viernes, 10 de mayo de 2013

EL EXISTENCIALISMO DE MATSUMOTO HITOSHI

Uno de los principios del existencialismo contemporáneo
La primera vez que me dijeron que era existencialista estaba leyendo un libro de Dostoievski en un banco de la Universidad Central de Venezuela, tenía unos diecisiete años. El libro me lo había prestado un amigo que estaba pensando dejar la universidad por algún problema que nunca entendí, él me hablaba largamente de la magia y del poder de la escritura del ruso. Como pensaba mudarse me prestó algunos libros de Dostoievski que aún tengo en algún lugar de mi biblioteca encerrada en cajas en la casa de mi hermana, en Venezuela, ya que yo también me he mudado, y entre mudanzas los libros se duermen, a veces para siempre. Fue otro amigo que estudiaba conmigo ingeniería, pero con quien realmente pasábamos el tiempo buscando novias y tratando de resolver algunos problemas matemáticos que nadie hubiera resuelto para sentirnos genios, que cuando vio la portada del libro me preguntó si yo era existencialista. Tanto mi amigo como yo "estudiábamos" matemáticas por eso le pareció extraño que yo leyera, y a mí me pareció extraño el uso de aquella palabra: "existencialista". Reflexioné un poco usando el libro de excusa y pensé que un existencalista era alguien que tenía resentimientos contra el mundo y no lo aceptaba, como Rodió Raskólnikov, y por eso tenía que hacer el suyo propio. Mi amigo me escuchó y luego respondió que eso era un amargado, que un existencialista es aquel que piensa solamente en por qué vive, y haciéndose todos los días preguntas acerca del sentido de la vida, es decir, si vale la pena vivir o no, o de tomarse unas cervezas o no, así que cuando una mujer ve a un hombre leyendo Dostoievski, ellas intuyen naturalmente que es un existencialista, depresivo, malhumorado, casi un suicida que está pensando sus últimas horas entre fumar un cigarrillo o no, así que mientras me explicaba su particular concepto de existencialista, me recomendó que no anduviera por ahí con el libro, mostrándolo fácilmente, porque las mujeres pensarán que soy un gruñón y triste personaje y se alejarán, de aquí mi primera carcajada existencial. 
Crimen y Castigo, 罪と罰 』versión manga. No parece un libro de
lectores deprimidos o existencialistas, ¿verdad?
Entonces traté de no pensar en mi existir y de no salir con mujeres que habían leído a Dostoievski. Pero el tiempo me arrincona, ahora reflexiono mucho sobre la existencia y se me ha vuelto un vicio, aunque pienso a veces que Mi Amiga Japonesa no lo sabe. Ella esporádicamente me ve leyendo Dostoievski, Nietzsche, Unamuno, Sartre, Kafka, Pavese, etc., autores depresivos, confusos y contradictorios, y si bien alguien vería cierta depresión en mí, lo cierto es que me causa risa, humor, ironía que disfruto, así sus libros: La metamorfosis, Crimen y Castigo, La Náusea, La playa, Niebla y Así hablo Zaratustra, los recuerdo como obras que en más de un momento me produjeron carcajadas. Si, me causa risa, y es posible como comentan con Kafka algunos de sus biógrafos, que amaba a las mujeres, hacía deportes, le gustaba reir, y que cuando leyó por primera vez en público su obra La condena, no pudo continuar por el ataque de risa que le produjo. Si, el existencialismo es una forma de humor mas que un plantear de dudas, especialmente con los conceptos de libertad y responsabilidad que generalmente no tienen respuestas absolutas, aunque muchas gente si lo cree, por lo que si se llegara a tener una respuesta tajante en la mayoría de los casos son absurdas y más cuando se colocan en contextos. Hay individuos que asumen algunos conceptos y contextos como verdades absolutas, reveladas o compradas, y frente a esta situación sólo puede nace el humor, ese humor que evitó que fuera un fanático religioso, un político o un escritor de prensa; ese sentido de la comedia que en la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, Jorge de Burgos trata de censurar, pero que siempre muestra su existencia, por lo menos desde su reflexión por parte de Aristóteles. Así frente a la expresión de Heidegger: "Ser es para la muerte" (Sein zum tode) que varios profesores que tuve de filosofía me dieron distintas interpretaciones, cada una más lejana de la otra, lo que me generó fue risa, parte por los años viendo pensar a muchos algo único para luego descubrir que se puede decir mucho de cualquier cosa; y así mi vida va observando estas pequeñas relevancias que me hacen pensar en mi existencia como algo dado, misterioso e irreductible a una esencia determinada. Todo este cuento pseudointelectual viene a cuenta porque creo que terminé viviendo en un país existencialista por excelencia, y por lo tanto el más humorístico si le doy una vuelta de tuerca.
