entré nunca, seguro comenzó a tener vida después de mi ida del país, así que trató de recordar que había en esa zona, ¿un restaurante?, ¿un servicio de reparación de vehículos FIAT? Ya no puedo recordar con claridad, la imposición de la fotografía me invade, crea un vacío para luego insertarse en mi memoria la estructura. "¿Lider?" un edificio sin sentido para mí, por lo que mi memoria no acepta intrusos, porque se construye con mis miradas, caminatas, sensibilidad, sentimientos y pérdidas. Así que creo que a partir de ahora habrá otro espacio vacío en la foto de Caracas que me traje a Japón y que en algunas tardes o noches, mientras cenamos y conversamos, trato de esbozar a Mi Amiga Japonesa con ciertas nostalgias, como hijo de Saturno que en algunas ocasiones fui.




2 comentarios:

  1. Wow!! Excelente artículo me encanto felicidades! ha sido muy inspirador para mi trabajo artístico leer tu nota. Gracias!

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