martes, 22 de abril de 2014

DISNEYLANDIA, EL NUEVO IMPERIO DE ORIENTE


Hirohito y Mickey Mouse
El Emperador Hirohito fue un fans de Mickey Mouse y otros personajes de Disney. Cuando hizo una visita a Estados Unidos en 1975, Hirohito insistió en visitar Disneylandia, donde firmó el libro de visitas junto Mickey Mouse y compró, o le obsequiaron, un reloj donde el tiempo era  apuntado por las "patas" enguantadas del ratón. Hirohito murió en 1989 y fue enterrado con su reloj de Mickey Mouse del cual nunca se separó, según algunas leyendas urbanas japonesasCuando era joven, veía anuncios en el cine y la televisión donde me ofrecían visitar el Paraíso, y ese lugar lo llamaban Disneylandia. Es posible que una de las primeras batallas campales que hice en mi vida contra mis padres, fue por pedir que me llevaran al Paraíso donde el Pato Donald y Tribilín me esperaban. Viniendo de una familia humilde la respuesta fue tajante: No existe el Paraíso. Siempre quedé con una perplejidad por no entrar en ese "Mundo Celestial", mientras algunos amigos me hablaron de aquel lugar con magias en sus palabras y encanto en su imaginación; sí, habían ido al allí, no por su fe, sino por la de sus padres. 
Mickey y Minnie, como cualquier pareja de turistas que se
visten con kimono para recordar su viaje por las tierra de

los samurai y geisha
Cuando vine a Japón como profesor, algo que me empezó a chocar fue que muchos alumnos de la universidad usaban cartucheras, lápices, suéter, gorros, bolsos, mochilas, libretas y peluches relacionados con los productos Disney. Eran hombres y mujeres hechos y derechos, que jugaban, llevaban y hablaban sobre los personajes de Disney; inclusive tuve alumnos coleccionistas y estudiantes que cuándo le preguntaba: ¿a dónde fuiste en vacaciones? me respondían con una tímida sonrisa y un halo de felicidad: 東京ディズニーランTōkyō Dizunīrando, ¿Dizuniirando? Sí, di-zu-ni-i-ra-n-do. Inclusive unos novios habían hecho su primer viaje de amor que terminó en el hotel que está dentro de las instalaciones del parque. ¿Él se habrá disfrazó de enano y ella de bella durmiente?Dado lo anterior lo primero que pensé fue clasificar ese fenómeno con sentencias fáciles: mercantilismo, colonialismo, capitalismo, infantilismo, etc., pero si bien podría esas clasificaciones de "ismo" explicar algo dichos fenómenos, lo cierto es que no podía explicar ciertas actitudes de las personas con respecto a los productos Disney. A veces llegué a pensar que era un escape a la realidad, pero la expresión: escape de la realidad ha perdido sentido para mí, porque ir a Disneylandia o a un bar, leer Harry Potter o Ricardo Piglia, ir a centros comerciales, hipódromos o asistir a partidos de fútbol, cantar en karaoke o en fiestas, oír música de Mozart o de Lady Gaga, ver pornografía o cine de acción, fumar droga o tabaco en un café; ¿no son formas de escapar de la realidad? Las críticas de las búsquedas para la obtención del placer como vía de escape de realidades pesadas y atormentadoras, han sido un lugar común en la escritura de la historia, el psicoanálisis y la ética. Los placeres de los "Otros" los aceptamos si los compartimos, pero los negamos furibundos según nuestros gustos, creencias y moral. Así que, sí escaparse a Disneylandia para huir de la realidad es bueno o malo, tiene el mismo sentido léxico de preguntarse sí escaparse a una biblioteca y leer libros de aventuras para huir de la realidad es bueno o malo; las respuestas y los juicios dependerán de las formas de obtener placer de los que emiten el discurso y sus maneras de evadir la realidad, pero a veces una crítica sustentada ayuda a buscar otros placeres con menos cicatrices psicológicas y económicas, y quizás, con una mayor plenitud emocional.