Sí, Japón no tuvo a un Kierkegaard ni a un Camus, pero la esencia de ser japonés marca sus existencias un tanto inverso a como lo proclamó Sartre; es decir, que no hay una naturaleza humana, una esencia que determine a los individuos, sino que son sus actos los que determinan quiénes son, así como el significado de sus vidas, por lo tanto, por estas calles de Osaka, Tokio o Nagasaki, no hay espacios para un replanteamiento de la existencia, es decir, no hay espacios para la improvisación, para la autodeterminación, todo está esencialmente resuelto, clasificado, hecho, lo que en principio hace que Japón no sea un país existencialista per se; viviendo así en un constante principio de contradicción, origen de todo humorismo existencialista, de todo principio y fin de carcajadas. Japón es un país donde la existencia es precedida por la esencia nipona, todos los actos son totalmente determinado por la sociedad, así los japoneses no piensan constantemente acerca de los sentidos de la vida, de la existencia, de cuestionar lo absurdo de vivir, para determinar sus actos, sino que su esencia determina su existencia, a veces absurda, a veces trágicas para algunas miradas occidentales; pero a veces también esta fijación de la esencia de la sociedad japonesa sobre las existencias individuales, se puede apreciar con envidia, especialmente si comparamos la sociedad nipona dentro de su calidad de vida, de saneamiento y de orden civil y seguridad con los desastres que hemos heredados en los países de América Latina. Sea como sea que se mire a Japón, absurdomente o idealmente, al estar determinada esencialmente, permite muchos juegos existenciales, especialmente para los humoristas, escritores, artistas y a los occidentales cuyo vicios es pensar existencialistamente. 
Metáfora de una esencia prevaleciendo sobre las existencias
Aunque claro, hay excepciones, por ejemplo: Mi Amiga Japonesa, ella siempre da espacio a las improvisaciones, pero quizás porque ella ha vivido en otros países y su esencia japonesa se ha contaminado un poco conmigo haciéndola a veces existencialista, de aquí que a veces tenga pensamientos no propios de los japoneses que me asombra, especialmente cuando vemos una película o televisión japonesa y me comenta ciertas escenas con una crítica feroz, o cuando paseamos por la ciudad y se detiene en analizar actos o rituales japoneses sin sentido; pero los lunes retoma sus rutinas, sus obsesiones, su trabajo, sus obligaciones con la comunidad, con sus padres y conmigo como una geisha, como una japonesa intachable, sin cuestionar ni criticar, y así transcurre su vida entre un ir y venir de su esencia japonesa y la existencia que vive conmigo. Estos días y viendo algunas películas con ella, hallé un punto ciego que no habíamos tratado y era el humor japonés. Mi Amiga Japonesa me comentó una vez que no le gustaba ver los filmes de comedia, una opinión que me preocupó y más cuando yo soy un amante del cine de comedia, y así desde Chaplin hasta los hermanos Coen, no pierdo el humor entre blanco y negro que se desarrolla en el mundo. 
Algunos políticos son los dobles de los tres chiflados, y no lo saben
Ella explicó que no le gustaba aquel cine de comedia donde unos hombres grandecitos hacen estupideces frente a otros, golpeándose,  haciendo travesuras propias de un niño de siete años, al estilo de Los Tres Chiflados, quienes inundan con estos tipos de gag sus filmes; y que en Japón es muy popular. Así que me sorprendió cuando trajo una película de humor. Me comentó que un amigo se la había recomendado, era una película de Matsumoto Hitoshi, un comediante japonés, que igual a Kitano Takeshi, han realizado una escuela de humorismo en este país del sol naciente, y que han logrado una gran fama e ingresos en la televisión a cuestionar algunas esencias del ser japonés. A diferencia de las películas de Takeshi, donde el humor trata de ser gris para que la ironía sea la reina, en las obras de Matsumoto hallamos un humor existencialista que puede tener una paleta de colores porque en cada escena o secuencia se cuestiona una tonalidad de la esencia que determina la existencia del japonés: la familia, la soledad, el poder, el ritual, la comida, las jerarquías, etc., lográndo así generar una reflexionar subrepticia sobre ciertas realidades japonesas. Si  afirmo que el primer acto de existencia es reír, puedo encontrar humor en toda cultura, lenguajes y sentimientos, y por supuesto en Japón están presentes aunque limitados, y son estas filmografías las que expanden y me ayudan a comprender un poco más este país humorístico, así que luego busqué las películas de Matsumoto que había escrito y dirigido, pudiendo apreciar sus tres producciones hasta la fecha, naciendo una empatía "graciosa" con este simpático director japonés y yo.
松本人志、怒り...   Matsumoto, hasta enfadado da risa
Su primera obra『 大日本人』o el "El gran hombre japonés" de 2007, observamos al héroe que tiene que luchar contra monstruos del espacio, al mejor estilo de Ultraman o Ultrasiete, pero muestro héroe es un hombre común y corriente, que gana unos 3.000 dólares por su trabajo mensual, además tiene un divorcio encima y no ve a su hija regularmente, posee deudas que aumenta o disminuyen en la medida en que su popularidad oscila, así el héroe que siempre está alejado del pueblo se transforma en uno más, en alguien común y corriente. Lo interesante de la película es que es presentada como un documental, en donde los ritmos y altibajos los dan las peleas con monstruos ridículos, excéntricos, hasta que al final la realidad le será desmontada para instalarse en un lugar de criaturas fantásticas fuera o muy dentro de Japón.
Trailer del filme de Matsumoto Hidoshi El gran hombre de Japón