Alguien sintetizaría mis comentario como que hay cierto resentimiento de mi parte con Disney, un pensar "negativo" acerca del mundo Disney porque no entré a su Paraíso de niño pero, no sé si negar sueños, emociones, cosas a los niños sea un factor para los resentimientos, porque si fuera así, tener lo negado al niño aplacaría posteriormente sus resentimientos, pero esta fórmula creo que no funciona. Lo cierto es que con el tiempo fui un crítico de aquel mundo Disney, quizás porque en el fondo aprendí a criticar los gustos, las creencias y las morales que apaciguan el placer, pero esta formación no vino dada desde el vacío, viene con argumentos, análisis y hermenéuticas, así uno de los primeros libros que leí con respecto al tema Disney fue: Para leer al pato Donald de Ariel Dorfman y Armand Mattelart donde debaten ideas como: El mundo de Disney es un orfelinato del siglo XX. Pero no hay afuera: los huérfanos no tienen dónde huir. Este orfelinato, sin embargo, también se conecta con la génesis de los personajes: como no han nacido, no pueden crecer. Es decir, nunca saldrán tampoco de esa institución por la vía de la evolución biológica personal. Además explica que El hombre le tiene miedo a las mujeres, aunque se cortejan eternamente, sin resultados, se compiten por ellas en torneos, se les salva, se las unta de regalos y se las llevan a pasea. Los dibujos están llenos de castrados que viven en coitus interruptus con sus vírgenes imposibles. 
Mickey, el gran consolador de las carestías
En principio el texto de Dorfman y Mattelart nos da una idea de algunas patologías sociales que acompañan los "comics" de Disney; uno de los puntos más certeros de las observaciones de estos estudiosos para mi, es que los productos están dirigidos a huérfanos, a personas carentes de amor, de madurez emocional, de aquellas que quieren construir un mundo según sus carestías y negaciones. Será a través de las figuras sonrientes y tontas de los productos Disney que estos niños y especialmente los adultos se acercan a una forma de afecto que se asemeja a la felicidad; además de ser emociones que se materializan y se vuelven tangibles, a veces son fotografiables y abrazables, dejando de ser emociones abstractas, un deber ser incorporado a la dinámica familiar o sociales. Estos niños no son los niños creadores que Nietzsche nos comenta en su Así habló Zaratustra; aquel niño que aparece después de las transformaciones del camello y del león. Nietzsche comenta que el niño, en su santa inocencia, inicia de nuevo los juegos, los movimientos, la creación; me imagino que para los niños a los que están dirigido los productos Disney, deben tener la condición de vivir en orfandad y en orfanatos que por definición no permiten la actividad creadora; en los orfelinatos la inocencia nunca ha sido un arma, solamente una precoz capacidad de sobrevivir a través de transacciones afectivas, control de las emociones, manipulación de las necesidades se desarrollan en los orfelinatos como lo describió Charlotte Brontë en su obra: Jane Eyre. Estos niños que viven en orfelinatos saben que deben sobrevivir en el único mundo que conocen porque no saben crear otro. Los niños con falta de afectos, al ver la reproducción de sus emociones y sueños en los personajes Disney se prenden de una manera casi patológica; de ahí el reloj de Hirohito, las película de Blanca Nieves que Hitler veía en su tiempo libre, y quizás una admiración secreta de Stanlin cuando su director favorito Einsentein visitó a Disney y a Mickey Mouse; ¿le habrá llevado algunas matrushka?
El futuro de Corea del Norte
Hay historias como las del heredero del trono de Kim Il-sung; Kin Jong-nan, este nieto del eterno presidente de Corea del Norte, fue detenido en el aeropuerto de Narita en Japón con un pasaporte falso en el 2001. La excusa que otorgó a la prensa de tan alucinante acto es que quería visitar Tokio Disneylandia; fue así que perdió la seriedad y el apoyo de los teóricos del Juche, o la doctrina que su abuelo había dejado al pueblo que adminitraba como un orfanato. Su hermano menor, Kim Jong-un, terminó siendo el actual dictador de Corea del Norte, ¿habrá viajado de incógnito también a Tokyo Paris? quizás por esos lares conoció a Rodman. Como dice Dorfman y Mattelart, no sólo es una condición de orfandad la que debe poseer la persona, sino también un sentimiento de inmadurez sexual que se sostiene sobre una plataforma de flirteos. Los dictadores con fama de devoradores de mujeres como: Trujillo o Musolini, no son más que niños "huérfanos", egoístas, incomprendidos, que no se satisfacen sexualmente y, en sus frenesís orgiásticos tratan de arropar sus vacíos con aquello que no conocen y constantemente se les escapan: lo femenino. Cientos de dictadores déspotas con las mujeres, como Enrique VIII, buscaban a una madre que no hallaban porque primero mancillaban cualquier concepto de mujer, de ahí su cortejar eterno. Y es que al huérfano, uno de sus principales complejos y deudas es cómo establecer relaciones emocionales con los padres, cuando estos sencillamente no inexistenten. Las relaciones que aprenden los niños huérfanos, no son las afectivas, sino las del poder, por lo que las historias Disney, sus "cómics", enseñanzas, paradojas y protocolos, apuntan a cómo relacionarse con el poder. Si analizamos a los dictadores, un gran porcentaje parecen contener estas directricez que hablan Dorfman y Mattelart; viven en países que se han vuelto orfelinatos y con el tiempo los mantienen como tal, transformándose en sus padres, beneméritos, guias, duce o comandantes; o cualquier otro sustantivo donde se destaquen significados de responsabilidad pero también de poder de coacción entre alguien superior sobre subalternos. 
Naturalmente Dorfman y Mattelart no se quedaron en mero análisis psicosociales de los productos Disney, también profundizaron acerca de los aspectos económicos de los productos; de aquí que expliquen que las ideas de Disney resultan producciones materiales para una sociedad que ha alcanzado un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas. Comenta: Es una superestructura de valores, ideas y juicios que corresponden a las formas en que una sociedad post-industrial debe representarse su propia existencia para poder consumir inocentemente su traumático tiempo histórico. (…) La sociedad postindustrial lleva a cabo el anhelo que la burguesía se ha propuesto desde su origen, y que a lo largo de su desarrollo se ha ido verificando en sus múltiples variaciones históricas sobre el tema de la naturaleza (en la filosofía, literatura, los hábitos). Recién a mediados del siglo XX, a través de los medios masivos de comunicación, puede la clase dominante retornar al de lo originario, a la producción sin pecado original, a la vida tribal ahora planetaria, al ocio sin las contradicciones del trabajo, a la tierra sin la contaminación atmosférica pero con todo el consumo surgido de la industrialización. Lo imaginario infantiles recubre todo el cosmos-Disney con baños de inocencia, permitiendo por medio de la entretención que se desarrolle la utopía política de una clase. Este concepto de entretención, y los contenidos específicos con que se desenvuelven en el mundo de Disney, es el resultado superestructural de las dislocaciones y tensiones de una base histórica postindustrial, que genera automáticamente los mitos funcionales al sistema. 
Shanghai tendrá su Disneyland. ¿En el libro rojo de Mao lo profetiza?