¿Y por dónde anda el humor existencialista? Es que toda la película es un replanteo de la existencia del héroe ante una sociedad que sólo vive para los momentos exitosos, el consumo excesivo y repetir las ignorancias; estos son los elementos que giran alrededor del héroe, éste no representa la seguridad el futuro de una sociedad justa, ahora nuestro héroe lleva sobre su piel los patrocinadores, las empresas que mantienen al héroe-hombre; porque a diferencia de Batman que es multimillonario o Superman que no comen ni necesita nada, nuestro héroe debe pagar facturas, lavar la ropa, comer, y en esta dinámica, nos podemos plantear con humor negro nuestra existencia de llevar publicidad, marcas, popularidad para acercarnos a ser un héroe, pero además hay carcajadas hirientes sobre la construcción de un imaginario que Japón vendió durante años, y que son las imágenes de superhéroes luchadores contra monstruos intergalácticos, todos nacidos de las pesadillas de las bombas atómicas. 
Ninguno de estos superhéroes tienen problemas con su tarjeta de crédito
La segunda película de Matsumoto la tituló『シンボル』Símbolo, de 2009. Ésta película presente el humor existencialista en su vertiente más claustrofóbica. Sin saber nada, nuestro protagonista vive toda su vida entre cuatro paredes donde constantemente debe solucionar los problemas cotidianos. Sin saber los por qué, ni los cuándo, ni los cómo, el personaje sólo tiene su existencia para determinar su esencia la cual nunca es clara. La película plantea problemas, milagros, situaciones absurdas, así como el encuentro con el aburrimiento, típica causa de la invención; y con la innata capacidad del hombre por seguir hacia algún lado, típica causa del desarrollo tenológico, dos elementos que inundan a Japón. En la medida en que nos acercamos al final observamos a este hombre llegar a un estado superior de conocimiento, de sabiduría, o por lo menos eso lo podemos interpretar, o sencillamente muere en una metáfora celestial. Paralelamente la película juega con el "efecto mariposa" donde podemos reflexionar que el humor es un absurdo conectado, y así cada cosa que hagamos o dejemos de hacer repercutirá en una carcajada en otra lugar del mundo.


Símbolo: una palabra que se usa a diestras y siniestra pero que se presenta irónicamente en el filme

El último filme dirigido por Matsumoto hasta la fecha es『サや侍』o El samurai sin espada, de 2010, es un cuestionamiento de la existencia frente al poder. Y es que a lo largo de la historia sólo el humor es capaz de decirle al poder lo estúpido que contiene su esencia, de ahí que los tiranos sólo acepten a los bufones, y es bien sabido que todo rey, tirano, dictador o dueño del mundo, sólo se puede rodear de personas que lo hagan reír, que lo diviertan, porque conocen su "humor", mientras que las personas que lo hacen pensar pueden perder la cabeza, como sentenciaba la Reina de Corazones en el mundo de Alicia. Pero el payaso logra tocarle las pelotas al rey y este se ríe con la imbecilidad propia del quien nace perfecto. En la película de Matsumoto, el poder no ríe, no hay payasos, ni humoristas, nadie conoce su humor, es un Japón carente de alegrías, y sólo las personas cercanas a la muerte pueden hacer el ridículo para así salvar sus vidas, sólo así justifican sus acciones reprobables y ridículas que en una sociedad obsesionada por evitar las situaciones embrazosas sancionan con el ostracismo. La película retrata los esfuerzos de un condenado a muerte, de un samurai y su hija y cómo "cae" en ser payaso para salvar su vida, pero dentro de su degradación, el humor comienza a plantear una existencia dentro de las esencias que mantienen las jerarquías del poder. Y así mientras el poder trata de continuar la solemnidad del suicidio, la gente comienza a reir, a descubrir otros motivos para hacer algo distinto del día a día. Este filme nos devela que a veces nuestras existencias pueden ser sencillamente actuaciones malabares frente al poder, frente a lo inexplicable, frente a la sociedad, y dependerá de nuestras sentencias y libre albedrío convertirlas en tragedias o comedia. Mientras tanto Mi Amiga Japonesa y yo nos reímos de nuestras pequeñas tragedias y grandes encantamientos.  

El humor existencialista siempre es una relación contra el poder, su eterno enemigo


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