Esta parte de texto apunta a una lógica que explica el porqué no hay Disneylandias en Gabón, Malawi o Paraguay, y porque si hay Paraísos en EE. UU., Japón, Francia y China. La empresa Disney plantea un mundo donde las fuerzas productivas y reactivas desaparecen para encontrar una pausa de inocencia. Podemos pensar que aunque Dorfman y Mattelart usan este concepto, a mi parecer no es una inocencia encontrada lo que las personas hallan en Disney, sino hacen una asistencia a un escenario para comprobar que aquellos sueños o emociones existen efectivamente, es como si realizaran una parausía: un asistir, un presenciar, un corroborar algo; obviamente alejando este concepto de su sentido teológico sobre la segunda llegada de Cristo... o quizás no; quizás Disneyland sea un trailer alucinante de esa llegada. Todo el imaginario que Disney ha introducido en sus filmes, comics, muñecos, dibujos animados, presentan la posibilidad de encuentros "sagrados", de estar en el Paraíso y, ante esta posibilidad, las personas buscan las puertas celestiales sabiendo que se pueden abrir con unos cuantos dólares. Las personas que van a Disneylandia logran su parausía, estar presente por algunas horas en el Paraíso, para luego testificar en nombre de Disney sobre la fantasía, la paz, los sueños, la alegría y las utopías, que todos esos conceptos existen y son palpables. Todo aquel bienestar que se atan con las ideas de las sociedades postindustriales, en forma metafórica, las personas las viven en sus encuentros con Mickey Mouse, con las diversas atracciones que los visitantes asisten, con la adquisición de recuerdos, ritos, memorias. 
El nuevo imperio asiático
En mi primer año en Japón y por mera casualidad fui a Disney Tokio. En principio iba a ver un espectáculo del Cirque du soleil, la carpa del circo canadiense estaba al lado de Disneylandia Tokio y, aprovechando que estaba con una japonesa fanática del mundo Disney, me convenció en ir, así que dejé que ella fuera mi Virgilio por esa tierra "¿celestial?" Al entrar lo primero que me dijo fue: sólo hay un Mickey Mouse en el mundo, el que ves ahora. Yo veía un "¿muñeco?", es decir, un hombre o mujer dentro de un traje hermético de plástico y fieltro. Luego mi Virgilio precisó: es único porque cuando sale aquí en Tokio Disney no aparece ni en Paris, ni en Miami, ni en California, ni en Hong Kong. Yo me reí por dentro, porque era una de esas explicaciones que Virgilio daba con una seguridad metafísica.
Mi Virgilio con Mickey-sama
Mi Virgilio me llevó por un Paraiso carente de Beatrice, lleno de padres bendecidos en largas filas, niños santificados que corrían entre los juegos mecánicos. Al final todos nos juntamos en una gran homilía para estar en el desfile programado, en nuestras particulares parausías. Todos con una sonrisa de orgullo, recuerdos en procesos y abrazos deseados. Al final del día seguíamos deambulando por ese Paraíso cuando de repente mi Virgilio se topó con Mickey Mouse: lloró, lo abrazó, lo besó; había visto a Dios en la tierra, en ese momento supe que era el final de mi visita al Paraíso
Mi Amiga Japonesa no le gusta Disney, aunque estos días descubrí una toalla de Mickey Mouse en la casa. Me explicó que fue un regalo de sus abuelos, y ahora la veo secándose en la terraza. Es verde con diversas poses de Mickey Mouse. Cuando la vi por la casa me extrañó y más cuando me dijo que sus abuelos se la regalaron, como si fuera una niña. Pensé en cómo Japón fue un orfanato luego de perder la guerra, cómo los EE.UU. administró este orfanato poniendo sus reglas de oro, cómo desarrolló superestructuras económicas que dislocó tensiones históricas y mitos, de cómo se desenvolvió un ideal de bienestar a costa de una ideal de sobrevivencia. Por eso entendí el regalo, lo que aún no entiendo es por qué Mi Amiga Japonesa no lo usó y fuera yo al final el quien algunas mañanas, después de bañarme, me seque con Mickey Mouse. Percibo que hay muchas interpretaciones, como lugares del cuerpo para secarse con una toalla. 

Este video nos muestra como Disney excomulgó de su Paraíso a Hitler, Hiroito y Mussolini






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